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La comida estupenda, el arroz en su punto y la compañía inmejorable.<br />
Mientras esperamos el avión y ellas fisgan en las tiendas, sigo dictándole<br />
al móvil, que funciona como periférico… ¡Si Helena levantara la<br />
cabeza! Perla me acaba de regalar un lote de productos de belleza de una<br />
marca carísima, está obsesionada con que recupere la piel perdida pero<br />
es una tarea inútil: la sal y el sol desfloraron mi epidermis. Nunca fui de<br />
preocuparme por el aspecto, jamás me maquillo, por ejemplo. Lo único<br />
que me obsesiona es ducharme, lo hago varias veces al día. Ducharme y<br />
echar colonia fresca, como mamá. Oler a limpio. Tengo esa manía desde<br />
que me instalé en tierra; después de andar tanto tiempo rodeada de pestilencias<br />
los olores me molestan. Y en cuanto a la vestimenta, con dos<br />
pantalones, tres jerseys y cuatro camisas me arreglo. El dinero que yo<br />
fundo en libros, Perla lo gasta en ropa. Si tuviera su tipo quizá me lo<br />
planteara pero mientras que a ella todo le sienta bien yo jamás encuentro<br />
talla. Sólo pidió tener en La Roja espacio para el ropero y un vestidor.<br />
Disfruto viéndola por las mañanas, es como una muñeca, a veces le<br />
escojo yo los conjuntos… ¡Siempre fuimos tan distintas! Ella pelirroja,<br />
con una melena leonina, bajita y delgada, con la piel de arena, dorada y<br />
llena de pecas y un tipo por el que no pasan los años; yo grande, alta y<br />
fuerte como todas las de mi familia, tez morena, ojos negros y el pelo,<br />
de joven, como ala de cuervo.<br />
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