Ejemplos de esclavitud bajo el franquismo Esklabotza zenbait ...

LOS TRABAJOS FORZADOS EN LA DICTADURA FRANQUISTA | BORTXAZKO LANAK DIKTADURA FRANKISTAN
Más allá de las alambradas. Las familias de los presos políticos del Canal del Bajo Guadalquivir
Ángel del Río Sánchez (Universidad Pablo de Olavide, Sevilla) y Asociación Memoria Histórica y Justicia de Andalucía (AMHYJA)
La construcción del Canal del Bajo Guadalquivir (CBG) en gran parte de Andalucía, se estaba produciendo un
que lleva a cabo el Servicio de Colonias Penitenciarias verdadero éxodo rural. De este modo, los terratenientes
Militarizadas entre 1940 y 1962 tiene unas consecuen- se aseguraban una mano de obra disponible para mocias
sociales que escapan, con mucho, a las derivadas mentos de mayor demanda. Sin embargo, a esta nueva
de una obra hidráulica de enorme magnitud. Los más de situación que dibuja el CBG y que estaba dentro de lo
150 kilómetros de longitud, desde Peñaflor en el límite planeado, se le unen otros efectos colaterales de gran
sevillano con la provincia de Córdoba, hasta las cercanías impacto social. Los presos políticos, que fueron los
de Trebujena, en Cádiz, sorteando las adversidades oro- principales artífices de la construcción del Canal —hasgráficas
con impresionantes acueductos y sifones, más ta el punto de otorgarle el nombre por el que se le cono-
la cantidad de obras anexas (canales secundarios, red ce popularmente en las localidades por donde discurre:
de acequias, encauzamientos, caminos de servicios…) Canal de los Presos—, junto a sus familiares, también
posibilitan una sustancial transformación del paisa- incidieron de forma notable en la transformación del paije
agrario con la puesta en regadío de más de 80.000 saje, en este caso, humano, del Bajo Guadalquivir.
hectáreas de marisma y secano. Para hacer realidad este
proyecto —que contaba con el antecedente de seis pro- No se podría entender la historia social y económica reyectos
frustrados desde principios del siglo XIX— se ciente de esta zona de Andalucía sin el decisivo concurso
necesitaba una gran inversión económica y una abun- de los presos y sus familiares. En cambio, hasta la apadante
mano de obra. Ello fue posible con la utilización de rición de los primeros resultados de las investigaciones
varios miles de presos políticos en régimen de trabajos sobre el Canal de los Presos
forzados. Los grandes terratenientes, que deberían haber
sufragado los costes de lo que a, la postre, será un descomunal
negocio, fueron los principales beneficiarios de
esta obra hidráulica que el Estado franquista les subvenciona
como agradecimiento a su contribución decisiva
en el triunfo de los golpistas de julio de 1936.
El regadío multiplicó considerablemente el valor de las
tierras e incrementó la capacidad productiva de sus propietarios.
A la vez, se iniciaba en los años sesenta un
proceso colonizador de las marismas del Bajo Guadalquivir,
con la creación de aldeas que fijaban una población
campesina en el territorio en momentos en los que,
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1 nas— desempeñaron un rol de enorme trascendencia
en el universo penitenciario en el que estaban atrapadas,
aunque quedaran físicamente fuera de las alambradas de
los campos de trabajo que confinaban a miles de reclusos
, este hecho, con todos sus
protagonistas, había quedado sumido en el más profundo
de los olvidos, tanto en el plano historiográfico como
social y político. El proceso investigador fue descubriendo
otra faceta aún más inexplorada: el rol que asumieron
los familiares de los presos, especialmente las mujeres,
en el mantenimiento y sustento de los grupos domésticos
y en la reconstrucción de un nuevo tejido social.
El papel de estas mujeres traspasa, con mucho, los aspectos
privados de los ámbitos domésticos a los que
tradicionalmente estaban sometidas, y que la ideología
nacional-católica del nuevo Estado franquista imponía
como único espacio natural femenino. Las mujeres de
los presos —madres, esposas/compañeras o herma-
2 . Es de tal magnitud la importancia que adquiere este
colectivo en todo el entramado que gravita alrededor del
mundo penitenciario, que ofende la histórica dejación
que ha habido entre los científicos sociales por incorporar
a las mujeres como sujetos esenciales para el estudio
de la represión franquista. Afortunadamente, ese sesgo
androcéntrico que impide conocer la realidad con mayor
profundidad, está siendo socavado con la aparición de
nuevos y renovados estudios de gran interés historiográfico3
.
Los campos de trabajo del Bajo Guadalquivir albergaron
a miles de presos de todas las procedencias del Estado
español, con primacía de andaluces, extremeños,
manchegos y murcianos. De inmediato, y durante toda
la década de los años cuarenta, multitud de familiares,
mujeres y niños de los penados sobre todo, se fueron
instalando alrededor de los campamentos originando
una suerte de asentamientos muy precarios, conformados
por chozos de mínimas dimensiones donde se
hacinaban familias enteras y, a veces, paisanos y otros
vecinos que estaban en las mismas circunstancias. Es
de imaginar que estos asentamientos carecían de las
mínimas infraestructuras: luz, agua, saneamiento… Se
localizaban en unos casos en las barriadas y localidades
más próximas al campo central de Los Merinales (Bellavista
y Dos Hermanas), en fincas cercanas (Quintillo),
aprovechando las cañadas reales, cordeles o veredas
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