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Comadres - Telecable

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cias. El puesto de la plaza quedó en manos de una inmobiliaria, que se<br />

encargaría de gestionar el alquiler (hasta la fecha, nunca me fallaron un<br />

mes, así pude correr mundo, porque un sueldo no da mucho de sí).<br />

Aprovechando los contactos que mantenía, me dirigí a la Naviera Paquebote,<br />

cuyo director era amigo de la familia, y le pedí trabajo en lo único<br />

que sabía hacer, para lo que había estudiado. Necesitaba embarcar, pero<br />

ya. Un carguero saldría en breve, apenas días, llegamos a un acuerdo. Y<br />

así fue como empezó mi peregrinación oceánica, mi odisea marítima.<br />

Quise huir de las muertas, sin saber que su séquito de sombras y nostalgias<br />

iba a ser la corte que siguiera mi destierro.<br />

* * *<br />

Sepulté juntas a las cuatro, maldije aquella tierra que me las arrebató,<br />

juré no pisarla más, me enterré en vida… Pero ahí estaba de nuevo,<br />

exhumando el pasado, cual ánima rediviva. Aquí estoy ahora, exorcizando<br />

los recuerdos ante un micrófono, cincuentona y, ¿por qué no?,<br />

feliz. Una gaviota se posa en el alféizar, ya sé que es una tontería, pero<br />

me parece una señal favorable. No podría vivir sin ver la mar… Entra un<br />

petrolero por la bocana, voy a ver la maniobra.<br />

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