El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal
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todos cuantos en compañía llevaban muchas coçes, puñadas y bofetadas, que por ruin se<br />
tenía el que por lo menos no llevaba en las manos un buen golpe de cabellos, o un pedaço<br />
de la ropa que vestíamos; en fin, nos dexaron con pensamiento que no podíamos [mucho]<br />
vivir. Y ansí como de sus manos nos vimos sueltas, cogiendo nuestros andrajos,<br />
cubriéndonos lo más honestamente que pudimos nos salimos de la çiudad, no curando de<br />
informar a justiçias, temiéndonos que en el entretanto que informábamos nos tornarían a<br />
encontrar, y nos acabarían aquellas malvadas < >; y ansí pensando que < > en aquellas<br />
tierras de Indias nuevas quedaban sin aquellos tesoros, y las gentes eran simples y nuevas<br />
en la religión, que nos acogerían allá, embarcamos en una nao; y agora paréçenos que pues<br />
la tierra no nos quiere sufrir nos ha tomado en sí el mar, y ha echado esta bestia que<br />
tragándonos nos tenga presas aquí, rotas y despedaçadas como veis.» Y maravillándonos<br />
todos deste aconteçimiento, las pregunté cómo era posible ser en tan breve tiempo<br />
desamparadas de sus amigos, que en toda la çiudad ni en otros pueblos comarcanos no<br />
hallasen de quién se amparar y socorrer. A lo cual la hija sospirando, como acordándose de<br />
la fatiga y miseria en que en aquel tiempo se vio, dixo: «O huésped dichoso, si el coraçón<br />
me sufriesse a te contar en particular la prueba que de nuestros amigos hize, admirarte has<br />
de ver las fuerças que tuvieron aquellas malvadas; témome que acordándome de tan grande<br />
injuria fenezca yo hoy. Tú sabrás que entre todos mis amigos yo tenía un sabio y ançiano<br />
juez, el cual engañado por estas malvadas y aborreçiéndome a mí, por augmentar en gran<br />
cantidad su hacienda, torcía de cada día las leyes, pervertiendo todo el derecho canónico y<br />
çevil, y porque un día se lo dixe, dándome un empujón por me echar de sí, me metió la vara<br />
por un ojo que [casi] me lo sacó, y mi madre me le tornó a dereçar; y porque a un escribano<br />
que escribía ante él le dixe que passaba el arançel me respondió que si por la tassa del<br />
arançel en la paga de los derechos se hubiese de seguir no ganaría para çapatos, ni < > para<br />
pan; y porque le dixe que por qué interlineaba los contratos, enojándose me tiró con la<br />
pluma un tildón por el rostro, que me hizo esta señal que ves aquí que tardó un mes en se<br />
me sanar. Y de allí me fue a casa de un mercader y demandéle me diesse un poco de paño<br />
de que me vestir, y él luego me lo puso en el mostrador, en el cual, aunque de mi naturaleza<br />
yo tenía ojos más perspicaces que de linçe, no le podía ver, y rogándole que me diesse un<br />
poco de más luz se enojó; demandéle el preçio rogándole [que] tuviesse respecto a nuestra<br />
amistad, y luego me mostró un papel que con gran juramento afirmó ser aquél el verdadero<br />
valor y coste que le tenía, y que por nuestra amistad lo pagasse por allí; y yo afirmé ser<br />
aquéllos lexos de mí, y porque no me entendió esta palabra que le dixe me preguntó qué<br />
dezía, al cual yo repliqué que aquél creía yo ser el costo cargando cada vara de aquel paño<br />
cuantas gallinas y pasteles, vino, puterías y juegos y desórdenes habían hecho él y sus<br />
criados en la feria, y por el camino de ir y venir allá.<br />
MIÇILO. Y lo mesmo es en todos cuantos offiçios hay en la república, que no hay quien<br />
supla las costas, comer y beber, juegos y puterías de los offiçiales [en la feria y do quiera<br />
que están; y halo de pagar el que dellos va a comprar].<br />
GALLO. De lo cual reçibió tanta injuria < > que tomando de una vara con que medir en<br />
la tienda me dio un palo en la cabeça que me hirió mal, y después tendida en el suelo me<br />
dio más de mil, que si no me socorrieran las gentes que pasaban, que me libraron de sus<br />
manos, me acabara la vida con su rabiosa furia; y quedó jurando que si me tomaba en algún<br />
lugar o volvía más allí, que me acabaría, y ansí yo nunca más volví allá. De allí me llevó mi<br />
madre a un çirujano, al cual rogó con gran piedad que me curasse, y él le dixo que mirasse