3. Insumisión Popular - Iaeden
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Insumisión popular 1830-1848 141 que llenara sus expectativas de vida, la revolución dejaba a su paso un amargo sinsabor para quienes no habían acogido la senda revolucionaria. Muchos funcionarios políticos y eclesiásticos emitieron varias recomendaciones y órdenes para llamar a la cordura a la población sublevada para que volvieran a la senda de la paz, pero sobre todo a la senda de la obediencia y el orden. Agustín Codazzi, por ejemplo, como gobernador de Barinas intenta un espacio para la reflexión visto el movimiento político virulento que desde por lo menos 1844 había minado las bases partidistas. Clama por el castigo ejemplar para el más conpiscuo liberal, en cabeza de Napoleón Sebastián Arteaga: La discordia, la muerte, la disolución, la ruina de esta tierra es la divisa de los malvados cuyo jefe, proclamado en medio de atrocidades espantosas, está hoy entregado a los tribunales, como el promotor de tantas infamias, de tantas perversidades, de tantos delitos y crímenes; y la Patria indignada clama por el castigo de este insigne conspirador, al mismo tiempo que doliente, al verse anegada en la sangre de sus hijos, implora por todas partes la cooperación de todos, para salvarla de la catástrofe que la amenaza de ser borrada del rango de las naciones civilizadas, de verse confundida entre las hordas de los más crueles salvajes y perdida su libertad, su independencia, adquiridas a costa de tantos sacrificios y de tanto valor. Por todas partes sus hijos corren en su auxilio: se ve a los hombres ilustrados, con su ascendiente, iluminar a los incautos; a los ricos con su dinero acudir a las necesidades del Erario; a los propietarios dejar sus campos para acudir al peligro; a los artesanos abandonar sus talleres y correr a las armas; a los negociantes desatenderse de sus quehaceres para ayudar a salvar la Patria; a los magistrados, infatigables por el día de la Administración de Justicia (…) y a los viejos militares, que reposaban tranquilos de sus fatigas, abandonar sus familias para volar a impedir la destrucción de la obra de sus manos y exponer otra vez el pecho a las balas para redimirla de las bandas de forajidos que quieren destrozarla y perderla 169 . 169 “Recomendaciones del Gobernador de Barinas, Agustín Codazzi para que las autoridades civiles y eclesiásticas colaboren en el restablecimiento del orden y el trabajo.” Ibídem, Tomo CCCXXXIX, 1846, F.329 Insumision popular.indd 141 28/08/2010 04:54:07 p.m.
142 Aura Rojas La reflexión de Codazzi deja ver que la nación venezolana, cuyo proyecto de concreción tendía a alcanzar los estadios de civilidad a la manera de los países europeos o los Estados Unidos, diferenciaba entre los ciudadanos que por excelencia representaban los hacendados, padres de familia, viejos militares, propietarios y hasta los artesanos y los criminales y apatridas que desde sus trincheras políticas se habían confundido con los salvajes, incautos y poco educados en la esfera de la civilidad, quienes conformaban los grupos sociales más desfavorecidos; esto es, el pueblo. Como tantos otros dirigentes, no encuentra un atisbo de posibilidad de aspiraciones colectivas e individuales en aras de ayudar a moldear un proyecto distinto de país. El estallido que duró aproximadamente dos meses, dejó una honda huella en lo interno de las poblaciones venezolanas, desde donde emergieron líderes locales y regionales, confundidos con otros que ya habían experimentado la desobediencia en la Revolución de las Reformas y la Revuelta de 1844. La larga lista de solicitudes de indulto se extendió hasta principios de 1848, en virtud de la gran cantidad de personas que se adhirieron a la causa liberal; el recién electo presidente de la República, José Tadeo Monagas, firmó el 8 y 21 de junio de 1847 dos indultos, contemplándose que los que podrían disfrutar del perdón abarcaban a los individuos de tropa, los seducidos por los cabecillas principales, los obligados por los mismos y los que no hubiesen cometido crímenes atroces 170 . Aunque en general los amotinados del pueblo no calibraron las consecuencias violentas de sus luchas, parece que tampoco los líderes políticos lo pudieron prever al sentirse convencidos de que su lucha significaba la capitalización de las luchas del pueblo y, por tanto, un pasaporte seguro para la reivindicación de la soberanía popular. Esto al menos en términos teóricos y generales. Levantamiento de José Antonio Páez (1848) La Revolución de Río Chico, Liberal o Popular, como ha sido denominada, no resolvió ninguno de los problemas por los que se había estado luchando. Este movimiento vio su ocaso definitivo en marzo de 1847, 170 “Decreto de indulto de 8 de junio de 1847” (1847), Ibídem, t. CCCXLIX, fs. 392 a 396-vto; y “Decreto del 21 de junio por el cual se amplía el de indulto del 8 del mismo mes” (1847), Ibídem, t. CCCL, fs. 152 a 154. Insumision popular.indd 142 28/08/2010 04:54:07 p.m.
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Agustín Codazzi, por ejemplo, como gobernador de Barinas intenta un<br />
espacio para la reflexión visto el movimiento político virulento que desde<br />
por lo menos 1844 había minado las bases partidistas. Clama por el castigo<br />
ejemplar para el más conpiscuo liberal, en cabeza de Napoleón Sebastián<br />
Arteaga:<br />
La discordia, la muerte, la disolución, la ruina de esta tierra es la divisa de<br />
los malvados cuyo jefe, proclamado en medio de atrocidades espantosas,<br />
está hoy entregado a los tribunales, como el promotor de tantas infamias,<br />
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clama por el castigo de este insigne conspirador, al mismo tiempo que<br />
doliente, al verse anegada en la sangre de sus hijos, implora por todas partes<br />
la cooperación de todos, para salvarla de la catástrofe que la amenaza de ser<br />
borrada del rango de las naciones civilizadas, de verse confundida entre las<br />
hordas de los más crueles salvajes y perdida su libertad, su independencia,<br />
adquiridas a costa de tantos sacrificios y de tanto valor. Por todas partes<br />
sus hijos corren en su auxilio: se ve a los hombres ilustrados, con su<br />
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necesidades del Erario; a los propietarios dejar sus campos para acudir al<br />
peligro; a los artesanos abandonar sus talleres y correr a las armas; a los<br />
negociantes desatenderse de sus quehaceres para ayudar a salvar la Patria; a<br />
los magistrados, infatigables por el día de la Administración de Justicia (…)<br />
y a los viejos militares, que reposaban tranquilos de sus fatigas, abandonar<br />
sus familias para volar a impedir la destrucción de la obra de sus manos y<br />
exponer otra vez el pecho a las balas para redimirla de las bandas de forajidos<br />
que quieren destrozarla y perderla 169 .<br />
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