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El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal

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alguna suerte que la pudiesse dar algún momento de descanso, pues el punto que dormiesse<br />

podría no sentir, y ansí no padeçer, y aún juzgamos que le era buen trueque, pues no<br />

habiendo dormido con sosiego en el mundo por adquirir riquezas venía a dormir aquí, pero<br />

engañóse, porque llegó a ella un demonio atormentador que a su pesar la despertó, porque<br />

tanto cuanto más el veneno del áspide la adormeçía el demonio la despertaba con un cruel<br />

aguijón [de tres puntas de azero]; en esto padeçió la desventurada alma por gran pieza el<br />

más cruel y desgraciado tormento que con ninguna lengua humana se puede encareçer;<br />

porque con ningún género de muerte ni tormento se puede comparar. Estando pues mirando<br />

esta tragedia cruel, llegó al río una gran multitud de almas que querían pasar, las cuales<br />

todas venían hermosas, agraçiadas y bien dispuestas al pareçer, y miré que cada una dellas<br />

llevaba un ramillete en la mano, cuál de enzina, cuál de castaño, roble y çiprés; yo pregunté<br />

a mi ángel qué compañía era aquélla de almas que estaban allí, porque me pareçió ser para<br />

el infierno de demasiado solaz. Él me respondió, que todas eran almas de mançebas de<br />

clérigos, yo le pregunté: «Pues, ¿qué significan aquellos ramilletes que llevan en las manos,<br />

pues en ellas no denotan la virginidad?»; y él me respondió que desde la primitiva Iglesia<br />

habían sido las mançebas de los abbades mulas del diablo para acarrear leña para atizar el<br />

fuego del infierno, y que por ser entonçes pocas, aunque traían grandes cargas, no lo podían<br />

abastar, y agora les mandaban que llevasse cada una un solo ramillete con el cual por ser<br />

tantas bastaban proveer con gran ventaja lo que antes no se podía con mucho basteçer; y<br />

ansí las arrebataron sus demonios atormentadores y las metieron en el río Flegeton. En fin,<br />

mi ángel me tomó por un braço y fáçilmente me pasó de la otra parte de la ribera, y plugo a<br />

Dios que, aunque era gran distançia, fue sin alguna lisión; y çierto el mi ángel acertó a me<br />

passar sin me lo dezir, porque presumo de mí que no quisiera passar allá, porque según lo<br />

que vimos antes que passássemos pareçióme que no me atreviera a passar; pero el mi ángel<br />

lo hizo bien. Púsome en un gran campo. ¡O Dios inmortal!, ¿qué te diré?, ¿por dónde<br />

començaré?, ¿qué vi?, ¿qué sentí?, mi ángel, ¿qué me mostró? ¿Duermes acaso, Miçilo?<br />

Agora te ruego me prestes [tu] atençión.<br />

MIÇILO. O gallo, cuán engañado estás conmigo, pues me preguntas si duermo. Cosas<br />

me cuentas que aun con ser picado del áspide un puro flemático no podría dormir.<br />

Despierto estoy y con gran atençión, porque es tan grande el espanto y miedo que me han<br />

metido en el cuerpo esas visiones, sierpes, demonios, penas, tormentos que viste allí, que si<br />

me viesses habrías de mí piedad: eneriçados los cabellos, fría la sangre, sin pulso y sin<br />

pestañear. En fin, estoy tal que de temor he cesado del trabajo, por tanto di, que ansí te<br />

quiero oír.<br />

GALLO. Porque ya casi viene la mañana oye, que sólo proporne lo que adelante oirás.<br />

Pareçióme como en aquel gran campo me apeé un poderoso y estendido real, cual me<br />

acuerdo haberle visto por Xerxes, rey de persas, en la segunda expediçión que hizo contra<br />

atenienses después de muerto su padre Darío; en el cual exérçito juntó un millón y çien mil<br />

hombres. En aquel día que Xerxes se subió en una alta montaña por ver su exérçito que<br />

estaba por un gran llano tendido por chozas, ramadas, tiendas y pabellones, que a una parte<br />

había fuegos, a otra humos, a otra comían y bebían los hombres, y a otra se mataban; en fin,<br />

espantado el mesmo Xerxes de ver tanta multitud lloró considerando que dentro de çien<br />

años ninguno había de quedar de aquella multitud. Ansí me pareçió, Miçilo, ser aquel<br />

campo del infierno, donde había una inimaginable distançia, en la cual vagaba inumerable<br />

cantidad de demonios y almas. Había un ruido, una grita, una confusión que no sé a qué te

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