Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
La buscó por la playa, subió a los acantilados, llamó a las amigas<br />
por si sabían algo y fue a casa de Manfredo por si hubiera ido allí, pero<br />
desde fuera parecía estar desierta. No se atrevió a saltar la verja. Como<br />
el día anterior, tampoco hubo forma de conectar con él a través del<br />
móvil. Dio vueltas con el coche por toda la ciudad hasta las tres de la<br />
tarde, cuando volvió a casa por si la niña regresaba. Aún no había llegado.<br />
Tomó un tranquilizante y se quedó dormida en el sofá hasta que<br />
la música la despertó. Eran las ocho y Reyna estaba encerrada en su habitación<br />
con un disco puesto a todo volumen. Le dijo que estaba cansada,<br />
que la perdonara pero no iba a abrir, todo estaba bien, que no se preocupara.<br />
Su madre insistía en verla, en saber dónde había estado, pero,<br />
como solía ser frecuente, el eco de su voz se hizo añicos contra las pegatinas<br />
de la puerta, esas horteras pegatinas de cantantes.<br />
Cuando la dejó por imposible fue al baño, donde se encontró que<br />
Reyna se había duchado y puesto la lavadora. Perla se extrañó, pues<br />
jamás ponía una colada, no sabía ni cómo se hacía; tenían una chica que<br />
limpiaba y que le recogía hasta las bragas del suelo de la habitación,<br />
reñían siempre por eso. Miró la temperatura, por supuesto se había equivocado<br />
y estaba lavando prendas delicadas en un programa caliente.<br />
Perla las sacó para tenderlas y, temiendo que se hubieran estropeado, las<br />
revisó al trasluz. El pantalón y la chaqueta tenían la sombra de unas manchas<br />
sospechosas color marrón parduzco. Hubiera jurado que era sangre.<br />
Inmediatamente la imaginó malherida, seguramente había tentado<br />
de nuevo la suerte. Corrió con la ropa en la mano a aporrear la puerta,<br />
pero esta vez se abrió. Reyna la convenció de que había estado tumbada<br />
al borde del acantilado, pensando y que las manchas eran del suelo, que<br />
estaba embarrado; la llamó paranoica y prefirió creérselo.<br />
[199]