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El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal

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peregrinaçión: yo luego que de casa de Arnao salí me fue sin parar momento en la çiudad el<br />

más solo, el más miserable y aflito que nunca en el mundo se vio; y acordándome de lo<br />

mucho que yo debía a Arnao habiendo puesto la vida por mí, cómo fuesse llamado de su<br />

mujer y le dixiesse lo que ella fingió, que yo la había querido forçar, y como ella le muestre<br />

la capa que en las manos le dexé, tan bastante indiçio de mi culpa, ¿qué dirá?, ¿qué<br />

pensará?, ¿qué juzgará?, ¿qué será razón de dezir?, dirá luego: «¡o malvado!, ¡o sin fe! esto<br />

te mereçí yo, o ¿este pago te mereçió el peligro en que yo me puse por ti?, ¿en qué entrañas<br />

si no fueran de un tigre cupiera tan gran ingratitud? Pareçe que buscaste la espeçie de<br />

injuria en que más me pudiste lastimar, por mostrar más tu perversa condición»; pues si su<br />

nobleza y su gran valor instigado del buen destino que anda siempre unido con el estímulo<br />

de la verdad, si esta lumbre de Dios que nunca al virtuoso desamparó que quissiese en<br />

ausençia favoreçer, ¿qué alegará por mi parte?, ¿qué dirá para me desculpar?; o si yo<br />

estuviesse presente y por tenerme tan gran affiçión deseasse oír de mí alguna razón, aunque<br />

fuesse fingida, ¿qué color le podría yo dar cuanto quiera que fuesse verdadera?, ¿o qué<br />

fuerça ternía afirmando el contrario su mujer?, ¿qué podrá concluir, sino «vete infiel,<br />

ingrato, vilíssimo, no parezcas más ante mí»? Y ansí yo le digo agora que no presuma de<br />

mí ser yo de coraçón tan de piedra que en mi vida parezca ante él. Y ansí acabadas estas<br />

razones enxugando algún tanto los ojos que iban llenos de lágrimas, que en ninguna manera<br />

las podía contener ni agotar, me apresuré al camino. Determiné en mi intinçión ofreçerme a<br />

los peçes del mar si me quisiessen comer, o rendirme de mi propria voluntad a cosarios<br />

turcos infieles que acabassen mi vida en perpetua mazmorra, o prisión; y ansí yo me fue<br />

con la mayor furia que pude hasta Marsella, donde estaban a punto çiertas galeras, que<br />

hacía el rey de Francia de armada para ir por el mar, en las cuales me asenté por sueldo; y<br />

como estuvo todo a punto y nos dimos a la vela, no hubimos salido del puerto ocho leguas<br />

cuando vimos asomar una grande armada de la cual, aunque luego no alcançamos a ver más<br />

de seis fustas, yéndonos juntando más, vimos hasta diez, y después muchas más, y cuando<br />

venimos a reconoçer la devisa de la naçión hallamos que eran turcos; y como nos vimos tan<br />

çercados de nuestros enemigos y que ni podíamos, ni era seguro, ni honroso huir, aunque<br />

vimos que era su flota doblada que la nuestra nos determinamos defender; y ansí estando la<br />

una flota a rostro de la otra y en distançia que a un golpe de los remos se podían juntar,<br />

levantamos por el aire de ambas las partes tan grande alarido que el tropel de los remos no<br />

sonaban con la grita, ni las trompetas podíamos oír ninguno de la pelea; y a este tiempo<br />

como los remos hirieron a una las aguas con todas sus fuerças, ambas las flotas se<br />

encontraron con gran furia rostro con rostro, y todos acudimos a la popa por herir cada cual<br />

a su enemigo; y ansí començó tan cruda la batalla que los tiros cubrían el aire, y los que<br />

caían fuera de las galeras cubrían el agua. Estaban unas con otras tan trabadas que no<br />

pareçían las aguas, por estar fuertemente aferradas con fuertes gavilanes de hierro y<br />

cadenas, de manera que todos podíamos ya pelear a pie quedo como en campo llano.<br />

Estábamos tan apretados unos con otros que ni los remos podían aprovechar, estaba el mar<br />

cubierto de galeras que ningún tiro hería de lexos; pero cada cual estaba en su galera<br />

ahinojado alcançando a herir al enemigo aun con el espada. Era tanta la mortandad de los<br />

unos y de los otros que ya la sangre en el mar hazía espuma y las olas andaban cubiertas de<br />

sangre cuaxada, y caían tantos cuerpos entre las galeras por el agua que nos hazían apartar,<br />

aunque estaban fuertemente afferradas, de manera que nos hazían perder muchos tiros, y<br />

muchos cuerpos que caían al agua medio muertos tornaban a sorber su sangre, y apañados<br />

entre dos galeras los hazían pedaços, y los tiros que desmentían en vaçío de las galeras<br />

cuando llegaban al agua herían cuerpos que aún no eran muertos, que con su herida los

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