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fesión que le permitiera viajar, ser ella misma, rica y famosa o pobre y<br />
bohemia ¡qué sé yo…! Lo que quisiera, pero feliz, Reyna, feliz…». Pero<br />
la otra Reyna había abandonado los estudios, se había liado con un hombre<br />
que le triplicaba la edad, un traficante de menores, el ex amante de<br />
su madre.<br />
«Tiene 14 años, Manfredo. Catorce. Recién cumplidos. Es una niña».<br />
Estaba sorprendido. «¡No lo sabía! Me dijo que tenía 16, parece mayor de<br />
lo que es. La verdad es que no me paré a echar cálculos, tenía que<br />
haberme dado cuenta de que no cuadraban, que me engañaba. Hay que<br />
ver, para que te fíes de las niñas. Un pedazo de mujer, tu hija. ¿Quién fue<br />
su padre, que nunca me lo dijiste?». Perla me dijo que llegado ese<br />
momento se levantó y se puso frente a él, erguida, mirándole desde<br />
arriba. «No me mires así, que me das miedo. ¿Quién es el padre? Anda,<br />
dímelo…», emitió tras una risa falsa. Perla no movía ni un músculo, tan<br />
sólo clavaba en él sus ojos, acerados como puñales. Manfredo se revolvió<br />
inquieto en el asiento, pero Perla no le veía. Uno a uno fue repasando<br />
los Manfredos que había conocido, pero en ninguno lograba reconocer a<br />
aquel extraño que la miraba confuso. Tardó en abrir la boca, fue sucinta<br />
cuando lo hizo. «Tú». Quedé atónita con la declaración, pero las sospechas<br />
de mi retorcida mente se iban confirmando. Luego había habido algo<br />
entre ellos, algo muy grande, una hija, nada menos. Perla siguió, ajena a<br />
los desvaríos de mi mente. «Él era su padre, se había estado tirando a su<br />
propia hija. Era incesto, pero ellos no lo sabían… Estaba embarazada de<br />
tres meses cuando él se fue la primera vez y no le había dicho nada, tampoco<br />
se notaba mucho. Cuando volvió le mentí sobre la edad de la niña,<br />
le dije que era incluso más pequeña, que había sido engendrada en su<br />
ausencia. Si hubiera restado años cuando se enteró de que era hija mía,<br />
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