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Comadres - Telecable

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mejor. Cuando empezaba a pensar que todo aquello era una locura y a<br />

plantear la conveniencia o no mi presencia allí, apareció en lontananza<br />

su cabellera de fuego.<br />

Reyna estaba en el centro de un grupo, desde luego no parecía<br />

muda, hablaba más bien por los codos. Tenía los ojos achinados y brillantes,<br />

parecía presa de una agitación incontrolada y no paraba de<br />

mesarse el cabello con los dedos, moviendo continuamente las manos.<br />

Estaba claro que se había metido algo más excitante que lo nuestro. Las<br />

amigas parecían estar incluso molestas, supuse que sería el típico grupo<br />

que se reunía desde siempre en esa fecha y a lo mejor no se veían el resto<br />

del año. Parecían muy infantiles a su lado, resultaba excesivamente apabullante.<br />

Perla me explicó que eran las amigas del barrio.<br />

Nos vio de lejos y se acercó, saludo fríamente a su madre, que parecía<br />

resignada, y me dio dos sonoros besos. «Hola Reyna, yo también soy<br />

Reyna, aunque deberíamos llamarnos Ruinas, ¿no crees?». Se rió escandalosamente.<br />

Presentí que iba a ser difícil, estaba bastante colocada,<br />

eufórica. Pero ya le daría el bajón y yo estaría a su lado.<br />

Perla, discretamente, se había retirado a por las consumiciones. En<br />

cuanto nos vi solas le pregunté si sabía dónde pillar, no conocía a nadie,<br />

acababa de instalarme… La verdad es que no me hacía falta, pero también<br />

pensé que era la mejor manera de entrarle y acerté con la carta. Sentí<br />

cómo se crecía mientras me invitaba a una raya; lo dijo mientras miraba<br />

a los lados, encantada de exhibir su poderío, de impresionarme, orgullosa<br />

de mi aspecto de loba marina.<br />

Olvidamos a su madre (estaba convenido de antemano que desaparecería<br />

a la menor oportunidad, a Reyna no le pareció extraño que<br />

nos dejara solas) y nos fuimos del brazo al baño. La coca no era muy<br />

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