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Comadres - Telecable

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Supongo que, harto de matarse a pajas debajo de la manta en el<br />

camarote colectivo, decidió que aquella tarde había llegado su hora. Llevábamos<br />

dos meses en alta mar, yo empezaba a alejarme de él, ya controlaba<br />

el terreno, ya me conocían todos, no lo necesitaba, en una palabra,<br />

estaba empezando a andar sola. Quizá su amor propio no lo resistió,<br />

o realmente a la hora de la siesta, cuando picó a mi camarote, esperaba<br />

otra reacción, tal vez que me echara en sus brazos y dijera «¡por fin!» o<br />

bien «¡cuánto he esperado este momento!». Pero yo no dije ni una palabra,<br />

no sospechaba cuál era el motivo de su visita, ni por qué se quedaba<br />

allí de pie, ni por qué había cerrado la puerta, ni a qué se debía tan amplia<br />

sonrisa, pero por primera vez me asustó el brillo de sus ojos, aquellos<br />

ojos febriles, pervertidos, que me habrían de perseguir en las peores<br />

pesadillas. Sonreí nerviosa y noté que él lo estaba más todavía. Se sentó<br />

en el borde de la cama sin dejar de mirarme. Y como una imbécil, para<br />

demostrar que no tenía miedo, o porque en mi inconsciencia no lo tenía,<br />

como una imbécil, repito, me senté a su lado. Tampoco hay muchas más<br />

opciones en esos cubículos, pero aquello fue interpretado como un acto<br />

definitivo de entrega. Cuando sentí su lengua en el cuello y la presión de<br />

sus dedos en mi cintura me aparté de un salto insuficiente, no pude evitar<br />

que me placara ni que se pusiera encima de mí. El espanto me impedía<br />

gritar y él ya estaba desabotonándose la bragueta, sus manos me<br />

habían roto la camiseta e intentaban arrancar el sujetador que llevaba<br />

puesto debajo. Aunque me resistía con todas mis fuerzas, sin duda eso<br />

le excitaba más, yo sentía su mano hurgándome en los muslos, cogiendo<br />

la mía para que apretara su verga (horrorizada comprobé por qué le llamaban<br />

el Mulo en su pueblo natal). Sentía sus manos en todas partes,<br />

sus babas en todo el cuerpo, sus mordiscos en el pecho. Sentí cómo me<br />

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