Desenfreno - Autoras en la sombra
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que nunca <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro a nadie.<br />
—Me insulta el solo hecho de que puedas p<strong>en</strong>sar eso.<br />
Gemma rió. Cuando Frankie y el<strong>la</strong> eran adolesc<strong>en</strong>tes, se<br />
prometieron que vivirían juntas si ambas estaban so<strong>la</strong>s cuan-<br />
do llegaran a viejas. Alqui<strong>la</strong>rían «strippers» masculinos, tomarían<br />
el sol desnudas y conducirían motocicletas.<br />
—Ya sabes lo que quiero decir.<br />
—Tú no vas a estar so<strong>la</strong> para siempre —<strong>la</strong> consoló<br />
Frankie.<br />
El tono compasivo tuvo el efecto de un tónico. Siempre<br />
lo t<strong>en</strong>ía. Las dos eran como hermanas. Entonces Frankie<br />
respiró profundam<strong>en</strong>te.<br />
—Muy bi<strong>en</strong>, déjame preguntarte una cosa.<br />
Gemma se puso t<strong>en</strong>sa. «Muy bi<strong>en</strong>, déjame preguntarte<br />
un cosa» era <strong>la</strong> fórmu<strong>la</strong> habitual de su amiga para tomarle el<br />
pelo y abofetear<strong>la</strong> con <strong>la</strong> más cruda de <strong>la</strong>s verdades.<br />
—¿Qué?<br />
—¿Puedes realizar un sortilegio de amor que te sirva a ti<br />
misma?<br />
Gemma se revolvió incómoda <strong>en</strong> su asi<strong>en</strong>to. Por supuesto<br />
que podía. Pero desde que era niña s<strong>en</strong>tía <strong>en</strong> su interior<br />
que <strong>la</strong> brujería era una s<strong>en</strong>da <strong>en</strong>caminada a rever<strong>en</strong>ciar <strong>la</strong> naturaleza.<br />
No t<strong>en</strong>ía nada que ver con someter<strong>la</strong> a tu voluntad.<br />
—¿Y bi<strong>en</strong>? —pinchó Frankie.<br />
—Supongo que podría.<br />
—¿De qué sirve ser una bruja si no lo usas para ayudarte<br />
a ti misma?<br />
—Puede que haga un hechizo esta noche.<br />
—¿Podría verlo?<br />
—C<strong>la</strong>ro, siempre y cuando no interrumpas.<br />
—¡No lo haré, te lo juro! —La excitación <strong>en</strong> los ojos de<br />
Frankie se desvaneció, y se convirtió <strong>en</strong> distracción.<br />
—¿Qué pasa?<br />
—Nada —murmuró Frankie evasiva.<br />
—Dime.<br />
—Útimam<strong>en</strong>te me he s<strong>en</strong>tido algo confusa.Y además<br />
me ha salido esto. —Se levantó <strong>la</strong> manga de <strong>la</strong> camisa mostrando<br />
una ampol<strong>la</strong> <strong>en</strong> su antebrazo izquierdo.<br />
—¿Y?<br />
—Fascitis necrotizante. Una <strong>en</strong>fermedad que te devora<br />
<strong>la</strong> carne. La he contraído.<br />
—Gemma respiró profundam<strong>en</strong>te. Decir que su amiga<br />
era una hipocondríaca era quedarse corta.Tan solo <strong>en</strong> el año<br />
anterior Frankie se había autodiagnosticado un tumor cerebral,<br />
el virus del Nilo Occid<strong>en</strong>tal, <strong>la</strong> <strong>en</strong>fermedad de Crohn<br />
y una multitud de dol<strong>en</strong>cias que se habían esfumado misteriosam<strong>en</strong>te.