PEDAZOS DE LOS PERROS BITÁCORA DE ENSAYOS - Teatro UC
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<strong>LOS</strong> <strong>PERROS</strong> TEATRO <strong>DE</strong> LA UNIVERSIDAD CATÓLICA <strong>DE</strong> CHILE<br />
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<strong>PEDAZOS</strong> <strong>DE</strong> <strong>LOS</strong> <strong>PERROS</strong><br />
<strong>BITÁCORA</strong> <strong>DE</strong> <strong>ENSAYOS</strong><br />
POR bOSCO CAyO<br />
El joven dramaturgo y asistente de investigación,<br />
Bosco Cayo, llevó durante tres meses una bitácora de<br />
ensayos, donde plasmó el proceso creativo del montaje<br />
de Los Perros. Conversaciones, ideas, sensaciones,<br />
atmósferas, reconstruyen en estas páginas los pedazos<br />
dispersos propios del proceso de escenificación.<br />
FRENTE AL TExTO (LO PRIMERO)<br />
Nos sentamos y nos pusimos a leer. Sin mayores explicaciones<br />
ni preámbulos, dejamos que fueran las palabras las que nos<br />
guiaran y marcaran el comienzo. Es tan simple. Es tan complejo.<br />
La dramaturgia de Elena Garro se nos presentó como un<br />
cuento, como una fábula de esas que te narran cuando uno<br />
es niño, sin mayores pretensiones, ni formas rebuscadas; cada<br />
palabra que articula quiere componer de manera unívoca este<br />
relato. Los acontecimientos se desencadenan en una línea en la<br />
cual no hay dudas; sabemos a dónde va esto, dónde termina y<br />
cuánto van a sufrir los personajes y, como lo sabemos, el horror<br />
es todavía mayor, más crudo, más doloroso. Nos quedamos<br />
pasmados por un rato.<br />
La primera sensación que tuvimos fue la de ser testigos de<br />
un hecho horrible, deleznable, pero atraídos y cautivados<br />
por la belleza de la dramaturgia. En este viaje que parece<br />
tan precipitado, tan profundamente trágico, la belleza de la<br />
palabra de la autora nos seduce, nos presenta una obra llena<br />
de paisajes, de atmósferas, donde el espacio parece detenerse y<br />
llenarse de silencios, de universos inmensos entre las palabras.<br />
Comenzamos a hablar de poesía.<br />
MÉxICO<br />
La autora mexicana, nos habla desde el folclore de su<br />
país, desde la idiosincrasia de una nación marcada por las<br />
tradiciones y el sincretismo cultural. Es así como aparece<br />
fuertemente la religión y la vida civil de su pueblo, instalando<br />
la ficción en “la festividad del día de San Miguel”, donde todos<br />
los habitantes se dirigen a recibir la bendición para el resto del<br />
año. La identificación con nuestras propias tradiciones fue la<br />
principal percepción. Esta identificación no sólo tenía que ver<br />
con la belleza folclórica de la palabra, sino también con los<br />
hechos que plantea Garro, donde la violencia y la marginalidad<br />
de los personajes están enraizadas en sus propias vidas, en sus<br />
costumbres. Aparece la desigualdad, la indefensión, la ausencia<br />
de representación de un gobierno y un estado inexistente<br />
para los desprotegidos. El reconocimiento con nuestra propia<br />
realidad fue inevitable.<br />
Frente a esa fuerte sensación de identificación, aparecieron las<br />
preguntas: ¿cómo montar un texto tan representativo de la<br />
identidad mexicana?, ¿cuál es el valor de hacerlo ahora y en<br />
Chile?, ¿cuál será el lenguaje, los códigos?, respuestas que no<br />
existían en ese primer momento y que, a partir de la intuición<br />
y lo que nos dijo Rodrigo Pérez, el director del montaje, sería la<br />
misma puesta en escena la que las iría resolviendo con el tiempo.<br />
LA ESCENA<br />
El día que se comenzó a poner en escena el texto, Rodrigo Pérez<br />
partió el ensayo hablando de la idea de “personajes al margen”:<br />
son de una provincia (olvidadas), son mujeres y son pobres.<br />
Este concepto fue el camino para entender de qué hablaba<br />
el texto y de la fuerte universalidad de su temática. Con esta<br />
idea logramos comprender de qué forma se llevaría a escena<br />
la dramaturgia y cómo nos haríamos cargo del contenido<br />
identitario: poniendo el énfasis en la situación concreta, en la<br />
precaria condición de pobreza y en la extrema marginalidad.<br />
“Esto podría ponerse en cualquier lugar de Latinoamérica y<br />
la problemática no cambiaría; lo que sienten, lo que dicen los<br />
personajes sería lo mismo”, relata Rodrigo Pérez.<br />
A partir de esto, las palabras y códigos se vuelven un elemento<br />
más de la puesta en escena, no buscando ni la “mexicanización”,<br />
ni tampoco la “chilenización”; sino más bien un lenguaje<br />
neutro, donde pueda suceder tanto la poesía que plantea la<br />
autora, como contar la tragedia que viven los personajes.<br />
El director comenzó armando con los actores una estructura<br />
espacial que sostuviera los primeros textos. Dicha estructura<br />
era una composición de movimientos en el espacio, que, por<br />
un lado, ayudara a narrar los acontecimientos y, por otro,<br />
nos diera la oportunidad de entender la relación familiar de<br />
los personajes, al ver que sus trayectorias son partes de un<br />
cotidiano, que ellas conocen y repiten. Rodrigo Pérez se refería<br />
a esta composición con el nombre de “Mecánicas”.<br />
Esta estructura hizo que el director se diera cuenta de que<br />
comenzaban a surgir otros elementos que también ayudarían a<br />
sostener la narración y la poesía. Estos eran el Tiempo y el Silencio.<br />
<strong>LOS</strong> <strong>PERROS</strong> TEATRO <strong>DE</strong> LA UNIVERSIDAD CATÓLICA <strong>DE</strong> CHILE<br />
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<strong>LOS</strong> <strong>PERROS</strong> TEATRO <strong>DE</strong> LA UNIVERSIDAD CATÓLICA <strong>DE</strong> CHILE<br />
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ESTA OBRA RESPIRA<br />
“Hay que crear un animalito, un ser vivo que respira, una biología,<br />
un pulso orgánico”. Con esta frase comenzó Rodrigo uno de los<br />
ensayos luego de reflexionar en torno al tiempo. Era ineludible<br />
darnos cuenta de que la obra tenía un ritmo, una sensación de<br />
extrañeza y detención. Parecía que los personajes hablaran como<br />
si fuera la última vez, como si cada acción estuviera envuelta en<br />
una atmósfera trágica. No es cualquier día, en el aire está presente<br />
lo irrevocable, el destino horrendo está por todos lados. Parecía<br />
que la obra se contara a sí misma, era como si se narrara dos veces<br />
la misma historia. Esto tenía que ver con el miedo premonitorio<br />
de Manuela, la madre, pues en un día como ese, ella misma<br />
también había sido raptada y violentada por otros hombres a la<br />
misma edad que su hija.<br />
(...) Nunca te lo dije para que no te dibujaras en lo que yo<br />
fui. Pero ahora te lo digo; así estaba yo, tan tiernita como<br />
estás ahora (…) cuando Antonio Rosales, el que después<br />
fue síndico de Los Lagos se fijó en mí. (…) 1<br />
A partir de esto y del sentido premonitorio de los textos, al director<br />
se le ocurrió la idea de trabajar con pequeños apagones, como si<br />
fueran suaves “pestañadas” que muestran y ocultan partes de esta<br />
historia. Ocupó la metáfora de la respiración de un animal para<br />
explicar su idea: en el tiempo de una inhalación y una exhalación<br />
se presentan y desaparecen los personajes y sus discursos.<br />
Esta indicación hizo que comenzara a filtrarse otro tiempo,<br />
otro espacio; un tiempo en detención, envuelto en “silencio”.<br />
1. Los Perros<br />
EL TERROR <strong>DE</strong> LO COTIDIANO<br />
Una de las indicaciones más complejas para un actor es cuando<br />
se le pide que no actúe lo que sabe, que no rellene de contenido<br />
una atmósfera o situación porque conoce el valor de lo que<br />
está diciendo. Hablo de compleja, porque muchas veces nos<br />
condicionamos a actuar y a cargar de sentido cada una de las<br />
palabras y las acciones que hacemos, lo cual en ninguna medida<br />
está mal; es parte de nuestro trabajo dar sentido, emoción a algo<br />
que está en un papel, que sólo existe como idea. Pero cuando<br />
aparece esta indicación y uno es testigo del cambio, se da cuenta<br />
de cómo cobra mucho más espesura y sentido la escena, pues<br />
comienza a ocurrir en una especie de cotidiano, en una normalidad<br />
para los personajes, lejos de cualquier atisbo de tragedia. La obra<br />
se llena de una sensación de “real”, pues nos damos cuenta de<br />
que para los personajes esto no es tan terrible, sino al contrario,<br />
es cotidiano; y ahí aparece el horror, lo trágico para el espectador.<br />
“Tenemos que sacarle la gravedad a esto, está en un cotidiano<br />
que hace que el público se conmueva. Eso es el terror, lo horrible”,<br />
indica el director.<br />
Rodrigo Pérez, ocupa esta indicación para la escena del rapto.<br />
(…) Dejarte en carne viva, para que luego cualquier<br />
brisa te lastime, para que dejes tu rastro de sangre por<br />
donde pases para que todos te señalen como la sin piel, la<br />
desgraciada (…) 2<br />
A partir de la indicación de Rodrigo, se crea una obra que transita<br />
por estos dos lugares, con límites más bien borroneados, donde la<br />
palabra poética se concreta en acciones reales y con objetivos claros.<br />
El montaje comienza a volverse un lenguaje particular, donde la<br />
atmósfera y estos personajes pueden dialogar con libertad.<br />
2. Los Perros<br />
HABLAR <strong>DE</strong> MAGIA<br />
Puede sonar anticuado hablar de magia hoy. Este fue el pensamiento<br />
que se me pasó por la cabeza cuando sonó por primera vez esta<br />
palabra, pero fue el único término que encontró Rodrigo Pérez<br />
para referirse a cómo se configura la puesta en escena. “Hay una<br />
magia que rodea la obra, que actúa como un continuo que la<br />
sostiene, como algo que suena, que no se detiene”.<br />
Como si las palabras fueran parte de un “conjuro”, los personajes<br />
dialogan entre el nombrar y el no nombrar, entre el decir y el<br />
miedo de que se vuelvan realidad. Es como si las palabras tuvieran<br />
el poder de traer o alejar el horror de los acontecimientos. Así lo<br />
dice el personaje de Manuela: “¡Cállate, no tientes al poder! No<br />
digas lo que no debe decirse”. 3<br />
Uno de los momentos más importantes del proceso de una<br />
escenificación, es cuando todo el equipo, ya sea el director, los<br />
actores, los técnicos, etc., descubren, entienden o acuerdan un<br />
lenguaje que hace que los participantes jueguen con libertad.<br />
En este caso, es la magia la que se convierte en este lenguaje,<br />
en esta plataforma que sostiene la obra; donde todo se pone a<br />
disposición para crear ese paisaje; la actuación, la palabra, el<br />
texto, la visualidad, la atmosfera… Los Perros comienza entonces<br />
a existir, a ser, respira.<br />
3. Los Perros<br />
PARA TERMINAR<br />
Es complejo seleccionar o resumir un proceso que tiene tantos<br />
pasajes llenos de aprendizajes y contenidos que hablan sobre cómo<br />
se realiza el acto teatral chileno, pero he tratado de dar cuenta de<br />
un proceso donde iban apareciendo “chispazos” de buenas ideas,<br />
tanto del director como de los actores, que fueron encontrando<br />
las respuestas de golpe. Chispazos que construyen un montaje<br />
lleno de intuiciones y de secretos y que se vuelven esenciales para<br />
hacer aparecer “la magia” que cuenta esta historia.<br />
Para terminar quiero citar una de las frases que más repetía<br />
Rodrigo en los ensayos: “Este texto es maravilloso, ahí está todo,<br />
yo no tengo que hacer nada”. La obra surge desde ese todo, donde<br />
todo está contenido, donde un “sí” y un “no” son a la vez, donde<br />
lo horrendo tan bien puede ser belleza, donde todo puede existir<br />
si uno quiere, ahí lo secreto, ahí la magia de Los Perros.<br />
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