3. Insumisión Popular - Iaeden
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Capítulo II La desobediencia popular y su incidencia en la desarticulación del proyecto nacional Ideas y motivos que sustentan la desobediencia Revolución de las Reformas (1835) La Revolución de las Reformas fue, al inició de la vida independiente de Venezuela, uno de los movimientos de mayor importancia que se dio en este período (1830-1848); aunque en 1830-31 se había levantado un grupo de militares excluidos de los manejos políticos de la naciente república, fue quizás el de las Reformas de 1835 el que tuvo mayor repercusión en el ámbito nacional. El grito de revolución fue levantado los últimos días del mes de junio del año 1835 por varios militares descontentos como Santiago Mariño, José Tadeo Monagas, Pedro Carujo, entre otros; el motivo tenía que ver con el movimiento electoral para elegir al Presidente de la República, sucesor de José Antonio Páez. Mariño, quien era candidato del ala militar excluida, no ganó el favor ni de Páez ni del Poder Legislativo, siendo elegido José María Vargas. Las primeras ciudades en insurreccionarse fueron Maracaibo, Cumaná y Puerto Cabello; pronto los insurrectos tomarían Caracas y depondrían al nuevo presidente de su cargo, reclamando “Reformas”: restitución del fuero militar y eclesiástico y reconocimiento de adhesión Insumision popular.indd 91 28/08/2010 04:54:04 p.m.
92 Aura Rojas de Venezuela con la República de Colombia. Eran éstas las consignas más repetidas por los levantados 92 . Sir Robert Kerr Porter relata los sucesos producidos en Caracas el día miércoles 8 de julio: 92 “Al finalizar su período presidencial de cuatro años, Páez escogió dos posibles candidatos para sucederlo: su favorito, el General Soublette y el Dr. J. M. Vargas. Vargas fue electo en un esfuerzo de la oligarquía civil por contener el poder militar e indirectamente la influencia de Páez, tal como se lo había prevenido Monagas. Vargas era considerado un hombre honesto, y parecía estar dispuesto a actuar como un Presidente leal que seguiría los consejos de Páez en asuntos de política. Desgraciadamente no era soldado, y las actitudes y pronunciamientos de Páez parecían decir que el Gobierno se estaba olvidando de recompensar a sus antiguos héroes y soldados. La elección de Vargas parece haber reforzado esa creencia. Las provincias, nunca contentas con el control que emanaba de Caracas, estaban en un grave estado de agitación, y diferentes regiones comenzaron a rebelarse. El alzamiento de Maracaibo, de junio de 1835, declaró su apoyo a Mariño, quien había sido aislado por el Gobierno desde 1831. La guarnición de Caracas se amotinó el 8 de julio y tomó el control de la ciudad. Dirigidos por Mariño y otros miembros liberales de la aristocracia, como Diego Ibarra y Pedro Briceño Méndez, los soldados exiliaron a Vargas a la isla danesa de San Thomas, pero no sin antes haber logrado Vargas nombrar a Páez para que restaurase el orden. Páez marcho desde Apure y tomó Caracas a finales de julio, pero Puerto Cabello, Barquisimeto y de nuevo Maracaibo se habían unido a la rebelión. Monagas lanzó una proclama el 15 de julio desde Aragua de Barcelona, llamando a los orientales a tomar las armas en apoyo de las reformas que salvarían al país”, Rafael Castillo Blomquist, José Tadeo Monagas: auge y consolidación de un caudillo, p. 33. En su autobiografía, José Antonio Páez relata este acontecimiento: “Capitaneaba a los revolvedores el comandante Pedro Carujo, siempre alistado en las filas del desorden, quien con la mayor arrogancia se introdujo, pistola en mano, en la casa del tranquilo Presidente [se refiere a José María Vargas], a la sazón acompañado de unos pocos amigos. Encarándose con él insolentemente le dijo: que todos los gobiernos son de hecho, que había acabado el que principió en la revolución del 26 de noviembre: que la fuerza armada había recuperado en aquel día sus glorias para salvar al país dándole la libertad de adoptar las reformas que deseaba, y que en esta virtud, sus compañeros y él suplicaban al señor Doctor hiciese lo que estaba de su parte para evitar la efusión de sangre, porque todos estimaban y respetaban su persona; pero que debía dimitir el mando, puesto que la suerte de Venezuela se hallaba en la fuerza armada que estaba resuelta a llevar a efecto las reformas”, José Antonio Páez, Autobiografía, t. II, pp. 294-295. En otro pasaje señala las causas que llevaron a varios militares a tomar la vía de la revolución para hacer prevalecer el proyecto reformista: “La última revolución de 1835 que se llama también en Caracas Revolución de Julio, porque tuvo lugar el mismo mes, fue obra de algunos hombres que se habían ilustrado en la guerra de la Independencia, pero cuyas pretensiones exageradas rechazaban los beneficios de una libertad sabia. Guerreros por hábito, acostumbrados a toda la licencia de los campamentos, no se habían sometido sino con disgusto a la ley común, y buscaban la ocasión favorable de salir de la condición pasiva que les imponía un nuevo orden de cosas. Sus maquinaciones no cesaban de espantar a los amigos del orden, y habían puesto varias veces la patria en peligro: la impunidad no era ya para ellos una gracia, pues la miraban como un privilegio. Pero el buen sentido de la Nación triunfó en esta última lucha: el pueblo había comprendido sus intereses; él sabía que la prosperidad del país dependía de la estabilidad del Gobierno, del respeto a la ley y de su inviolabilidad. Quería la libertad y con ella la paz, el orden, la justicia, esas tres grandes garantías de un porvenir durable…”, Ibídem, pp. 469-470. Insumision popular.indd 92 28/08/2010 04:54:04 p.m.
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de la oligarquía civil por contener el poder militar e indirectamente la influencia de Páez, tal<br />
como se lo había prevenido Monagas. Vargas era considerado un hombre honesto, y parecía<br />
estar dispuesto a actuar como un Presidente leal que seguiría los consejos de Páez en asuntos de<br />
política. Desgraciadamente no era soldado, y las actitudes y pronunciamientos de Páez parecían<br />
decir que el Gobierno se estaba olvidando de recompensar a sus antiguos héroes y soldados.<br />
La elección de Vargas parece haber reforzado esa creencia. Las provincias, nunca contentas<br />
con el control que emanaba de Caracas, estaban en un grave estado de agitación, y diferentes<br />
regiones comenzaron a rebelarse. El alzamiento de Maracaibo, de junio de 1835, declaró su<br />
apoyo a Mariño, quien había sido aislado por el Gobierno desde 1831. La guarnición de Caracas<br />
se amotinó el 8 de julio y tomó el control de la ciudad. Dirigidos por Mariño y otros miembros<br />
liberales de la aristocracia, como Diego Ibarra y Pedro Briceño Méndez, los soldados exiliaron a<br />
Vargas a la isla danesa de San Thomas, pero no sin antes haber logrado Vargas nombrar a Páez<br />
para que restaurase el orden. Páez marcho desde Apure y tomó Caracas a finales de julio, pero<br />
Puerto Cabello, Barquisimeto y de nuevo Maracaibo se habían unido a la rebelión. Monagas<br />
lanzó una proclama el 15 de julio desde Aragua de Barcelona, llamando a los orientales a tomar<br />
las armas en apoyo de las reformas que salvarían al país”, Rafael Castillo Blomquist, José Tadeo<br />
Monagas: auge y consolidación de un caudillo, p. 3<strong>3.</strong> En su autobiografía, José Antonio Páez relata este<br />
acontecimiento: “Capitaneaba a los revolvedores el comandante Pedro Carujo, siempre alistado<br />
en las filas del desorden, quien con la mayor arrogancia se introdujo, pistola en mano, en la casa<br />
del tranquilo Presidente [se refiere a José María Vargas], a la sazón acompañado de unos pocos<br />
amigos. Encarándose con él insolentemente le dijo: que todos los gobiernos son de hecho, que<br />
había acabado el que principió en la revolución del 26 de noviembre: que la fuerza armada había<br />
recuperado en aquel día sus glorias para salvar al país dándole la libertad de adoptar las reformas<br />
que deseaba, y que en esta virtud, sus compañeros y él suplicaban al señor Doctor hiciese lo<br />
que estaba de su parte para evitar la efusión de sangre, porque todos estimaban y respetaban su<br />
persona; pero que debía dimitir el mando, puesto que la suerte de Venezuela se hallaba en la fuerza<br />
armada que estaba resuelta a llevar a efecto las reformas”, José Antonio Páez, Autobiografía, t. II,<br />
pp. 294-295. En otro pasaje señala las causas que llevaron a varios militares a tomar la vía de la<br />
revolución para hacer prevalecer el proyecto reformista: “La última revolución de 1835 que se<br />
llama también en Caracas Revolución de Julio, porque tuvo lugar el mismo mes, fue obra de algunos<br />
hombres que se habían ilustrado en la guerra de la Independencia, pero cuyas pretensiones<br />
exageradas rechazaban los beneficios de una libertad sabia. Guerreros por hábito, acostumbrados<br />
a toda la licencia de los campamentos, no se habían sometido sino con disgusto a la ley común,<br />
y buscaban la ocasión favorable de salir de la condición pasiva que les imponía un nuevo orden<br />
de cosas. Sus maquinaciones no cesaban de espantar a los amigos del orden, y habían puesto<br />
varias veces la patria en peligro: la impunidad no era ya para ellos una gracia, pues la miraban<br />
como un privilegio. Pero el buen sentido de la Nación triunfó en esta última lucha: el pueblo<br />
había comprendido sus intereses; él sabía que la prosperidad del país dependía de la estabilidad<br />
del Gobierno, del respeto a la ley y de su inviolabilidad. Quería la libertad y con ella la paz, el<br />
orden, la justicia, esas tres grandes garantías de un porvenir durable…”, Ibídem, pp. 469-470.<br />
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