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Los relatos de La Milagrosa

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salir el sol por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l Pan<strong>de</strong>azúcar, mientras<br />

escuchaba los movimientos <strong>de</strong> Celia, su hermana,<br />

la dueña <strong>de</strong> casa, y oía su cantinela durante la<br />

labor doméstica.<br />

Al mediodía, puso la costura a un lado y caminó<br />

hacia el fondo <strong>de</strong> la casa.<br />

—¡Cómo cantan, mis monecos! —dijo al pasar<br />

por el patio.<br />

Entró a la cocina, se tomó una taza <strong>de</strong> tinto frío<br />

y, <strong>de</strong> regreso, arrancó unas hojas secas a las bifloras.<br />

Después <strong>de</strong>l almuerzo, en la tar<strong>de</strong>, bordando,<br />

vio subir el reflejo <strong>de</strong>l sol por la pared <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong><br />

enfrente, y vio su <strong>de</strong>saparición más arriba <strong>de</strong>l techo,<br />

hasta sentir cómo, esa misma pared, se metía<br />

en la oscuridad <strong>de</strong>l aire y se hacía luz <strong>de</strong> nuevo a<br />

las seis y cuarto, tras el encendido rutinario <strong>de</strong> la<br />

iluminación <strong>de</strong> la ciudad, justo al volver a la ventana,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cubrir las jaulas con toallas bajo<br />

el estribillo <strong>de</strong>: “¡Duerman bien, monecos. El cielo<br />

los <strong>de</strong>spierte vivos!”.<br />

Cuando se retiró a comer, ya había visto las <strong>de</strong>cenas<br />

<strong>de</strong> personas que pasaron durante el día, <strong>de</strong><br />

un lado a otro <strong>de</strong> la ventana, y había respondido a<br />

algunos saludos con un simple movimiento <strong>de</strong> la<br />

cabeza, y había sentido cada uno <strong>de</strong> los ruidos suscitados:<br />

voces, carros, murmullos o gritos, y habían<br />

llegado hasta su olfato aromas <strong>de</strong> café, olores <strong>de</strong><br />

gentes, y habían caído en su rostro miradas <strong>de</strong> toda<br />

índole.<br />

Pasó el verano,<br />

vino el invierno.<br />

Con ese movimiento imperceptible que la armonía<br />

<strong>de</strong>l tiempo infun<strong>de</strong> a las cosas, creció (<strong>de</strong> este<br />

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