Metáforas del educador - Nau Llibres
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Salvadores Rut Barranco Barroso Universidad de Castilla-La Mancha El salvador, el redentor, el iluminado, el bienhechor, aquel que con su quehacer aparta al otro del peligro mortal que lo amenaza, que trata de encauzarlo, que da luz, acudiendo como guía y modelo ante una vida extraviada, desviada y sin norte. Aquel sobre el que recae el peso de ser adalid, quilla de la nave de ciertos individuos o grupos, persiguiendo tenazmente que marchen por el camino marcado sin perder el rumbo que les está siendo anunciado. ¡Qué gran responsabilidad ser el elegido, el mesías! El salvador se convierte en eikon, icono sin defecto al cual todos deben parecerse, libre de pasiones y pecados mundanos, alzándose como modelo, marcando los patrones y estándares (de qué ser o no ser). Debemos permanecer cercanos a los preceptos del mesías para no andar como ovejas descarriadas, evitando transitar desconcertados, vigilantes siempre del camino trazado, sorteando tentaciones para no quedar agazapados. Siempre pendientes de esa luz, que como estrella polar rige y capitanea nuestro peregrinar. El redentor, con sus palabras y obras, prescribe lo que debemos hacer y prohíbe lo contrario. Nosotros apenas debemos corresponder en el apego a quien amorosamente guía nuestros pasos hacia una vida mejor,
Seductores Juan Sáez Carreras Universidad de Murcia Inicialmente casi un juego de palabras: nos dicen que todo funciona con la producción, ¿y si todo funcionara con la seducción? J. Baudillard. De la seducción. yo QuIero hacer lo Que ellos hacen Cuenta Foucault que las clases con Roland Barthes, antes que un paquete de saberes, de instrucciones e informaciones, constituían toda una experiencia. Hecho similar debió de vivir Deleuze cuando se encontró, siendo un mozalbete de instituto, con su profesor de literatura. Al decir del propio Deleuze, con tan solo catorce años y siendo un estudiante más bien mediocre, la revelación se le presentó de forma imprevista y rompedora, más allá de lo que él podía imaginar: loco perdido, con aspecto alucinado, bizco, los pelos de punta al modo de peine, aquel profesor los sacaba del aula y creaba espacios para la transmisión mientras les recitaba versos de Gide, Baudelaire o Rimbaud. Quedó “tocado”, al igual que los alumnos de Barthes y Foucault; como los del propio Deleuze, quien se llevó el contagio de aquel maestro que transformaba la rutina en acontecimiento a las aulas de la Universidad de Vincennes y, tras su traslado, en barracones prefabricados y sin calefacción donde “se
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Salvadores<br />
Rut Barranco Barroso<br />
Universidad de Castilla-La Mancha<br />
El salvador, el redentor, el iluminado, el bienhechor, aquel que<br />
con su quehacer aparta al otro <strong>del</strong> peligro mortal que lo amenaza,<br />
que trata de encauzarlo, que da luz, acudiendo como guía y mo<strong>del</strong>o<br />
ante una vida extraviada, desviada y sin norte. Aquel sobre el que<br />
recae el peso de ser adalid, quilla de la nave de ciertos individuos o<br />
grupos, persiguiendo tenazmente que marchen por el camino marcado<br />
sin perder el rumbo que les está siendo anunciado. ¡Qué gran<br />
responsabilidad ser el elegido, el mesías!<br />
El salvador se convierte en eikon, icono sin defecto al cual todos<br />
deben parecerse, libre de pasiones y pecados mundanos, alzándose<br />
como mo<strong>del</strong>o, marcando los patrones y estándares (de qué ser o no<br />
ser). Debemos permanecer cercanos a los preceptos <strong>del</strong> mesías para<br />
no andar como ovejas descarriadas, evitando transitar desconcertados,<br />
vigilantes siempre <strong>del</strong> camino trazado, sorteando tentaciones<br />
para no quedar agazapados. Siempre pendientes de esa luz, que<br />
como estrella polar rige y capitanea nuestro peregrinar. El redentor,<br />
con sus palabras y obras, prescribe lo que debemos hacer y prohíbe<br />
lo contrario. Nosotros apenas debemos corresponder en el apego<br />
a quien amorosamente guía nuestros pasos hacia una vida mejor,