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El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal

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hablaban con el alférez, sargento y caporal, y con otros offiçiales y gentiles hombres<br />

delante de mí, pensando que era yo varón. En fin, yo amaestrada deseaba volver ya acá para<br />

vivir por mí y tratar a mi plazer con más libertad, porque no podía hablar todo lo que quería<br />

en aquel hábito que me vistió, que por ser zeloso el capitán no me dexaba momento de<br />

junto a sí, y mandóme que so pena de muerte a ninguno descubriesse ser muger. Pues<br />

suçedió que en una escaramuça que se dio a los moros fue mal herido el capitán, y<br />

mandándome cuanto tenía murió; y por dudar el suçeso de la guerra, y pensando que<br />

aunque los nuestros hubiessen vitoria y diessen la çiudad a saco más tenía yo saqueado que<br />

podía saquear, me determiné volver a España antes que fuesse de algún soldado entendida;<br />

y ansí me conçerté con un mercader que en una carabela llevaba de España al real<br />

provisión, que me hubiesse de pasar; y ansí cogido mi fato, lo más secretamente que pude<br />

me passé, y con la mayor priessa que pude me volví a mi Toledo, donde en llegando supe<br />

que mi padre era muerto. Y como mi madre me vio me reçibió con plazer, porque vio que<br />

yo venía razonablemente proveída, que de más de las ropas de seda muchas y muy buenas<br />

que hube del capitán, traía yo doçientos ducados que me dixo que tenía en una bolsa secreta<br />

al tiempo de su muerte; de lo cual todo me vestí bien de todo género de ropas de dama al<br />

uso y tiempo, muy gallardas y costosas, y por tener ojo a ganar con aquello más: rizé<br />

basquiñas, saboyanas, verdugados, saltaenbarca, nazarena, reboçiños, faldrillas, [briales],<br />

manteos, y otras ropas [de paseo], de por casa, de raso, de tafetán y de chamelote; y cuando<br />

lo tuve a punto nos fuemos todos tres a Salamanca, que era mi hermano buen moço y de<br />

buena dispusiçión; y en aquella çiudad tomamos una buena casa en la calle del Prior, donde<br />

llamándome doña Hieronima de Sandoval, en dos meses que allí estuve gané horros çien<br />

ducados entre estudiantes generosos y caballeros naturales del pueblo. Y como supe que la<br />

corte era venida a Valladolid envié a mi hermano que en una calle de conversaçión me<br />

tomasse una buena posada, y él me la alquiló de buen reçebimiento y cumplimiento en el<br />

barrio de San Miguel; donde como llegamos fuemos reçebidos de una huéspeda honrada<br />

con buena voluntad. Aquí mi madre me recató mucho de todos cuantos había en casa,<br />

diçiendo que ella era una vibda de Salamanca, muger de un caballero defunto, y que venía<br />

en un gran pleito por sacar diez mil ducados que había de haber para mí de dote, de la<br />

ligítima de mi padre, que tenía usurpado un tío mío que suçedió en el mayorazgo. Y yo ansí<br />

me recogí y me escondí con gran recatamiento que ninguno me pudiesse ver sino en açecho<br />

y asalto; y ansí la huéspeda començó a publicar que estaba allí una linda donzella, hija de<br />

una viuda de Salamanca, muy rica y hermosa a maravilla, proçediendo con cuantos hablaba<br />

en el cuento de mi venida y estado; y también ayudó a lo publicar una moça que para<br />

nuestro serviçio tomamos; y yo en una ventana baja de una sala que salía a la calle hize una<br />

muy graçiosa y vistosa zelosía, por donde a la contina azechaba mostrándome y<br />

escondiéndome, dando a entender que a todos quería huir y que ninguno me viesse, con lo<br />

cual a todos cuantos cortesanos passaban daba ocasión que de mi estado y persona<br />

procurassen saber; y algunas vezes parándome muy ataviada a la ventana grande, con mi<br />

mirar y aparato, a las vezes haziendo que quería huir, y a otras vezes queriéndome mostrar<br />

[fingiendo algunos descuidos], ponía a todos gran deseo de me ver. Andaba ya gran<br />

multitud de servidores, caballeros y señores de salva enviando presentes y serviçios y<br />

ofreçimientos, y a todos mi madre despedía diziendo que su hija era donzella y que no<br />

éramos mugeres de palaçio y passatiempo, que se fuessen con Dios. Entre todos cuantos en<br />

mí picaron se adelantó más un mançebo mercader estrangero rico, gentil hombre y de gran<br />

aparato, era en fin como le deseaba yo. Éste más que ninguno otro se arriscó a se me<br />

ofrecer trabajando todo lo posible porque yo le diesse audiençia, y como la moça me

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