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Manola era la más fuerte de las tres, la que defendía de pequeña a<br />
sus gemelas. A Manola la llamaban Manolón a sus espaldas, con claras<br />
intenciones. Era de todos conocido que a un vendedor que se fue de la<br />
lengua le espetó un centollazo en la frente que le dejó marcado para toda<br />
la vida. Le llamaban El Mote, desde entonces, para que no se despistara<br />
y tuviera más cuidado. Puedo creer que a Manola le gustaran las mujeres<br />
(todo se hereda), lo que desconozco son las relaciones que llegó a<br />
mantener. De hecho, siempre tuvo muchas amigas, entre las que llevaba,<br />
como era lógico, la voz cantante. Cuando sentí curiosidad hacía sus inclinaciones<br />
ya era demasiado tarde. Quedaron tantas hebras flotando en el<br />
viento…<br />
No perdía acontecimiento, daba igual que fuera un barco o una<br />
ballena que encallara en el litoral, la quema de una iglesia, una manifestación,<br />
un desfile, una inauguración, bautizo, boda o entierro. Era la<br />
representante familiar en los actos sociales donde se requería presencia<br />
ineludible y fue testigo directo de los principales actos de Salitre. Estaba<br />
todo el día en la calle y conocía a todo el mundo. Los trayectos cortos,<br />
de su mano se hacían interminables, siempre encontraba alguien con<br />
quien pararse, alguna noticia fresca que comentar, un hecho luctuoso<br />
sobre el que elucubrar…<br />
Había subido en globo, plantado árboles, descargado cajas en el<br />
muelle, escalado los cuatro picos de la Montaña Eterna, organizado un<br />
coro de viudas y huérfanos y un grupo de teatro de madres solteras, además<br />
de partidos, torneos y competiciones anuales para recaudar fondos<br />
en causas diversas.<br />
Era tozuda y obstinada, de temer cuando fijaba su atención en algo<br />
o en alguien que consideraba merecedor de sus atenciones y afecto o<br />
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