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Comadres - Telecable

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Fue una infancia feliz, un día tras otro se sucedían las pequeñas<br />

rutinas, los quehaceres cotidianos que van llenando las horas, soplándose<br />

los minutos. Los años desfilaron sin sentir y ahora que tengo un<br />

ejército de ellos, sólo lamento no haber retenido más de aquellos primeros,<br />

inocentes e inconscientes reclutas, de los que sólo alcanzo a atisbar,<br />

cuando son invocados, tenues guiños, esporádicos saludos.<br />

Recuerdo con cariño el colegio, me agradaba mucho estudiar, me<br />

hacía sentir importante, mayor, poder asociar, memorizar, descubrir,<br />

conocer las partes del cerebro, llamar a las nubes por su nombre, resolver<br />

fórmulas matemáticas, iniciarme en los misterios de la física, viajar<br />

por los mapas, retroceder en la historia, redactar, leer… sobre todo leer.<br />

Prefiero la literatura, la novela histórica, las biografías. También disfruto<br />

navegando por las enciclopedias, un diccionario me acompañó siempre<br />

y, en caso de necesidad, soy capaz de devorar prospectos, folletos o las<br />

instrucciones de uso de un insecticida.<br />

A veces me sorprendo en las librerías oliendo a escondidas los<br />

libros, o en una esquina, aspirando esa mezcla de sudor y lápiz que exhalan<br />

indefectiblemente las aulas y que emana por las ventanas abiertas de<br />

los colegios. Fui una buena estudiante, tan solo una vez, ya en el primer<br />

año de carrera, me quedó una para septiembre.<br />

De pequeña me enviaron a clase de música, de dibujo, de escultura,<br />

de baile… pero lo que prefería, lo que más me gustó siempre, era estar<br />

en casa, jugar por los rincones, espiar a las abuelas y a mamá, reír con<br />

ellas… Me daban consejos continuamente, moralejas precedidas de<br />

fábulas que tardaba en entender, pero que repetía como un loro, porque<br />

sonaban bien y siempre eran muy aplaudidas. Aún recuerdo una, de<br />

Samaniego creo que era, muy afortunada:<br />

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