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El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal

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GALLO. Eran unos campos, una llanura que los ojos del alma no los puede alcançar el<br />

fin, eran campos y estaban cubiertos porque era casa real donde el rey tiene todos sus<br />

cortesanos de sí. Y mira bien agora, Miçilo, que en aquel lugar había todas aquellas cosas<br />

que en el mundo son de estima, y que en el mundo pueden causar magestad, deleite,<br />

hermosura, alegría y plazer, y otras muchas más sin cuento ni fin. Pero sólo esto querría<br />

que con sola el alma entendiesses; que todo aquello que allá hay es de mucho más virtud,<br />

exçelençia, fuerça, elegançia y resplandor que las que en el mundo hay, sin ninguna<br />

comparaçión; porque en fin has de considerar que aquellas están en el çielo, naçieron en el<br />

çielo, adornan el çielo y aun son de la çelestial condiçión para el serviçio y acatamiento de<br />

Dios, y ansí has de considerar con cuánta ventaja deben a éstas exceder, en tanta manera<br />

que puedes creer, o presumir que aquello es lo verdadero y lo que tiene vivo ser, y que es<br />

sombra lo de acá, o fiçión, o que lo del çielo es natural, y lo del mundo es artifiçial y<br />

contrahecho y sin algún valor, como la ventaja que hay de un rubí, o [de] un diamante<br />

hecho en los hornos del vidrio de Venecia, o Cadahalso, que no hay cosa de menos estima;<br />

y mira aun cuánta ventaja le haze un natural diamante que fue naçido en las minas de acá,<br />

que puesto en las manos de un prínçipe no se puede apreçiar ni estimar. Había por comunes<br />

piedras por el suelo de aquellos palaçios y praderías esmeraldas, jaçintos, rubíes, carbuncos,<br />

topaçios, perlas, çafires, crisotoles y diamantes, y por entre éstas corrían muy graçiosas y<br />

perenales fuentes, que con su meneo hazían spiritual contento que el alma sólo puede sentir.<br />

Había demás destas piedras y gemas que conoçemos acá otras infinitas de admirable<br />

perfeçión, y aún debes creer que por ser naçida allá cualquiera piedra que por allí estaba<br />

çien mundos no la podrían pagar, ¡tanta y tan admirable era su virtud! Ansí con este mesmo<br />

presupuesto puedes entender y considerar qué era el oro de allí y todo lo demás, porque no<br />

es razón que me detenga en te encareçer la infinidad de cosas preçiosas y admirables que<br />

había allí; la multitud de árboles que a la contina están con sus flores y frutas; y cuanto más<br />

sabrosas, dulçes y suaves que nunca humana garganta gustó. Aquella muchedumbre de<br />

yerbas y flores, que jazmines, olivetas, [alelíes], albahacas, rosas, azuzenas, clavellinas, ni<br />

otras flores de por acá daban allí olor; porque las privaban otras muchas más que había sin<br />

número por allí. En un gran espaçio que por entendimiento humano no se puede<br />

comprehender estaba hecho un admirable teatro preçisamente entoldado, del medio del cual<br />

salía un trono de divina magestad. Había tanto que ver y entender en Dios, que al juizio y<br />

entendimiento no le sobró punto ni momento de tiempo para poder contemplar la manera<br />

del edifiçio y su valor. Basta que ansí como quien en sueños se le representa un inumerable<br />

cuento de cosas que en confuso las ve en particular, ansí mientra razonábamos los<br />

miradores açerca del divino poder, eché los ojos y alcançé a juzgar ser aquel trono de una<br />

obra, de una entalladura, de un musaico, moçárave y tareçe que la lengua humana le haze<br />

gran baja, ultraje y injuria presumirlo comparar, tasar o juzgar, que aun presumo que a los<br />

bienaventurados spíritus les está secreto, reservado sólo a Dios, porque no hace a su<br />

bienaventurança haberlo de saber. En este trono estaba sentado Dios, de cuyo rostro salía<br />

un divino resplandor, una deidad que hazía aquel lugar de tanta grandeza, magestad y<br />

admirable poder que a todos engendraba un terrible espanto, reverençia y pavor.<br />

MIÇILO. O gallo, aquí me espanta donde estoy en oírtelo representar. Pero dime, ¿a qué<br />

parte tenía el rostro Dios?<br />

GALLO. Mira, Miçilo, que en esto se muestra su gran poder, magestad y valor, que en<br />

el çielo no tiene espaldas Dios, porque a todas partes tiene su rostro entero, y en ninguna

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