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mercancía, gentes pacíficas y plaga - D-Scholarship@Pitt ...

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De aquí se verá qué disposición tenían aquellas <strong>gentes</strong>, y con qué animo y voluntad<br />

oirían la predicación de la fe y con qué amor acogerían a los predicadores della. Con esta<br />

hermosa presa y muy bien ganada, a su parecer, se volvió al reino de Portugal, dejando<br />

descubiertas, delante de las otras, veinte y tantas leguas más, donde fue graciosamente del<br />

infante recibido, y con alegría de todo el reino, porque cuando la ceguedad cae en los corazones<br />

de los que rigen, mayormente de los príncipes, necesaria cosa es que se cieguen y no vean lo que<br />

debrían ver los pueblos (129).<br />

En esta cita de Las Casas vale la pena resaltar, en primer lugar, que él considera que las<br />

injustificadas agresiones de los portugueses cierran la posibilidad de una predicación pacífica del<br />

evangelio. En segundo lugar, Las Casas ironiza de nuevo a los cronistas portugueses que ven en<br />

la captura un motivo de honra para los que dirigen las expediciones, en este caso Nuño Tristán, y<br />

de alegría para el príncipe (Barros 32). Sin embargo, el punto que vale la pena resaltar más en la<br />

cita es el comentario que introduce Las Casas sobre la ceguedad de los gobernantes. Ya no se<br />

trata sólo de criticar e ironizar la narrativa épica que articula las crónicas portuguesas sino,<br />

además, indicar que ella está asociada a una ceguera que inicialmente afecta al gobernante pero,<br />

finalmente, se contagia a los pueblos que ellos gobiernan. En pocas palabras, la ceguera del<br />

gobernante se convierte tarde que temprano en ceguera de los pueblos.<br />

Esta crítica al gobernante y, en concreto, al infante don Enrique, adquiere particular<br />

relevancia cuando Las Casas afirma que, no obstante recibir la aceptación por parte del pueblo,<br />

el infante “infamaba su fe y ponía en aborrecimiento de aquellos infieles la religión cristiana”<br />

(129) de manera inexcusable pues, a pesar de afirmar su desacuerdo con respecto a ciertas<br />

acciones de los expedicionarios, él es quien los envía, reparte las ganancias con ellos y los<br />

premia cuando regresan de sus expediciones, mostrando que los daños infringidos a los<br />

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