El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal
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cristal, agua rosada y azahar de ángeles, y el vino en perlas cavadas muy grandes, y no se<br />
contentaban allí beber vinos muy preçiados de Castilla, pero traídos de Candía, de Greçia y<br />
Egipto. Eran las mesas de çedro coxido del Líbano, y del çiprés oloroso, asentadas sobre<br />
peanas de marfil. Los estrados y sillas en que estábamos sentados al comer eran labradas a<br />
manera de taraçes de gemas y jaspes finos, los asientos y respaldares eran de brocado y de<br />
muy fino carmesí de Tiro.<br />
MIÇILO. ¡O gallo, qué sabroso me es ese tu canto! No me pareçe sino que poseo al<br />
presente el oro de aquel rico Midas y Creso, y que estoy asentado a las epulentas mesas del<br />
emperador Heliogábalo. Querría que en çien años no se me acabasse esta bienaventurança<br />
en que agora estoy; mucho me entristeze la miseria en que pienso venir cuando amanezca.<br />
GALLO. Todos aquellos caballeros entendían con sus damas en mucho regoçijo y<br />
palaçio, en motejarse y en discantar donaires y motes y sonetos de amores, notándose unos<br />
a otros de algunos graçiosos descuidos en las leyes del amor. La mi diosa puesta en mí su<br />
coraçón me sacaba con favores y donaires a toda cortesanía: cada vez que me miraba, agora<br />
fuesse derecho, agora al través, me encantaba y me convertía todo en sí sacándome de mi<br />
natural; sentíme tan preso de su gran valor que, no pudiendo disimular, le dixe: «O señora,<br />
no más. Piedad, señora, que ya no sufre paçiençia que no me dé a merçed.» Como fueron<br />
acabadas las viandas y alçadas las mesas, cada cual se apartó con su dama sobre tapetes y<br />
coxines de requemados de diverso color, donde en el entretanto que se llegaba la hora del<br />
dormir ordenaron un juego para su solaz, el cual era: que cada cual con su dama, muy<br />
secreto y a la oreja, se preguntasse lo que más se le antoje, y la primera y más prinçipal ley<br />
del juego es que infaliblemente se responda la verdad. Fue este juego gran ocasión y<br />
aparejo para que entre mí y mi diosa se declarasse nuestro deseo y pena, porque yo le<br />
pregunté conjurándola con las leyes del juego me diga en quien tuviesse puesta su fe, y ella<br />
muy de coraçón me dixo que en mí; con la cual confessión se çerró el proçeso, estando ella<br />
segura de mi voluntad y amor; y ansí conçertamos que como yo fuesse recogido en mi<br />
cámara, en el sosiego de la obscura noche, ella se iría para mí. Con esta promessa y fe se<br />
desbarató el juego de acuerdo de todos, y ansí pareçieron muchos pajes delante con hachas<br />
que con su lumbre quitaban las tinieblas, y hazían de la noche día claro; y después que con<br />
confites, canelones, alcorças y mazapanes y buen vino hezimos todos colaçión, hecha por<br />
todos una general reverençia, toda aquella graçiosa y esçelente corte mostrando quererme<br />
acompañar se despidió de mí; y hecho el debido cumplimiento a la mi bella dama,<br />
dándonos con los ojos a entender la palabra que quedaba entre nos, me guiaron las dos<br />
damas que me metieron en el castillo hasta una cámara de entoldo y aparato çelestial, donde<br />
llegado aquellas dos diosas con un agraçiado semblante se despidieron de mí. Dexáronme<br />
un escudero y un paje de guarda que me descalçó, y dexando una vela ençendida en medio<br />
de la cámara se fueron, y yo me deposité en una cama dispuesta a todo deleite y plazer,<br />
entre unos lienços que pareçía haberlos hilados arañas con todo primor. Olía la cámara a<br />
muy suaves pastillas, y la cama y ropa a agua de ángeles y azahar. Y quedando yo solo puse<br />
mis sentidos y oreja atento todo a si mi diosa venía; por muy poco sonido que oía me<br />
alteraba todo creyendo que ella fuesse, y como me hallase engañado no hazía sino enviar<br />
sospiros que la despertassen, y luego de nuevo me recogía con nueva atençión midiendo los<br />
passos que de su aposento al mío podía haber. Consideraba cualquiera ocupaçión que la<br />
podía estorbar, levantábame de la cama muy pasito y abría la puerta, y miraba a todas<br />
partes si sentía algún meneo o bulliçio, o vía alguna luz, y como no vía cosa alguna con