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El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal

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instrumentos de música, en lo cual fue tan aventajada que cada vez que su angelical voz<br />

exerçitaba acompañada con un suave instrumento convertía los hombres en piedra, o<br />

encantados los sacaba fuera de sí, como leemos de la vihuela de Orpheo que a su sonido<br />

hazía bailar las piedras de los muros de Troya. En conclusión, la donzella se hizo de tan<br />

gran belleza, graçia y hermosura, en tanta manera que no había mançebo en nuestra çiudad<br />

por de alto linaxe que fuesse que no la deseasse y requisiesse haber por muger. Y tus hados<br />

lo queriendo, buscando su padre un hombre que en virtud y riquezas se le igualasse te la<br />

ofreçió a ti. Y tú, aunque te pareçió hermosa donzella digna de ser deseada de todo el<br />

mundo, como no fuesse menor tu cobdiçia de haber riquezas que de haber hermosura, por<br />

añadirte el buen clérigo la dote a tu voluntad, la açetaste. Y luego como fueron hechas las<br />

bodas, como suele aconteçer en los semejantes casamientos que se hazen más por interés<br />

mundano que por Dios, Satanás procuró revolverte por castigar tu avarienta intençión. Y<br />

ansí te puso un gran pensamiento de dezir que tu muger no te guardaba la fe prometida en<br />

el matrimonio. Porque después de ser por su hermosura tan deseada de todos, por fuerça te<br />

pareçía que debía seguir la naturaleza y condiçión de su madre. Después que passados<br />

algunos días que se murió tu suegro, con cuya muerte se augmentó tu posessión, aunque no<br />

tu contento, porque de cada día creçían más tus zelos y sospecha de la castidad de tu<br />

Ginebra, la cual con su canto, graçia y donaire humillaba el çielo; ¡o cuántas vezes por tu<br />

sosiego quisieras más ser casado con una negra de Guinea que no con la linda Ginebra! Y<br />

prinçipalmente porque suçedió que Satanás despertó la soñolienta affiçión que estaba<br />

adormida en uno de aquellos mançebos, generoso y hijo dalgo de quien fue servida Ginebra<br />

antes que casasse. <strong>El</strong> cual con gran continuaçión tornó a la requerir y passear la calle<br />

soliçitándole la casa y criados. Pero a ella poco la movió, porque çiertamente te amaba a ti,<br />

y también porque ella conoçía el amor [que la tenías] y [el] cuidado en la guardar. Pues<br />

como tú viniesses acaso a tener notiçia de la intinçión del mançebo, porque tu demasiada<br />

sospecha y zelos te lo descubrió, procuraste buscar algún medio por donde fuesses çierto de<br />

su fidelidad. Y ansí tu diligençia y soliçitud te truxo a las manos de una injeniosa y aguda<br />

muger, gran sabia en las artes mágicas y invocaçión de demonios, la cual por tus dones se<br />

comovió a tus ruegos, y se ofreçió a te dezir la verdad de lo que en Ginebra hubiesse. Y<br />

ansí, començando por sus artes y conjuros, halló solamente que a ti solo tu Ginebra tenía fe.<br />

Pero tú, çiego de tu passión, porfiabas que amaba más a Liçinio (que ansí se llamaba el<br />

mançebo). Y la maga, aun por más te asegurar usó contigo de una admirable prueba; y fue<br />

que ella tenía una copa que hobo del demonio por la fuerça de sus encantamentos, la cual<br />

había sido hecha por mano de aquella gran maga Morganda, la cual copa tenía tal hado: que<br />

estando llena de vino si bebía hombre al cual su muger le era errada se le vertía el vino por<br />

los pechos y no bebía gota. Y si su muger le era casta bebía hasta hartar sin perder gota. De<br />

la cual tú bebiste hasta el cabo sin que gota se te derramasse. Pero aun no te satisfaziendo<br />

desta prueba le demandaste que te mudasse en la figura y persona del mançebo Liçinio, que<br />

la querías acometer con prueba que te çertificasse más su bondad [por tu seguro]; y ansí<br />

fingiendo en tu casa que habías de caminar çierta xornada de quinze días de ausençia, la<br />

maga te mudó en forma y persona de Liçinio, y ella tomó [la] figura de un su paje. Y<br />

tomando en tu seno muy graçiosas y ricas joyas que hubiste de un platero, te fueste para<br />

Ginebra a tu casa, la cual, aunque estaba ocupada en sus labores rodeada de sus donzellas,<br />

por ser salteada de tu adúltero deseo fue turbada toda su color y agraçiado rostro. Y ansí<br />

con el posible desdeño y aspereça procuró por aquella vez apartarte de sí dándote muestras<br />

de desesperaçión. Pero continuando algunas vezes que para ello hallaste oportunidad te oyó<br />

con alguna paçiençia. Y vista tu importunidad y las joyas que le ofreçías, las cuales bastan a

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