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Comadres - Telecable

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se hubiera dado cuenta de que no podía tener los que decía, le hubieran<br />

salido menos todavía. Estoy convencida de que sí se percató, pero no<br />

quiso reconocerlo ante mí. Ni ante ella, seguramente. Le convenía seguir<br />

con el equívoco. Era un sinvergüenza, merecía acabar como acabó».<br />

El caradura se desmoronó con la inesperada revelación, creo que se<br />

vio por primera vez como un monstruo. La falta de escrúpulos no está<br />

reñida con el corazón. Aunque se creyera en posesión del secreto de la<br />

eterna juventud y hubiera vendido su alma al diablo, fue consciente de<br />

que había perdido algo más importante: la moral, la integridad. La ocasión<br />

de su vida. Siempre había querido tener descendencia, formar una<br />

familia numerosa, como la suya, en los momentos de debilidad lo reconocía.<br />

Con Perla había tenido esperanza de conseguirlo en algún<br />

momento de aquella larga y arrítmica relación. De hecho, al principio<br />

estuvo convencido de que aquella niña tenía que ser suya, si lo hubiera<br />

pensado bien, la misma tenacidad de Perla en alejarle y convencerle de<br />

lo contrario debería haberle hecho sospechar. Pero, por otra parte, le costaba<br />

creer que le ocultara algo así, nunca llegó a sospechar que pudo ser<br />

utilizado. Su orgullo se lo impedía. Esta era la primera noticia de su paternidad<br />

y estaba claro que principio y fin de la misma. Intentó retenerla,<br />

preguntar, disculparse, retractarse… Pero Perla marchó, ya no tenía más<br />

que decir y aún le quedaba mucho por hacer: tenía que hablar con su<br />

hija. «Qué bajo caíste», fueron sus palabras de despedida. A sus espaldas<br />

quedaban una botella vacía y un guiñapo humano.<br />

Yo le hubiera matado y supuse que ella lo había hecho. Pero Perla<br />

juró que no. Lo pensó, tenía el motivo, tuvo la ocasión, pero careció de<br />

la suficiente sangre fría. «No le maté, te lo juro. Estuve allí, sí, pero fue la<br />

noche antes de su muerte. Yo le dejé vivo. Tocado, hundido, pero vivo.<br />

[196]

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