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Cuando mamá y yo sacamos los restos <strong>de</strong> mi padre,<br />
no tuve el valor <strong>de</strong> cargar el cofre con mis<br />
propias manos y me quedé en casa, meditando sobre<br />
lo que realmente somos, mientras Ella los llevaba<br />
a su última morada. (Lo <strong>de</strong>l amor que me llevó a<br />
escribir los versos, fue mucho tiempo <strong>de</strong>spués.)<br />
<strong>Los</strong> dos hechos que han marcado el curso <strong>de</strong> mis<br />
días <strong>de</strong> un modo <strong>de</strong>finitivo han sido el amor por mi<br />
madre y la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la muerte. Des<strong>de</strong> muy niño estoy<br />
pensando en la muerte. Al principio la veía como<br />
algo natural, como si se dijera: “si está vivo,<br />
muere”. Era un asunto <strong>de</strong> simple lógica, pero algo<br />
me quedaba, en el fondo, sin respuesta; quizá por<br />
eso siempre estaba tan atento a los moribundos.<br />
Cuando mi hermano Rafael iba a morir, estuve a<br />
su lado día tras día; nos enfrascamos en una batalla<br />
<strong>de</strong> ajedrez tan intensa que a los dos nos hizo<br />
olvidar, por instantes, <strong>de</strong> la muerte.<br />
Cuando intuí que a Petróleo lo iban a matar, imaginé<br />
sus pasos durante el último día <strong>de</strong> su vida,<br />
minuto a minuto, tratando <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r sus sentimientos<br />
y buscando en su alma la respuesta a la<br />
pregunta que no sé resolver en mí.<br />
Cuando escribo, pido a las ficciones que busquen<br />
la respuesta a las mismas preguntas sobre el amor<br />
y la muerte, pero sé que no hay respuesta porque<br />
la vida es como el huevo <strong>de</strong> la canaria <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la<br />
cáscara.<br />
Mi madre vivió una vida larga y dulce a pesar <strong>de</strong><br />
las gran<strong>de</strong>s dificulta<strong>de</strong>s que tuvo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> niña, o tal<br />
vez precisamente por ellas. Cuando iba a morir,<br />
nos contó que el Sagrado Corazón <strong>de</strong> Jesús había<br />
venido por ella y, para llegar hasta su cama, había<br />
atravesado el vidrio <strong>de</strong> la ventana. Narró el asunto<br />
como si fuera un hecho, nosotros lo juzgamos un<br />
sueño. Pero sin importar lo que haya sido, a mí me<br />
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