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mercancía, gentes pacíficas y plaga - D-Scholarship@Pitt ...

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com aparencias de conversão de infiéis” (678). En este punto el autor no parece querer criticar a<br />

la corona portuguesa sino lanzar sus invectivas, haciendo uso de un vocabulario muy cercano al<br />

utilizado por Las Casas, contra la corona de Castilla y sus avances sobre las Indias occidentales.<br />

Con respecto a la segunda causa de guerra justa, esto es, la reparación de una ofensa, el<br />

autor recuerda que el Cristo mandó predicar el evangelio con la doctrina y el ejemplo a la manera<br />

de ovejas que van en medio de lobos (678-679). Por ende, los predicadores deben presentarse<br />

como embajadores pacíficos del evangelio. Estos embajadores pacíficos, sin embargo, deben ser<br />

respetados por todos los pueblos a los que van a ofrecer el evangelio ya que ellos lo presentan no<br />

como algo que se impone sino como algo que toda criatura racional está en capacidad de aceptar<br />

o rechazar libremente. En consecuencia, los príncipes cristianos pueden declarar guerra justa<br />

para reparar las agresiones y rechazos contra los predicadores sólo en caso de que éstos sean<br />

perseguidos y agredidos por <strong>gentes</strong> de otras naciones o ellas impidan la predicación del<br />

evangelio pueden. El propósito de esta guerra es someter dichas naciones para que la predicación<br />

y la aceptación de la fe cristiana se facilite (679). De manera similar a la causa anterior, el texto<br />

enfatiza que, debido a los esfuerzos implicados en la guerra justa, “craro esta que os estados,<br />

terras, províncias e regnos que na tal guerra se conquistarem pertencem ao senhorio e fiquão<br />

súbditos do rey com autoridade e poder do qual se conquistarão” (679). Este es el caso de los<br />

moros. Ellos rechazan los predicadores del evangelio porque simplemente los aborrecen<br />

indistintamente del comportamiento de dichos predicadores. Por ello, merecen ser sometidos y<br />

subyugados por los príncipes cristianos (680).<br />

Sin embargo, de nuevo el autor se vale de esta segunda causa para señalar que no es justa<br />

la guerra que los príncipes cristianos declaran a aquellos que, sin haber recibido previamente la<br />

predicación pacífica del evangelio, son asaltados y saqueados por conquistadores que vienen<br />

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