El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal
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este aviso lo más diligentemente que pudo se fue al gobernador y justiçia de la çiudad,<br />
haziéndole saber que en aquella gente que venía en las galeras tomadas a Barbarroja había<br />
conoçido a un hombre que había adulterado con su muger; y demandóle que le pusiesse en<br />
prisiones hasta que del hecho y verdad diesse bastante informaçión, y fuesse castigado el<br />
adulterio conforme a justiçia y satisfecha su honra; y estando ansí, que el capitán me quería<br />
libertar, llegó la justiçia muy acompañada de gente armada por me prender, y como llegó<br />
con aquel tropel, ruido y armas que se suele acompañar, apañaron con gran furia de mí<br />
diziendo: «Sed preso», y yo respondí: «¿Por qué?» <strong>El</strong>los me respondieron: «Allá os lo dirá<br />
el juez.» Entonçes me pareçió que no estaba cansada mi triste ventura de me tentar, pero<br />
que començaba desde aquí [de nuevo] a me perseguir. Començóse a murmurar de entre la<br />
gente que acompañaba a la justiçia que yo iba preso por adúltero. Dezían todos cuantos lo<br />
sabían movidos de piedad: «¡O cuánto te fuera mejor que hubieras muerto a manos de<br />
turcos, antes que ser traído a poder de tus enemigos! ¡O soberano Dios, que no queda<br />
pecado sin castigo!» Y cuando yo esto oía Dios sabe lo que mi ánima sentía, pero quiérote<br />
dezir que aunque siempre tuve confiança que la verdad no podía faltar, yo quisiera ser mil<br />
vezes muerto antes que venir a los ojos de Arnao. Ni sabía cómo me defender, antes<br />
determiné dexarme condenar porque él satisfaziesse su honra, teniendo por bien empleada<br />
la vida, pues por él la tenía yo; y ansí dezía yo hablando comigo: «¡O si condenado por el<br />
juez fuesse yo depositado en manos del burrea que me cortasse la cabeça sin yo ver a<br />
Arnao!» Con esto me pusieron en una muy horrible cárçel que tenía la çiudad, en un lugar<br />
muy fuerte y muy escondido que había para los malhechores que por inormes delitos eran<br />
condenados a muerte, y allí me cargaron de hierros teniéndolo yo todo por consolaçión.<br />
Todos me miraban con los ojos y me señalaban con el dedo habiendo de mí piedad, y<br />
aunque ellos tenían neçesidad della, mi miseria les hazía olvidarse de sí. En esto passé<br />
aquella noche con lo que había passado del día hasta que vino la mañana siguiente, y llegó<br />
la hora que el gobernador y justiçia vino a visitar y proveer en los delitos de la cárcel, y ansí<br />
en una gran sala sentado en un soberbio estrado y teatro de gran magestad, delante de gran<br />
multitud de gente que a demandar justiçia allí se juntó, el gobernador por la importunidad<br />
de Arnao mandó que me truxiessen delante de sí; y luego fueron dos porteros en cuyas<br />
manos me depositó el alcaide por mandado del juez, y con una gruesa cadena me<br />
presentaron en la gran sala. Tenía yo de empacho hincados los ojos en tierra que no los<br />
osaba alçar por no mirar a Arnao, de lo cual todos cuantos presentes estaban juzgaban estar<br />
culpado del delito que mi contrario y acusador me imponía. Y ansí mandando el<br />
gobernador a Arnao que propusiesse la acusaçión, ansí començó: «¡O bienaventurado<br />
monarca por cuya rectitud y equidad es mantenida de justiçia y paz esta tan illustre y<br />
resplandeçiente república, y no sin gran conoçimiento y agradeçimiento de todos los<br />
súbditos!, por lo cual sabiendo yo esto en dos años passados que busco en Ingalaterra,<br />
Brabante, Flandes y por toda la Italia a este mi delincuente, me tengo por dichoso por<br />
hallarle debajo de tu señoría y jurisdiçión, confiando por solo tu prudentíssimo juizio ser<br />
restituido en mi honra y < > satisfecho de mi [justiçia y] voluntad. Y porque no es razón<br />
que te dé pessadumbre con muchas palabras, ni impida a otros el juizio, te hago saber que<br />
éste que aquí ves que se llama Alberto de Cleph.» Y hablando comigo el juez me dixo:<br />
«¿Vos hermano, llamáis os ansí?»; y yo respondí: «<strong>El</strong> mesmo soy yo.» Volvió Arnao y<br />
dixo: «Él es, / o justíssimo monarca!, él es, y ninguna cosa de las que yo dixere puede<br />
negar. Pues éste es un hombre el más ingrato y olvidado del bien que nunca en el mundo<br />
nació, por lo cual solamente le pongo demanda de ser ingrato por acusaçión, y pido le des<br />
el castigo que mereçe su ingratitud, y por más le convençer pasa ansí, que aunque las