Vigilia de Adoración - Simbolo del Santuario ... - Liga Familias

Adoración preparada por el Grupo de Vida X!
Enero 2012
LA CAMPANA DEL SANTUARIO
PARTE 1
Cada elemento del Santuario fue pensado, orado, ofrecido y conquistado por el PK; la campana
no fue una excepción. No solo es un símbolo sino un símbolo exterior que ayuda a definir nuestro
pequeño Santuario como un lugar hermoso, con un techo puntiagudo y una pequeña torre con
una campana para llamar a todos quienes quieran escuchar el llamado de nuestra Madre para
encontrarse con su hijo en el silencio de su Santuario.
La campana es un “llamado”. Una campana es el medio por el cual Dios recuerda a sus hijos que
la Santa Misa está por celebrarse. Ni el paso de los siglos, ni la tecnología más avanzada ha
podido reemplazarla. Su noble hechura de bronce, oro, plata, y el secreto artesanal de sus otros
componentes metálicos, le otorgan su sonido, tañido propio y la nobleza de los componentes la
hace indestructible al paso del tiempo. Por tanto, la campana es una especie de “llamado
perpetuo” que nuestros hijos y nietos seguirán escuchando.
El significado simbólico de la Campana es por su sonido, aludiendo al Poder Creador, a la Voz de
Dios como el Verbo Creador. Al sonido primigenio que se despliega en las 7 notas musicales
correspondientes a los 7 colores en que se despliega también la luz.
La campana por tanto es "comunicación"; es mensajera del Corazón y Voz de Dios. La campana
es también la invitación a escuchar el llamado del Espíritu Santo en nuestro corazón.
Oración
Oh Espíritu Santo,
Amor del Padre, y del Hijo,
Inspírame siempre
lo que debo pensar,
lo que debo decir,
cómo debo decirlo,
lo que debo callar,
cómo debo actuar,
lo que debo hacer,
para gloria de Dios,
bien de las almas
y mi propia Santificación.
Espíritu Santo,
Dame agudeza para entender,
capacidad para retener,
método y facultad para aprender,
sutileza para interpretar,
gracia y eficacia para hablar.
Dame acierto al empezar
dirección al progresar
y perfección al acabar.
Amén.
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Enero 2012
Reflexión
¿Que campanas escucho en mi corazón? , ¿cual es mi respuesta?
¿Que campanas pretendo no escuchar?, ¿a que le tengo miedo?
Canción
Pag. 122, nº 260 Inunda mi ser
Silencio
PARTE 2
La campana es también un símbolo de Alegría y quien encarnó la Alegría desde el nacimiento de
Jesús hasta su resurrección fue nuestra Madre Maria. Cuando escuchemos la campana, no
dejemos de acordarnos que Maria nos llama a ser felices en el corazón de su hijo.
En el momento de la Anunciación-Encarnación Santa María escuchó con reverente
sobrecogimiento el anuncio del Ángel y respondió con admirable firmeza y prontitud: «¡Hágase!».
A la alegría que suscita el cumplimiento del Plan de Dios se sumaba en María la profunda alegría
de saberse humilde portadora del Reconciliador. Gozosa por el inestimable Don que albergaba en
su seno, la Madre de Dios sube a las alturas de Judá para compartir con su prima Isabel la
maravillosa experiencia de ser Portadora de la Palabra.
En el momento del encuentro entre las dos mujeres el gozo intenso de María se difunde ya con su
sola presencia. «Cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño dio saltos de gozo en su vientre e
Isabel fue llena del Espíritu Santo». María misma exclama: «Mi alma engrandece al Señor, y mi
espíritu se regocija en Dios, mi Salvador». La escena nos sobrepasa, pero podemos vislumbrar la
hondura que encierra, y llegamos a descubrir la profunda experiencia de alegría que brota del
encuentro y la comunión entre las dos mujeres, comunión que tiene como centro al Señor Jesús.
Al mirar la alegría de María comprendemos también cuánta alegría y gozo permite el Espíritu
divino experimentar a aquellos que por el don generoso de sí mismos se hacen partícipes del
Misterio de Amor que es Dios, del «misterio de recíproca entrega y acogida propio de la Santísima
Trinidad». Sin duda, es esa reciprocidad la que en el ser humano produce una alegría inigualable,
el gozo más pleno. La experiencia de María nos enseña que la vida de toda persona humana se
realiza por el don de darse a sí mismo a los demás, pues quien dona ama, y al ser creada por el
Amor y para el amor, sólo puede realizarse viviendo el amor. Es este dinamismo el que, como río
profundo, inunda de alegría la vida de la persona, irradiándose a los demás.
Oración
Pidamos a Maria que nos lleve nuestro corazón de Alegría plena y verdadera; y le decimos,
Madre del resucitado, mujer de entereza y fortaleza;
Virgen de la fidelidad en medio del dolor y la muerte;
Lámpara que permaneciste encendida cuando muchas se apagaron;
Llama encendida que contagiaste ilusión;
Mujer valiente y orante que siempre creíste a tu Hijo.
! ! LLENA NUESTRO CORAZÓN DE ALEGRÍA (todos)
Hija del Padre que cantaste las maravillas del Dios de la historia
que se pone de parte de los pobres y excluidos;
Mujer nunca resignada ante lo injusto y lo adverso, pero siempre
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Dispuesta a ver en todas las cosas el paso salvador de Dios;
Caminante discreta que seguías los pasos de tu Señor y Mesías sin
querer robar el protagonismo a los apóstoles de tu Hijo:
! ! LLENA NUESTRA CORAZÓN DE ALEGRÍA (todos)
Mujer heroica por tu saber estar, tu saber hablar y tu saber callar;
Mujer paciente que sabes que las cosas de calidad maduran con el tiempo,
y que al corazón humano no le sirven las prisas y desesperos;
Hermana y amiga que sabes guardar secretos y que sabes, también,
contarle las cosas nuestras a tu Hijo mejor que nosotros mismos por
tu delicadeza y finura:
! ! LLENA NUESTRO CORAZÓN DE ALEGRÍA (todos)
Santa María, misionera empedernida, que sobre una columna
dicen que animaste al bueno de Santiago que quería regresar a
Jerusalén derrotado ante la dificultad de la misión;
Peregrina y emigrante que tuviste que refugiarte en Egipto
hasta la muerte de Herodes,
y cambiaste de residencia para vivir tu vejez con tu nuevo hijo,
el discípulo amado;
Mujer ligera de equipaje a quien pudo transportar los ángeles
en tu peregrinaje definitivo al Cielo:
! ! LLENA NUESTRO CORAZÓN DE ALEGRÍA (todos)
Virgen del rosario y la letanía, que has escuchado tantas oraciones
nuestras, unas bien hechas y otras cansadas y somnolientas;
Madre de tantas ermitas, parroquias y santuarios, que has visto
multiplicarse tu nombre en infinidad de advocaciones, porque
todos te consideramos nuestra, y a todos atiendes y esperas;
Reina, cuya única corona somos cada uno de nosotros,
y que te llenas de luces cuando nos ves alegres y felices;
puerta siempre abierta, y teléfono sin contestador, que no sabes de
horarios y de citas previas y que nunca bostezas cuando te hablamos
y te contamos nuestras miles de batallas:
! ! LLENA NUESTRO CORAZÓN DE ALEGRÍA (todos)
Espejo de justicia y santidad, que no te gusta la mentira,
la doblez de corazón, el disimulo, la murmuración o la envidia;
Trono de sabiduría que aguantas nuestros mantos y nuestras
joyas, pero que encauzas nuestra generosidad hacia tus hijos más pobres,
cuidadora solícita de las familias que nutres nuestros hogares
de ternura y compasión; fortaleza de enfermos que sabes estar cerca
de quien se le mueve los cimientos de la vida cuando aparece la
enfermedad o la posible muerte.
! ! LLENA NUESTRO CORAZÓN DE ALEGRÍA (todos)
Madre e hija de la Iglesia, que quieres que seamos comunidades abiertas,
acogedoras y solícitas; que mantienes las llamas de nuestros cirios siempre encendidos…
! ! LLENA NUESTRO CORAZÓN DE ALEGRÍA (todos)
Reflexión
¿soy feliz?
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¿ayudo a que otros sean felices?
¿que me impide ser feliz? ¿que cosas me atan y no me dejan volar a Dios?
Canción
Pag. 98, nº 208 Magnificat
Silencio
PARTE 3
La campana es también un toque de atención que nos recuerda lo que somos y a que estamos
llamados. De hecho, el hombre se percibe ansiando una alegría sin límites desde lo más hondo de
su ser. Esto forma parte de su naturaleza, y por ello, se trata de un deseo que no puede ser
satisfecho con un sentimiento transitorio y efímero. «¡Estad siempre alegres!», exhortaba el
Apóstol San Pablo. El único bien lícito que alcanza para el hombre esta alegría que permanece es
Dios mismo. «La alegría plena es aquella que se complace en su fuente. Dios, que es Amor, Bien,
Belleza, Verdad, es la fuente de la alegría». Viene también a nuestra mente aquella hermosa y
esperanzadora promesa del Señor: «Vuestra alegría nadie os la podrá quitar».
Como cristianos, iluminando nuestra vida cotidiana desde lo sobrenatural, no hay motivo para
perder esa profunda alegría a la que estamos llamados, que nuestro interior reclama como algo
natural y nuestro corazón lo busca como algo perpetuo. En ocasiones los problemas, los
obstáculos, las dificultades pueden obscurecer la realidad, pero no deben hacernos dejar de lado
aquella alegría viva firmemente enraizada en las promesas divinas y que, por lo tanto, no falla
nunca.
A la luz del misterio reconciliador de Dios que por amor se entrega por nosotros, que con infinita
misericordia nos llama una y otra vez, que se pone al alcance nuestro para que caminemos en
amistad con Él, no hay razón legítima para perder la alegría. Estamos llamados a ser plenamente
felices y ese es nuestro destino.
La alegría es bien a compatir. La posesión de cualquier bien nos lleva a comunicarlo a los demás,
como la mujer de la parábola del Evangelio, que al encontrar la dracma perdida, prorrumpe
jubilosa: «Alegraos conmigo». Desde otra perspectiva, pero sin duda íntimamente ligada a este
deseo natural de comunicar los bienes, está aquella frase del mismo Señor Jesús, de gran
profundidad, que nos transmiten los Hechos de los Apóstoles: «Mayor felicidad hay en dar que en
recibir».
Todo don de alguna manera es un llamado a la entrega en y por los demás. Podemos hacerlo
compartiendo el bien con otros, o incluso participando a otros de nuestra alegría, que también es
una manera de comunicar. Para todos nosotros, cada uno desde su propia experiencia, el
encuentro con el Señor marca un antes y un después en nuestra vida.
La mejor forma de ser testigo de Dios es transmitiendo la felicidad, con respeto pero sin
vergüenza. Todo el mundo quiere ser feliz, en particular un ateo quien busca y aun no ha
encontrado la fuente de Amor, Alegría y Comprensión que con gratitud nosotros tenemos.
La fe es el pilar de la alegría, la alegría el sello de todo creyente y cada campanada un llamado
personal para compartir nuestra fe, irradiar alegría y descansar en Dios plenamente.
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Oración
¡Qué alegría!
sentir que me aceptas como soy,
y que no necesitas que me justifique,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
comprobar tu fidelidad inagotable,
inamovible como la Roca,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría! poder decirte "Te quiero",
y tú creértelo a pesar de todo,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
hacer contigo de la vida una historia de amor,
hecha de holas y adioses,
por tu amor.
¡Qué alegría!
poder regalarte algo
de todo lo que tú me has dado antes,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
tenerlo todo en Ti,
no teniendo yo nada,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría me da Señor,
que me quieras tanto!
Jesucristo, por tu amor.
Reflexión
¿Soy consiente Dios me ha creado para ser plenamente feliz?
¿Donde busca la felicidad?
¿Que hago con mi alegría? ¿la comparto o escondo temeroso de que los hombres la destruyan?
Canción
Pag. 72, nº 158 Mar adentro
Silencio
PARTE 4
La campana no solo es un símbolo que se aloja en nuestro pequeño Santuario de Schoenstatt,
sino también en el centro de la Navidad. En Navidad celebramos con júbilo y alegría el nacimiento
de Jesús en Belén. Una de las manifestaciones de esa alegría son las campanas que simbolizan
“su encarnación”, “su misión”, “la esperanza” y “la invitación”.
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Su encarnación. Jesús nació de María por el poder del Espíritu Santo, el se identifico con nuestra
humanidad y compartió todo excepto el pecado. De esa forma, fue 100% Dios y 100% Hombre.
De esta forma, la primera campanada nos recuerda el profundo amor de Dios por nosotros quien
envió a su hijo al mundo para salvarnos y mostrarnos el camino al cielo. La navidad en la
encarnación es entonces una buena noticia que nos anticipa un mejor futuro.
Su misión. Mostrarnos el camino hacia el Padre, dejarnos la Eucaristía y Confesión como medios
para estar siempre en armonía con Dios. Mostrarnos como vivir como hombres dignos y libres.
Su misión no solo muestra el camino sino lo ilumina para que nosotros lo podamos ver.
La esperanza. El Diccionario de la Lengua Española la define como: “El Estado del ánimo en el
cual se nos presenta como posible lo que deseamos”. Dios no solamente prometió en Jesús el
perdonarnos los pecados muriendo por ellos en la cruz, sino que también prometió darnos una
herencia eterna, un hogar en los cielos después de la muerte física. Y para confirmar su promesa
profética se levantó de entre los muertos al tercer día. Con ello nos regala la esperanza de la vida
eterna.
La invitación. Dios nos invita simplemente a ser felices, a seguirle, depositando nuestras
preocupaciones en sus manos, abandonándonos en El. La invitación es personal a cada uno de
nosotros quien nos creo con un plan de salvación.
Nuestra campana es una invitación a escuchar y vivir abandonados en la Divina Providencia.
Como decía San Francisco de Sales : “Confiad a lo más secreto de la Providencia divina las
molestias que encontréis y creed firmemente que Dios os conducirá con dulzura, por lo que hace
a vuestra vida y a vuestros asuntos."
Oración
¡Oh divina Providencia!
¡Concédeme tu clemencia y tu infinita bondad!
Arrodillada a tus plantas a ti caridad portento.
Te pido para los míos casa, vestido y sustento.
Concédeles la salud, llévalos por buen camino.
Que sea siempre la virtud la que los guíe en su destino.
Tú eres toda mi esperanza. Tú eres el consuelo mío.
En la que mi mente alcanza, en ti creo, en ti espero, y en ti confío.
Tu divina Providencia se extiende a cada momento.
Para que nunca nos falte: casa, vestido y sustento.
Amén.
Reflexión
¿que campanas escucho en mi corazón?, ¿me doy al menos el tiempo de escucharle?
¿que quiere Dios de mi?, ¿soy capaz de descansar en la Divina providencia de Dios?
Canción
Pag. 36, nº 87 Canto a Dios Padre
Silencio
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