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PENTECOSTÉS • N° 222<br />
...la renovación:<br />
es un regalo de<br />
Dios que ayuda a<br />
su Iglesia a tomar<br />
conciencia de la<br />
realidad y de la<br />
acción del Espíritu<br />
Santo que ya nos ha<br />
sido dado (...) hoy<br />
día esta corriente<br />
de gracia pasa por<br />
todas las Iglesias<br />
cristianas...<br />
Es dentro de esta perspectiva que hay que comprender la renovación:<br />
es un regalo de Dios que ayuda a su Iglesia a tomar conciencia de<br />
la realidad y de la acción del Espíritu Santo que ya nos ha sido dado.<br />
Esto no quiere decir que, anteriormente, nadie hubiera hecho la<br />
experiencia del Espíritu Santo. Pero hoy día esta corriente de gracia<br />
pasa por todas las Iglesias cristianas, no sólo sobre algunos privilegiados.<br />
Es como si se descubriera, al fondo de uno mismo, una fuerza<br />
inmensa que había permanecido dormida, una fuente que invade<br />
todo lo que somos: inteligencia, voluntad, emociones y hasta el mismo<br />
cuerpo.<br />
Para algunos, se trata de un total descubrimiento, porque, en cierto<br />
modo, nunca antes había tomado conciencia de la realidad de su<br />
bautismo. Para otros es como un despertar, un salir de un estado de<br />
anemia espiritual. Para los que eran cristianos fervorosos, lo que ocurre<br />
es el descubrimiento de una plenitud nueva, un avanzar hasta la<br />
perfección de los compromisos ya asumidos.<br />
Sus efectos<br />
Aquí voy a hablar de lo que he visto y oído, no una vez, sino ciento<br />
y miles de veces. El primer efecto es el descubrimiento de Jesús<br />
mismo. Se produce una relación vital, comunicadora de vida, uno se<br />
compromete con Cristo de una manera nueva, en un don de sí que<br />
quiere ser total.<br />
He constatado, también un nuevo gusto por la Sagrada Escritura<br />
que pasa a ser verdaderamente “palabra de Dios” para nosotros, palabra<br />
que cambia la vida. Hay además un progreso asombroso en el<br />
camino de la libertad espiritual. El espíritu nos hace comprender que<br />
es preciso que nos desembaracemos de actitudes que no están conforme<br />
con el Evangelio. El don de fortaleza que recibimos nos hace<br />
actuar produciéndose cambios que son superiores a nuestras fuerzas<br />
normales. Por ejemplo, he visto como los jóvenes dejan las drogas y<br />
cambian de vida.<br />
Otro resultado tangible es la experiencia de la comunidad cristiana.<br />
En los grupos de oración se ven personas a las que, en el plano<br />
humano, todo lo separa: edad, raza, nivel social y cultural, etc., y que,<br />
sin embargo, se encuentran unidas íntimamente en Jesús.<br />
Un hecho que ha sorprendido, es que en la Renovación se ha encontrado<br />
a María de una manera nueva, como aquella que recibió la<br />
plenitud del Espíritu; como la que ha sabido caminar según el Espíritu<br />
en una fidelidad llena de amor; como la que asistió al nacimiento de<br />
la Iglesia en <strong>Pentecostés</strong>.<br />
Pero lo que llama más la atención es el crecimiento de los frutos<br />
del Espíritu, que constituye la prueba que es El quien está actuando y<br />
que no se trata de una evasión o de un exceso de emotividad.<br />
Conclusión<br />
Ustedes pueden decirme: “Nada de esto es nuevo”. Por supuesto y<br />
felizmente, porque, desde <strong>Pentecostés</strong>, el Espíritu se ha manifestado<br />
siempre en la Iglesia. Lo que sucede es que hay una nueva toma de<br />
conciencia, una apertura nueva a su acción. Nos damos cuenta mejor<br />
que no somos nosotros quienes construimos el Reino de Dios, sino<br />
que el Reino es la obra del Espíritu, quien se sirve de nosotros como<br />
instrumentos, cuando nos encuentra dóciles.