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Siempre tuve fijación por el elemento líquido, según decían las<br />
abuelas, por tradición familiar. Mi madre puso también su granito de<br />
arena porque durante los nueve meses de embarazo no faltó un día, lloviera,<br />
tronara o hiciera sol, que no fuera a pasear por la orilla de la playa.<br />
No sólo sabía que era bueno para la circulación, oxigenaba el feto, fijaba<br />
el calcio, etc., no; consideraba la mar como fuente de vida y muerte, principio<br />
y fin de todas las cosas y quería darle las gracias o pedirle clemencia<br />
con el nuevo ser. Presiento que hablaba con su padre, quizá le estaba<br />
pidiendo que me cuidara… Al final, el corazón, si no es sólo una<br />
máquina de latir, es capaz de crear compartimentos estancos. La carga se<br />
compensa y el barco no se hunde pese al tonelaje o la tormenta, aunque<br />
parezca imposible.<br />
Cuando empecé Marina Civil era la única mujer en la facultad,<br />
ahora deben de serlo más de la mitad, como en todo. Mi intención era<br />
hacer las prácticas y quedar en tierra, en algún astillero o con algún consignatario<br />
o en una empresa naviera, que hubiera sido lo normal. De<br />
hecho, salvo contadas excepciones, la vida a bordo de los barcos no suele<br />
superar los diez años de actividad. La situación social del marino (no<br />
quiero decir ya de las mujeres, fui la primera y pocas más se aventuraron),<br />
y más en el tráfico marítimo internacional, no es aceptada por personas<br />
con una vocación poco arraigada. Yo estuve veinte años entre componentes<br />
y circuitos, calderas y turbinas, máquinas y motores. Empecé<br />
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