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26 PENTECOSTÉS • N° 222<br />
D E B I L I D A<br />
D E B I L I D A D<br />
UNA ENSEÑANZA TESTIMONIAL<br />
Francisco Veloz En mi vida he ido aprendiendo<br />
muchas cosas. Una sobre la<br />
que he aprendido es sobre mi<br />
dureza para juzgar a los demás,<br />
simplemente mis juicios respecto<br />
a otras personas podían ser lapidarios,<br />
en especial, si se refería a<br />
sus comportamientos.<br />
El tiempo pasó y la vida me<br />
enseñó...<br />
En diferentes oportunidades<br />
me empecé a percatar que aquellas<br />
cosas que condenaba, en<br />
ciertas oportunidades también<br />
yo las hacía.<br />
Cuando me di cuenta de esta<br />
que juzgaba “incoherencia” me<br />
deslicé por un camino difícil y<br />
pedregoso: caí en no poder perdonarme<br />
a mí mismo por caer<br />
tan bajo.<br />
Este aprendizaje me llevó a<br />
darme cuenta que era tan débil<br />
como todos los demás, sin embargo,<br />
aún no podía perdonarme,<br />
seguí criticando y criticándome.<br />
Lentamente la vida siguió<br />
pasando y mi imagen, ensangrentándose<br />
con mis propias<br />
deficiencias; con esta forma de<br />
proceder sólo me fui hundiendo<br />
en mi propia debilidad, y digo...<br />
hundiéndome, porque no lograba<br />
superarme.<br />
Un día descubrí que mis críticas<br />
a los demás, por sus deficiencias,<br />
eran sólo originadas<br />
en mi propio orgullo, juzgaba a<br />
mis hermanos desde el podio del<br />
juez, poniéndolos como reos.<br />
El descubrimiento que había<br />
hecho respecto a mi orgullo fue<br />
lentamente profundizándose y<br />
descubrí, además, el motivo por<br />
el cual no podía dejar de criticarme<br />
a mi mismo y este era porque<br />
yo me consideraba “muy<br />
perfecto” (obviamente, jamás lo<br />
dije con esas palabras). Este descubrimiento<br />
fue un golpe muy<br />
duro, lo seguí trabajando, y me<br />
llevó a ponerle nombre a mi defecto<br />
principal, no un simple orgullo<br />
sino: orgullo escondido.<br />
Fue un día venturoso pero<br />
también doloroso. Descubrir que<br />
yo no era mejor sino... que era la<br />
nada misma en mi propio enjambre<br />
de desamor.<br />
Descubrí que era una persona<br />
que no sabía amarse a sí misma,<br />
que no era capaz de amar en su<br />
debilidad a mis hermanos los<br />
hombres y mujeres, descubrí que<br />
los había juzgado injustamente.<br />
Lloré con arrepentimiento al verme<br />
tan patente en mi miseria,<br />
pero esta vez no era por orgullo<br />
sino porque al fin con la gracia<br />
pude ver mi bajeza y, por ello<br />
mismo, la grandeza de Dios.<br />
Pude agradecerle al Señor<br />
por la gracia derramada sobre<br />
mí, esta gracia que era como su<br />
mano tendida que no quería dejarme<br />
botado en mi propio barro<br />
y desamor. Hoy, a mi edad cercana<br />
a los 70, recién estoy aprendiendo<br />
a amar, y para ello, sólo