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El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal

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uenas obras no se deben referir del ánimo liberal, porque sepas que no encarezco su deuda<br />

sin gran razón, digo que yo le amé del más firme y constante amor que jamás un hombre a<br />

otro amó; y porque veas que digo la verdad sabrás que un día por çierto negoçio que nos<br />

convenía partimos ambos de Françia para ir en Ingalaterra, y entrando en el mar nos<br />

sobrevino una tempestad, la más horrenda y atroz que a navegantes suçedió en el mar. En<br />

fin, con la alteraçión de las olas y soberbia de los çielos nos pareçió a todos que era vuelto<br />

el diluvio de Noé; cayó él en el agua por desgraçia y indispusiçión, y procurando cada cual<br />

por su propria salud y remedio, en la más obscura y espantosa noche que nunca se vio, me<br />

eché al agua, y peleando con las invençibles olas le truxe al puerto de salud. Suçede<br />

después desto que tengo yo una muger moça y hermosa (que nunca la hubiera de tener,<br />

porque no me fuera tan mala ocasión), y está enamorada de Alberto como yo lo soy, que<br />

della no es de maravillar, pues yo le amo más que a mí; y ella persiguiéndole por sus<br />

amores la responde él que en ninguna manera puede ofender en la fe a Arnao, y siendo por<br />

ella muchas vezes requerido vino a las manos con él queriéndole forçar; y passa ansí que<br />

una mañana yo me levanté dexándola a ella en la cama, y por limpiar mi cuerpo me lançé a<br />

un retrete sin me ver ella. De manera que ella pensó que yo era salido de casa a negoçiar, y<br />

suçedió entrar por allí Alberto por saber de mí, y ella asegurada que no la viera yo le hizo<br />

con importunidad llegar a la cama donde estaba, y tomándole fuertemente por la capa le<br />

dixo: «Duerme comigo que muero por ti»; y Alberto respondió: «Todas las cosas de su casa<br />

y hazienda fío de mí Arnao, y sola a ti reservó para sí, por tanto señora, no puedo hazer esa<br />

tu voluntad», y él luego se fue que hasta hoy no pareçió; y como ella se sintió<br />

menospreçiada y que se iba Alberto huyendo dexando la capa en las manos, començó a dar<br />

grandes vozes llamándome a mí porque viesse [yo] de quién solía yo confiar, y como del<br />

retrete salí, y conoçió que de todo había sido yo testigo, de empacho y afrenta enmudeçió, y<br />

súbitamente de ahí a pequeño rato murió; y como tengo hecha bastante esperiençia de quién<br />

me tengo de fiar, pues mucho más le debo yo a él que él a mí sin comparaçión, pues si yo le<br />

guardé a él la vida, él a mí la honra que es mucho más, agora, justíssimo monarca, yo te<br />

demando que me condenes por su deudor y obligado a que perpetuamente le haya yo a él de<br />

servir, que yo me constituyo por su perpetuo deudor; y si dixere que por haberle yo dado la<br />

vida en la tempestad me haze graçia de la libertad, a lo menos neçesítale a que por ese<br />

mesmo respeto me tenga en la vida compañía, pues por su causa perdí la de mi muger.» Y<br />

diziendo esto Arnao calló esperando la sentençia del juez. Pues como yo entendí por la<br />

proposiçión de Arnao que había estado presente a lo que con su Beatriz passé, y que no<br />

tenía neçesidad de me desculpar, porque esto era lo que más lastimado y encogido tenía mi<br />

coraçón hasta aquí, luego alçé mi cabeça y lançé mis ojos en Arnao, y con ellos le agradeçí<br />

el reconoçimiento que tenía de mi fidelidad, y aguardé con mucha humildad y<br />

mansedumbre la sentençia del juez, esperando que sobre el seguro que yo tenía de Arnao, y<br />

con el que él había mostrado de mí, ningún daño me podía suçeder; y ansí todos cuantos al<br />

rededor estaban se alegraron mucho cuando oyeron a Arnao y entendieron dél su buena<br />

intinçión, y que no pretendía en su acusaçión sino asegurarme para nuestra amistad y que<br />

fuesse confirmada y corroborada por sentençia de juez; y ansí todos con gran rumor<br />

encareçían unos con otros la amistad y fe de Arnao y se ofreçían por mí que no apelaría de<br />

ningún mandado del juez, pues me era notorio el seguro de mi amigo Arnao; y haziendo<br />

callar el gobernador la gente se volvió, para mí y me dixo: «Di tú, Alberto, ¿qué dizes a<br />

esto que contra ti se propone?, ¿es verdad?»; respondí yo: «Señor, todo cuanto Arnao ha<br />

dicho todo es conforme a verdad, y no había otra cosa que yo pudiesse alegar para en<br />

defensa de mi persona si alguna culpa se me pudiera imponer, sino lo que Arnao ha

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