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I. ANTECEDENTES, ORÍGENES Y VIDA PALACIEGA, siglos XV-XVII

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Armas en piedra de D. Pedro Fajardo Chacón, I marqués de los Vélez, instaladas originalmente en la torre del homenaje.<br />

(Reproducido por gentileza del Museo Metropolitano de Nueva York) .


Escudo<br />

Villa de Santa Marta<br />

de Hortigueira es el solar<br />

de este mi nombre, que el mar<br />

cerca de su sitio aparta.<br />

Y cuando de armas te acuerdes<br />

y tengas mil lunas, moro,<br />

yo tengo en campo de oro<br />

tres matas de ortigas verdes.<br />

Siete hojas cada mata<br />

hace blasón mi solar<br />

sobre tres rocas del mar<br />

con ondas de azur y plata.<br />

El primer Fajardo,<br />

Lope de Vega, s. <strong>XV</strong>II<br />

Versión F. Palanques (1910)<br />

I.<br />

ANTEDECENTES,<br />

<strong>ORÍGENES</strong> Y <strong>VIDA</strong><br />

<strong>PALACIEGA</strong><br />

SIGLOS <strong>XV</strong>-<strong>XV</strong>II<br />

Análisis e interpretación de los restos de la<br />

antigua alcazaba musulmana de Balis Al Abyad<br />

(Vélez el Blanco).<br />

Lorenzo Cara Barrionuevo 12<br />

Piedras armeras para un linaje y un castillo.<br />

Valeriano Sánchez Ramos 30<br />

Las propiedades del marqués y Vélez Blanco a<br />

mediados del s. <strong>XV</strong>I.<br />

Dietmar Roth 62<br />

La visita de don Fernando Joaquín Fajardo, VI<br />

marqués de los Vélez, al castillo en 1657.<br />

Dietmar Roth 82


12<br />

ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN<br />

DE LOS RESTOS DE LA ANTIGUA<br />

ALCAZABA ANDALUSÍ DE BALIS<br />

AL-ABYAD (Vélez el Blanco)<br />

Lorenzo Cara Barrionuevo<br />

Arqueólogo del Conjunto Monumental de la Alcazaba de Almería, Consejería de Cultura<br />

A<br />

pesar de que la bibliografía sobre el castillo de Vélez Blanco va camino de ser extensa<br />

(y este libro es buena prueba de ello), poco pueden contribuir al conocimiento de<br />

la primitiva fortaleza medieval la mayor parte de los trabajos, no sólo por haberse<br />

centrado en los aspectos más monumentales y artísticos del alcázar renacentista<br />

sino, también, porque lo han analizado más como palacio que como fortaleza.<br />

Quizá si se hubiera optado por la segunda perspectiva<br />

habrían surgido algunas dudas sobre su funcionamiento<br />

defensivo, interrogantes susceptibles de ser<br />

ampliados sobre la curiosa mezcla de obras constructivas<br />

que conviven en el edifi cio y que delatan tradiciones<br />

edifi catorias bien distintas, una peculiaridad que matiza,<br />

al menos, la expresiva “novedad” y el aparente anacronismo<br />

del monumento.<br />

Frente a estos problemas, la teoría restauratoria,<br />

desde la que se ha ido interviniendo sobre el castillo en<br />

los últimos cuarenta años, ha partido -con matices y diverso<br />

grado de contundencia, resultado directo del generalmente<br />

menguado presupuesto librado- de una “idea”<br />

de monumento como un edifi cio defi nitivo y concluso,<br />

completo y monofásico, cuya supuesta imagen o proyecto<br />

original habría que consumar y restablecer mediante<br />

la moderna intervención. Nada tiene de particular que<br />

desde este punto de vista haya desaparecido cualquier<br />

preocupación arqueológica y, con ella, la posibilidad de<br />

entender el edifi cio en todas sus épocas, compleja evolución<br />

y vicisitudes particulares, en toda su diversidad y<br />

riqueza de matices.<br />

Superponiéndose a esta tendencia, claramente dominante,<br />

se ha ido abriendo tímidamente otra opuesta,<br />

que reivindica el conocimiento del castillo medieval y,<br />

con ello, la posibilidad de entender el signifi cado local<br />

que este ambicioso programa constructivo supuso en el<br />

entorno más inmediato.<br />

El estudio y las propuestas de restitución que siguen<br />

quieren profundizar en esta alcazaba desconocida y se<br />

basan en el estudio directo de los paramentos, mediante<br />

la observación ordenada de la obra constructiva evidente,<br />

de forma que permita formular hipótesis sobre la<br />

confi guración de las antiguas estructuras interpretadas<br />

a partir de nuestro conocimiento actual de las fortalezas<br />

andalusíes almerienses.<br />

ˆ


Plano del barrio de la Morería y entorno del castillo con indicación de los<br />

restos de construcción hispanomedieval que aún se conservan., según interpretación<br />

de Inmaculada López Ramón (1999).<br />

LAS NOTICIAS HISTÓRICAS<br />

Y LAS INTERPRETACIONES<br />

HISTORIOGRÁFICAS<br />

Los datos sobre la fortaleza medieval de Vélez Blanco<br />

son desalentadores por su parquedad y no se encuentran<br />

en consonancia, como veremos más adelante,<br />

ni con los acontecimientos particulares de los que fue<br />

protagonista ni con el papel histórico que desempeñó<br />

durante casi dos <strong>siglos</strong> y medio1 . Además, la curiosa duplicación<br />

del topónimo -sin duda resultado de la segmentación<br />

tribal-, impide la segura adscripción de algunas<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN DE LOS RESTOS DE LA<br />

ANTIGUA ALCAZABA ANDALUSÍ DE BALIS AL-ABYAD (Vélez el Blanco)<br />

Lorenzo Cara Barrionuevo<br />

RÉSTOS ÁRABES: 1.- ALCAZABA<br />

2.- ALJIBE<br />

3.- IGLESIA MAGDALENA<br />

4.- RESTOS VIVIENDAS<br />

Fig. 1.- Detalle de uno de los<br />

numerosos, abandonados y<br />

maltratados restos medievales<br />

en el entorno del castillo.<br />

1 Sobre el sistema defensivo fronterizo de la zona: E. MOTOS GUIRAO, “Fortifi caciones del reino nazarí en el sector oriental de su frontera:<br />

la zona de Los Vélez”; en III Congreso Arqueología Medieval de España, t. II. Oviedo, 1989; (1992), pp. 306-312. Sobre la población<br />

medieval, una breve introducción en A. RUIZ GARCÍA, El castillo de Vélez Blanco (Almería). Memoria histórica y belleza artística del palacio-fortaleza<br />

de los Fajardo. Siglos <strong>XV</strong>I-XX. Vélez Rubio, 1999; pp. 21-26. Sobre la primera conquista: J. TORRES FONTES, “Conquista<br />

murciana de los Vélez (1436-1445)”; en Murgetana, LXXXIII (1991); pp. 93-113.<br />

13


menciones a uno u otro castillo 2 , decantándose la mayor parte de los autores por vincularlas a el Castellón de Vélez Rubio,<br />

una verdadera población amurallada desde época relativamente temprana 3 y centro comarcal de poder 4 .<br />

En consecuencia, el castillo medieval de Vélez Blanco no ha merecido la atención debida de los investigadores, situación<br />

comprensible ante la contundencia constructiva de la obra señorial y la, sólo presumible por más que razonable,<br />

práctica destrucción de la fortaleza anterior. Pero incluso, con ser pocas, tampoco han faltado las opiniones sobre la<br />

fortaleza desconocida. Algunos autores 5 , por ejemplo, han asegurado que fue reparada en época almohade sin aportar<br />

dato o indicio que justifi cara tal afi rmación; otros suponen la pervivencia de una probable torre del homenaje embutida<br />

en la actual 6 ...<br />

En general, se admite que la fortaleza medieval debió de ser profundamente transformada en época nazarí (como<br />

no podía ser menos) para adaptarse a las nuevas exigencias defensivas, pero sin mayores precisiones. Curiosamente, y<br />

salvo alguna somera descripción de las partes conservadas, las investigaciones se han centrado más en la muy deteriorada<br />

primera muralla que circundaba a la población (cuya complejidad defensiva y multiplicidad de reformas es mucho<br />

mayor que la descrita, como tendremos ocasión de ver en aquellos puntos que atañen al castillo), haciendo un ensayo de<br />

2 ‘ Por ejemplo, para el siglo XI: E. MOLINA LÓPEZ, “La Cora de Tudmîr según al- Udrî (s.XI). Aportaciones al estudio geográfi co-descriptivo<br />

del SE. Peninsular”; en Cuadernos de Historia del Islam, 4, monografía, Granada, 1972, pp. 69-70 [“Dicen que al oeste de la fortaleza<br />

(hisn) de Balis, a unas 6 millas de distancia, hay un manantial. Todo aquel que padece reuma o jaqueca puede curarse si se lava con esta<br />

agua. El agua es muy fresca y la gente la bebe con gusto. Por eso sus habitantes llamaron a este manantial “la fuente milagrosa”]. El iqlîm<br />

o comarca de Balis “comprende las castillos de Rina, de Qarilis y de, cuya capital (qacida) es B.d.l.l.s.” (pág. 74). Pocos <strong>siglos</strong> más tarde<br />

se dice: “En medio hay ciudades pequeñas, la primera de las cuales, por el lado de Murcia, es el castillo de Lorca; luego hay otro castillo<br />

llamado Ballis y luego otro llamado Qûlya” (‘ABD-AL-WAHID AL-MARRAKUSI, Kitâb al-Muyib fî taljis ajbar al-Magrib. Lo admirable en el<br />

resumen de las noticias del Magrib. Traducción castellana de A. Huici. CAR [Colección de Crónicas Árabes de la Reconquista], IV, Tetuán<br />

1955; pág. 303).<br />

3<br />

El Castellón parece resultado de la confl uencia tribal mediante la construcción de una fortaleza común en un periodo de desórdenes<br />

generalizados (fi tna) a fi nales del emirato, fecha de su primera cita textual conocida: L. CARA BARRIONUEVO y J. Mª. RODRÍGUEZ<br />

LÓPEZ, “Introducción al estudio crono-tipológico de los castillos almerienses”; en A. MALPICA CUELLO (ed.), Castillos y territorio en<br />

Al-Andalus. Berja, 1996. Granada (1998); p. 183 y fi g. 4b. Sobre la cerámica del yacimiento: M. DOMÍNGUEZ BÉDMAR y Mª del M.<br />

MUNOZ MARTÍN, “Materiales hispano-musulmanes del “Cerro del Castellón”; en Revista Velezana, 6 (1987); pp. 101-131.<br />

4<br />

Es probable que coincida con al-mâqam al-ali (el Lugar Alto) mencionado por Ibn Amira en la primera mitad del siglo XIII, población<br />

que tenía un walí (gobernador del distrito), el cadí, el musadid (responsable de velar por las buenas costumbres) y un muhtasib al-layl<br />

(almotacén nocturno): E. MOLINA LÓPEZ, “El Levante y Almería en el marco de la política interior del murciano Ibn Hud al-Mutawakkil”;<br />

en Awraq, 2 (1979); p. 60.<br />

5<br />

E. MOTOS GUIRAO, “Vélez-Blanco musulmán. El último siglo del reino nazarí de Granada”; en Vélez-Blanco nazarita y castellano.<br />

Almería y Vélez Blanco, 1988; p. 39.<br />

6<br />

I. LÓPEZ RAMÓN, “Cambios en la estructura urbana de la villa fronteriza de Vélez Blanco (Velad al-Abyadh) tras la conquista castellana<br />

(1488-1570)”; en Revista Velezana, 16 (1997); p.18.<br />

14


estitución tanto de esta cortina como de la segunda, aun<br />

peor conservada al haber coincidido con un mayor desarrollo<br />

urbano 7 .<br />

Por mérito de estos trabajos hay que destacar su<br />

constatación de algunas de las evidencias más importantes<br />

del castillo pre-renacentista, y como descargo se<br />

debe reconocer que queda visible bien poco de aquél,<br />

todo ello sin negar que se puede, y se debe, afi nar en<br />

el conocimiento de sus características. Según lo expuesto,<br />

el acercamiento al castillo medieval de Vélez Blanco<br />

debe hacerse desde la arqueología y partir de distintos<br />

planteamientos metodológicos empleados hasta ahora.<br />

UNA APROXIMACIÓN<br />

ARQUEOLÓGICA<br />

Cuando realizamos la lectura estratigráfi ca vertical<br />

(estratigrafía muraria) de un edifi cio podemos emplear<br />

un procedimiento deductivo, basado en los principios<br />

de la superposición y la secuencia, reglas que rigen<br />

la excavación arqueológica convencional.<br />

Es evidente que sobre edifi cios construidos, cuya<br />

obra se mantiene en pie, el método presenta tantas limitaciones<br />

como posibilidades de correlacionar y, sobre<br />

todo, datar las obras o sus reparaciones mediante el estudio<br />

de los aparejos y sus elementos constitutivos (por<br />

7 E. MOTOS (1988), p. 40, 44 y 45; I. LÓPEZ (1997), p. 18, 20 y 21.<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN DE LOS RESTOS DE LA<br />

ANTIGUA ALCAZABA ANDALUSÍ DE BALIS AL-ABYAD (Vélez el Blanco)<br />

Lorenzo Cara Barrionuevo<br />

8 L. CARA BARRIONUEVO, La Almería islámica y su Alcazaba. Almería, 1990; pp. 237-45.<br />

ˆ<br />

ej., a través de la mensiocronología o cronotipología). Es<br />

decir, en el estudio de las formas de construir podemos<br />

encontrar una importante guía u orientación a la hora de<br />

interpretar las reformas o transformaciones que sufrieron<br />

a lo largo de la historia con el fi n de reconstruir su<br />

tipología y función.<br />

En los últimos años estos estudios se han visto potenciados<br />

por las amplias posibilidades que presentan<br />

a la hora de reconstruir la ‘vida’ del monumento, y su<br />

relativo bajo coste, que los hace casi imprescindibles a<br />

la hora de emprender modernas labores de restauración<br />

o puesta en valor.<br />

Hace años 8 propusimos un conjunto de instrumentos,<br />

llamémosles “indicadores cronológicos”, que permitirían<br />

orientar la datación de estructuras medievales. Por desgracia,<br />

la mayor parte de estos elementos signifi cativos<br />

presentan una validez parcial, reducida al ámbito local<br />

donde se han generado los estudios que desarrollaron<br />

una secuencia y, como no podía ser de otro modo, una inexactitud<br />

cronológica derivada de la amplitud de su uso.<br />

Estudios regionales recientes han venido a matizar estas<br />

limitaciones suponiendo un indudable avance 9 que será<br />

más efectivo conforme dispongamos de mejores estudios<br />

locales.<br />

Es probable que una referencia textual, por lo común<br />

aislada y escasamente detallada pero identifi cable en la<br />

obra, pueda servir como eje para formar la secuencia.<br />

9 Nos referimos a los trabajos emprendidos dentro del grupo de investigación «Toponimia, Historia y Arqueología del reino de Granada»<br />

de la Universidad de Granada, en especial al trabajo de J. Mª MARTÍN CIVANTOS, “Ensayo de análisis comparativo de técnicas,<br />

materiales y tipos constructivos en las fortifi caciones medievales del Zenete (Granada)”; en Miscelánea Medieval Murciana, X<strong>XV</strong>-<br />

X<strong>XV</strong>I (2001-2002); pp. 183-220, que debe ser tomado como una aproximación al tema de los aparejos medievales regionales de la<br />

parte oriental del reino nazarí.<br />

15


Fig. 2. Detalle del primer recinto, a partir de una fotografía<br />

aérea, donde podemos percibir algunos testimonios<br />

constructivos hispanomusulmanes (¿reaprovechados?)<br />

de la fortaleza anterior al castillo de Fajardo.<br />

Pero cada una de estas posibilidades sólo puede reforzarse<br />

mutuamente, sobre todo si se emprende una labor<br />

sistemática de estudio de otros ejemplos regionales que<br />

puedan compartir tradiciones constructivas y vicisitudes<br />

históricas comunes. No es este el caso, pues estamos<br />

ante un ejemplo excepcional, y en muchos sentidos. Y es<br />

que, aunque no sea posible convertir las informaciones<br />

puntuales en una interpretación secuencial completa,<br />

una reconstrucción discontinua siempre resultará útil<br />

para la mejor comprensión del monumento.<br />

Con todo, el trabajo de interpretación no acaba cuando<br />

hemos fechado las distintas fases constructivas sino que<br />

empieza, precisamente, entonces. Fundamentalmente,<br />

porque la historia de un edifi cio de estas características<br />

es más, mucho más, que la sucesión de acontecimientos<br />

constructivos de distintas características y envergadura;<br />

es, fundamentalmente, la historia de una función defensiva,<br />

con distinto papel social, político y económico a lo largo<br />

de la historia, y su confi guración constructiva unitaria<br />

a lo largo de cada etapa de su historia.<br />

Por tanto, las propuestas que exponemos aquí constituyen<br />

un primer intento de restitución de las sucesivas<br />

fortalezas medievales que coronaron el cerro del castillo<br />

de Vélez Blanco, abordado a partir del estudio de los<br />

paramentos conservados y visibles. Para ello, emplearemos<br />

los métodos de la estratigrafía muraria, el análisis<br />

16<br />

de testimonios gráfi cos antiguos (principalmente, las<br />

fotografías que acompañan a los proyectos de restauración<br />

y que, por lo tanto, son previas al enmascaramiento<br />

de los paramentos) y el reconocimiento topográfi co.<br />

En orden a la mejor comprensión de las transformaciones,<br />

expondremos las observaciones por zonas, pasando<br />

luego a un ensayo de restitución e interpretación<br />

cronológica y funcional de los restos, que el lector tendrá<br />

la generosidad de aceptar como una propuesta o hipótesis<br />

que las necesarias intervenciones arqueológicas<br />

dentro y fuera del castillo irán precisando.<br />

OBSERVANDO LOS MUROS<br />

El castillo actual está formado por dos edifi cios o unidades<br />

claramente distintas, en especial si observamos<br />

el conjunto desde las alturas que rodean la fortaleza<br />

a poniente. El primero es un recinto cuadrangular, de<br />

formas extremadamente simples y cierto potencial artillero.<br />

El segundo es un palacio torreado, presidido por<br />

una torre del homenaje, extraña mezcla de poliorcética<br />

tardomedieval con infl uencias italianas. Ambos quedan<br />

unidos por un puente levadizo que constituye la entrada<br />

al segundo desde el primero (fi g. 1).


Empezaremos nuestro análisis por el edifi cio más<br />

simple de los que componen el conjunto, precisamente el<br />

que le sirve propiamente de estructura militar, adosado<br />

por el fl anco meridional al alcázar renacentista.<br />

1.- EL BALUARTE ARTILLERO<br />

1a.- Análisis de los paramentos<br />

Estamos, probablemente, ante la prueba más evidente<br />

del aprovechamiento de la antigua estructura defensiva<br />

y, quizás también, ante la más mencionada.<br />

Denominado también como “antepuerta artillada”,<br />

se trata de un recinto cuadrangular simple, organizado a<br />

dos alturas, que protegía desde el sur la entrada al cas-<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN DE LOS RESTOS DE LA<br />

ANTIGUA ALCAZABA ANDALUSÍ DE BALIS AL-ABYAD (Vélez el Blanco)<br />

Lorenzo Cara Barrionuevo<br />

Fig. 3.- Las dos partes del castillo y<br />

entrada general en 1966. Obsérvese<br />

la torre angular de tapial calicastrado<br />

todavía no restaurada.<br />

ˆ<br />

tillo. Su forma (extremadamente simple) y gran alzado<br />

ya eran de dudosa utilidad poliorcética para la época en<br />

que se emprendieron las modifi caciones que acabaron<br />

por integrar obras antiguas en el proyecto de la nueva<br />

fortaleza. Y esto era así por dos motivos fundamentales:<br />

los frentes rectilíneos y amplios eran fácilmente batibles<br />

por la gran artillería, mientras que la corta batería alojada<br />

en sus dos plantas cubiertas (siempre de medio o<br />

pequeño calibre) debía provocar serios desperfectos en<br />

la estructura en caso de ponerse en acción (por peso,<br />

sacudidas y expansión de gases por ignición), sin olvidar<br />

el peligro de incendio siempre latente.<br />

Es en el lienzo occidental, de casi 34 m de longitud,<br />

donde podemos apreciar la compleja evolución de este<br />

conjunto, pues el resto presenta gran unidad constructiva.<br />

En primer lugar, es visible una torre angular en su<br />

ángulo septentrional, levantada en tapial calicastrado<br />

según se observa en viejas fotografías (fi g. 3) pues hoy es<br />

bien difícil de diferenciar del resto de la obra por efecto<br />

de las modernas restauraciones. Sus medidas aproximadas<br />

eran 6,7 m por 5,5 m, y su interior fue desfi gurado<br />

para empotrar la rampa de acceso a la puerta principal<br />

del castillo. La torre se alzaba sobre basamento mayor,<br />

enfoscado de antiguo, y disponía de un curioso ventanuco<br />

o aspillera cortada en el tapial, con la única jamba conservada<br />

de mampostería, modifi cación sin duda antigua<br />

pues presenta menor altura que las troneras posteriores<br />

sugiriendo un línea de defensa muy distinta 10 .<br />

10<br />

El detalle se aprecia en la magnífi ca foto del libro de José ORTIZ ECHAGÜE, España. Castillos y alcázares; con prólogo de Fray Justo<br />

Pérez de Urbel. Madrid, 1971, 5ª edic., lám. III.<br />

17


En el extremo opuesto se levanta un lienzo de más<br />

de 11,5 m de altura por más de 14 m de longitud, pues<br />

sus dimensiones van aumentando conforme se acerca a<br />

la base (fi g. 4, n. A). Este muro fue alzado en tapial calicastrado<br />

y presenta buena solidez. Ambos paños quedan<br />

unidos por un muro posterior, igualmente de tapial, pero<br />

esta vez muy rico en cal, en el que se abren pequeñas<br />

troneras de las que luego hablaremos. Lo curioso es que<br />

en la traba de las tapias aparece, a veces, una simple línea<br />

de ladrillos verticales, mientras que para igualar las<br />

alturas de distintos encofrados se disponen verdugadas<br />

del mismo material (fi g. 4, n. B).<br />

Ambos muros, con ser de distinta época, compartieron<br />

sólo un suelo o nivel, perceptible en los mechinales o<br />

agujeros de anclaje de las alfanjías del forjado, que presenta<br />

gran altura (fi g. 4, n. 1). Hay que tener en cuenta<br />

que el grosor del muro (poco más de 2 metros) apenas<br />

hacía posible disponer de un adarve o camino superior.<br />

El segundo nivel parece más resultado de la defi nición<br />

de una nave alargada, a dos plantas y cubierta de fuerte<br />

pendiente, cuyo rastro quedó en la rozadura de la pared<br />

frontal (fi g. 4, n. 2).<br />

La obra que le sigue en ángulo recto (fi g. 4, n. C) es<br />

curiosa por varios motivos. El primero y principal es que<br />

carece de paramento interior, y su aparejo (con una gran<br />

faja intermedia de ladrillo uniforme), descuidadamente<br />

dispuesto sugiere, el adosamiento a una obra anterior<br />

hoy desaparecida, cuya altura justifi caría la inexistencia<br />

de gárgolas o desagües para la cubierta a dos aguas.<br />

Contigua a ella, según una línea vertical, le sigue el muro<br />

de mampostería con ménsulas de piedra para sostener<br />

los gruesos maderos de la techumbre. Esto nos lleva a<br />

pensar que en este ángulo pudo existir un edifi cio anterior,<br />

quizá una torre de dimensiones sensiblemente<br />

mayores a la identifi cada en el extremo opuesto (+ 14<br />

m x aprox. 7 m).<br />

18<br />

Con todo, hay un elemento que introduce un nuevo<br />

elemento de refl exión que no puede ser descartado por<br />

más que las evidencias sean bien pobres. La gran anchura<br />

del muro (2,2 m) es casi idéntica a la de la muralla del<br />

extremo septentrional (fi g. 11), unas medidas mínimas<br />

para instalar un adarve o camino de ronda superior que<br />

señalara la existencia de una muralla externa que sirviera<br />

de antemuro al propio castillo.<br />

Aún hay otro muro que emplea el antiguo aparejo,<br />

con el que se cierra el recinto al norte. Esta sencilla<br />

tapia de argamasa apenas calicastrada (de los consabidos<br />

84 cm de altura por 162 de longitud, aunque en<br />

esto algunas tapias difi eren bastante), poco rica en cal<br />

y con material de acarreo, presenta además dos curiosas<br />

características (fi g. 5). La primera particularidad es<br />

el modo de cerramiento a levante con un relleno de pequeña<br />

mampostería que incluye varios tipos de piedra,<br />

muestra evidente (si aún fuera necesario argumentar<br />

sobre ello) de su contemporaneidad con las obras del<br />

alcázar. La segunda resulta de todo punto inédita pues<br />

desvincula su construcción de la tradición local, donde<br />

no es posible encontrar precedentes: las cajas de tapial<br />

presentan no tan solo mechinales de cerramiento en<br />

la parte superior, sino que muestran otros intermedios<br />

abiertos a trebolillo, sin duda para asegurarse de la perfecta<br />

trabazón y uniformidad de los paramentos, y todos<br />

meticulosamente cerrados.<br />

1b.- La primera dotación artillera y las innovaciones<br />

introducidas<br />

Es evidente que el empleo de la artillería supuso importantes<br />

cambios en la concepción defensiva medieval,<br />

obligando a introducir una serie de costosas mejoras<br />

y adaptaciones en las fortalezas principales. Tampoco<br />

cabe duda que, tras la pérdida de Xiquena y Tirieza, la<br />

fortaleza estaba más expuesta a los ataques murcianos<br />

que la de Vélez Rubio, por lo que debió pertrecharse mejor<br />

en su defensa, y rápidamente.


Sin embargo, desconocemos cualquier<br />

referencia al tema y nada se nos<br />

dice, por ejemplo, de las obras emprendidas<br />

para su amparo tras la conquista<br />

cristiana del 16 de enero de 1436 por<br />

Alonso Yánez Fajardo, aunque algo se<br />

sugiere pues, en prevención del defi nitivo<br />

ataque de reconquista, la fortaleza<br />

se juzgaba segura.<br />

Así, se llega a afi rmar que es un<br />

castillo rastrillado 11 , es decir, que disponía<br />

de puerta con rastrillo, un adelanto<br />

difícil de encontrar en las fortalezas<br />

granadinas. También se afi rma que<br />

a las abundantes provisiones almacenadas<br />

en toneles, tinajas, aljibes y<br />

almacenes, se les unían “nueve o diez<br />

lombardas bastos” (sic) 12 . Para esta<br />

fecha (mediados del siglo <strong>XV</strong>), el cronista<br />

Pedro Carrillo de Huete 13 califi ca<br />

a la fortaleza de “muy buena” 14 , con<br />

una población de quinientos vecinos,<br />

cifra no del todo excesiva si contabilizamos<br />

ambos Vélez 15 .<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN DE LOS RESTOS DE LA<br />

ANTIGUA ALCAZABA ANDALUSÍ DE BALIS AL-ABYAD (Vélez el Blanco)<br />

Lorenzo Cara Barrionuevo<br />

11 F. VEAS ARTESEROS, “La prisión de Diego Mellado en Vélez Blanco en 1445”; en Revista Velezana, 3 (1984); p. 30, nota 18.<br />

12 J. TORRES FONTES, “Ocupación y pérdida de Los Vélez en el reinado de Juan II de Castilla”; en Revista Velezana, 7 (1988); p. 19.<br />

13 Pedro Carrillo “de Huete” (fi nales s. XIV- 1448), VI señor de Priego, halconero mayor de Juan II, de su Consejo y su cronista. Casó con<br />

Guiomar de Sotomayor, hija del señor del Carpio. Su obra más conocida es la llamada “Crónica del Halconero”, que relata los hechos<br />

del reinado de Juan II hasta el año de 1450. Se caracteriza por su carácter veraz, el detallismo en la descripción y su imparcialidad, que<br />

prueba la utilización de documentos ofi ciales cancillerescos, como protocolos y registros. Contamos con la edición de Juan de Mata<br />

Carriazo, Crónica del halconero de Juan II. Madrid, 1946.<br />

14 F. VEAS (1982), p. 30, nota 18.<br />

15 Se trata de una pequeña ciudad, no ya de una alquería fortifi cada, pues cuenta con “alcalde” (cadí), alguacil y dos alfaquíes musulmanes<br />

que la representa, junto a algún notable más, en una escritura fi rmada el 7 de septiembre de 1445, junto con el alcaide cristiano<br />

de la fortaleza, Pedro Iñiguez de Zambrana (F. VEAS, 1984, p. 31-32).<br />

ˆ<br />

Fig. 4.- Distinción de obras<br />

constructivas en el ángulo<br />

interno del baluarte: A, primitiva<br />

obra de tapial, con huella<br />

de suelo superior (1); B, muro<br />

posterior de tapial con pequeñas<br />

troneras; y C, muro<br />

de mampostería adosado con<br />

nueva línea de forjado (2), con<br />

huella de una cubierta a dos<br />

aguas bastante inclinada anterior<br />

a su construcción.<br />

Fig. 5.- Muro de separación entre baluarte<br />

y alcázar; obsérvese el relleno<br />

de la caja de tapial para adosarse al<br />

muro de sillares con obra mixta y<br />

las grandes cajas iniciales de tapial<br />

calicastrado.<br />

19


De ser cierta la presencia de esta artillería pesada<br />

señalaría una importante inversión, pues eran piezas<br />

difíciles de manejar por su peso 16 . Sin embargo, dudo<br />

de su presencia, pues se trataba de piezas de emplazamiento<br />

problemático en las fortalezas medievales al demandar<br />

unas determinadas condiciones (tronera grande<br />

y explanada posterior para el reproceso) y un personal<br />

adecuado (artilleros) que no se citan: el documento sólo<br />

menciona nueve escuderos (uno por pieza), veinte infantes<br />

y “quatro judíos”. La respuesta parece ser muy diferente<br />

y presenta su evidente acreditación en los restos<br />

defensivos que han llegado hasta nosotros.<br />

16 Las lombardas o bombardas era piezas grandes, de hierro, montadas sobre un grueso madero que impedía el retroceso del arma al<br />

dispararse; su alcance medio era de unos 800 o 1000 metros, si bien no eran efectivas a más de 400 metros y sólo podían emplearse<br />

en combate a distancias inferiores a los 200 metros.<br />

20<br />

Fig. 5 bis. Troneras de diferente diseño en los gruesos muros del primer recinto.<br />

En un tiempo de nula normalización tipológica, cuando<br />

las piezas se hacían a mano y según encargo, se llamaba<br />

a la misma máquina con muy diferentes nombres,<br />

según las zonas o los protagonistas. Por tanto, es más<br />

que probable que se tratara de simples falconetes, ribadoquines<br />

o sacabuches, es decir, piezas de pequeña<br />

artillería, de apenas 7 a 2 cm de calibre, provistas de<br />

un soporte sobre el que girar buscando la mejor disposición<br />

de tiro en las pequeñas troneras, o incluso saeteras,<br />

abiertas en el propio muro o almenaje de la obra. Según<br />

deja entender el optimismo de su alcaide cristiano, la<br />

fortaleza de Vélez Blanco se hallaba por entonces habilitada<br />

para su efi caz uso, lo que indica cierta adaptación<br />

de la defensa medieval a los nuevos requerimientos bélicos,<br />

un acomodo ni mucho menos habitual a todas las<br />

fortalezas nazaríes del entorno, resultado sin duda de su<br />

mayor exposición a los ataques fronterizos.<br />

Las pequeñas troneras abocinadas, abiertas en el<br />

duro tapial del muro occidental del baluarte empleando<br />

un molde peraltado, parecen sugerir que la fortaleza nazarí<br />

se encontró pertrechada para tan útil defensa. Pero<br />

nuevamente el análisis tipológico presenta serias dudas:<br />

en primer lugar, estas troneras son claramente distintas<br />

a aquellas otras de boca alargada y abocinamiento simétrico<br />

que vienen enmarcadas por sillares de toba; en<br />

segundo término, resultan bien diferentes a otras provistas<br />

de cruz o mirilla (cruz y arbe) que encontramos en la<br />

planta superior de la torre del homenaje. Sin embargo,<br />

son semejantes (que no iguales) a las que marcaban una<br />

línea baja de defensa en el lienzo occidental intermedio,<br />

y parecidas a algunas de las utilizadas en los baluartes<br />

mandados construir por los Reyes Católicos en la Alhambra<br />

(singularmente los que protegen la puerta de


Fig. 6.- Lienzo medieval reaprovechado bajo uno de los miradores; a destacar la<br />

solidez de la primitiva obra y la existencia de pequeñas torres, quizá cuadradas. El<br />

murete que le precede es un antemuro posterior.<br />

los Siete Suelos). La cronología de esta adaptación, por<br />

tanto, no debe sobrepasar la segunda mitad del siglo <strong>XV</strong>,<br />

singularmente el último cuarto, para llegar muy a inicios<br />

de la centuria siguiente.<br />

2.- EL RECINTO O CASTILLO SUPERIOR<br />

Separado de la anterior estructura defensiva por un<br />

desnivel medio de unos 9 m de altura (en concreto 8,8<br />

m), el recinto del castillo aprovecha la cima del cerro<br />

englobando en parte la antigua fortaleza medieval que<br />

también coronaba el cerro.<br />

2a.- Reutilización de elementos y confi guración<br />

general<br />

Los nobles necesitaban autorización real para levantar<br />

nuevas fortalezas, requisito siempre menos riguroso<br />

según el grado de afi nidad o lealtad hacia los monarcas<br />

y la envergadura de la nueva fortaleza propuesta. La<br />

“reconstrucción” de los antiguos castillos con frecuencia<br />

constituía una artimaña para levantar toda una nueva<br />

fortaleza en el lugar de la antigua sin respetar prácticamente<br />

nada de la anterior. Pero no siempre, pues a menudo<br />

los fondos presupuestarios imponían limitaciones<br />

más severas que las legales.<br />

Esta afi rmación no parece gratuita si observamos un<br />

importante lienzo reaprovechado en la nueva obra. El<br />

hecho señala que gran parte de la fortaleza medieval se<br />

juzgaba de contrastada solidez y sufi ciente buena conservación<br />

para ser integrada en un ambicioso proyecto<br />

constructivo, que tenía mucho de afi rmación del poder<br />

familiar de los Fajardo y debía ser empleado para propagar<br />

las nuevas circunstancias políticas, económicas<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN DE LOS RESTOS DE LA<br />

ANTIGUA ALCAZABA ANDALUSÍ DE BALIS AL-ABYAD (Vélez el Blanco)<br />

Lorenzo Cara Barrionuevo<br />

ˆ<br />

y sociales que acompañaban a la implantación señorial<br />

después de la efímera presencia del Condestable de Navarra<br />

(1495-1503).<br />

Se trata de un lienzo que ronda los 13 m de longitud<br />

por casi 7,5 de altura (más de ocho tapias) que acaba en<br />

una torre esquinera (de 2,3 m de anchura), reaprovechada<br />

para alzar otra nueva (fi g. 6). El muro se encuentra<br />

en el fl anco sudoriental del alcázar y el desmonte<br />

casi vertical que presenta en el extremo en el que se<br />

interrumpe abre la posibilidad a que pudiera disponer<br />

el arranque de otra torre cercana. La gran altura que<br />

alcanza la pared es inequívoca señal de la envergadura<br />

de la primitiva fortaleza medieval.<br />

La obra está levantada en tapial, aunque se albergan<br />

dudas de si se empleó el de calicantos o el de mampostería,<br />

pues aparecen algunos mampuestos bien colocados,<br />

aparejo que encontramos también usado en la muralla<br />

del vecindario 17 .<br />

17 Un posible paralelo lo encontramos en el tramo de muralla oriental, bajo la iglesia de la Magdalena, y sirviéndole de basamento,<br />

donde se aprecia todavía gran parte de un impresionante torreón sobre un saliente, reforma que englobó dos pequeños torreones<br />

anteriores.<br />

21


El empleo de sillares esquineros (fi g. 7) es una solución<br />

anómala en el conjunto de las fortalezas andalusíes<br />

de este lado de la frontera. Se trata de piezas relativamente<br />

uniformes en su altura (25 cm), pero no en su<br />

anchura (la pieza de mayor tamaño alcanza los 42 cm<br />

de longitud), escuadradas en toba, la misma piedra en<br />

la que se enmarcaron los vanos de troneras y otros elementos<br />

en la fortaleza posterior. El lugar de extracción<br />

habría que situarlo en las proximidades del lugar, concretamente<br />

en el barranco de la Canastera, al lado de la<br />

antigua entrada a la población, donde es posible localizar<br />

un frente de cantera 18 .<br />

El paramento de la torre sufrió, al menos, dos reparaciones.<br />

La principal y más característica fue la adición<br />

de piedras oscuras sobre el rellagueado o rejuntado de<br />

la mampostería, mínima decoración que aparece, si bien<br />

escasamente representada, en otras fortalezas del reino<br />

19 y presenta una cronología nazarí sin mayores precisiones.<br />

2b.-Algunos elementos de discontinuidad del<br />

nuevo edifi cio<br />

El análisis de la topografía del terreno y de los rebajes<br />

realizados para el nuevo edifi cio indican las profundas<br />

transformaciones producidas, a la vez que nos advierten<br />

de lo difícil que será hallar elementos de perduración en<br />

ciertas zonas o lugares.<br />

22<br />

Fig. 7.- El primitivo torreón medieval, decorado<br />

con piedras oscuras en una fase<br />

tardía de rejuntado de piedras; obsérvese<br />

el empleo de sillares esquineros de toba<br />

ya en época medieval y las reparaciones<br />

que sufrió el paramento con la adición<br />

del muro renacentista.<br />

Según lo dicho, se observa un rebaje de más de 2,5<br />

m sobre la roca del cerro en el ángulo nor-occidental,<br />

hecho que debe de servir de indicio negativo sobre la<br />

pervivencia de antiguas estructuras al norte (torre del<br />

homenaje 20 ) y poniente (sala de la chimenea) del patio.<br />

Sin embargo, el tapial fue ampliamente utilizado en las<br />

naves meridionales del patio, en cuyo alzado se encuentran<br />

los llamados salones de la Mitología y del Triunfo.<br />

Conviene detenerse en este tipo de aparejo por dos motivos:<br />

en primer lugar por su uniformidad, prueba directa<br />

de contemporaneidad, y, sobre todo, debido a su clara<br />

diferencia con otras obras de la misma técnica que aparecen<br />

a lo largo de todo el conjunto.<br />

- La sala contigua al patio<br />

En el ala septentrional del patio se observan tapiales<br />

de 84 por 160 cm., siempre de quince calistres o tongadas,<br />

sobre sillarejos de 38 a 45 cm de longitud y de 8 a<br />

18 También se encuentra este tipo de piedra en la fuente de los Molinos, a uno o dos km al sur. El resto de la piedra empleada en la<br />

edifi cación andalusí procedía del lugar. Al contrario, el alcázar renacentista debió proveerse de distinta materia prima mediante la<br />

apertura de nuevas canteras, con toda probabilidad, en el cerro del mismo nombre.<br />

19<br />

Tal como el castillo de Alquife (Granada): J. Mª MARTÍN CIVANTOS, “Alquife, un castillo con vocación minera en el Zenete (Granada)”;<br />

en Arqueología y Territorio Medieval, 8 (2001); p. 331 y fi g. 7.<br />

20<br />

Con todo, la amplitud de esta torre (11 por 12,6 a 11,4 m) y su localización a un extremo del alcázar no permite descartar la pervivencia<br />

de una estructura antigua, desde luego no visible al exterior.


I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN DE LOS RESTOS DE LA<br />

ANTIGUA ALCAZABA ANDALUSÍ DE BALIS AL-ABYAD (Vélez el Blanco)<br />

Lorenzo Cara Barrionuevo<br />

Fig. 8.- Uno de los muros de una sala contigua al patio, con el desmonte del terreno que provocó la construcción del alcázar, la compartimentación interna sucesiva<br />

y las distintas reparaciones (al menos dos) del paramento.<br />

SILLARES<br />

ROCA MADRE<br />

10 de anchura, que establecen la base de fundamento al<br />

rellenar las irregularidades de la piedra natural del terreno<br />

rocoso (fi g. 8). Las rozas verticales se realizaron con<br />

posterioridad para contener el arranque de la tabiquería.<br />

Las reformas son aquí numerosas y no parecen obedecer<br />

sólo a la excavación de alguna alacena (luego tapiada),<br />

sino a importantes avatares de conservación resultado<br />

de un uso relativamente complejo. En los paramentos se<br />

observa a menudo obra de mampostería calzada sobre<br />

hiladas de sillarejos, reparaciones que rellenan la masa<br />

perdida de tapial; en otros casos se emplearon trozos de<br />

mármol, indicando que hubo dos momentos en la reparación<br />

de estos paramentos, uno anterior y otro posterior,<br />

o al menos paralelo, a la construcción del patio del casti-<br />

ˆ<br />

TAPIAL<br />

llo renacentista, no siendo muy dilatado el periodo entre<br />

ambos. En ningún caso se reutilizan antiguos mampuestos<br />

con restos de trabado o mazacotes de tapial, lo que<br />

muestra el interés por disponer de abundantes materiales<br />

de construcción y la clara intención de desechar la<br />

obra antigua, probablemente reaprovechada como relleno<br />

de los importantes desniveles producidos.<br />

Aparte de las características de la obra, hay un<br />

hecho revelador sobre la cronología de este tapial. La<br />

disposición de amplios ventanales renacentistas sobre<br />

el patio no parece cortar los cajones. Así se observa en<br />

una de las fotografías antiguas previas a la restitución<br />

de la planta superior con la construcción de un moderno<br />

forjado de hormigón.<br />

23


- Los grandes muros meridionales<br />

Más clara, si cabe, es la cronología y función de los<br />

muros que cierran el patio por el sur. De hecho, fueron<br />

levantados en una primera fase de construcción; por lo<br />

tanto, en la secuencia constructiva son anteriores a los<br />

muros perimetrales del alcázar, hecho que ya fue percatado<br />

por algunos de los arquitectos que intervinieron en<br />

el monumento (como Juan A. Molina Serrano, 1982).<br />

La obra utiliza la tapia real, una variante constructiva<br />

empleada desde el siglo <strong>XV</strong> al <strong>XV</strong>III en el Levante<br />

peninsular. El aparejo se caracteriza por el empleo de<br />

cajas de tapial de 276 a 296 cm de longitud por 82 a 84<br />

cm. de altura, de fuerte cimentación y uniformidad, por lo<br />

que son visibles las capas y una coloración muy blanca,<br />

lo que señala su riqueza en cal. Trabajar con encofrados<br />

tan grandes demandó la multiplicación de trabillas de<br />

cerramiento; estos mechinales fueron pequeños listones<br />

dispuestos cada 60 cm, aproximadamente, pero tan poco<br />

visibles como para señalar una ejecución muy cuidadosa.<br />

Toda la obra es muy uniforme y de gran solidez.<br />

Indudablemente estos muros se diseñaron pensando<br />

en su imponente alzado y, por lo tanto, el gran peso<br />

que tendría que soportar de la propia obra, razón por la<br />

que dispusieron de varios arcos de descarga repartidos<br />

por las plantas. Levantados en mampostería y sillarejo,<br />

su disposición supone un buen conocimiento de las posibilidades<br />

y limitaciones de este sistema constructivo<br />

pues, precisamente, el dintel de la chimenea de la segunda<br />

planta se halla roto por la cortedad y separación<br />

del arco escarzado que refuerza el vano (fi g. 9). De todos<br />

modos, a nadie debe escapar la habilidad, diríamos casi<br />

24<br />

Fig. 9.- Chimenea de la sala de la Mitología,<br />

en la que se observa el empleo<br />

de arcos de descarga embutidos dentro<br />

de la tapia real y los efectos de algunas<br />

restauraciones modernas.<br />

maestría, en la inserción de aparejos y elementos constructivos<br />

distintos, la perfecta uniformidad y trabazón<br />

del tapial o el esmero en la confección y ensamblaje de<br />

las cajas, rasgos que contribuyen a marcar más si cabe<br />

las diferencias con las obras y aparejos que suscitan<br />

nuestro interés.<br />

-Los aljibes<br />

Un elemento habitual de perduración en las fortalezas<br />

lo constituyen los aljibes. Tanto por la solidez de la<br />

fábrica, estratégica ubicación o la necesidad de disponer<br />

de agua a lo largo de las obras de reforma, como por el<br />

propio costo de su construcción, la existencia del aljibe<br />

era factor indispensable en cualquier fortaleza.<br />

Dos son los aljibes, o depósitos subterráneos de<br />

agua, instalados en el castillo renacentista: el primero se<br />

localiza a un lado del patio; el segundo ocupa la base de<br />

la torre del homenaje. El principal lo forman dos naves,<br />

de bóveda rebajada, separadas por pilares de piedra con<br />

arcos escarzanos, completados con otros adosados de<br />

ladrillo, ninguno de cuyos elementos puede sugerir una<br />

pervivencia anterior como tampoco puede encontrarse<br />

en el más simple y pequeño 21 .<br />

Este hecho parece crucial a la hora de desvincular<br />

la confi guración general del nuevo castillo con la disposición<br />

del antiguo, pero abre nuevos interrogantes sobre<br />

la habilitación de este último, pues un aljibe no es<br />

una construcción que se pueda destruir o enmascarar<br />

fácilmente. Lo más probable es que estuviera localizado<br />

colindante a la muralla, de manera semejante al hoy<br />

conservado inmediato al camino de acceso (que lo estuvo<br />

21 Algunos autores difi eren de esta opinión (por ej., RUIZ, 1999, p. 23), pero no respaldan su argumentación. El aljibe del patio es del todo<br />

semejante al del tercer recinto de la Alcazaba de Almería, el “castillo” que mandaron construir los Reyes Católicos a partir de 1490: L.<br />

CARA BARRIONUEVO, “La remodelación de una fortaleza musulmana medieval: la Alcazaba de Almería en época cristiana (<strong>siglos</strong> <strong>XV</strong><br />

y <strong>XV</strong>)”; en Almería entre culturas, <strong>siglos</strong> XIII al <strong>XV</strong>I. Almería (1990); p. 463.


sobre la primera línea de muralla de la población), tal y<br />

como aparece en otras fortalezas fronterizas (como en<br />

el cerro del Espíritu Santo de Vera). Había poderosas<br />

razones para ello: aprovechaba el desnivel natural sin<br />

estar obligado a emprender costosos desmontes sobre el<br />

sustrato rocoso del cerro y reforzaba la solidez recíproca<br />

de una y otra construcción.<br />

UNA INTERPRETACIÓN SECUENCIAL<br />

Como queda dicho, es del todo punto probable que<br />

la fortaleza primitiva dominara la cima del cerro,<br />

no tan sólo porque evidencia una concepción defensiva<br />

más antigua (la ocupación de las alturas), sino porque<br />

los restos analizados indican una cronología anterior. La<br />

concepción centrípeta del castillo, con pequeñas torres<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN DE LOS RESTOS DE LA<br />

ANTIGUA ALCAZABA ANDALUSÍ DE BALIS AL-ABYAD (Vélez el Blanco)<br />

Lorenzo Cara Barrionuevo<br />

ˆ<br />

Fig. 9 bis. Interior del gran aljibe que<br />

se halla bajo el patio del castillo.<br />

cuadradas equidistantes, y la relativa poca extensión del<br />

conjunto remite a la gran fortifi cación del territorio en<br />

época taifa, seguida en época intermedia, cronología que<br />

parece respaldar el empleo de tapial de calicantos, obra<br />

muy utilizada en la muralla de la población 22 (fi g. 11, n.<br />

B). Las características particulares de esta fortaleza se<br />

nos escapan ante la ausencia de otras evidencias y sólo<br />

podemos conjeturar que tuviera una planta oval, adaptada<br />

a la confi guración general del terreno.<br />

Interpretación más compleja, e imprecisa, presenta<br />

el desdibujado conjunto defensivo que le precedía en lo<br />

que luego fue baluarte o antepuerta artillada.<br />

La frecuencia de obra en tapial calicastrado en la<br />

muralla superior de la población nos habla, en principio,<br />

de una importante reparación tardo-almohade, que puede<br />

prolongarse a los primeros tiempos del sultanato gra-<br />

22 De hecho, la mayor parte del lienzo septentrional está levantado siguiendo esta técnica. Contamos con una prueba preciosa para su<br />

datación: justamente en el extremo de esta muralla y formando parte de la obra, aparece un pie de ataifor vidriado en verde, típico<br />

del siglo XII, aunque bien puede arrancar de fi nales del siglo XI.<br />

25


nadino, abarcando una cronología de la primera mitad<br />

del siglo XIII. Por ahora, sus características específi cas 23<br />

sólo pueden ser asimiladas indirectamente a algunos<br />

elementos identifi cados en esta zona del castillo (como<br />

la torre angular). Se aventura, así, la existencia de un<br />

recinto sencillo a partir de una torre albarrana, sin duda<br />

una importante reforma que reforzara el sector, siguiendo<br />

el modelo para cerrar recintos colindantes que vemos<br />

en las fortalezas de el Castillejo de Mondújar (Gádor) y<br />

en la del mismo nombre de Beires, reformas que pueden<br />

datarse en la primera mitad del siglo XIII.<br />

Las fortalezas fronterizas orientales del sultanato<br />

presentan dos grandes periodos de transformación. En<br />

el primero se habilita antiguas fortalezas mediante la<br />

adición de un recinto sencillo, superponiendo los elementos<br />

defensivos en altura. El segundo se produce un<br />

importante reforzamiento de las antiguas estructuras<br />

mediante la generalización de la obra de mampostería<br />

que envuelve la obra primitiva, con la adición de alguna<br />

estructura defensiva especial, particularmente aquellas<br />

que defendían la entrada principal 24 o los ángulos de la<br />

muralla.<br />

Pocas huellas quedan que sirvan de indicio para reconstruir<br />

la primitiva estructura defensiva. Las obras<br />

posteriores podrían haber tenido por objeto completar<br />

la defensa de este sector englobando una altura cercana.<br />

De hecho, la existencia de unas rozas o desmontes<br />

26<br />

longitudinales para cimentación en la roca, justamente<br />

donde alcanza mayor altura, plantea la posibilidad de un<br />

cierre en ángulo recto, con muros paralelos, a modo de<br />

recinto cuadrangular, en el que es probable sobresaliera<br />

una gran torre. Se formaba, de este modo, un recinto<br />

cuadrangular adosado a la antigua fortaleza.<br />

El empleo de calahorras (un recinto rectangular,<br />

con torres esquineras, que encierra una gran torre) en<br />

la frontera oriental del reino de Granada (como las de<br />

Huércal la Vieja, El Castillo y, probablemente, Hurtal,<br />

todas en Huércal-Overa 25 ) es muy dilatado, aunque no<br />

está documentada su adosamiento a una fortaleza anterior.<br />

Aunque con reservas, evidencias e indicios podrían<br />

adscribirse a este modelo que debe desarrollarse<br />

ya desde mediados del siglo XIII, aunque la permanente<br />

inseguridad fronteriza obligue a continuas mejoras y remodelaciones.<br />

Para un periodo posterior puede sorprender la escasa<br />

presencia de obra de mampostería, muy común en<br />

la vecina fortaleza de El Castellón de Vélez Rubio 26 . Un<br />

doble muro de mampostería, que recuerda al de algunas<br />

corachas levantadas para defender una esquina o extremo<br />

saliente de la fortifi cación principal en Tabernas y<br />

Villavieja, sobresale de la esquina sudoccidental del baluarte.<br />

Sin que la secuencia de construcción quede clara<br />

por la discontinuidad introducida por el muro trasversal<br />

de inicios del siglo <strong>XV</strong>I, el empleo de este tipo de aparejo<br />

23<br />

Los paramentos han sido medidos bajo la iglesia de la Magdalena y no son determinantes: el tapial mide 86 cm. de altura mientras<br />

los mechinales, en listones estrechos, distaban entre 60 y 75 cm.<br />

24<br />

Por ejemplo, adelantando una torre a modo de albarrana, como en Tíjola la Vieja, Purchena y, posiblemente, El Castellar de Úrcal, en<br />

Huércal-Overa.<br />

25 E. GARCÍA ASENSIO, Historia de la villa de Huércal-Overa y su comarca. Murcia (1908), t. I, p. 257-59 y 263.<br />

Fig. 10.- Reconstrucción de un tramo del<br />

primer amurallamiento medieval sobre<br />

una fotografía de mediados del siglo XX.<br />

26 Sin entrar en más detalles, se observa en esta fortaleza el empleo, bastante generalizado, de la mampostería enripiada (por ej., en la<br />

torre del NW, ya muy tardía y casi toda la muralla occidental) y, sobre todo, de la concertada (por ej., en la muralla meridional), aparte<br />

del tapial de mampostería.


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ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN DE LOS RESTOS DE LA<br />

ANTIGUA ALCAZABA ANDALUSÍ DE BALIS AL-ABYAD (Vélez el Blanco)<br />

Lorenzo Cara Barrionuevo<br />

Fig. 11.- Distintas fases detectadas en el extremo septentrional de la primera línea de amurallamiento de la población: A, obra primitiva; B, grueso muro de tapial de cal<br />

y cantos de fi nales del siglo XI a la primera mitad del XII, y C, torreón de tapial abundante en cal, quizá de mediados del siglo XIII a mediados del XIV; al fondo (1) un<br />

grueso trozo de la muralla.<br />

ya desde mediados del siglo XIV 27 parece sugerir la necesidad<br />

de seguir reforzando el sector meridional de una<br />

alcazaba que, probablemente, se había quedado pequeña<br />

en relación al amurallamiento.<br />

Lo cierto es que esta solución no debió de ser del<br />

todo viable, pues del ángulo resultante fue cerrado con<br />

una gran pared de tapial (fi g. 4, n. A), un muro demasiado<br />

grande como para corresponder a un torreón, que<br />

ocupara todo el fl anco. El aparejo, rico en cal, parece<br />

ˆ<br />

responder a una remodelación y reforzamiento tardío<br />

de gran parte de la muralla, cuyo ejemplo más evidente<br />

lo encontramos en el ángulo septentrional de la muralla<br />

que protegía a la población (fi g. 11, n. C).<br />

Tenemos dudas si realmente el muro intermedio que<br />

unía ambas torres (fi g. 4, n. B) fue levantado en la última<br />

etapa nazarí o por los cristianos (ya fuera Alonso<br />

Fajardo o el condestable de Navarra). Razones hay en<br />

uno (hábil empleo del tapial de mortero) u otro sentido<br />

27 El empleo de mampostería se generaliza con Muhammad V, cuando son necesarias reparaciones rápidas y baratas en las antiguas<br />

fortalezas, entre otras cuestiones por la conquista temporal de gran parte de la zona nor-oriental del reino: M. ACIÉN ALMANSA, “La<br />

fortifi cación en Al-Andalus”; en Archeologia Medievale, XXII (1995); p. 34, y J. Mª MARTÍN CIVANTOS, “Ensayo de análisis comparativo<br />

de técnicas y tipos constructivos en las fortifi caciones medievales del Zenete (Granada)”; en Miscelánea Medieval Murciana, X<strong>XV</strong>-<br />

X<strong>XV</strong>I (2001-2002); p. 215.<br />

27


(pequeñas troneras abocinadas), pero la rapidez de los<br />

cambios producidos (sustitución de una cubierta a dos<br />

aguas por otra sobrealzada 28 ) parece descartar la última<br />

posibilidad a favor de la construcción de una sala en lo<br />

que luego será el cuartel (así lo muestra el empleo como<br />

chimenea de la única tronera superior) y caballerizas de<br />

la guarnición.<br />

Con todo, los mayores cambios fueron introducidos<br />

tras un breve periodo de aparente continuidad 29 . En este<br />

sentido, es predecible que la adjudicación de la zona en<br />

señorío introdujera algunas transformaciones en la fortaleza<br />

visto el interés de Beaumont por la administración<br />

de sus nuevos territorios, toma de posesión pospuesta a<br />

fi nales del verano de 1495 30 que trajo consigo numerosos<br />

pleitos con las poblaciones vecinas sobre obligaciones<br />

y aprovechamientos.<br />

Es evidente que la acumulación en este tramo de<br />

reformas previas a la construcción del alcázar rena-<br />

28 Desde luego, la primitiva cubierta planteaba problemas de desagüe vista la altura de los muros; una solución sería alzar una nueva<br />

sobre las ménsulas, cuya impronta queda registrada en la segunda parte del muro longitudinal, opción elegida durante la construcción<br />

del castillo “renacentista”.<br />

29 Una pervivencia de formas sociales entre los mudéjares perceptible en las propias capitulaciones y el importante papel reservado<br />

a los Abduladines (Merced a Mohamed Abduladin, alguacil mayor de los Vélez, hoya de Baza, ríos Almanzora y Purchena, y sierra de<br />

Filabres, y a Alí Abduladin, alcadí de dicha tierra, de la villa de Castilleja y del cortijo de Cortes, en término de la ciudad de Baza, dada<br />

en Purchena el 19 de mayo 1489 [A.G.S. (1959): Registro General del sello, vol. VI. (Enero-Diciembre 1489). Valladolid, docum. núm.<br />

1405]) sin que por ello no sean evidentes los enfrentamientos con los nuevos representantes del poder real (Carta del Consejo Real,<br />

fi rmada en Madrid el 28 de noviembre 1494, instando a intervenir al corregidor de Vera ante la denuncia interpuesta por Mahomad<br />

y Alí Aduladín, vecinos de Vélez el Blanco y Vélez el Rubio sobre los agravios que han recibido “en la villa de Vélez” del alcaide Ponte<br />

que está en ella puesto por Garcilaso de la Vega [A.G.S. (1970): Registro General del Sello (Enero- Diciembre 1494), Vol. XI. Valladolid,<br />

docum. núm. 4062]).<br />

30 Carta de los Reyes, dada en Burgos el 5 septiembre 1495, para que Alonso de Carvajal, alcaide de Zújar, entregue tal fortaleza a<br />

don Luis de Beamonte, condestable de Navarra y conde de Lerín. En nota: “Dióse otra... para que Gonzalo de Cortinas entregue... la<br />

fortaleza de Freyla”. “Diose otra... para que Garcilaso de la Vega o el que por el tiene la fortaleza de Vélez el Blanco, la entregue al dicho<br />

condestable”, fol. 222 (A.G.S. 1974): Registro General del Sello (Enero- Diciembre 1495), vol. XII. Valladolid, docum. núm. 3356). Curiosamente,<br />

fue expedida antes del documento de concesión, fi rmado en Tarazona el 25 septiembre (Ibidem, docum. núm. 3547).<br />

31 RUIZ (1999), p. 44.<br />

28<br />

Fig. 12.- Distintas fases constructivas en<br />

uno de los muros de la vieja iglesia de la<br />

Magdalena (fi nales s. <strong>XV</strong>), elevada sobre<br />

una antigua mezquita musulmana.<br />

centista señala la preocupación por su defensa, y que<br />

la zona se juzgó crucial para la salvaguarda de toda la<br />

fortaleza. Pero también está claro que la construcción<br />

del nuevo palacio-fortaleza por el marqués de los Vélez<br />

dio por concluidas estas divergencias de planteamientos<br />

defensivos.<br />

El alcázar, concebido ahora “como castillo de su título”<br />

(es decir, fortaleza de su alcurnia), según la inscripción<br />

que fi guraba en el patio 31 , aprovecha soluciones<br />

constructivas de tradición gótico-mudéjar (los diversos<br />

tipos de tapiales), unos modos interrumpidos drástica-


mente con un giro “humanista” que supone la decoración,<br />

que le ha dado fama, como refuerzo simbólico 32 .<br />

No parece, por tanto, muy probable que el maestro<br />

de obras reclutara la mano de obra entre los albañiles<br />

y artesanos locales, como se ha propuesto desde Olga<br />

Raggio 33 . De hecho, la presencia de alarifes mudéjares<br />

queda reducida a los procedentes, presumiblemente (si<br />

damos crédito a datos colaterales), de Valencia y Murcia<br />

34 .<br />

Esta actividad es constatable tanto en la diversidad<br />

de los tapiales empleados como en su adaptación a las<br />

nuevas y particulares exigencias mediante modifi caciones,<br />

una característica de esta fortaleza no del todo incoherente<br />

con la manifi esta intención (al menos inicial)<br />

del marqués por “reconstruir” el castillo 35 , es decir, de<br />

volver a darle utilidad defensiva, no ya tanto de un territorio<br />

como de un linaje frente al avance imparable del<br />

Estado ‘moderno’.<br />

32 RUIZ (1999), p. 49.<br />

33 RUIZ (1999), p. 51.<br />

34 RUIZ (1999), p. 52.<br />

<br />

<br />

<br />

<br />

<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN DE LOS RESTOS DE LA<br />

ANTIGUA ALCAZABA ANDALUSÍ DE BALIS AL-ABYAD (Vélez el Blanco)<br />

Lorenzo Cara Barrionuevo<br />

<br />

Fig. 14.- Delimitación probable del perímetro amurallado que protegía la fortaleza musulmana medieval.<br />

<br />

<br />

<br />

<br />

<br />

<br />

<br />

<br />

Fig. 13.- Fotografía aérea vertical (2002) distinguiendo la obra constructiva<br />

medieval conservada y proponiendo un ensayo de restitución. En grueso, los<br />

tramos conservados o con huellas evidentes; el resto es hipotético.<br />

<br />

<br />

<br />

<br />

<br />

<br />

<br />

<br />

<br />

29


30<br />

PIEDRAS ARMERAS PARA UN LINAJE<br />

Y UN CASTILLO<br />

Valeriano Sánchez Ramos<br />

Historiador<br />

Símbolo de una época, con su aire elegante, de refinado gusto renacentista, desde<br />

la óptica de la historia del arte se han realizado esfuerzos por explicarnos la<br />

importancia de la edificación; se han escudriñado sus estilos y diseños; se intentan<br />

estudiar autorías y manos artesanas. Sin embargo, las piedras que se alzan en<br />

esta villa almeriense no sólo son muestra de un monumento artístico, sino que también es<br />

un monumento histórico.<br />

De poco nos valdría identifi car, clasifi car y describir<br />

un magnífi co castillo si no conociéramos quiénes lo<br />

habitaron, porqué lo hicieron y qué hechos ocurrieron<br />

en él. Su historia es la de sus propietarios, personas de<br />

carne y hueso que fueron quienes quisieron elevar este<br />

alcázar y decidieron unir su vida y devenir a sus muros.<br />

Como moradores del castillo que fueron, los adelantados<br />

mayores de Murcia y su familia, se convierten en los elementos<br />

esenciales que animan y dan solidez -cual piedra<br />

de sillar- al propio edifi cio.<br />

Los Fajardo, principales protagonistas, están indisolublemente<br />

unidos a las labras que alzaron en estos lares.<br />

Los sillares se tallaron a cincel de su propio pensamiento<br />

y, una vez ensamblados, decoraron -con su gusto<br />

personal- las habitaciones. Alzado el escenario de este<br />

teatro real, la casa de las Tres Ortigas campó por sus corredores,<br />

salas y almenas, mostrando sus aciertos y desaciertos.<br />

Los paramentos del castillo son algo más que<br />

elementos arquitectónicos, son piedras armeras de un<br />

clan orgulloso que construyó su historia. Castillo y linaje<br />

se funden en un todo que hace del edifi cio un verdadero<br />

monumento histórico-artístico. Pocas veces la historia<br />

se materializa física y tangiblemente, y éste es el caso,<br />

ya que estamos delante del sueño linajudo -orgulloso y<br />

honroso- de los Fajado. Su percepción real es también<br />

la vía, la única, para acercarnos de una forma amena a<br />

la comprensión fi nal del monumento. Nuestro propósito,<br />

pues, será tratar de animar y dar movimiento al linaje en<br />

su hábitat natural, convencidos que con ello no hacemos<br />

sino dar vida al propio castillo.<br />

EL SUEÑO SEÑORIAL DE DON JUAN<br />

CHACÓN<br />

L a toma de Granada es una fecha clave para la memoria<br />

de los Fajardo, pues 1492 cerraba un periodo<br />

-largo y fecundo- del linaje y abría otro prometedor. En


Armas de Fajardo Chacón en la entrada al alcázar-palacio de D. Pedro, I marqués de los Vélez.<br />

31


Representación de los Reyes Católicos en la Capilla Real de Granada con motivo<br />

de la conquista del reino nazarí.<br />

32<br />

la memoria quedaban las hazañas de las viejas glorias<br />

familiares en su lucha -constante e imperecedera- con<br />

los musulmanes granadinos. Como adelantados mayores<br />

del reino de Murcia, sus distintos miembros conocieron<br />

bien a los generales nasríes, sus tácticas guerreras y<br />

también sus estrategias negociadoras. Apoyada en la Corona,<br />

y ésta en ellos, la casa de las Tres Ortigas se había<br />

hecho un hueco importante en esta esquina del país, no<br />

sólo como propietaria de un gran señorío con cabeza en<br />

Mula, sino que muchos de sus personajes fueron verdaderos<br />

jueces y parte de los poderosos murcianos.<br />

Cuando en los primeros días de marzo de 1482 los<br />

Reyes Católicos nombraron a don Pedro Fajardo y Quesada<br />

capitán general del reino murciano y le ordenaban<br />

hacer la guerra en el sector oriental, bien sabía éste que<br />

había llegado una nueva y fundamental oportunidad para<br />

su estirpe. A principios del verano inició desde Lorca su<br />

primera ofensiva sobre la Axarquía almeriense, de manera<br />

que este noble palpaba el viejo sueño familiar de<br />

incorporar el valle del Almanzora al patrimonio del clan.<br />

Sin embargo, el 30 de diciembre fallecía, paralizándose<br />

no sólo la guerra en esta frontera, sino que la sociedad<br />

murciana quedó expectante ante una de las herencias<br />

más importantes del Sureste. De su matrimonio con<br />

doña Leonor Manrique de Lara había dejado sólo una<br />

hija, doña Luisa Fajardo y Manrique de Lara; de tal modo<br />

que sería su yerno, don Juan Chacón Alvarnáez, quien<br />

tendría el sagrado deber de dirigir el enorme legado. No<br />

cabe duda que en el honor de la casa Fajardo no cabían<br />

medias tintas, y ya bien se preocupó su suegro en las<br />

capitulaciones matrimoniales de 1477 que sus nietos<br />

continuasen llevando su apellido y armas por encima<br />

de cualquier otro linaje. El resto del futuro era difícil de<br />

adivinar...<br />

Don Juan Chacón había nacido en Casarrubios, localidad<br />

de la que su padre fue su primer señor. Al igual que<br />

su progenitor y familia, este noble pertenecía al reducido


círculo de total confi anza de la reina; de tal modo que,<br />

poco después de morir su suegro, en enero de 1483, no<br />

tuvo problemas para ser ratifi cado en los poderes que<br />

tenía cometidos en la guerra su suegro. Aquel verano, el<br />

nuevo señor de la casa Fajardo entraba en combate en<br />

la tierra de Vera, donde taló su vega e inició los preparativos<br />

para una ofensiva sobre el norte, en la comarca de<br />

Los Vélez. Al igual que los Fajardo, este personaje también<br />

demostró ser digno sucesor del linaje, al no tardar<br />

mucho en iniciar los primeros pactos con el príncipe Çidi<br />

Yahya al-Nayyar para la entrega de Almería. Esta faceta<br />

diplomática, tan importante en los albores del renacimiento<br />

español, era la que unos monarcas como los Reyes<br />

Católicos necesitaban en la contienda emprendida.<br />

Es, en suma, en esta faceta de retaguardia, y no tanto en<br />

la guerrera, donde Chacón se movía con soltura, razón<br />

que explicaría la llamada que recibió el 7 de agosto de<br />

los soberanos para marchar a la Corte, donde ejercería<br />

de mayordomo mayor de Isabel I. En el frente le sustituiría<br />

el capitán don Juan Benavides, noble giennense de<br />

la casa de Jabalquinto y persona de toda confi anza de<br />

Chacón. Este militar verdaderamente llevó el peso de la<br />

contienda en el Adelantamiento, ejecutando las acciones<br />

de guerra con la total confi anza del linaje de las Tres<br />

Ortigas.<br />

Durante prácticamente toda la conquista, Chacón<br />

se mantuvo al lado de los Reyes Católicos, afi nando sus<br />

relaciones y acariciando el futuro estratégico de su clan<br />

en la zona oriental granadina. Es probable que nuestro<br />

noble personaje formase parte del ejército murciano que<br />

acompañó a Fernando el Católico el 10 de junio de 1488<br />

a la capitulación de Vera, siendo testigo de las negociaciones<br />

posteriores que condujeron a la capitulación de<br />

todo el frente oriental almeriense. Trascendental para la<br />

historia posterior del linaje fue la entrega poco tiempo<br />

después del sistema fortifi cado de Los Vélez, por obra de<br />

sus alcaides, los hermanos Alí y Mohamed Abduladín, así<br />

como del castillo de Cuevas. En su pupila se retendrían<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

PIEDRAS ARMERAS PARA<br />

UN LINAJE Y UN CASTILLO<br />

Valeriano Sánchez Ramos<br />

aquellas tierras que tanta guerra habían dado a su familia<br />

política en tiempos pasados, y aún en estas fechas, tal<br />

y como tendría ocasión de contarle su fi el Benavides.<br />

Nuestro noble cortesano acompañó a los monarcas<br />

en la toma de Baza, en 1489, y se mantuvo en el Real<br />

de Santa Fe como testigo en las transcendentales negociaciones<br />

con Boabdil para la rendición de Granada.<br />

Fue al término de las capitulaciones cuando los Reyes<br />

Católicos comenzaron a agradecer a la nobleza los favores<br />

que prestaron y, como era de esperar, don Juan<br />

Chacón fue uno de los agraciados con la concesión del<br />

señorío de Oria, que se entregó en 1493. Aquel año, y en<br />

su nombre, el capitán Benavides tomó posesión de esta<br />

jurisdicción.<br />

UN PUNTO DE PARTIDA: EL<br />

SEÑORÍO DE ORIA<br />

L a entrega de la villa Oria podría parecer insignifi -<br />

cante para el rango de tan destacado noble. Sin embargo,<br />

la poca actividad bélica de Chacón en la conquista<br />

tal vez hubiera agraviado a la nobleza, despertando recelos<br />

nada deseados con la Corona. Recelos, dicho sea de<br />

paso, que bien pudieran provenir de los propios Reyes<br />

Católicos, cautos a la hora de extender para un noble<br />

murciano un estado gemelo al otro lado de la frontera,<br />

tentáculo de tierra que sólo podía traer consigo un desmedido<br />

poder. Sea como fuere, lo cierto es que esta villa<br />

almeriense fue un logro para Chacón, dada su magnífi ca<br />

ubicación entre dos amplios espacios territoriales: las<br />

comarcas del Almanzora y de Los Vélez. En la mente de<br />

un aristócrata reeducado en la casa de las Tres Ortigas,<br />

sus mejores bazas se reducían dos: primero, la diplomacia,<br />

satisfecha con este punto esencial de apoyo para,<br />

llegada la ocasión -que llegaría-, desplegar toda su astucia.<br />

Y, segundo, si era preciso, las armas.<br />

33


Romance de Fajardo<br />

Jugando estaba el rey moro<br />

y aún al ajedrez un día,<br />

con aquese buen Fajardo<br />

con amor que le tenía.<br />

Fajardo jugaba a Lorca,<br />

y el rey moro, Almería.<br />

Jaque le dio con el roque<br />

el alférez le prendía.<br />

A grandes voces el moro:<br />

- La villa de Lorca es mía -<br />

34<br />

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<br />

Allí hablara Fajardo,<br />

bien oiréis lo que decía:<br />

- Calles, calles, señor rey,<br />

no toméis la tal porfía,<br />

que aunque me la ganases,<br />

ello no se te daría,<br />

caballeros tengo dentro<br />

que te la defenderían -<br />

Allí hablara el rey moro,<br />

bien oiréis lo que decía:<br />

- No juguemos más Fajardo<br />

ni tengamos más porfía,<br />

que sois tan buen caballero<br />

que todo el mundo os temía.


En la mente del adelantado mayor posiblemente estaba<br />

el acrecentar su patrimonio territorial en el reino<br />

granadino sin despertar demasiadas sospechas, constituyendo<br />

Oria el eje de su expansión. Su esposa, doña<br />

Luisa Fajardo, ya había fallecido en estas fechas; de<br />

manera que no logró ver consumado el sueño de su marido,<br />

aunque sí el futuro de su larga progenie. Mientras<br />

llegaba su momento, don Juan Chacón se comportaba<br />

como un noble más, casando a sus hijos con fi na vista y<br />

estableciendo lazos de relación de vital importancia. Pedro,<br />

su primogénito, sucedería en los estados históricos<br />

de los Fajardo, y con él tuvo especial atención, como más<br />

adelante tendremos ocasión de ver; Gonzalo constituiría<br />

una segunda gran rama familiar en tierras castellanas,<br />

al encabezar el señorío de Casarrubios del Monte y Arroyomolinos,<br />

las tierras patrimoniales de los Chacón. El<br />

resto de sus hijos los enlazó con magnífi cos partidos del<br />

momento, dentro de la bien defi nida política matrimonial<br />

de la casa. Lo que evidentemente no alcanzó a ver doña<br />

Luisa Fajardo fue el segundo matrimonio de su marido,<br />

realizado con una parienta, doña Inés Manrique de Lara.<br />

Perteneciente a la casa de los condes de Paredes de<br />

Nava, esta dama era camarera mayor de Isabel la Católica;<br />

de tal manera que no escogió mal su compañera,<br />

ya que por su cargo cortesano era pieza clave en la vida<br />

áulica en la que se movía el adelantado. Como no podía<br />

ser de otra forma, de este enlace nacerían dos hijas más<br />

que tendrían también su acomodo en la peculiar historia<br />

del linaje Fajardo.<br />

LOS PROLEGÓMENOS DE UN<br />

SUEÑO: CRECE EL SEÑORÍO<br />

Los espacios territoriales en los que Chacón puso<br />

sus ojos para extender su poder, y el de su descendencia,<br />

tuvieron un duro competidor por mor de la fi na<br />

política de los Reyes Católicos. En marzo de 1495 los<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

PIEDRAS ARMERAS PARA<br />

UN LINAJE Y UN CASTILLO<br />

Valeriano Sánchez Ramos<br />

Reyes Católicos entregaron en señorío al condestable de<br />

Navarra, don Luis de Beaumont, conde de Lerín, la comarca<br />

norteña de Los Vélez y la villa litoral de Cuevas;<br />

de manera que se redujo drásticamente el pretendido<br />

expansionismo del adelantado a la zona del Almanzora.<br />

Con una sincronía pasmosa, don Juan, entraba en conversaciones<br />

con don Pedro Manrique de Lara, duque de<br />

Nájera, aprovechando la relación parental que lo unía<br />

a su segunda esposa. Así, el 11 de mayo de aquel año<br />

le compraba por 800.000 maravedíes el estado que poseía<br />

en el valle fl uvial, compuesto por las villas de Albox,<br />

Arboleas, Albánchez y Benitagla. Nacía así un núcleo<br />

territorial bien consolidado que hacía de Chacón y su<br />

familia un poderoso clan del sector oriental granadino.<br />

Gran señor a caballo entre dos reinos, y aún con otro<br />

estado en Castilla, el adelantado mayor se prodigó en la<br />

Corte, donde su cargo palatino, al igual que el de su mujer,<br />

lo hacían infl uyente. Su primogénito, como no podía<br />

ser de otra forma, fue introducido como paje de Isabel<br />

la Católica, mostrándonos en todo su vigor el grado de<br />

imbricación del linaje en la vida cortesana. No es extraño<br />

que, cuando el 1 de julio de 1501 el conde de Lerín entregó<br />

parte de su estado a la Corona, volviese a resurgir<br />

el sueño de un gran estado granadino.<br />

Con un enorme territorio en sus manos, los Reyes<br />

Católicos estaban en disposición de poder tratar con don<br />

Juan Chacón una salida negociada para satisfacer intereses<br />

encontrados. Frente a las apetencias expansivas<br />

del adelantado mayor sobre todo el sector oriental granadino,<br />

los monarcas enarbolaban otra no menos importante<br />

por recuperar el afamado puerto de Cartagena. La<br />

idea era seria, mostrándose ambas partes cautelosas,<br />

un contexto donde se enmarcará la fi na política de trato,<br />

característica sobrada de la mentalidad renacentista que<br />

se respiraba en el ambiente. La fi nura de miras prolongó<br />

las arduas negociaciones que llevarían con el tiempo<br />

al canje del puerto murciano por las villas almerienses.<br />

Bien podría parecer que la balanza del trueque se incli-<br />

35


naba hacia la Corona, aunque no es menos cierto que las<br />

ventajas económicas de un señorío morisco tan grande<br />

no iban a la zaga. Aun con todo, Chacón se mantuvo cauto<br />

y resistente a perder la perla de su señorío...<br />

En el delicado trámite de las negociaciones con la<br />

monarquía, don Juan Chacón fallecería el 7 de julio de<br />

1503. Todo parece indicar que fue Isabel la Católica la<br />

que, en un ardid de astucia, requisó sus archivos y logró<br />

acelerar con su primogénito y heredero la fi rma del<br />

trueque. Así, pues, el 24 de julio de aquel año era don<br />

Pedro Fajardo, como heredero de este importante linaje<br />

murciano, quien acrecentaba las posesiones de su casa<br />

con la incorporación a su estado de la comarca de Los<br />

Vélez y las villas de Cuevas y Portilla. Este logro político<br />

compensaba en parte la pérdida particular de las villas<br />

de Albox, Arboleas, Albánchez y Benitagla, pues su progenitor<br />

deseó que las heredase su viuda y de las dos hijas<br />

que tuvo con ésta.<br />

UN SEÑOR DE ARMAS TOMAR<br />

Cuando en el verano de 1503 don Pedro Fajardo<br />

Chacón asumió la jefatura de la casa de las Tres<br />

Ortigas, no sólo recibió un importante legado sino también<br />

un sueño señorial en plena construcción. Nacido en<br />

1474, se educó en la Corte, donde fue, primero, paje de<br />

la reina y, más tarde, consejero real. Prototipo de hom-<br />

36<br />

Pedro Mártir de Anglería, gran humanista y fi gura<br />

señera en la historia de la cultura hispánica, fue el<br />

maestro que tanto infl uyó en el joven D. Pedro Fajardo,<br />

con quien mantuvo una prolífi ca correspondencia<br />

de más de 200 epístolas. Retrato incluido<br />

en le cuadro La Virgen de los Reyes Católicos, en el<br />

Museo del Prado.<br />

Frontispicio de las obras de Pedro Mártir de Anglería.<br />

Sevilla, 1511.<br />

bre renacentista nacido de la nueva política de los Reyes<br />

Católicos, aprendió con Pedro Mártir de Anglería, uno<br />

de los mayores humanistas de la época. Educado y refi<br />

nado, gustó de la lectura y de tertulias, razón por la<br />

que comenzó a formar su biblioteca. Además de iniciarse<br />

con las obras de su ilustre maestro, a éstas siguieron<br />

otras -como no podía ser de otra forma- de los teólogos<br />

clásicos (San Agustín, Tomás de Aquino…); de Historia,<br />

en las que no faltaba una crónica del reino de Granada;<br />

Geografía, donde se agolpaban mapas y crónicas, entre<br />

ellas la de Ptolomeo, la obra que usó Colón para su teoría<br />

del viaje a la India; y, cómo no, las imprescindibles obras<br />

jurídicas (Partidas de Alfonso X, Fuero Juzgo,…) que<br />

completarían la formación inicial un joven noble.<br />

Por su comportamiento y, sobre todo, por su pensamiento,<br />

Fajardo manifestaba con claridad el modelo<br />

de aristócrata -fresco y renovado- que, cual Doncel de<br />

Sigüenza, aparecía ante los ojos de la época. Como correspondía<br />

en la forja de un miembro de la alta nobleza,<br />

nuestro personaje eligió, como sus pasados, la guerra<br />

como medio de ascenso. Tras su ingreso en 1499 como<br />

comendador de Santiago en su tierra murciana, el hábito<br />

no tardó en hacer al monje, pues la cruz del hijo de<br />

Trueno marcada sobre su pecho es una premonición de<br />

su suerte. A principios de 1500 los mudéjares granadinos<br />

se alzaban en La Alpujarra, y esta contienda le daría<br />

la oportunidad de demostrar su valía. Cual caballero de<br />

la orden de Santiago Matamoros, no tardaría en hacer


Garcijofre<br />

Ea, soldados, ¿qué estáis mirando?<br />

Éste es Fajardo, a quien debéis las vidas,<br />

las honras, las haciendas y las sangres,<br />

Pues tanta le costáis cuanta habéis visto<br />

que ha derramado en tantas ocasiones<br />

El primer Fajardo,<br />

Lope de Vega, s. <strong>XV</strong>II<br />

El primitivo escudo de los Fajardo trazado en uno de los capiteles de la galería<br />

del patio.<br />

frente a los infi eles, y con ello manifestar su poder en<br />

tierras granadinas.<br />

El 23 de enero Almería solicitaba ayuda urgente al<br />

reino vecino y su padre, como adelantado mayor del reino<br />

de Murcia, delegó en nuestro personaje los laureles<br />

de la gloria. Rápidamente este caballero santiaguista salió<br />

de la capital murciana con milicias de Murcia, Lorca<br />

y Cartagena, cruzando su hueste la frontera nasrí para<br />

socorrer, en tiempo y hora, a la ciudad almeriense. Poco<br />

después, enterado del cerco de la fortaleza de Marchena,<br />

no dudó en internarse río Andarax arriba, ocupando<br />

en su cabalgada la villa de Alhama, batalla que fue<br />

sufi ciente para hacer huir a los rebeldes. Tras obtener<br />

presa y botín para sus hombres, volvió a Almería, donde<br />

fue aclamado como gran general. Su retorno a Murcia,<br />

cual huracán de guerra, se realizó robando y saqueando<br />

cuantos lugares mudéjares encontró en el camino. Con<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

PIEDRAS ARMERAS PARA<br />

UN LINAJE Y UN CASTILLO<br />

Valeriano Sánchez Ramos<br />

botín sufi ciente, también los murcianos vieron en él a<br />

un digno descendiente de los guerreros Fajardos y, como<br />

ellos, obtenía su primera prenda castrense de buen militar.<br />

Su valía castrense volvería a reforzarse poco tiempo<br />

después, cuando con tres ejércitos más aplastó progresivamente<br />

a los mudéjares de las sierras de Alhamilla,<br />

Filabres y Cabrera, levantados entre 1500 y 1501.<br />

En mentes tan analíticas como las de los Fajardos,<br />

el choque contra los mudéjares -ahora ya moriscos- les<br />

había hecho ver la fuente inagotable de recursos y poder<br />

que signifi caba estar ubicados en tan estratégico punto.<br />

La tozudez de los moriscos era la mejor garantía de que<br />

la política de los reyes de Castilla tendría que hilarse fi no<br />

y, cuando menos, los adelantados mayores todavía tenían<br />

mucho que decir. Bien para negociar con los dominados,<br />

bien para aplastarlos y, en todos los casos, para sacar<br />

de estos vasallos un buen botín. No cabe duda que por<br />

la cabeza de los hombres de las Tres Ortigas resonaba el<br />

viejo refrán castellano que recordaba cómo “quien tiene<br />

un moro tiene un tesoro”.<br />

LA INCOMODIDAD DE UN SEÑOR<br />

INTELIGENTE<br />

La primera incursión de don Pedro Fajardo, y por qué<br />

no intromisión, en los asuntos granadinos, despertó<br />

los recelos del linaje más poderoso de Granada, los Mendoza.<br />

Como capitanes generales del reino, consideraban<br />

los asuntos granadinos como de su exclusiva atención,<br />

pues, al igual que ellos, no tenían pensado perder el tesoro<br />

que signifi caba trabajar con el negocio del moro.<br />

Lejos de ser un elemento poco discreto, la participación<br />

en la revuelta mudéjar de Fajardo mostró la voracidad<br />

de intereses que su Casa desplegaba sobre el antiguo<br />

sultanato, así como su atrevida apuesta por conseguir lo<br />

que se proponía a cualquier costa. La variedad de mati-<br />

37


Aplastada la primera rebelión de 1500, la población mudéjar fue obligada a<br />

convertirse al cristianismo, llamados ahora “moriscos” o “cristianos nuevos”.<br />

Representación del masivo bautismo en el retablo mayor de la Capilla Real de<br />

Granada, trazado por F. Bigarny.<br />

38<br />

ces que enarbolaba el título de adelantados mayores de<br />

Murcia, permitió a la estirpe murciana usar y abusar<br />

de una interpretación laxa de las competencias inherentes<br />

al cargo, introduciéndose en un reino que se suponía<br />

que ya no era enemigo. Con un conocimiento hábil de la<br />

ley, las Partidas de Alfonso X que tan bién cuidaban los<br />

anaqueles de la biblioteca de los Fajardo, sus responsabilidades<br />

militares sirvieron de palanca para ganar fama<br />

y favor de la Corona en el reino de Granada. La hueste<br />

murciana de las Tres Ortigas cruzaban con estos fundamentos<br />

jurídicos una frontera que no era militar sino<br />

simplemente jurisdiccional. Sea como fuere esta cuestión<br />

sería el preliminar de una serie de encontronazos<br />

en la otra raya de la línea murciana con el poder de los<br />

marqueses de Mondéjar.<br />

El bautizo de armas contra los mudéjares favoreció a<br />

don Pedro Fajardo, quien entró -en todo el sentido de la<br />

palabra- con fuerza en la historia granadina. Se trataba<br />

de un personaje que igual cogía la pluma para escribir<br />

granados textos con refi nados latinismos, como alzaba<br />

la espada para luchar contra agarenos. Estos honores,<br />

propios de un hombre renacentista, permitieron que el<br />

heredero de la estirpe estuviera en condiciones para<br />

crear casa propia. Como no podía ser de otra forma, su<br />

madrastra fue pieza clave en la política nupcial. Dentro<br />

de la estrategia nupcial del linaje, el hijo de su marido<br />

terminaría enlazando con doña Magdalena Manrique de<br />

Lara y Acuña, hija del II conde de Paredes de Nava. Sólo<br />

quedaba, pues, que don Pedro se comportase como un<br />

miembro de su estamento, procreando la siguiente línea<br />

sucesoria de su clan y trabajando en las futuras alianzas<br />

de sangre que permitiesen acrecentar la estirpe.<br />

Al lado de las tareas propias de cualquier noble, don<br />

Pedro Fajardo desarrolló otras menos características de<br />

su estamento, pero sí privativas de su familia. Propia de<br />

su linaje era la fi na escuela diplomática que aprendió al<br />

lado de su padre, trabajando en las ambiguas aguas -ca-


prichosas y a veces peligrosas- de la Corte. En aquellos<br />

primeros años del siglo <strong>XV</strong>I estos varones concentraban<br />

su astucia en negociar con la Corona el trueque de Cartagena.<br />

Querían a cambio el jugoso señorío del pariente<br />

real, el condestable de Navarra, aquel que había devuelto<br />

al realengo y se anunciaba como un buen bocado territorial<br />

para ampliar el estado de los Fajardo. Es difícil<br />

averiguar quién engañó a quién, pues se trató de un juego<br />

de matices entre gente astuta. Cierto es que don Juan<br />

Chacón no cerró el trato -tal vez era lo que quería-, pues<br />

falleció el 7 de julio, y que a la Católica no le quedó más<br />

remedio que recurrir al engaño -quizás también fue lo<br />

que se pretendía-, para que don Pedro Fajardo fi nalmente<br />

aceptase el trueque el 11 de julio.<br />

UN CANJE HISTÓRICO: CARTAGENA<br />

POR LOS VÉLEZ<br />

Casi dos semanas después de cerrar el trato con la<br />

Corona, el 24 de julio de 1503, don Pedro Fajardo<br />

zanjó el asunto más importante que le legó su padre: el<br />

trueque de Cartagena por las villas velezanas y de Cuevas<br />

y Portilla, así como un juro perpetuo de 300.000<br />

maravedíes. El espacio de provisión -prácticamente sin<br />

límites de acción- que se abría permitía al noble grandecerse<br />

más fácilmente que en sus señoríos murcianos,<br />

cada vez con mayores límites a su infl uencia. Si todo ello<br />

no era poco, el ansiado puerto cartagenero era una prenda<br />

demasiado apetitosa como para augurase un futuro<br />

encontronazo -en modo alguno era deseado- con el creciente<br />

poder monárquico. Así pues, lejos de parecer un<br />

cambio desigual, en el fondo se trató de un fi no negocio<br />

que en el plano particular también tenía su sentido. En<br />

efecto, la pérdida territorial en el ámbito granadino de<br />

los lugares almanzorinos heredados por su madrastra,<br />

era compensada con las villas velezanas y cuevanas. Lo<br />

que realmente ocurrió fue que el don Pedro duplicó su<br />

estado y sus vasallos en el ámbito granadino.<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

PIEDRAS ARMERAS PARA<br />

UN LINAJE Y UN CASTILLO<br />

Valeriano Sánchez Ramos<br />

Filigranas pétreas en el interior de la famosa Capilla de los Vélez en la Catedral<br />

de Murcia, mandada levantar por D. Juan Chacón y continuada por su hijo,<br />

Pedro Fajardo Chacón.<br />

39


Territorio del Sureste español donde se implantaría el señorío de los Fajardo, a ambos lados de la raya que dividía los reinos de Murcia y Granada. Mapa incluido en<br />

Descripción de España y de las costas y puertos de su reino, de Pedro de Texeira (1634), reeditado por Felipe Pereda y Fernando Marías con el título El atlas del rey<br />

Planeta (Hondarribia, Nerea, 2002).<br />

En el estío de 1503 don Pedro Fajardo podía advertir en su fuero interno la satisfacción de un gran señor. Era presumible<br />

que, cual si de un condottiero italiano se tratase, se correspondiese con un plan propagandístico acorde a su<br />

rango. Su acariciado plan de prestigio se inició con los preliminares para la construcción en la catedral de Murcia de la<br />

capilla que debía albergar los restos de su padre recién fallecido. Poco después le llegaba otra remesa de mercedes por<br />

el cambio cartagenero; de manera que el 16 de octubre, al cargo de adelantado mayor sumaba más responsabilidades con<br />

la alcaidía y tenencia de los alcázares de Murcia, con 75.000 maravedíes de juro perpetuo. Es probable que por aquellas<br />

fechas de máximo esplendor por primera vez Fajardo pisase, junto a su esposa, tierra velezana.<br />

40


En aquella primera salida a su nuevo estado es posiblemente<br />

que la pareja señorial visitase la vieja alcazaba<br />

nasrí de Vélez Blanco, emblema del poder de su anterior<br />

propietario, un pariente de la casa real. Y es que la fortaleza<br />

musulmana rezumaba magnifi cencia y simbolismo,<br />

pues no en balde fue resistencia de guerreros notables,<br />

sus antaño contrincantes fronterizos, los Abduladines. No<br />

menos es de advertir que también esta fortifi cación había<br />

servido de alojamiento al último monarca granadino en<br />

sus años de destierro de la Alhambra, Boabdil. No extrañaría<br />

que aquella rutilante pareja de nobles murcianos<br />

buscase en este viejo solar constituir una residencia, al<br />

menos temporal, en donde emular la vida un sultán; cual<br />

podía considerarse en aquellas fechas don Pedro Fajardo,<br />

el nuevo rey del Sureste que bien podía considerarse.<br />

El poder de don Pedro Fajardo, no sólo era cuestión<br />

de exposición prestigiosa, si éste no se acompañaba de<br />

verdadera manifestación efectiva del mismo. No tardaría<br />

en dársele la ocasión, ya que aquel mismo año de<br />

1503 arrestaba a un ilustre caballero de Orihuela por<br />

enfrentarse al obispo cartagenero. Esta actitud, tachada<br />

por algunos de arrogante y despótica, despertó recelos<br />

sufi cientes como para que la propia Católica desterrase<br />

perpetuamente de Murcia al Adelantado. Quien tanto<br />

le dio también de un plumazo se lo quitó, hecho radical<br />

que sólo en un código de honores -lleno de afecto y desamor-<br />

puede entenderse tamaño castigo. La acción regia<br />

anulaba no sólo su poder como gobernador, sino que le<br />

prohibía cambiar de residencia sin permiso regio. Es<br />

probable que fuese entonces cuando don Pedro -junto a<br />

su esposa- pensase en acondicionar la alcazaba velezana<br />

que recientemente habían visitado, al fi n y al cabo se<br />

situaba a poca distancia del reino de Murcia. Desde ella<br />

se podría fácilmente atender a sus estados murcianos y<br />

no dejar de vista sus intereses en el reino. Es probable<br />

que en este periodo de inactividad pública, nuestro personaje<br />

pensase en constituir -como cabeza del clan de<br />

los Fajardos- una vivienda donde traer al mundo a su<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

PIEDRAS ARMERAS PARA<br />

UN LINAJE Y UN CASTILLO<br />

Valeriano Sánchez Ramos<br />

Imagen idealizada de la toma de la fortaleza de Vélez Blanco por ellas tropas<br />

cristiano castellanas en 1488, según aparece representada en la sillería baja<br />

del coro de la Catedral de Toledo, obra del maestro Rodrigo.<br />

familia, hasta ahora sin hijos. Por lo pronto, la casa de<br />

la Alfaguara comenzó a ampliarse, sin duda, el refugio<br />

perfecto de un guerrero meditabundo que necesitaba de<br />

las monterías para pensar mejor cuál sería su futuro.<br />

Los sueños del jefe de la casa de las Tres Ortigas<br />

eran poco propicios, ya que los Reyes Católicos, recelosos<br />

de la nobleza, tenían prohibida la construcción de<br />

castillos; muy al contrario, desmochaban por doquier<br />

cual construcción fortifi cada sospechosa de hacer sombra<br />

a su soberanía. En tales circunstancias la cordura<br />

debió de aconsejar a Fajardo ser prudente y evitar presentarse<br />

ante los soberanos como un montaraz señor.<br />

O se conformaba con el viejo edifi cio musulmán o con<br />

cualquiera de sus casas señoriales diseminadas por su<br />

extenso señorío. No obstante, su espera sería corta, ya<br />

que el 26 de noviembre de 1504 fallecía Isabel I, abrién-<br />

41


dose las puertas de la reconciliación con la realeza. En<br />

aquellas fechas, las Cortes de Toro daban el gobierno al<br />

rey Fernando hasta la llegada de su hija Juana, reina<br />

propietaria de Castilla. Cual si se tratase de un regalo<br />

de Navidad, el 20 de diciembre de aquel año llegaba el<br />

perdón del Católico para el Adelantado Mayor, con el encargo,<br />

además, de constituirse en el hombre fuerte del<br />

territorio que diera estabilidad a la sucesión regia.<br />

La festividad del nacimiento de Cristo de 1505 era<br />

también un renacer de don Pedro Fajardo, quien en los<br />

primeros días de aquel año, y bajo el amparo de la política<br />

fernandina, recobraba todo su brillo. Ufano, podía considerarse<br />

el noble con mayor infl uencia militar en el reino<br />

de Murcia, no sólo por sus responsabilidades, sino por el<br />

seguro que signifi caba tener el respaldo regio. Restituido<br />

en todos sus cargos y honores, sólo le quedaba continuar<br />

materializando los sueños de prestigio postergados por<br />

la coyuntura. Exultante, redoblaba su programa de prestigio<br />

y volvía a meditar en las posibles obras en el castillo<br />

velezano para que albergase su residencia. Sabía bien<br />

que las trabas regias sobre las construcciones castrales<br />

estaban salvadas con el apoyo del rey Fernando.<br />

LAS DELICADAS RELACIONES CON<br />

LA CORONA<br />

Escasamente don Pedro Fajardo frisaba los veintisiete<br />

años cuando en 1505 volvía a presentarse como<br />

el hombre más importante del Sureste. Tal alarde, desde<br />

luego, debía irritar a quienes en su momento consiguieron<br />

su destierro, especialmente a los oriolanos y a sus<br />

valedores, que, presumiblemente encabezados por don<br />

Diego López Pacheco, acariciaban con volver a eliminar<br />

su infl uencia. Pacheco, cuyo marquesado de Villena lo<br />

hacía ser el principal defensor del sur alicantino, veía<br />

cómo su área de infl uencia quedaba seriamente manipu-<br />

42<br />

lada por Fajardo. Estos recelos sin duda también venían<br />

aumentados por su cuñado, el conde de Tendilla -por matrimonio<br />

de éste último con doña Francisca Pacheco-,<br />

y que sumaba a su composición de lugar los rencores<br />

propios de los Mendoza por las ingerencias en el reino<br />

granadino.<br />

Si todo ello no era poco, la política nacional no era<br />

del todo clara en estos momentos, augurándose no<br />

buenos resultados para los hombres que apoyaban al<br />

gobernador de Castilla. La adscripción de Fajardo al<br />

bando fernandino lo hacía proclive a enemistarse con la<br />

nobleza castellana, preocupada por las ingerencias del<br />

rey de Aragón. A lo largo del primer semestre de 1505<br />

el marqués de Villena constituyó, junto a otros miembros<br />

del estamento privilegiado, una liga antifernandina<br />

que encabezó otro histórico enemigo de la casa Fajardo,<br />

don Juan Manuel, señor de Belmonte. Sea como fuere,<br />

la presión de este partido consiguió el 24 de septiembre<br />

de 1505 establecer en la Concordia de Salamanca que el<br />

Católico tuviera que compartir el gobierno con su hija y<br />

su yerno. Esta derrota política debió traerle a la mente<br />

de Fajardo aquel refrán que recordaba cómo cuando las<br />

barbas de tu vecino vieras remojar, habría que poner las<br />

suyas a remojar. Si El Católico había tenido que compartir<br />

el poder, ¿qué podía esperarse en el territorio surestino<br />

con tantos nobles pendientes de las acciones de Fajardo?<br />

Cauto, todavía guardaba un as sobre su manga...<br />

A pesar de la concordia regia, don Pedro albergaba<br />

la esperanza de mantener intacto su poder con la llegada<br />

de doña Juana, soberana a la que conocía desde<br />

cuando aún ésta era princesa. En la época en la que sus<br />

padres asistían como criados de La Católica, él mismo<br />

ejerció de paje con la reina Isabel y debió ser uno de los<br />

pequeños que estuvo cerca del entorno de la entonces<br />

infanta. Estaba convencido que sólo el encuentro con la<br />

reina propietaria de Castilla en la audiencia que diera


I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

PIEDRAS ARMERAS PARA<br />

UN LINAJE Y UN CASTILLO<br />

Valeriano Sánchez Ramos<br />

Doña Juana y D. Felipe, Reyes de Castilla.<br />

sería motivo sufi ciente para deshacer tamaño cúmulo de sinsentidos sobre él. No obstante, su sueño sólo duró unos<br />

pocos meses, pues en la primavera de 1506 don Juan Manuel y sus seguidores lograban noquear al partido fernandino<br />

en las Cortes de Valladolid. El 12 de julio este órgano representativo no sólo coronaba a Juana I y a Felipe I -acción que<br />

le permitió alejar a Fernando el Católico de Castilla-, sino que, casi a la vez, en los mentideros cortesanos comenzó a<br />

llamársele a la reina loca...<br />

La fatal incapacidad de la soberana suponía en la práctica el gobierno de Felipe I el Hermoso y del señor de Belmonte<br />

para los asuntos políticos hispanos. Y sabido era que Villena que detrás de don Juan Manuel estaba uno de sus principales<br />

seguidores: don Diego López Pacheco. No cabe duda que el marqués de Villena en modo alguno tenía afecto al adelantado<br />

mayor, y es probable que infl uyese de forma negativa sobre él, o cuando menos intentase recortar su poder, no sólo en su<br />

marquesado, sino también en Murcia. Cabe pensar que esta circunstancia no fuese sino un choque más de los notorios<br />

desencuentros entre ambos linajes por controlar políticamente el territorio y acaparar ciertos recursos económicos,<br />

como los alumbres de Mazarrón. Luchar contra un noble era una cosa, hacerlo contra un monarca era tener frente a sí<br />

a toda la nobleza, cuestiones demasiado fuertes como para no pensárselo dos veces.<br />

43


UN ALCÁZAR PARA UN NOBLE Y SU<br />

LINAJE<br />

Es verosímil pensar que en el estío de 1506 el adelantado<br />

visitase su estado velezano en busca de solaz,<br />

con la caza de su abundante reserva de la dehesa<br />

de la Alfaguara y sus amenos campos. En las soledades<br />

serranas, distraído en el arte de la guerra contra la naturaleza,<br />

la mente de este bien formado noble debió meditar<br />

sobre su vida. Don Pedro Fajardo tenía veintiocho<br />

años -edad madura para la época-, estaba casado, pero<br />

sin hijos, y su futuro políticamente era complicado. Tal<br />

vez debía rehacer su vida y esperar mejores tiempos…<br />

Cauto y hábil, el adelantado mayor quizás percibía<br />

una coyuntura turbia y aciaga, necesaria de afrontar retirándose<br />

de un ambiente político que bien podría conllevarle<br />

contingencias nada deseadas. Su salida de escena<br />

no sólo era metafórica sino cuestión física, quizás encontrando<br />

en su señorío velezano el lugar idóneo donde esperar<br />

épocas mejores. Aquel estado velezano podía darle<br />

entrenamiento en el arte de la guerra, desarrollando los<br />

ejercicios cinegéticos propios; leyendo sus obras preferidas<br />

en la tranquilidad y confort de un palacio hecho a<br />

su medida. Y, por qué no, buscar el futuro de su estirpe<br />

trayendo al mundo a su deseada descendencia. Quizás<br />

por ello, y al igual que el rey había conseguido deshacerse<br />

de la reina propietaria de Castilla, don Pedro inició el<br />

proceso de divorcio de su esposa, alegando la incapacidad<br />

de ésta para dar a luz a su progenie. Casi a la vez,<br />

como era lógico pensar, también comenzó su particular<br />

estudio genealógico de las posibles candidatas a llenar<br />

su lecho; a ocupar, en suma, un lugar destacado en la<br />

historia de los Fajardo.<br />

Vélez Blanco se presentaba ante los ojos del señor<br />

de la casa de las Tres Ortigas como el punto idóneo para<br />

erigir la que sería su residencia, un castillo que, pese a la<br />

44<br />

Las armas de D. Pedro Fajardo Chacón, constructor del castillo y orgullo de su<br />

estirpe, se repiten una y otra vez en sus muros.<br />

prohibición real de levantar este tipo de construcciones,<br />

se comenzaría a realizar en 1506. Estratégicamente la<br />

fortifi cación se ubicaba en el reino de Granada, tierra<br />

nueva con posibilidades; toda vez que alejada de las disputas<br />

generadas en las viejas tierras murcianas. Si todo<br />

ello no fuera poco, se encontraba lo sufi cientemente cercano<br />

a la jurisdicción murciana. En este reino mantenía<br />

enormes intereses, razón de más que la ubicación del<br />

edifi cio fuese la idónea para continuar ejerciendo sus<br />

infl uencias y responsabilidades. En la ambigüedad de<br />

un palacio que también era castillo, verdaderamente la<br />

obra debe tildarse de un alcázar propio de un rey, del<br />

soberano del territorio. No debe quedar en el olvido, en<br />

último lugar, un tema que en una mente nobiliaria como<br />

la suya, también martillearía en su pensamiento: el deseo<br />

de ver correr a su progenie por los corredores que<br />

diseñaba como nuevo hogar en el que soñar a su nueva<br />

familia.


Concesión del título de Marqués de los Vélez a favor de D. Pedro Fajardo en 1507.<br />

(Original en Archivo Ducal de Medina Sidonia).<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

PIEDRAS ARMERAS PARA<br />

UN LINAJE Y UN CASTILLO<br />

Valeriano Sánchez Ramos<br />

LA CORONA Y UN TÍTULO DE<br />

MARQUÉS<br />

Con los trabajos iniciados ya en Vélez Blanco,<br />

el 7 de febrero de 1507 le llegaba a don<br />

Pedro Fajardo su divorcio de doña Magdalena<br />

Manrique de Lara. Es probable que en aquellos<br />

días iniciase inmediatamente los preliminares<br />

dotales y económicos pertinentes para casar<br />

con una familia acorde a su sueño. Las negociaciones<br />

debieron realizarse mucho tiempo antes,<br />

siendo la elegida doña Mencía de la Cueva, hija<br />

del segundo conde de Alburquerque. Emparentaba,<br />

pues, con un linaje peculiar, ya que el abuelo<br />

de su esposa fue el gran privado del rey Enrique<br />

IV, don Beltrán de la Cueva, aquel a quien muchos<br />

consideraban el padre de doña Juan la Beltraneja,<br />

aquella princesa castellana que disputó<br />

el trono de Castilla y provocó una guerra civil en<br />

el reino. Acaso no podía entenderse esta alianza<br />

como una forma subliminal de protesta contra<br />

la actual realeza, o por el contrario se trataba<br />

de una estrategia por alinearse con la nobleza<br />

contraria al Hermoso.<br />

Puesto en marcha el mecanismo nupcial, y<br />

como preludio a los nuevos tiempos que llegaban,<br />

a fi nales del verano de aquel mismo año de<br />

1507 caía gravemente enfermo Felipe el Hermoso.<br />

Poco después, y ante la incapacidad de<br />

Juana I, el Rey Católico debería asumir de nuevo<br />

el gobierno castellano. Exultante, el adelantado<br />

mayor acude a Valencia con su tropa para escoltar<br />

a Burgos al rey don Fernando, quien iba<br />

ha hacerse cargo de la regencia. Era tiempo de<br />

reconstituir el partido fernandino y, como era<br />

de esperar, no tardarían en llegar los reconocimientos<br />

a don Pedro, entre ellos un título de<br />

45


Castilla. Posiblemente en reconocimiento de la protección<br />

dispensada al rey aragonés en su desplazamiento<br />

por tierras castellanas, don Pedro recibía el honor de<br />

ser investido Marqués de los Vélez, título concedido por<br />

el soberano el 12 de septiembre. Poco después, el día 25,<br />

moría el Hermoso, quedando asegurado el gobierno bajo<br />

la regencia del cardenal Cisneros. Con una sincronización<br />

prácticamente perfecta, el 24 de octubre de aquel<br />

año también concluían las obras de la capilla de los Fajardo<br />

en la catedral murciana, espacio que serviría de<br />

descanso para los miembros del linaje tras su muerte.<br />

Sólo quedaba que concluyese el lugar que los albergaría<br />

en vida…<br />

No cabe duda que el adelantado mayor sería el principal<br />

valedor en tierras murcianas para acometer la sucesión<br />

prevista en el testamento de La Católica. El honroso<br />

gesto que don Fernando el Católico hizo de concederle un<br />

título de Castilla, era el preludio de sus nuevas obligaciones,<br />

que no eran otras sino convertirse en el hombre con<br />

mayor poder del momento en su ámbito territorial. Casi<br />

como un buen augurio, el viento ahora soplaba de nuevo<br />

a favor de los Fajardo y, tras poner sus asuntos en orden,<br />

en 1508 el ya fl amante marqués de los Vélez casaba con<br />

su prometida. Como todos los recién casados de importancia,<br />

debieron recorrer de luna de miel sus estados; de<br />

manera que tuvieron tiempo de ver las impresionantes<br />

obras que se realizaban en Vélez Blanco. Dos años llevaba<br />

construyéndose el palacio, y en sus muros exteriores,<br />

como símbolo del futuro de su estirpe, campearían<br />

orgullosos los blasones de ambas casas nobiliarias. Se<br />

trataba, cual faro que ilumina una enorme extensión, del<br />

punto que marcaba el lugar de residencia de la familia<br />

más poderosa del Sureste, así como la residencia de la<br />

fi gura clave del momento.<br />

46<br />

El linaje de su segunda mujer, doña Mencía<br />

de la Cueva, también dejó su impronta<br />

en el lujoso alcázar de Fajardo.<br />

LA CASA DE LAS TRES ORTIGAS<br />

En los montes amenos velezanos el nuevo título<br />

nobiliario se entretuvo cazando en la Alfaguara y,<br />

ensimismado por sus vistas, leyó libros de arte y arquitectura,<br />

buscando quizás inspiración para las obras que<br />

con tanta ilusión se ejecutaban en el castillo. Especial<br />

interés mostraba por las publicaciones italianas, pues a<br />

don Pedro su formación clásica le hacía buscar el refi -<br />

nado gusto renacentista que llegaba de la península apenina:<br />

libros de pintura romana, los trabajos del maestro<br />

Sículo… Entre tanto, doña Mencía daba largos paseos<br />

por los campos velezanos con sus damas de compañía,<br />

asistía a la iglesia construida por don Luis de Beaumont<br />

y, como mujer religiosa que era, se afanaba en buscar<br />

las mejores piezas litúrgicas de plata sobredorada para<br />

la capilla que albergaría el castillo. Por supuesto quiso<br />

que quedara constancia de su interés, y por ello mandó<br />

labrar sus armas en cálices, patenas, frontales... No<br />

cabe duda que sus gustos iban a la zaga de los de su marido,<br />

y por ello no descuidó que los tapices que colgarían<br />

de las habitaciones más señaladas de la casa fuesen de<br />

Vista exterior e interior del castillo palacio de La Calahorra, mandado<br />

levantar por D. Rodrigo de Vivar y Mendoza, y que, probablemente, sirvió de<br />

modelo o acicate a D. Pedro Fajardo para introducir el estilo humanista en su<br />

alcázar velezano.


calidad. Deseó que estas piezas fuesen fl amencas, y, por<br />

supuesto, sobre temáticas del gusto de ambos: la guerra,<br />

como era el caso de la “destrucción de Troya”, o de refi -<br />

nado erotismo amoroso, como albergaba ella, manifi esto<br />

en los “Cupidos”…<br />

En aquellos apacibles días en los que no descuidaban<br />

las obras de su casa, ambos se divirtieron con granadas<br />

armonías orquestadas por divertidos músicos y<br />

danzantes. Posiblemente sus vasallos moriscos fueron<br />

requeridos en más de una ocasión, al fi n y al cabo la<br />

propia Iglesia aceptaba sus danzas nada menos que el<br />

Corpus. En un abrir y cerrar de ojos, Vélez Blanco, con<br />

el ir y venir de albañiles y maestros canteros, administradores,<br />

vendedores de objetos, hacedores de fi estas<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

PIEDRAS ARMERAS PARA<br />

UN LINAJE Y UN CASTILLO<br />

Valeriano Sánchez Ramos<br />

marquesales, etc, se había convertido en una verdadera<br />

corte. Una corte arrullada que brillaba cual faro en el<br />

mar del sureste, que se refl ejaba en la soleada montaña<br />

del Maimón, achicado por tanto esplendor.<br />

Con solaz por aquel tiempo, el matrimonio lució por<br />

su estado el recién encontrado enlace. Pasearon por la<br />

villa velezana y refrescaron sus calurosas salidas en la<br />

fuente del Marqués. Es probable que aquel manantial<br />

vivifi cador sellara su romance, y no dudaron en colocar<br />

en él un tablero de mármol decorado sobre sus cinco<br />

caños con las piezas armeras alternas de sus linajes.<br />

Aquellas placenteras paradas en la fuente no podían<br />

quedar en sólo símbolos, sino que se rubricaron con una<br />

bella inscripción latina: “quien bebe esta agua no la ol-<br />

47


vida jamás”. Cómo no recordar un lugar donde reposar<br />

en cuerpo y mente; donde holgar después de tantos trabajos,<br />

con placentera tranquilidad; donde abrirse a las<br />

ilusiones futuras…<br />

Tanta felicidad no podía olvidarse, sino perpetuarse.<br />

Los anhelos y esperanzas de los marqueses certeramente<br />

se cimentaron al año siguiente, en 1509, cuando nacía<br />

en el castillo de Vélez-Blanco su primogénito: don Luis<br />

Fajardo de la Cueva. Con este natalicio se daba continuidad<br />

a la estirpe y futuro a la casa de las Tres Ortigas,<br />

quien con este alumbramiento anunciaba con un tono<br />

especial la proyección de uno de los clanes más rancios.<br />

Había heredero y la casa tenía continuidad, todo lo que<br />

un noble podía hacer se había cumplido.<br />

En las salas que comenzaban a abrirse en el castillo<br />

velezano llegaban amas y nodrizas para el recién nacido<br />

y futuro marqués. Doña Mencía, con un ritmo más lento,<br />

comenzó a introducir damas que le hacían compañía en<br />

los quehaceres diarios de llevar un palacio; que le siguen<br />

en sus lecturas; que asisten a sus rezos y, en fi n, que le<br />

acompañan en su nueva vida. Don Pedro Fajardo continuaba<br />

preocupándose de las obras del castillo; introduce<br />

algunas piezas de artillería; comienza a depositar su ya<br />

nutrida biblioteca, en la que se apilan nuevos títulos de<br />

los clásicos griegos y romanos… y, por supuesto, busca<br />

nuevos diseños renacentistas en los que inspirar la decoración.<br />

Todo está por hacer, todo está por descubrir, todo<br />

está, en defi nitiva, por diseñar…<br />

En 1512 la pareja viaja por el altiplano granadino,<br />

quizás camino de la ciudad de la Alhambra, y se alojan<br />

en el castillo de la Calahorra. Don Rodrigo de Vivar y<br />

Mendoza era pariente de doña Mencía, y por aquellas fechas<br />

estaba construyéndose también un castillo-palacio<br />

que no le iba a la zaga a los que su estirpe levantaba en<br />

tierras de Guadalajara. El marqués del Cenete era hijo<br />

del gran cardenal Mendoza, uno de los mayores intro-<br />

48<br />

ductores del Renacimiento en la península y, como hijo<br />

de su padre, don Rodrigo siguió sus gustos y refi namientos.<br />

Don Pedro Fajardo y su esposa debieron quedar<br />

gratamente impresionados por los progresos de primoroso<br />

diseño que alcanzaban en esta obra. En una mente<br />

renacentista como la del marqués de los Vélez, su propósito<br />

fue superar al modelo, y no dudó en introducir aires<br />

italianos en su castillo velezano. Para algo valía haber<br />

leído a los clásicos y haber hecho acopio de libros sobre<br />

arte italiano.<br />

Con genio y velocidad, a partir de la visita a La Calahorra,<br />

el Marqués cambia el ritmo de la obra de su<br />

castillo. Sus alarifes moriscos habían levantado prácticamente<br />

el edifi cio, pero la decoración principal la confía<br />

a algún que otro escultor y arquitecto italiano. Es posible<br />

que la información de su buen hacer la tuviera de sus<br />

estados en el reino de Murcia, donde por entonces realizaban<br />

algunos trabajos. Junto a ellos llegaron canteros<br />

vizcaínos, excelentes artesanos que, sin duda, debían<br />

ejecutar los diseños de los que también es probable que<br />

fuese autor el propio don Pedro Fajardo. No en balde su<br />

biblioteca, bien pertrechada de volúmenes de exquisitas<br />

temáticas clásicas, debió ser su mejor fuente de inspiración.<br />

EL FORTALECIMIENTO DEL<br />

SEÑORÍO VELEZANO<br />

Dibujos de los planos de<br />

Oria y Albox en el Catastro<br />

de Ensenada a mediados<br />

del s. <strong>XV</strong>III.<br />

Conforme concluían los trabajos en la fortaleza de Vélez<br />

Blanco, el adelantado podía prestar atención en<br />

el fortalecimiento de su señorío. Durante 1511 el marqués<br />

trabajó en su despacho sobre los planes básicos<br />

para la mejora económica de sus rentas, y éstas pasaban<br />

por introducir vasallos, bien en Vélez Blanco y, especialmente,<br />

en la zona montuosa de María, a base de repartir<br />

tierras. Sus administradores entraban y salían del cas-


tillo llevando planos de las tierras; realizando relaciones<br />

contables; así como exponiendo sus criados más expertos<br />

los apeos y tasaciones de los nuevos predios. Todos<br />

se afanaban en plasmar la idea de su señor; de tal modo<br />

que a fi nales de año podía iniciarse un modelo repoblador<br />

que duraría varias décadas. No tardaron mucho en<br />

comenzar a llegar, cual río de oro, las primeras familias<br />

de Calasparra que, asentadas en la misma calle, terminarían<br />

por dar el nombre de su origen a la vía. Alguna<br />

tarde que otra desde lo alto de las almenas debió otear el<br />

bullicioso inicio de aquel asentamiento repoblador.<br />

Junto a la repoblación iniciada, a la mente del marqués<br />

también venían los recuerdos de su padre, quien<br />

deseaba constituir -siguiendo los antaño anhelos de los<br />

Fajardo- un estado fuerte en el reino de Granada. Los<br />

ojos de don Pedro se posaron en el valle del Almanzora,<br />

en donde los viejos anhelos del linaje desde antaño ya<br />

se fi jaron. El edifi cio levantado era evidente que exigía<br />

un señorío acorde, pues a nadie escapa que -debía pensar<br />

el adelantado- no hay don sin venticuatría. Con un<br />

unigénito a punto de adquirir la edad legal para ser un<br />

proyecto serio de futuro, había llegado el momento de<br />

hacer bueno el refrán castellano. Mientras, sus criados<br />

nuevamente estudiaron el territorio y contabilizaban el<br />

numerario que haría falta para cuando llegase el momento<br />

de actuar.<br />

Don Pedro debió intentar una opción de compra de<br />

algún señorío almanzorino, pero sus dueños no estaban<br />

por la labor. Fijó entonces su mente en las tierras de<br />

la altiplanicie, espacios por los que pasó un año antes<br />

camino de La Calahorra y también su cercanía al velezano<br />

los hacía interesantes. Huéscar fue la que estuvo<br />

en el punto de mira del Marqués, y la fecha era muy a<br />

propósito. En 1513 este estado fue entregado al duque<br />

de Alba no sin una fuerte resistencia de sus habitantes.<br />

Como buen conspirador, don Pedro Fajardo no tardaría<br />

en apoyar a los sediciosos. Desestabilizando la tierra era<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

PIEDRAS ARMERAS PARA<br />

UN LINAJE Y UN CASTILLO<br />

Valeriano Sánchez Ramos<br />

probable que los Toledo se desprendiesen del señorío;<br />

momento que podría aprovechar para adquirirlo, mucho<br />

más por tener de su parte a los vecinos. Su baza, sin embargo,<br />

no salió bien y, al cerrarse la puerta del altiplano,<br />

entre aquel año y el siguiente don Pedro volvió su vista<br />

al valle fl uvial…<br />

Gracias al parentesco de su esposa, el marqués inició<br />

negociaciones con varios familiares con estados cercanos<br />

al suyo. La primera operación de compra se realizó<br />

el 5 de octubre 1515 con el duque del Infantado, quien<br />

vendió por 2.500.000 maravedíes las villas de Cantoria<br />

y Partaloa. Aquel mismo año fi rmaba con su madrastra<br />

la adquisición de las villas que en su día fueron de su<br />

padre: Albox, Arboleas, Albánchez, Benitagla y Oria. Dª<br />

Inés Manrique de Lara necesitaba el dinero para casar a<br />

las hermanastras del marqués, accediendo fi nalmente a<br />

las ofertas de su hijastro. El 2 de noviembre este estado<br />

pasó a manos del adelantado mayor por 1.500.000 maravedíes<br />

y un juro de 250.000 maravedíes.<br />

Antes de concluir 1515 don Pedro Fajardo había invertido<br />

en la adquisición de nuevos espacios nada menos<br />

que 4 millones de maravedíes. Esta llamativa cifra se<br />

sumada a las ya desembolsadas en la construcción de<br />

su castillo, numerario que demostra la enorme ambición<br />

de este hombre. Un elemento signifi cativo del grado de<br />

satisfacción personal que por aquellas fechas respiraba<br />

el marqués, es la introducción de un elemento que colocó<br />

en su alcázar como símbolo del fortalecimiento de<br />

la casa de las Tres Ortigas: la poterna del castillo. Para<br />

comprender en todo su signifi cado la inclusión de esta<br />

pieza en la obra, es fundamental conocer la evolución de<br />

su familia, en especial el crecimiento de su pequeño.<br />

Como cualquier primogénito de linaje, el heredero de<br />

la casa Fajardo estaba a punto de cumplir los 6 años,<br />

momento en el que dejaría la etapa infantil y adquiriría<br />

la condición juvenil. Por tanto, la edad para que don Luis<br />

Dibujos de los planos de<br />

Benitagla y Arboleas en<br />

el Catastro de Ensenada<br />

a mediados del s. <strong>XV</strong>III.<br />

49


50<br />

Posesiones de los Fajardo en los reinos de Murcia<br />

y Granada entre los <strong>siglos</strong> <strong>XV</strong>I al <strong>XV</strong>III.<br />

Dibujo del plano de Cuevas de<br />

Vera o del Marqués en el Catastro<br />

de Ensenada a mediados<br />

del s. <strong>XV</strong>III.


Fajardo asistiese con su padre a algunos actos ofi ciales<br />

y, como tal, dejaría de ser un niño sino un heredero. Sería<br />

el instante en el que desaparecía el niño, dejando de<br />

usar amplios vestidos y sería reconocido como un hombrecito<br />

por enfundarse calzas y jubón. Don Pedro pensaba<br />

ya en el futuro de su estirpe, y por ello la poterna de<br />

25 quintales de bronce que mandó fundir aquel año de<br />

1515 para su hijo don Luis, es algo más que un símbolo.<br />

Orgulloso de su sangre, esta pieza llevaba las armas de<br />

los Fajardo, la cruz de Santiago y la leyenda latina que<br />

pedía a Dios que guardase siempre la entrada y la salida<br />

del primogénito del linaje.<br />

EL CASTILLO SE CORONA DE LUTO<br />

Coincidiendo con el cierre del círculo de intereses locales<br />

de don Pedro, y casi como si su historia estuviera<br />

unida a la del país, el año de 1516 se iniciaba con<br />

la muerte -el día 25 de enero- de Fernando el Católico. Al<br />

igual que hicieran cuando murió la soberana de Castilla,<br />

el adelantado mayor no tardó en usar su cargo para hacer<br />

en Murcia un gran despliegue militar que garantizase<br />

la correcta sucesión regia. Desde Vélez Blanco se desplazó<br />

a la capital murciana donde, una vez más, demostró<br />

quién era el hombre fuerte del momento. Sin embargo,<br />

la pérdida de su protector también le puso en guardia<br />

sobre los enormes intereses que se abrirían en la nobleza,<br />

siempre atenta a sacar partido de la situación. Él<br />

mismo hacía lo que podía, ya que volvía a introducir sus<br />

apetencias señoriales en el altiplano granadino. Como<br />

antes hiciera, su mano invisible -maquiavélica- repetía<br />

complicadas alianzas con los alterados vasallos del vecino<br />

señorío de Huéscar.<br />

Mientras urdía su plan oscense, en la Corte, el 23<br />

de enero de aquel 1516, se reconocía como nuevo gobernante<br />

al cardenal Cisneros, asegurándose don Pedro<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

PIEDRAS ARMERAS PARA<br />

UN LINAJE Y UN CASTILLO<br />

Valeriano Sánchez Ramos<br />

-por lo pronto- un periodo de estabilidad. Sin embargo,<br />

el regente conocía bien al marqués no sólo desde su época<br />

cortesana, sino cuando el clérigo estuvo en Granada<br />

y pudo ver al marqués actuar como general contra la<br />

revuelta mudéjar. Es por ello que no es de extrañar que,<br />

en febrero, Ximénez de Cisneros fuese quien le obligara<br />

a intervenir en el señorío de Huéscar para aplastar la revuelta<br />

señorial que él mismo había instigado. En paralelo<br />

con lo que estaba ocurriendo, el marqués también daba<br />

fi n a una etapa vital. Aquel año fi rmaba un contrato con<br />

un grupo de canteros para que realizasen las almenas<br />

del castillo.<br />

Fernando el Católico,<br />

bajo relieve de 1632,<br />

ubicado en el altar de<br />

la Capilla Real de la<br />

Catedral de Granada.<br />

51


El intransigente Francisco Jiménez de Cisneros, cardenal arzobispo de Toledo,<br />

según un fresco de Juan de Borgoña en la sala capitular de la Catedral de Toledo. D. Fadrique Álvarez de Toledo, duque de Alba, pintura de Chistopher Amberger.<br />

El inicio del remate de obra del alcázar velezano no<br />

sólo coincidía con el desarrollo político del momento,<br />

sino de la propia familia. Como si estas piedras tuvieran<br />

vida propia, al igual que expiraba la ejecución constructiva,<br />

la marquesa prácticamente marchitaba en salud.<br />

Doña Mencía de la Cueva testaría en 1517 y fallecería<br />

poco después. Dejaba viudo y un único hijo pequeño. Con<br />

un castillo llenó de terciopelos negros que taparon los<br />

alegres tapices fl amencos, las campanas velezanas tañeron<br />

a duelo y las misas y responsos resonaron por los<br />

templos de Los Vélez y el Almanzora. El señorío estaba<br />

de luto y el futuro de la casa de las Tres Ortigas pendía<br />

del estado de ánimo de don Pedro y del devenir de un<br />

niño de tan sólo nueve años.<br />

El hecho fatídico de la casa marquesal no era sino<br />

el preludio de una nueva época. Aquel mismo año luctuoso<br />

también abrían nuevas nubes en el horizonte: el<br />

día 19 de septiembre de 1517 arribaba a tierra española<br />

el nuevo rey, Carlos de Gante, un muchacho que habla<br />

alemán y que era custodiado por una corte de fl amencos.<br />

¿Sabría el adelantado mayor expresar al nuevo soberano<br />

su valía para con el territorio murciano-granadino? Los<br />

últimos meses de aquel año, al igual que 1518, se pasaron<br />

en asistir a los actos de Carlos I, en buscar el favor<br />

regio y, en fi n, en encontrar su hueco en la monarquía.<br />

Distante de la complicada Corte, donde el extranjero era<br />

un valor en alza, don Pedro Fajardo consiguió mantener<br />

su hegemonía territorial. Sus tierras, alejadas de los círculos<br />

de poder central y de los problemas inherentes, lo<br />

favorecían.<br />

52<br />

Asegurada su posición, Fajardo tenía la certidumbre<br />

de poder seguir desarrollando su proyecto. Así, en<br />

1519 volvía a favorecer nuevos disturbios en el señorío<br />

de Huéscar. No obstante, el contexto político generado<br />

por el emperador Carlos aconsejó una ralentización de<br />

sus actos. No era bueno hacerse demasiado visto, mucho<br />

más por cuanto los bandos regios comenzaban a constituirse.<br />

Y sabido era que quien obtendría el favor del<br />

rey lograría también el poder… Su intuición era la que<br />

valía, y así fue, el adelantado optó por hacerse fuerte en<br />

su castillo. Los lutos de rigor por su esposa habían terminado,<br />

y quizás una nueva boda con sus pormenores,<br />

llevarían su mente por otros derroteros. El nuevo enlace<br />

no sólo aumentaría su corta descendencia, sino que le<br />

traería una nueva red familiar con la que estar al tanto<br />

de los turbulentos movimientos nobiliarios.<br />

Como correspondía al cabeza de un linaje que hacía<br />

gala de carácter, don Pedro no tardó en enviar a sus<br />

criados para estudiar un nuevo enlace. El complicado<br />

trazado de alianzas y políticas matrimoniales -en los que,<br />

no cabe duda, los administradores cumplían un papel<br />

crucial- comenzó a realizarse en las salas del castillo, en<br />

donde el juego de números de la dote y arras eran papel<br />

principal. Las intervenciones en el señorío del altiplano<br />

ponían al adelantado mayor frente a la casa de Alba, y si<br />

bien le suponía problemas con los Álvarez de Toledo, su<br />

valentía también reforzaba su poder. Todo era poco para<br />

alcanzar prestigio, el código de honor que a machamartillo<br />

estaba genéticamente impregnado en la sangre de<br />

los Fajardo.


Finalizando 1519, el adelantado mayor se hacía su<br />

composición de lugar: aunque tenía un impresionante<br />

prestigio y un lucido castillo casi terminado, éste se encontraba<br />

vacío de vida. La situación nacional era complicada<br />

y tenía un pequeño a quien educar y promocionar.<br />

Era fuerte, así lo había demostrado, pero estaba sólo,<br />

sin una pareja a su lado en donde apoyarse. Sopesando<br />

todas las circunstancias, en la bondad y sosiego de su<br />

alcázar, quizás inspirado en los blasones que ya cubrían<br />

los paramentos del edifi cio, pensó llegado el momento de<br />

añadirle nuevas piedras armeras. En este contexto, el<br />

marqués de los Vélez reunía en su despacho a sus administradores,<br />

manifestándoles defi nitivamente su opción<br />

por una de las posibles candidatas: un miembro de la<br />

casa de Silva. Su hermano Gonzalo Chacón Fajardo, señor<br />

de Casarrubios del Monte, fue uno de los que más<br />

apostó por esta familia que bien conocía.<br />

LAS TURBULENCIAS DE LA DÉCADA<br />

DE LOS VEINTE<br />

En 1520, el I marqués de los Vélez casaba en terceras<br />

nupcias con doña Catalina de Silva, hija del conde<br />

de Cifuentes. El alcázar velezano estaba concluido y la<br />

pareja buscó en este lugar el espacio idóneo para formar<br />

su familia. Cual vida nueva, el edifi cio -hecho para mayor<br />

gloria de los Fajardo- se convertía físicamente en la<br />

casa de las Tres Ortigas. Quizás en el fuero interno del<br />

marqués, un niño que se educó en la corte de los Reyes<br />

Católicos, recordaría aquel viejo lema regio que “Tanto<br />

monta, monta tanto…<br />

Ilusionado, don Pedro campaba de nuevo a sus anchas<br />

por el amplio territorio velezano. Los años le habían<br />

hecho exigente, los canteros vascos le reclamaban aquel<br />

año de 1520 los salarios de los últimos remates. Quizás<br />

esperaba el momento de pagarles cuando esculpiesen<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

PIEDRAS ARMERAS PARA<br />

UN LINAJE Y UN CASTILLO<br />

Valeriano Sánchez Ramos<br />

El león rampante el frontal de la fuente de los Cinco Caños (Vélez Blanco), atributo<br />

heráldico de los Silva, por la tercera esposa de D. Pedro Fajardo, Catalina de Silva,<br />

hija del conde Cifuentes.<br />

las armas de la nueva marquesa. La labra decorativa<br />

de torres y murallas ya estaba terminada, y por ello<br />

estos blasones sólo podrían aparecer en los muros más<br />

altos. Sin embargo, y como era de esperar, don Pedro<br />

también quiso que las piedras armeras luciesen en la<br />

fuente de los cinco caños. Con tanto simbolismo para la<br />

casa Fajardo, el escudo de los Silvas no podía faltar en<br />

el manantial. Beber su agua era no olvidar jamás, y la<br />

memoria también era importante; de manera que el león<br />

rampante acompañó al de las las tres ortigas.<br />

La nueva marquesa se enfrascó en llevar su casa,<br />

su castillo. Las fi estas y su pequeña corte alegraron<br />

aquellos días que darían como fruto el embarazo de doña<br />

Catalina. Y casi como si una fase hubiese terminado, el<br />

contexto político retiraba al marqués de la vida familiar.<br />

La complicada situación recuperaba situaciones pasadas,<br />

cuando falleció la Católica. Sin embargo el adelantado<br />

mayor era un hombre con bastantes más años y<br />

con una lección bien aprendida. No obstante, el deseo de<br />

prosperidad para la nueva familia que formó quizás también<br />

lo hacía ambicioso. Tal vez los Silvas y su parentela,<br />

cercanos a la Corte, también lo aconsejaban así.<br />

La designación de altos cargos extranjeros y la marcha<br />

del rey provocaron en la nobleza un preocupante<br />

movimiento levantisco de consecuencias imprevisibles.<br />

Las banderías no tardaron en circular -bien a favor o en<br />

clara protesta contra la Corona -, y proliferaban comuneros<br />

en el reino de Castilla y agermanados en Aragón.<br />

Frente a la chimenea de su impresionante salón velezano,<br />

Fajardo maduró las posibilidades del momento. El<br />

adelantado mayor, como uno de los pilares básicos entre<br />

dos ámbitos territoriales, sabía que pronto tendría que<br />

pronunciarse. Seguramente entró en su biblioteca, leyó<br />

atentamente la legislación (El Fuero Juzgo y las Partidas)<br />

rebuscó las refl exiones de los clásicos (Aristóteles,<br />

Tácito, Virgilio,…) y se inspiró en las guerras de los romanos<br />

y las guerras civiles de César. Como obras muy<br />

53


interesantes y esclarecedoras debieron estar presentes<br />

la Historia de Florencia y la Historia de Francia, esta<br />

última en donde su admirado rey Fernando protagonizó<br />

algunos capítulos gloriosos de su afamada vida. Fajardo<br />

supo ver en las acciones de esta alta política los mismos<br />

hechos que luego inspirarían a Nícolo Maquiavelo<br />

su obra El Príncipe, en donde el protagonista también<br />

estaba el admirado rey Católico. En el crepitar de las<br />

ascuas de la chimenea, acariciando sus perros lebreles,<br />

Fajardo daba forma a su pensamiento.<br />

La caza y tiempos muertos, jugando al ajedrez con su<br />

alcaide y administradores, aquilataron defi nitivamente<br />

su mente. Don Pedro Fajardo fue entonces cuando creyó<br />

llegado el momento de hacer gala de la fi na diplomática,<br />

aquella que aprendió de su padre y que tanto admiró en<br />

el rey Católico. Entraría en el proceloso mundo político,<br />

pero de la mano del discurso bueno, del maquiavélico,<br />

aquel que imperaba sólo en los estadistas más experi-<br />

54<br />

Portada de El cortesano, de<br />

Baltasar de Castiglione, traducido<br />

por Juan de Boscán.<br />

mentados. Optó, cual condottiero italiano, por aplicar un<br />

doble plano contradictorio: la política local, basada en<br />

sus intereses particulares -por encima de cualquier señor,<br />

incluyendo en ello a la monarquía- y, de otra, la política<br />

nacional, defendiendo los intereses de la Corona.<br />

UN PLAN COMPLICADO PARA UN<br />

NOBLE ARRIESGADO<br />

Haciendo gala del refrán castellano de “a río revuelto,<br />

ganancia de pescadores”, el marqués de los Vélez<br />

ciñó, cual red de pescador, yelmo de penacho de plumas<br />

y montó en su caballo, convertido en barca pesquera.<br />

Era el momento de hacer faena en el proceloso mar de la<br />

complicada política que se iniciaba, y para ello escribió<br />

cartas y exigió a su red clientelar que se alinease junto<br />

a él. En agosto de 1520, cuando la comuna de Murcia<br />

se alzaba, en contra de gran parte de la oligarquía murciana,<br />

categóricamente se ponía a favor del emperador.<br />

Un rey agradecido no tardaba en alabar su gesto con la<br />

merced de la Grandeza de España. La monarquía había<br />

respondido y, por tanto, podía avanzar más en sus gestos.<br />

Mientras los acontecimientos tomaban negros nubarrones,<br />

la marquesa -alejada de cualquier peligro- seguía<br />

en el castillo un embarazo feliz. Su vida se resumía<br />

a la capilla, lecturas en la impresionante biblioteca marquesal,<br />

bordados en el mirador al lado de sus damas de<br />

compañía, las misas en el templo de Vélez Blanco, las<br />

obras pías…<br />

El verano de 1520 fue muy intenso, pues don Pedro<br />

Fajardo debió jugar rápidamente sus bazas para conseguir<br />

los objetivos propuestos. Así, mientras elevaba su<br />

lealtad a la Corona, e impedía el desarrollo comunero<br />

en Murcia, no escatimaba esfuerzos para apoyar a los


Detalle de una colección de libros en el s. <strong>XV</strong>I.<br />

Este caballero señalando el camino hacia delante, probablemente, se trate de<br />

una representación de D. Pedro Fajardo, procedente de los frisos en madera que<br />

decoraban el salón del Triunfo; hoy, en el Museo de Artes Decorativas de París.<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

PIEDRAS ARMERAS PARA<br />

UN LINAJE Y UN CASTILLO<br />

Valeriano Sánchez Ramos<br />

comuneros de Huéscar. Alzados contra el duque de Alba,<br />

éstos pidieron ayuda a los comuneros murcianos, cosa<br />

que Fajardo no impedía. Muy al contrario, los efectivos<br />

moriscos que concentraba de sus tierras de Los Vélez y<br />

el Almanzora, en vez de enviarlos para aplastar el movimiento<br />

oscense, los alejaba a tierras valencianas para<br />

luchar contra los agermanados.<br />

En el castillo de Vélez Blanco se concentró un ejército<br />

de unos 3.000 infantes que pronto marcharon sobre<br />

Orihuela. Esta población recordaba el destierro de don<br />

Pedro Fajardo y la Divina Providencia le ponía a sus pies<br />

la venganza. El 29 de agosto -acompañado del recién<br />

creado marqués de Elche- no sólo vencía a los insurrectos<br />

sino que saqueaba la ciudad. Poco después marchó<br />

sobre Valencia y repuso en su lugar al Virrey, volviendo a<br />

Murcia para colgar en su capilla de la catedral las banderas<br />

ganadas a los sublevados. Más allá de la advertencia<br />

a los comuneros que quisieran osar contradecir el<br />

poder real, el adelantado mayor en su fueron interno se<br />

había sacado la espina de su memoria y su honor quedaba<br />

completamente reparado ante la opinión pública.<br />

La actuación contra los valencianos no tardó en hacer<br />

efecto, y en 1521 presidía -como justicia mayor- la<br />

Comunidad de Murcia. Y aunque ello signifi caba controlar<br />

a los comuneros, demostrando su lealtad a la Corona,<br />

no menos cierto es que el marqués continuó alentando<br />

a la insurrección de Huéscar. Con sus estancias en el<br />

castillo de Vélez Blanco, acariciaba el día en que las alteraciones<br />

en el altiplano granadino terminasen por degradar<br />

la situación, tanto como para que la casa de Alba<br />

se desprendiese del incómodo señorío. Sería entonces el<br />

momento de dar el paso…<br />

Los planes de don Pedro Fajardo prácticamente se<br />

estaban cumpliendo. Y no era para menos, en este tiempo<br />

nacería su primer retoño, Juan Fajardo y Silva, el<br />

hermano que tanto deseó para su primogénito. Su alum-<br />

55


amiento se produjo en un año belicoso, coincidencia<br />

que estaba llamada a forjar su educación en el arte de<br />

la guerra. Como no podía ser menos en un hombre que<br />

tanto anheló una familia, la marquesa volvió a quedar<br />

embarazada, trayendo al mundo en los años siguientes<br />

una larga prole de nuevos Fajardos que alegrarían a don<br />

Pedro los sinsabores de la política.<br />

EL MARQUÉS DE LOS VÉLEZ Y SU<br />

DESTIERRO<br />

Las últimas acciones del marqués, además del ambiguo<br />

juego a nivel regio, tendrían en la política local<br />

también sus detractores. La intervención sobre el reino<br />

de Valencia, en especial en Orihuela, volvió a reavivar la<br />

enemistad con el de Villena, y no lo fue menos en el reino<br />

granadino, en donde la casa de Alba no podía perdonar<br />

la manipulación que Vélez ejercía sobre su señorío oscense.<br />

Si todo ello no era poco, la casa de Mendoza no se<br />

encontraba a la zaga, soliviantada por la ingerencia en<br />

los asuntos militares de su competencia. Eran enemigos<br />

demasiado poderosos que a la menor oportunidad buscarían<br />

el momento de empujar al gobernador a decidir<br />

en su contra…<br />

Los negros nubarrones sobre la casa de las Tres<br />

Ortigas no tardaron en producirse, ya que el concejo<br />

murciano -otro de los enemigos locales del marqués- sin<br />

ambages denunció al regente, el obispo de Tortosa, las<br />

maquiavélicas manipulaciones de Fajardo. Aquel año de<br />

1521 el marqués de los Vélez era desterrado de las tierras<br />

del Sureste. El jarro de agua fría que caía sobre el linaje,<br />

a semejanza de una tromba de verano, nuevamente<br />

repetía experiencia pasada. A diferencia de entonces, el<br />

perdón regio no llegaría, sino que tendría que ganárselo<br />

en un duro trabajo. El marqués buscó entonces el apoyo<br />

de su familia, los Chacones, al igual que la de su esposa,<br />

los Silvas, le darían cobertura en Castilla.<br />

56<br />

Detalle del muro exterior de la Capilla de los Vélez en el Catedral de Murcia,<br />

donde aprecia, una vez más, el escudo familiar y varios eslabones de la cadena<br />

pétrea que rodea el monumento.


Raudo, Fajardo tuvo que aprestar su salida. Los<br />

muebles y tapices tan esmeradamente buscados para<br />

sus salas se taparon con lonas, la capilla marquesal se<br />

cerró, se despidió a gran parte de la servidumbre, las<br />

salas del alcázar quedaron vacías, sin ruido… Los carros<br />

se agolpaban en torno al castillo, cargando los libros<br />

del marqués, sus ropas y enseres;… don Pedro se marchaba<br />

para Castilla y le acompañaba su esposa e hijos.<br />

Cuando llovía a don Pedro Fajardo también lo hacía en<br />

Vélez Blanco, localidad que veía tristemente perder la<br />

animada y bulliciosa corte marquesal. El pendón de los<br />

Fajardo pronto tuvo que bajarse de la torre del homenaje,<br />

y a partir de ahora ondearía el paño negro, como negras<br />

eran las nubes que encapotaban el cielo velezano…<br />

En su destierro, el marqués se refugió en sus libros y<br />

en su familia política. También en su hogar y su esposa,<br />

que le trajo nuevos vástagos que alegraron la vida: Diego,<br />

que, como segundón, sería llamado a la religión; Gonzalo<br />

-cuyo nombre recordaba al hermano del marqués, el<br />

II señor de Casarrubios- y que llegaría a ser el I marqués<br />

de San Leonardo; Francisca; un segundo Pedro, hijo con<br />

su mismo nombre; y muchas más niñas, María, Juana,<br />

Isabel, Ana, Clara, Catalina y Luisa. Una larga prole<br />

que no pudo nacer en el castillo en el que tanto empeño<br />

puso… Entre tanto, él y su primogénito se esforzaban<br />

en ganarse la confi anza del emperador, asistiendo a sus<br />

campañas en Alemania, Austria, Italia, África…<br />

EL CASTILLO VUELVE A LA <strong>VIDA</strong><br />

La principal baza del Marqués era ganar aliados fuertes<br />

para introducirse en el círculo regio. Para ello<br />

usó a su hijo, un niño en edad casadera que se convirtió<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

PIEDRAS ARMERAS PARA<br />

UN LINAJE Y UN CASTILLO<br />

Valeriano Sánchez Ramos<br />

en asunto principal. Tras largas negociaciones, el marqués<br />

logró cerrar un trato con la familia del Gran Capitán;<br />

de manera que en 1526 el heredero de los Fajardo<br />

casaba en Baena con doña Leonor Fernández de Córdoba<br />

y Zúñiga, hija del III marqués de Cabra. La joven pareja<br />

no quiso salir de tierras andaluzas, toda vez que don Luis<br />

deseaba llevar casa propia. Se alejaba así de la vida que<br />

por entonces se vivía en el domicilio del marqués, quien<br />

seguía procreando hijos con su tercera esposa.<br />

Don Luis Fajardo de la Cueva pondría su casa, como<br />

era de esperar, en el castillo de Vélez Blanco, desde<br />

donde controlaría el señorío y los movimientos políticos<br />

locales, teniendo buen recaudo de informar de todo a su<br />

padre. Allí nacería en 1530 su hijo primogénito, quien,<br />

como era de esperar, llevó el nombre de su abuelo, Pedro<br />

Fajardo y Fernández de Córdoba. Junto a éste tendría<br />

otros hijos: Luis -el segundo varón que llevaría su nombre-<br />

y dos hijas más: Mencía y Francisca Fajardo. Esta<br />

alianza defi nitivamente cerrada con la sangre abrió las<br />

puertas a la confi anza de los poderosos Córdobas, toda<br />

vez que el marqués de los Vélez continuaba en la corte<br />

trabajando en su favor. El perdón regio llegaría de la<br />

mano de una merced real dada el 16 de agosto de 1535,<br />

cuando el emperador concedió al primogénito de la casa<br />

de las Tres Ortigas el título de I marqués de Molina<br />

La noticia del nuevo título nobiliario debió recibirla<br />

don Luis Fajardo realizando una gran fi esta en el castillo.<br />

Dos marqueses eran entonces los que habían logrado<br />

imponerse en la política, tanto cortesana como local. El<br />

padre, el marqués de los Vélez, en la Corte trabajaba por<br />

su casa; al igual que su hijo y primogénito, el marqués de<br />

Molina, en Vélez Blanco organizaba el control en el Sureste.<br />

Pronto ambos marqueses podrían fundir su poder…<br />

57


EL CASTILLO: PRINCIPIO Y FIN DE UNA <strong>VIDA</strong><br />

fi nales de la década de 1530 don Pedro Fajardo sabía que pronto su hijo mayor le sucedería, por ello prolongó más<br />

A tiempo su destierro, en aras por conseguir amistades e infl uencias en la Corte. No cabe duda que todo era válido<br />

para obtener la confi anza de Carlos V, y mucho más el del futuro rey, el príncipe Felipe. Aprendiendo de sus errores, trató<br />

de ganar el favor regio; de modo que todo estuvo listo en 1542, año en el que el 22 de marzo la familia Fajardo volvía a<br />

sus tierras. Cual primavera, todo comenzó a fl orecer en la villa de Vélez Blanco, una corte para dos marqueses volvían a<br />

levantarse. El Maimón, altivo, con las luces de crepúsculo tomaba forma, al igual que el castillo elevación artifi cial que<br />

emulaba a su mole natural.<br />

58<br />

Ejecutoria de Carlos V a favor del cabildo de de Almería y fallado contra el marqués de los Vélez en 1536. Archivo<br />

de la Catedral de Almería.


En el castillo nuevamente ondeaba el pendón de los<br />

Fajardo. La casa de Alfaguara volvía a tener monteros y<br />

lebreles cazando con su señor. Las torres de las iglesias<br />

velezanas repiqueteaban en sus fi estas con mayor ahínco,<br />

pues la marquesa volvía con sus dádivas. Un verdadero<br />

ejército de criadas se afanaba por atender a cocinas,<br />

leñeras, cuerpo de casa,… Por si todo fuera poco, ayas y<br />

amas de cría atendían a una enorme prole de bulliciosos<br />

niños que correteaban por doquier. La biblioteca otra<br />

vez se reponía, ahora aumentada con más volúmenes,<br />

por supuesto con el bloque estrella de los clásicos latinos.<br />

El uso ya no sólo era del marqués, sino que sus hijos<br />

mayores -acompañados de preceptores- también buscaban<br />

el pensamiento entre sus hojas. Uno de ellos, Diego,<br />

afi cionado a los libros religiosos, encontraría su camino<br />

en la fe, ordenándose tiempo después como jesuita, la<br />

orden más intelectual del momento.<br />

Entre tanto, en el despacho del marqués se arremolinaban<br />

memoriales, cartas e informes sobre el reparto<br />

de secanos que ya duraba más de veinte años. Los balances<br />

económicos eran positivos, mucho más por cuanto el<br />

trato con sus vasallos moriscos hacía que éstos fuesen<br />

buenos pagadores. Junto a este superávit, el marqués<br />

también encontró problemas de primera índole. Uno de<br />

ellos era el marqués Mondéjar, su ya eterno enemigo,<br />

que descuidaba la defensa de su villa costera de Cuevas,<br />

y ello signifi caba mayor gasto para don Pedro y nuevos<br />

dolores de cabeza con los piratas berberiscos que asolaban<br />

el litoral. Otro, el obispo de Almería, quien le reclamaba<br />

una parte de los jugosos diezmos que se recaudaban<br />

en su señorío granadino. Por supuesto, las noticias<br />

de nuevos vasallos murcianos levantiscos con el poder<br />

que nuevamente ejercía sobre el reino de Murcia. Pero<br />

los Fajardos eran fuertes, podrían con todo…<br />

La sobrecarga de trabajo de don Pedro era sobrellevada<br />

por su hijo, don Luis, quien desde hacía ya tiempo<br />

ejercía prácticamente de marqués. En la gran mesa fa-<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

PIEDRAS ARMERAS PARA<br />

UN LINAJE Y UN CASTILLO<br />

Valeriano Sánchez Ramos<br />

Una de las puertas del alcázar se decoraba con el escudo de los Fajardo-Chacón<br />

protegido por dos leones alados.<br />

miliar, en el apacible tiempo de sobremesa y en las largas<br />

charlas de la chimenea, su heredero escuchó atento<br />

las historias de su padre. Junto a sus hijos departió sobre<br />

las conclusiones que sacaban a sus lecturas, y en fi n,<br />

aliviaban en parte los años de vejez del marqués. Sería<br />

en el verano, en fechas tan apacibles, cuando la vida de<br />

don Pedro Fajardo se escapó. Era el 19 de julio de 1546.<br />

Su cuerpo fue expuesto para su duelo en las salas del<br />

castillo, custodiado por los frisos renacentistas que relataban,<br />

cual palateneas, los Trabajos de Hércules y el<br />

Triunfo de César. Era el César del Sureste, el Hércules<br />

de los Vélez quien había muerto y se le daba responso<br />

en la primera capilla del señorío. En la torre el crespón<br />

negro acompañó el pendón de la familia y una procesión<br />

de velas estuvo al lado del marqués, vestido con hábito<br />

de Caballero de Santiago. El cortejo llegó hasta la iglesia<br />

del Hijo del Trueno, en Vélez Blanco, a la espera de ser<br />

trasladado a la catedral de Murcia, cosa que no llegó a<br />

ocurrir nunca.<br />

La muerte del I marqués de los Vélez fue un evento<br />

en sí mismo, pues dejaba de existir uno de los hombres<br />

que forjó la vida en el extremo oriental del reino de Granada.<br />

No fue una persona cualquiera, había sido astuta,<br />

polémica e importante en muchos avatares. Jugó fuerte<br />

e hizo fuerte a su casa. Vélez Blanco estuvo de luto, al<br />

igual que todo el señorío, pues la incertidumbre volvía a<br />

planear sobre la tierra. Poco tiempo después del entierro<br />

del marqués, su viuda, doña Catalina de Silva, junto a<br />

su larga prole, entraba en disputas con su hijastro por<br />

la herencia. Pronto las diferencias se hicieron notables,<br />

de tal modo que madre e hijos marcharon a tierras toledanas,<br />

desde donde mantendrían un enorme pleito con<br />

el II marqués de los Vélez. A la altura de 1546 el futuro<br />

del marquesado quedaba en manos de un hombre de 36<br />

años sin amparo de familia más que su razón. Entre los<br />

muros del castillo velezano nacía una nueva historia -<br />

incesante e impetuosa- que tenía por protagonistas a los<br />

Fajardo.<br />

59


60<br />

Detalle espectacular del interior de la Capilla de los Vélez en la Catedral de Murcia, lugar de enterramiento de la familia.


SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA<br />

ABELLÁN PÉREZ, J. y J. “Aportación de Murcia a la<br />

rebelión morisca de la Alpujarra almeriense: el cerco<br />

de Velefi que (octubre de 1500-enero de 1501)”,<br />

Cuadernos de Estudios Medievales, IV-V (1979), pp.<br />

27-39.<br />

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ZUELA, A. Títulos nobiliarios de Almería, Madrid,<br />

1982.<br />

ALCAINA FERNÁNDEZ, Pelayo.<br />

“La defensa del litoral frente a los ataques berberiscos<br />

por los dos primeros marqueses de los<br />

Vélez: D. Pedro y D. Luis”, Revista Velezana, 21<br />

(2002), pp. 33-56.<br />

“Un sueño frustrado: el mayorazgo velezano de los<br />

hijos de don Luis Fajardo, <strong>siglos</strong> <strong>XV</strong>I y <strong>XV</strong>II”, Revista<br />

Velezana, 23 (2004), PP. 61-66.<br />

DÍAZ LÓPEZ, J.P. “Huéscar, Orce, Galera y los Vélez<br />

en el siglo <strong>XV</strong>I: pleitos concejiles y enfrentamientos<br />

señoriales”, Revista Velezana, 22 (2003), pp. 19-44.<br />

FRANCO SILVA, Alfonso.<br />

“Los señoríos de los Fajardo entre el reino de<br />

Murcia y el obispado de Almería”, Murgetana, 89<br />

(1980), pp. 35-41<br />

“El patrimonio señorial de los adelantados de Murcia<br />

en la Baja Edad Media”, Gades, 7 (1981), pp.<br />

76-78<br />

“El Obispado de Almería tras su incorporación a<br />

la Corona de Castilla”, Cuadernos de Estudios Medievales,<br />

VI-VII (1981), pp. 79-95<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

PIEDRAS ARMERAS PARA<br />

UN LINAJE Y UN CASTILLO<br />

Valeriano Sánchez Ramos<br />

“La formación del señorío de los Vélez. Sus rentas<br />

y propiedades (1492-1549)”, Actas del I Coloquio<br />

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Córdoba, 1982, pp. 197-206<br />

El alumbre del reino de Murcia. Una historia de<br />

ambición, intrigas, riqueza y poder, Murcia, 1996.<br />

MARAÑÓN POSADILLO, Gregorio. Los tres Vélez.<br />

Una historia de todos los tiempos… Madrid, Espasa-<br />

Calpe, 1960.<br />

OWENS, J.B. Rebelión, monarquía y oligarquía murciana<br />

en la época de Carlos V, Murcia, 1980.<br />

PALANQUES AYÉN, Fernando. Historia de la villa de<br />

Vélez Rubio. Vélez Rubio, 1909.<br />

PÉREZ BOYERO, Enrique. Moriscos y cristianos en<br />

los señoríos del reino de Granada (1490-1568), Granada,<br />

1997.<br />

RUIZ GARCÍA, Alfonso. El castillo de Vélez Blanco<br />

(Almería). Vélez Rubio, 1999.<br />

RUZ MÁRQUEZ, J. L. “Los escudos de los Vélez”, Revista<br />

Velezana, 14 (1995), pp. 45-77.<br />

SÁNCHEZ RAMOS, Valeriano. El II marqués de los<br />

Vélez y la guerra contra los moriscos, 1568-1571,<br />

Almería, 2002.<br />

SORIA MESA, Enrique. Señores y oligarcas: los señoríos<br />

del reino de Granada en la Edad Moderna,<br />

Granada, 1997.<br />

TAPIA GARRIDO, José Ángel. Vélez Blanco, la villa<br />

señorial de los Fajardo. Vélez Blanco, 1959.<br />

TORRES FONTES, Juan. Don Pedro Fajardo. Adelantado<br />

Mayor del reino de Murcia, Murcia, 1953.<br />

61


62<br />

LAS PROPIEDADES DEL MARQUÉS<br />

Y VÉLEZ BLANCO A MEDIADOS DEL<br />

SIGLO <strong>XV</strong>I<br />

Dietmar Roth<br />

Licenciado en Historia<br />

Un día después de la muerte de don Pedro Fajardo, primer marqués de los Vélez,<br />

acaecida el 19 de julio de 1546, su hijo primogénito, don Luis Fajardo, habido<br />

de su matrimonio con Mencía de la Cueva, aceptó la herencia ante el alcalde<br />

mayor Juan García de Alcaraz. El segundo marqués ordenó confeccionar el<br />

correspondiente inventario post mortem de los bienes en todas las villas de su señorío. Lo<br />

mismo pidió el día siguiente don Rodrigo Fajardo, como tutor y curador de don Juan, don<br />

Gonzalo, don Pedro, doña María, doña Juana, doña Isabel, doña Francisca, doña Ana y doña<br />

Clara Fajardo, hijos de don Pedro Fajardo y su tercera esposa: Catalina de Silva. Junto<br />

con los anteriores, se personó el beneficiado Andrés López, como tutor y curador de doña<br />

Catalina y doña Luisa Fajardo, en cuyo nombre también comparecía Sebastián de Vergara.<br />

Seis días después comenzó el trabajo de una comisión compuesta por tres representantes<br />

legales de los interesados y el escribano Bartolomé Sánchez. Pero hubo discrepancias<br />

respecto a lo que deberían ser los bienes repartibles, en especial por algunos se aducía<br />

que se hallaban sujetos a mayorazgo. Por otro lado, también los herederos de doña Catalina<br />

de Silva querían conocer los bienes gananciales, pues consideraban que le correspondían<br />

la mitad de ellos 1 . Merced a esta ingente documentación 2 , podemos hoy conocer mejor<br />

tanto algunos de los elementos constructivos de la villa, parte del programa de obras de D.<br />

Pedro, la composición y funciones de la corte marquesal y, especialmente, el mobiliario,<br />

vestuario, ornamentos religiosos, biblioteca, enseres y objetos diversos que contenía el<br />

castillo a mediados del s. <strong>XV</strong>I.<br />

1 El polémico y discordante reparto de bienes del primer marqués y el caso de los acreedores fue estudiado por Pelayo Alcaina Fernández<br />

en “La herencia de D. Pedro Fajardo”; Revista Velezana, 13 (1994), pp. 7-16.<br />

2 Le agradezco al profesor Francisco Andújar Castillo, profesor titular de Historia Moderna de la Universidad de Almería, haberme<br />

indicado la existencia de este importante legajo. Igualmente se agradece la magnífi ca atención del personal del Archivo General de<br />

Simancas y, especialmente, de doña Isabel Aguirre, jefa de la sala de investigación.


I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

La Morería El Barrio Parroquia de Santiago San Luis<br />

PANORAMA DEL CASCO URBANO DE<br />

VÉLEZ BLANCO<br />

La comisión para la confección del inventario recorría<br />

una villa en la que coexistían dos comunidades<br />

diferenciadas: una amplia mayoría de moriscos, en 1546<br />

seguramente todavía más del 70 por ciento, y una minoría<br />

de cristianos viejos, los cuales se habían afi ncado en<br />

Vélez Blanco gracias a diversos incentivos del marqués.<br />

Entre fi nales de 1511 y septiembre de 1530 se habían<br />

instalado 125 vecinos con sus respectivas familias, es<br />

decir, unas 560 personas, en Vélez Blanco y su anejo de<br />

María. Los primeros contingentes procedían de Calasparra,<br />

por cuya razón se dio este nombre a una calle donde<br />

se asentaron estos pobladores, pero otros muchos venían<br />

del área de Molina de Aragón y de la zona limítrofe<br />

LAS PROPIEDADES DEL MARQUÉS<br />

Y VÉLEZ BLANCO A MEDIADOS DEL SIGLO <strong>XV</strong>I<br />

Dietmar Roth<br />

Vista aérea del castillo y el pueblo de Vélez Blanco, adaptado a las condiciones del solar y donde se distinguen la zona medieval<br />

de la Morería (inmediata al castillo), la parroquial de Santiago (en la Corredera), la zona de expansión cristiano-castellana y, al<br />

fondo, tras al barranco de las Fuentes, el Barrio y la iglesia y convento de San Luis.<br />

Mansión y escudo de los Falces, unas de las<br />

familias cristinas más poderosas de la villa en<br />

el s. <strong>XV</strong>I.<br />

entre las actuales provincias de Zaragoza y Guadalajara,<br />

especialmente de las localidades de Selas y Tovillos.<br />

Estos últimos se establecieron en la aldea de María, destacando<br />

por su actividad ganadera. Por los documentos<br />

relacionados con la repoblación de Felipe II sabemos que<br />

en Vélez Blanco vivían en 1568 unas 400 familias moriscas<br />

y unas 200 cristianas viejas, es decir unas 2.500<br />

personas, aparte de la población estante sin derecho de<br />

vecindad.<br />

Con la llegada de esta considerable cantidad de nuevos<br />

pobladores, Vélez Blanco cambió su aspecto urbanístico:<br />

debajo del castillo se extendía la Morería con sus<br />

estrechas y tortuosas calles, poblada por la comunidad<br />

morisca. Fuera del recinto amurallado de época nazarita,<br />

cuyo recorrido se puede seguir hoy en las actuales<br />

calles Infantas, Palacio y Calasparra, se estableció el<br />

63


“arrabal” que llegaba hasta la actual Corredera, calle poblada por las principales familias de la oligarquía local. Desde<br />

allí hacia levante se trazaron las rectas calles de Enmedio y de Abajo (en principio, llamada de los Solares), y la de San<br />

Agustín, que llevaba a la ermita del mismo nombre. Saliendo de la villa por la puerta de Caravaca, cruzando el barranco<br />

de las Fuentes, se encontraban los establecimientos de los ofi cios que precisaban grandes cantidades de agua corriente:<br />

la herrería, la cantarería, la tenería y un molino. A unos cien metros de la muralla se erigió la ermita de San Lázaro, en<br />

medio de un cementerio.<br />

Debajo de la casa de Juan de Venegas, encima de la calle Corredera, “que es en el arrabal de la dicha villa de Vélez“,<br />

al este de la calle principal, se encontraba la tazmía o tercia con dos bodegas, un lagar y un granero.<br />

Respecto al propio edifi cio del castillo, uno de los testigos interrogados en la confección del inventario, don Juan<br />

Manuel, tenía 79 años, de los cuales había vivido treinta con don Pedro Fajardo. Don Juan Manuel declaró que se acordaba<br />

muy bien “que la dicha casa y fortaleza de esta dicha villa donde vivió el dicho marqués don Pedro, y al presente<br />

Antigua vista, probablemente de fi nales del s. XIX,<br />

donde apreciamos el aspecto que presentaban los<br />

barrios de origen medieval del Arrabal (en primer<br />

término) y de la Morería (detrás).<br />

64<br />

Muro pétreo del primer recinto del castillo, aún<br />

sin rehabilitar y cuya función desconocemos.


vive el dicho marqués don Luis, la hizo y edifi có el dicho<br />

marqués don Pedro en su vida, según y como ahora está,<br />

que cuando este dicho testigo vino a vivir a casa del dicho<br />

marqués don Pedro ya el dicho marqués tenía hecho<br />

y edifi cado en la dicha fortaleza las murallas que están<br />

alrededor de la dicha fortaleza y la torre del homenaje,<br />

y que después que este testigo vino a casa del dicho<br />

marqués a vivir vio como el dicho marqués don Pedro<br />

acrecentó y subió más alta la dicha torre del homenaje”.<br />

Otro de los testigos precisó que “después de muerto el<br />

dicho marqués don Pedro se retejo el mirador de ciertas<br />

tejas vidriadas”.<br />

Mientras que los herederos consideraban los edifi -<br />

cios del patio bajo del castillo entraban en la herencia,<br />

los representantes de don Luis Fajardo -marqués de Molina-<br />

alegaban que “así mismo las caballerizas, cocina y<br />

aposento, que está encima de ello, es una torre grande<br />

que está dentro de la casa y fortaleza de esta villa y siendo,<br />

como es notorio, que esta villa y términos y fortaleza<br />

de ella son de la casa y mayorazgo de mi parte la dicha<br />

torre y casa”. Más interesante todavía era el argumento<br />

que se aducía sobre las caballerizas, cocina y aposentos<br />

que estaban “fuera de la casa que de la parte contraria<br />

dice que es fortaleza, la cual yo niego ser fortaleza porque<br />

no puede ninguna casa llamarse fortaleza si no son<br />

las que se hacen y edifi can por mandado y licencia de su<br />

magestad, cuanto mas que la cocina y caballerizas están<br />

fuera de la dicha casa”.<br />

Junto al castillo se encontraban un corral para gallinas,<br />

otro para leña y un palomar. También se hallaba<br />

en la fortaleza una campana para llamar a los veladores,<br />

aclarando el testigo Diego Riquelme de Avilés, de 74<br />

años, que “el dicho marqués don Pedro edifi có la fortaleza,<br />

que le preguntan, llamada casa, sobre peña y sobre<br />

argamasa vieja, según que al presente está, y al tiempo<br />

de su fi n y muerte dejó la dicha casa con la dicha campana<br />

como al presente está”.<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

LAS PROPIEDADES DEL MARQUÉS<br />

Y VÉLEZ BLANCO A MEDIADOS DEL SIGLO <strong>XV</strong>I<br />

Dietmar Roth<br />

Foto y dibujo de uno de los<br />

mutilados 4 escudos que<br />

aún perduran en el interior<br />

de la antigua y derruida<br />

iglesia de la Magdalena,<br />

junto al castillo.<br />

Al pie del castillo se levantaba la casa de la contaduría<br />

(en 1546 ocupaba el cargo Diego Maldonado), que un<br />

contador le había traspasado al marqués por las deudas<br />

acumuladas durante su gestión. La casa lindaba con la<br />

calle “que sale de la dicha villa a la dicha fortaleza” y<br />

con la casa de Diego Faura, alcaide desde noviembre de<br />

1511, quien mandó construir la capilla bautismal en la<br />

iglesia de la Magdalena, donde todavía se encuentran sus<br />

escudos. Allí estaban también la casa del administrador<br />

y las caballerizas para las acémilas, junto a la calle real<br />

y la iglesia de la Magdalena.<br />

Bajando del castillo al núcleo urbano, el marqués poseía<br />

“una casa, que es en la calle de la Corredera de la<br />

dicha villa, donde esta la cárcel pública de ella”. Junto a<br />

la actual calle Tercia había otra casa del marqués, en la<br />

cual vivía en 1546 el médico Juan Hernández, y en otra<br />

casa suya vivía el benefi ciado Marroquí. Otra casa de<br />

propiedad de don Pedro Fajardo estaba junto a los Cinco<br />

Caños.<br />

Junto al barranco de la Canastera, por donde baja el<br />

agua de la fuente de los Cinco Caños, estaba el tinte con<br />

dos grandes balsas y “una caldera grande incorporada<br />

en el suelo del dicho tinte”, lindando con la placeta de<br />

las Almenicas y el huerto del escribano Lope Sánchez.<br />

Para una mejor defensa de la zona de expansión de Vélez<br />

Blanco, don Pedro Fajardo mandó erigir “la pared y<br />

almenas que están junto al tinte” para proteger la parte<br />

urbanizada por los cristianos viejos, en la cual también<br />

existía un puente. En la otra orilla del barranco, entre<br />

los Cinco Caños y el tinte, había “una huerta que está<br />

junto a la dicha villa con ciertos árboles, que a [tiene]<br />

por linderos la dicha fuente de los Cinco Caños, por la<br />

una parte y, por la otra, la casa del peso de la harina de<br />

la dicha villa y, por otra parte, camino o calle que baja a<br />

Vélez el Ruvio”.<br />

65


Vista panorámica y detalle del gran embalse situado en la<br />

cabecera del sistema de la ribera de los Molinos, hoy en<br />

desuso y degradación progresiva.<br />

EL PROGRAMA DE OBRAS DE DON<br />

PEDRO FAJARDO<br />

Apenas realizado el forzado trueque por Cartagena,<br />

el primer marqués comenzó un amplio programa<br />

de obras en la actual comarca de los Vélez, tanto para<br />

resaltar el esplendor de su linaje, como para crear infraestructuras<br />

para la transformación de materias primas<br />

y, por consiguiente, percibir más ingresos.<br />

EN LA ACTUAL COMARCA DE LOS VÉLEZ<br />

En 1504 encargó la ampliación de la casa de la<br />

Alfahuara, obra iniciada por el conde de Lerín, don<br />

Luis de Beaumont, señor de los Vélez y Huéscar durante<br />

los años 1495 y 1503, que tenía su huerta, balsa y fuente<br />

con caño de hierro, con una torre, un nuevo piso con habitaciones,<br />

cocina, despensa, corral, caballerizas, horno<br />

y palomar. El primer Marqués trazó personalmente el<br />

plano para la casa en el pago de Lonchit de los Almizaraques,<br />

hoy llamado Hoya del Marqués, con sus caballerizas,<br />

pajar, fuente del Arbolya, una casa pequeña para<br />

monteros y un pozo “que dicen [es] de Pero Franco”, todo<br />

junto al camino de Volteruela (Puebla de don Fadrique).<br />

66<br />

La torre de la Alfaguara y la dehesa de María, tal y como las representó Tomás<br />

López y Vargas Machuca en el plano del reino de Granada en 1795.


En Vélez Rubio, donde don Pedro poseía el pozo de<br />

la Rambla y unas viñas junto a la entrada a villa desde<br />

Vélez Blanco, compró una vivienda del alcalde Juan de<br />

Soria, ampliando su antigua casa con caballerizas, corral,<br />

pajar y cocina. Restauró también el mesón de Vélez<br />

Rubio. En María mandó edifi car un molino y unos hornos<br />

de vidrio. Respecto a María declaró en 1547 el testigo<br />

Rodrigo de la Bastida que había visto “cierta piedra<br />

que estaba en el dicho lugar de María, cavo la iglesia, y la<br />

había traído allí Balero, benefi ciado, para una iglesia de<br />

allí, se gastó parte de la dicha piedra en otra iglesia que<br />

mando hacer el obispo”. Viviendo todavía doña Mencía<br />

de la Cueva, don Pedro Fajardo había ordenado la construcción<br />

de la venta de Chirivel con una casa de aposento,<br />

sus caballerizas, corral, pajar y huerta. La casa y<br />

los terrenos los había comprado al clérigo Jerónimo de<br />

Heredia, a Pedro Abad y a unos moriscos de Vélez Rubio.<br />

A indicación del marqués se abrieron también varios pozos<br />

en el término de Vélez Blanco.<br />

En la Ribera de Argan (o Argán) el primer marqués<br />

pretendía aprovechar al máximo los recursos naturales,<br />

empezando por el llamado molino de la Cabeza, el cual<br />

era en 1546 “un edifi cio de molino que el dicho marqués<br />

don Pedro comenzó a labrar, y está arriba de todo, junto<br />

con un estanque grande labrado”; es decir, la balsa de<br />

regulación que todavía hoy se conserva en estado ruinoso.<br />

El molino estaba emplazado estratégicamente junto<br />

al camino de Baza, “el cual dicho edifi cio de estanque y<br />

molino es muy bueno y costoso, y así mismo ciertos bancales<br />

que están alrededor del dicho edifi cio del estanque<br />

y molino que lindan con los dichos bancales, con bancal<br />

de Garçia Dalid, de la una parte, y, de la otra, Gavriel<br />

Pastor, y de la otra, Françisco Derdal, cristianos nuevos<br />

de moros todos”. Junto a este molino se situaba el batán<br />

“que está en el río de Argan, que tiene arrendado un<br />

hombre que dijo llamarse Perojuan Ramyrez, el cual dicho<br />

batán dice que afrenta con un molino de Juan Alcadi<br />

y con molino de Juan Pastor y con molino de Lauguete”.<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

LAS PROPIEDADES DEL MARQUÉS<br />

Y VÉLEZ BLANCO A MEDIADOS DEL SIGLO <strong>XV</strong>I<br />

Dietmar Roth<br />

Arco de sillares del acueducto del molino del Marqués, en la cabecera del sistema<br />

de artefactos hidráulicos que se extendía hasta la villa de Vélez Rubio.<br />

67


También de nueva construcción eran el molino de la Oliva<br />

y el molino Bermejo, en principio llamado de Argana,<br />

con un estanque cercano para la cría de truchas.<br />

EN VÉLEZ BLANCO<br />

Como centro administrativo y representativo de la<br />

corte marquesal, Vélez Blanco precisaba mucha más<br />

infraestructura que el propio castillo. Junto a la puerta<br />

principal de la muralla se instalaron los Cinco Caños,<br />

“porque antiguamente solía ser fuente”, cuya inscripción,<br />

Qui gustat hos latices non obliviscitur unquam,<br />

recordaba la célebre fuente de Lethe, vinculada con la<br />

inmortalidad. En correspondencia, junto a la puerta de<br />

Caravaca, se colocó el pilar de los caños de Caravaca.<br />

Otra obra costeada por el marqués fue la parroquia<br />

de Santiago, cuya construcción duró largo tiempo a<br />

causa del prolongado pleito entre el obispo de Almería<br />

y el marqués de los Vélez, quien empleó todos los argumentos<br />

posibles para evitar estos gastos. En 1547, los<br />

herederos de don Pedro querían saber qué fi nalidad te-<br />

68<br />

Fuente de los Cinco Caños (s. <strong>XV</strong>I):<br />

detalle del frontal donde se grabó<br />

la leyenda y se insertan los motivos<br />

heráldicos de Fajardo, Chacón, de la<br />

Cueva y Silva.<br />

nía “una obra que el dicho marqués empezó a hacer en la<br />

Corredera de esta villa con toda la piedra que está junto<br />

a ella labrada y por labrar para acabar la dicha obra”,<br />

resultando que “la dicha obra es una iglesia que allí se<br />

hace, la cual comenzó a hacer el obispo de Almería y el<br />

dicho marqués don Pedro la continuó por razón de fenecimiento<br />

de ciertos pleitos que entre ellos se trataban<br />

[...] y como es la dicha iglesia cosa sagrada y religiosa piden<br />

que se ponga en el inventario como herencia del dicho<br />

marqués”. A pesar del argumento de los costes, para<br />

la construcción de esta parroquia el marqués contrató a<br />

importantes maestros de obras, encabezados por Lope<br />

Sánchez Desturizaga, el cual no sólo era maestro de las<br />

obras del marqués, sino “maestro mayor de las obras del<br />

Emperador nuestro señor”; es decir, de Carlos V, contando<br />

entre sus colaboradores con los canteros vascos<br />

y navarros Juan de Lezcano, Pedro de Arama y Juanes<br />

de Zunzúnegui. Algunos de ellos habían trabajado en la<br />

construcción de los castillos de Cuevas y Vélez Blanco.<br />

La lentitud de la construcción se manifestó en que no se<br />

terminó la mayor parte de la obra hasta 1568, en tanto<br />

que la última parte de la torre se fi nalizó en 1590, bajo<br />

la dirección de Jerónimo de Urreta.<br />

Otra muestra de las tensas relaciones entre el marqués<br />

y el obispo de Almería fue la cuestión del reloj de<br />

la iglesia. El marqués había traído “la dicha campana<br />

del reloj a su costa, y que la trajo de Flandes la dicha<br />

campana, y la puso en una torre que está fuera de la dicha<br />

iglesia, que llaman la torre del Pozo, porque el obispo<br />

de Almería no pretendiese que era de la dicha iglesia,<br />

y después que el dicho marques murió, el marqués don<br />

Luis la hizo poner en la torre de la iglesia para reloj”. El<br />

mismo reloj era obra de un tal Miguel Francés, quien<br />

vivía “en la puerta de los Cinco Caños”. Seguramente era<br />

este maestro Miguel, relojero francés, a quien se le distribuyó<br />

una hacienda de población en 1574 al haberse<br />

expulsado a los moriscos, como a tantos otros servidores<br />

de la casa marquesal.


Inscripción cristina en la fachada de una de las viviendas de la villa de Vélez<br />

Blanco, en calle Calasparra.<br />

LA CORTE MARQUESAL<br />

Evidentemente, el castillo y sus alrededores eran la<br />

más nítida expresión del esplendor que el señor territorial<br />

quería conferir a sus extensos estados. En torno<br />

a este edifi cio se agrupaba una pequeña corte. Al servicio<br />

del marqués se encontraba personal administrativo,<br />

tal como un secretario, abogados, un tesorero (Juan Pérez<br />

de Berástegui), un contador (Melchor del Castillo),<br />

un ofi cial y otro personal de contaduría, un alcaide (Juan<br />

Helices Quiñonero, Agustín Osorio), un veedor (Rodrigo<br />

de la Bastida y su hijo Ginés, y Juan de Úbeda) y un capellán<br />

(Juan López, Nicolás Pérez, Alonso Marín, y Juan<br />

de Santonge). La extensas propiedades del secretario<br />

y contador Gaspar Hernández Camacho, sitas al oeste<br />

de Chirivel, darían el nombre a la actual pedanía de El<br />

Contador.<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

LAS PROPIEDADES DEL MARQUÉS<br />

Y VÉLEZ BLANCO A MEDIADOS DEL SIGLO <strong>XV</strong>I<br />

Dietmar Roth<br />

Para el funcionamiento de esa corte se precisaba<br />

también un caballerizo (Iñigo de Gaona), un aposentador<br />

mayor (Martín de Chaves), un camarero (Antonio de Herrera,<br />

Alonso del Mercado, Juan Pérez de Berástegui),<br />

un repostero de plata, un cazador (Alonso de Zamora),<br />

un cocinero (Pablo Real, más tarde, Juan Pérez), un<br />

botiller (Diego de Pelegrín) y su ayudante, un panadero<br />

(Balazate), un correo (Juan García), un portero (Nicolás<br />

de Benavente, después, Francisco de Cervantes), veladores<br />

de la fortaleza, lacayos y mozos de espuelas (Juan<br />

García, Pedro Fajardo). Para el entretenimiento de la<br />

corte y de sus invitados se contrataba a músicos, de los<br />

cuales conocemos algunos nombres de la época del segundo<br />

marqués, tales como el ministril Melchor Aparicio<br />

Malo, los trompetas Martín Carrillo, Pedro Francés y un<br />

tal “Gallardo”. Resumiendo, se puede constatar que entre<br />

70 y 100 personas formarían la corte marquesal y el<br />

personal dependiente de ella.<br />

Buena parte de los criados no vivían en la propia<br />

fortaleza, sino en casas del pueblo, aunque a veces reclamaron<br />

el derecho señorial de ser alojados en casas<br />

de los vecinos para poder alquilar sus propias casas y<br />

sacar así unos ingresos adicionales. Precisamente ésa<br />

fue una de las razones de la tensa relación entre la casa<br />

marquesal y los vecinos de Vélez Blanco, los cuales asistieron<br />

a lo largo de la primera mitad del siglo <strong>XV</strong>I a una<br />

constante apropiación de derechos comunales por parte<br />

del marqués 3 .<br />

Un elemento decorativo del castillo, que desapareció<br />

posteriormente, era un jardín para cuyo riego se empleó<br />

un complejo sistema de irrigación. El 30 de enero de<br />

1559, el segundo marqués, don Luis Fajardo, le concedió<br />

una licencia a maestre Gaspar Sánchez para cortar<br />

3 A este respecto véase el interesante trabajo “El arte de usurpar. Señores, moriscos y cristianos viejos en el marquesado de los Vélez,<br />

1567-1568”, escrito por Francisco Andújar Castillo y Manuel Barrios Aguilera, y publicado en Sharq al Andalus, 13 (1996), pp. 85-121.<br />

69


seis pinos en el Pinar del Rey, advirtiendo a los alcaldes<br />

ordinarios y caballeros de sierra que “maestre Gaspar<br />

Sánchez ha de hacer por cierto artifi cio en esta fortaleza<br />

de esta dicha villa para subir agua al jardín de ella, para<br />

que se riegue, y me ha dicho que para hacer las ruedas<br />

del dicho artifi cio a menester seis pinos, y me suplicó le<br />

diese licencia para cortarlos en el Pinar del Rey, e porque<br />

yo le doy la dicha licencia para que corte los dichos<br />

seis pinos en cualquier parte del dicho Pinar del Rey, con<br />

tanto no corte más de los dichos seis pinos so las penas<br />

de las ordenanzas que disponen cerca de la guarda e<br />

conservación del dicho Pinar del Rey”.<br />

Para el control de la reserva de caza en la Alfahuara<br />

se contaba con un casero en la torre, en tanto que la<br />

vigilancia de los términos municipales de Vélez Blanco<br />

y Vélez Rubio dependían del sobreguarda mayor y de los<br />

caballeros de sierra. La gran afi ción cinegética de don<br />

Pedro Fajardo se manifi esta en el inventario de los perros<br />

de la montería. Un tal Ginés, criado del montero<br />

mayor Alonso Ruiz, declaró “un perro lebrel negro que<br />

se llama Tura, otro perro mastín que se llama Gavylan,<br />

otro perro que se llama Amadis, otro perro sabueso que<br />

se llama Mahomica, otro perro perneador que se llama<br />

Panizo y otro perneador que se llama Ramoça”. A cargo<br />

del cazador Francisco Romano estaban las aves rapaces,<br />

tales como los halcones y un buho grande.<br />

Otros servicios para la corte se prestaban en domicilios<br />

particulares. En 1546, la comisión que se encargaba<br />

de confeccionar el inventario se desplazó hasta la casa<br />

de Catalina Martínez, la cual vivía en otra casa del marqués<br />

y se encargaba de lavar la ropa de la pequeña corte.<br />

Contaba para su ofi cio con “una caldera grande, otra un<br />

poco menor, otra caldera menor trayda vieja, un caldero<br />

pequeño roto, un gamellon [pila] grande, otro gamellon<br />

viejo sin cabecho y unas trébedes grandes viejas”.<br />

En la casa del cerero Pedro Laso se encontraron<br />

“una paila grande de cobre, otra paila mediana de cobre,<br />

70<br />

dos cazos de cobre, dos arcos, uno grande y uno mediano,<br />

dos bancos y una tabla de aplanar y una aplanadera”.<br />

Respecto a la cera, el testigo Alonso de Mondéjar manifestó<br />

que “estando el dicho marqués don Pedro malo en<br />

la cama del mal que murió, Medina, su contador, envió a<br />

este declarante cuatro arrobas y libra y media o media<br />

libra de cera para que la labrase de hachas y velas para<br />

el dicho marqués don Pedro; y este testigo las labró como<br />

cerero que era del dicho marqués don Pedro; y en este<br />

tiempo murió el dicho marqués; y este testigo se tenía<br />

toda la dicha cera en su casa labrada, y estando el cuerpo<br />

del dicho marqués don Pedro después de muerto en<br />

la fortaleza de esta dicha villa, donde murió, como no te-


nían cera labrada, envió Sebastián de Vergara, camarero<br />

del dicho marqués don Pedro, a que diese este testigo la<br />

dicha cera para que ardiese las hachas donde estaba el<br />

cuerpo y las velas para servicio de la casa [...] este testigo<br />

labró luego en la semana que el dicho marqués murió<br />

otra, semana adelante se gastó todo mientras el cuerpo<br />

estuvo en esta dicha villa, que fue dos días y una noche,<br />

y en llevarle a Lorca y a Murcia y enterrar”.<br />

Fuera del recinto amurallado estaban los dos hornos,<br />

uno de ellos situado “en una vana”, y que se conserva<br />

todavía en la actual calle Noviciado, lindando en 1546<br />

con casas del bachiller Vitoria. En aquel año estaba re-<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

LAS PROPIEDADES DEL MARQUÉS<br />

Y VÉLEZ BLANCO A MEDIADOS DEL SIGLO <strong>XV</strong>I<br />

Dietmar Roth<br />

La cruz en la entrada lateral del templo parroquial del señor Santiago de Vélez Blanco.<br />

Antigua rejería velezana con símbolo cristiano en su remate.<br />

Detalle de carpinterías y herrajes del Antiguo Régimen.<br />

gentado por el hornero Hernando Bruguera. En la panadería,<br />

Diego Marín les enseñó su inventario: una artesa<br />

grande, dos henidores, una pesa de piedra con la cual<br />

pesaba el pan y “no tiene cedazos porque no han dado<br />

dinero para ello este año, y cada año le dan para ellos<br />

veinte reales”. La mujer de Juan Santander era la panadera<br />

para la despensa del marqués, declarando que<br />

tenía para amasar el pan “un amasador de tablas, juntas<br />

hechas artesa [...], y declaró que tiene en la villa de las<br />

Cuevas otro amasador viejo de la forma del de suso y un<br />

tablero viejo que no se sirve de él”.<br />

La comisión llegó a la casa de la enfermería, donde la<br />

enfermera Catalina Ruiz, mujer de Diego de Montoya, les<br />

enseñó los muebles y ropa de hogar: “cuatro colchones<br />

de angeo viejo llenos de lana; ocho sábanas, las seis de<br />

angeo y las dos de lino delgado traydas; tres fraçadas pequeñas<br />

a medio traher; cuatro almohadas blancas con su<br />

lana traydas y otra almohada blanca vacía; dos camas de<br />

tablas de bancos y tablas, una con seis tablas y la otra,<br />

cinco; y una de ellas dijo que está en las Cuevas al cargo<br />

de su marido; dos pares de manteles de angeo nuevos;<br />

una melezina y un orinal”.<br />

71


La próxima parada fue la “Posada de los Frailes”,<br />

regentada por la viuda de Juan Martínez, la cual enseñó<br />

los escasos haberes: “un colchón de angeo lleno de lana<br />

traydo, una manta fraçada trayda y cuatro almohadas<br />

blancas viejas llenas de lana”. A petición de la comisión,<br />

el alcalde Juan de Yepes le ordenó a la viuda de “que durante<br />

el tiempo que tuviere a su cargo la dicha ropa, que<br />

se da de limosna a los frailes, no acoja en su casa a otra<br />

persona alguna, y los dichos frailes para lo que tiene la<br />

dicha posada, so pena de cinco mil maravedíes”.<br />

A continuación la comisión llegó a la acemilería mayor,<br />

“fortaleza la cual está en laderizo, junto a la iglesia”,<br />

a cargo del aposentador y acemilero mayor Juan Marco,<br />

donde se encontraban “diez sillones de las cinco literas<br />

con todos los aparejos para poder caminar y con sus frenos<br />

y todo lo [que] a ello perteneciente”, diez albardas,<br />

72<br />

Exterior de la Capilla de los Vélez en la Catedral de Murcia, según un<br />

grabado romántico del s. XIX.<br />

Moneda hallada en el alcázar velezano.<br />

correones; estacas, hebillas y horquillas de hierro; cepillos,<br />

hachas, “dos llaves y un botador para las literas,<br />

cuatro hebillas de hierro y un cordón de seda amarilla<br />

de dos brazas y media, otro herramental de cuero negro<br />

traydo, un cuero para el suelo de la litera blanco, dos<br />

cordovanes para corredizas de la litera, una almohada<br />

de cuero, una cortina de grana para la litera y botones de<br />

seda de grana, otro cortinaje de albornoz para la litera,<br />

unas tablas de cabalgar guarnecidas de paño prieto para<br />

mujeres y cuatro anillos de cuero dobles para los mástiles<br />

de la litera”. Junto a la acemilería había “una acera<br />

de casas en que hay tres puertas y tres cuerpos de casas<br />

que son un pajar y una caballeriza y una casa en que vive<br />

Juan Marco, aposentador del dicho marqués, de donde<br />

empieza la dicha acera que a [tiene] por linderos, por<br />

parte del levante, la calle pública que sube de la dicha<br />

villa a la dicha fortaleza y, por la otra parte de detrás, la<br />

dicha calle pública”.


Armas del D. Pedro Fajardo Chacón en la torre del homenaje. Copia del original.<br />

EL INVENTARIO DEL CASTILLO<br />

(1546)<br />

La distribución de las dependencias, salas y habitaciones<br />

del castillo se puede conocer gracias a un informe<br />

redactado durante la visita que el sexto marqués,<br />

don Fernando Joaquín, realizó el 4 de noviembre de<br />

1657 y que aparece publicado en otra colaboración del<br />

presente libro. Tampoco abordamos la división funcional,<br />

el concepto arquitectónico e intención ideológica del<br />

propio edifi cio, temática propia de otro capítulo de este<br />

mismo libro a cargo de Alfonso Ruiz García, uno de sus<br />

mejores conocedores del monumento. Sin embargo, a<br />

partir de las fuentes que disponemos, sí podemos hacer<br />

una profunda introspección en el mobiliario del alcázar<br />

palacio al fallecimiento de su fundador: D. Pedro Fajardo<br />

Chacón. El 24 de septiembre de 1546 la comisión y el alcalde<br />

ordinario, Ginés Guillén, comenzaron una labor de<br />

varias semanas para inventariar en el propio castillo. La<br />

extensa relación transmite la sensación que el castillo de<br />

Vélez Blanco estaba repleto de objetos.<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

LAS PROPIEDADES DEL MARQUÉS<br />

Y VÉLEZ BLANCO A MEDIADOS DEL SIGLO <strong>XV</strong>I<br />

Dietmar Roth<br />

ORNAMENTOS RELIGIOSOS<br />

El día 3 de octubre, Andrés López, mozo de la capilla,<br />

enseñó los bienes custodiados en la capilla de don<br />

Pedro Fajardo. En un arca encerada había una cruz de<br />

plata sobredorada con un crucifi jo de pie en una caja, un<br />

cáliz de plata sobredorado con su patena, un portapaz de<br />

plata sobredorada con una imagen de la quinta angustia,<br />

dos candeleros de plata dorados, dos vinajeras de plata<br />

con sus tapadores en parte dorados, un plato mediano<br />

de plata sobredorado, un hostiario de plata con su tapador<br />

en su caja, una campanilla de plata sobredorada,<br />

teniendo todas las piezas de plata el escudo de la familia<br />

de la Cueva. En la capilla se encontraban además: “una<br />

ara y unos corporales y una palia y una cruz labrada de<br />

seda naranjada, una capillica para el cáliz, una tabla de<br />

las palabras de la consagración, un misal guarnecido de<br />

terciopelo negro, una imagen con sus dos puertas con un<br />

crucifi jo en medio y el Nacimiento y Resurrección con su<br />

funda y caja de madera, un frontal negro con una cruz<br />

de raso carmesí, una sabana para altar con una cinta<br />

negra, una casulla de terciopelo negro la cenefa de raso<br />

carmesí, una alba con sus faldones y cuestas de terciopelo<br />

negro, una estola y un manípulo de terciopelo negro,<br />

un cinto de hilo blanco, un paño de paz con una trena de<br />

seda de grana, un paño de vanquillo con una trena de<br />

grana, un paño de manos con una trena de seda blanca<br />

y grana, dos paños blancos de Ruan para los candeleros,<br />

tres purifi cadores de Ruan y una alfombra”.<br />

En otra arca había “un frontal de brocado pardo de<br />

tres altos enforrado en bocaran colorado y una frisilla en<br />

medio suelta, una casulla de brocado pardo de tres altos<br />

con cenefa de brocado carmesí de cuatro altos, una estola<br />

y manípulo de brocado de tres altos, una alba de Ruan<br />

con sus faldones y vuelta de mangas de brocado carmesí<br />

que parece de tres altos, un amico con una tira de brocado<br />

raso, una sabana de altar de Olanda con una franja de<br />

oro, un frontal de raso carmesí morado con sus caídas de<br />

73


lo mismo con colgaduras y franjas de seda naranjadas,<br />

una casulla de raso carmesí morado con una cinta de<br />

terciopelo anaranjado, unos manteles con una cinta de<br />

raso morado, una alba de Ruan con sus faldones de raso<br />

carmesí morado, una estola de raso carmesí, una alba<br />

de Ruan nueva con su amico, un amico con su guarnición<br />

de raso carmesí, un frontal de terciopelo anaranjado con<br />

su caída y fl ocadura de seda leonada y una cruz de raso<br />

carmesí, unos manteles con una cinta de seda leonada,<br />

una casulla de terciopelo con una cenefa de raso carmesí,<br />

una alba con sus faldones de terciopelo leonado y con<br />

sus vueltas de mangas y su estopa y manípulo, un amico<br />

con su guarnición de terciopelo leonado, una alba vieja,<br />

una palia con una cruz labrada con sirgo de grana, unas<br />

tovallas con una trena de sirgo blanco y grana, unas tovallicas<br />

de manos labradas de sirgo blanco y grana, unos<br />

corporales con su hijuela con su trenza alrededor y otra<br />

hijuela por sí, una tabla de las palabras de Consagración<br />

con la gloria y credo, una imagen con dos puertas con la<br />

imagen de San Pedro y San Pablo, otra imagen de Nuestra<br />

Señora sin puertas, una sabana de angeo de dos telas<br />

para guardapolvo de la ropa”.<br />

74<br />

En un arca pequeña blanca había una “capilla de<br />

monte”, compuesta por una cruz de plata con su pie, un<br />

cáliz con una patena de plata, una paz de metal esmaltado<br />

con la enlutación, “dos tornagericas de plata, una ara<br />

de piedra dice que de porfi ro, unos corporales, una palia<br />

labrada de sirgo verde, un misal forrado en terciopelo<br />

negro, un frontal labrado de sirgo verde de fl ocaduras,<br />

una casulla con una cenefa labrada de sirgo verde, una<br />

alba con sus faldones y en estas labradas de seda verde,<br />

un amico labrado de seda verde, una estola y manípulo<br />

labrado de sirgo verde, un cordón blanco y una imagen<br />

de dos puertas con Dios Padre y Nuestra Señora”. En<br />

otra parte del castillo se encontraban tres libros de horas<br />

encuadernadas en terciopelo negro y cuero colorado.<br />

También había “una insignia de la Vera Cruz” y “una imagen<br />

con Dios padre y Nuestra Señora en dos tablas”.<br />

ENSERES DE LA DESPENSA Y COCINA<br />

Evidentemente, el castillo no era sólo un centro administrativo<br />

y fi nanciero, sino, además, vivienda y<br />

espacio social, para lo cual precisaba también una cierta<br />

infraestructura. El 13 de septiembre la comisión llegó a<br />

la despensa del castillo, donde se encontraban balanzas,


cántaros de cobre “con que sirve el aguador”, embudos,<br />

hachas para partir carne, diferentes medidas como la<br />

media fanega, el medio celemín, “otro peso y un marco<br />

de pesar especias”, todo guardado por el despensero<br />

Diego Álvarez.<br />

El maestro Pablo el Real regentaba la cocina con sus<br />

ollas, cazos, sartenes, calderas, cazuelas, almireces, “un<br />

hierro de hacer frutas”, espumaderas, trébedes, morillos<br />

para el fuego, parrillas, cucharas de hierro y una tinaja<br />

para agua. A continuación se pasaba a la botillería, a<br />

cargo de Francisco del Castillo: tres tinajas de aceite,<br />

cueros para vino, cajones para velas y candelas, un candelero<br />

de azofar, un candil de hierro, “un banco como<br />

aparador donde se pone vidrio, siete capachos de esparto<br />

con sus coberteras para traer pan”.<br />

ARMAMENTO DEFENSIVO Y CABALLERÍAS<br />

Naturalmente, el castillo de Vélez Blanco era también<br />

una construcción militar y defensiva, por cuyo motivo<br />

estaba dotado de diferentes tipos de artillería, ballestas,<br />

lanzas, alabardas, espadas, corazas y un largo<br />

etcétera de piezas militares.<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

LAS PROPIEDADES DEL MARQUÉS<br />

Y VÉLEZ BLANCO A MEDIADOS DEL SIGLO <strong>XV</strong>I<br />

Dietmar Roth<br />

Ternos del siglo <strong>XV</strong>I en la iglesia de Vélez Blanco.<br />

El mismo mes de octubre se hizo el inventario de<br />

los caballos que estaban a cargo del caballerizo Jerónimo<br />

Milanés, siendo once los caballos propiedad del<br />

marqués, de don Luis Manrique y de Lope de Belástegui.<br />

Había también tres mulas y un total de trece sillas,<br />

indicando que la del marqués era grande. A cargo del<br />

acemilero mayor, Juan Marco, había 17 acémilas, sus<br />

aparejos y cinco literas.<br />

VESTUARIO Y CURIOSIDADES<br />

El 2 de octubre de 1546 la comisión entró en una<br />

sala “donde suelen estar las señoras hijas de su señoría,<br />

que está en gloria, y Catalina Rodríguez, criada de<br />

la marquesa mi señora, exhibió y sacó de unas cajas y<br />

de fuera cajas la ropa de lienzo”. En agosto de 1546 se<br />

inventariaron los tejidos con asistencia del sastre Antonio<br />

de Calatayud, contabilizándose nada menos de 221<br />

varas de angeo.<br />

En el entresuelo del castillo, “que está en la subida<br />

de la torre del homenaje”, el camarero Yáñez sacaba de<br />

las arcas sayos y capuces de terciopelo negro, una ropa<br />

turca de terciopelo negro, calzas y otra ropa de damasco,<br />

tafetán, paño de Londres y paño negro de Florencia. Ha-<br />

75


Pieza de cerámica hallada en el entorno del castillo.<br />

Arma blanca y de pólvora, procedentes del castillo.<br />

76<br />

bía una gran cantidad de sombreros. Destacaban “una<br />

bandera de damasco carmesí con una insignia de la Vera<br />

Cruz, una bandera grande de damasco blanco y encarnado<br />

con la insignia de la Vera Cruz con cordones, nueve<br />

banderas de damasco coloreado traydas y tres escudos<br />

de brocado de las armas de Fajardos y Chacones”. Para<br />

vestir a su séquito de manera uniforme había trece hábitos<br />

de terciopelo y 41 de raso carmesí. También se guardaban<br />

allí una gran variedad de espadas, alfanjes moros,<br />

estoques, cuchillos, cuchillos de monte, dagas, vainas,<br />

hierros de lanza, estribos, espuelas, peines, “una corneta<br />

de marfi l que dicen que es diente de elefante [marfi l]<br />

guarnecida de plata”, etcétera.<br />

Esta corneta se podría englobar dentro de una moda<br />

que se extiende a partir del Renacimiento y tendrá su<br />

máximo esplendor en la época barroca: los gabinetes de<br />

curiosidades. En esta sección, el primer Marqués contaba<br />

con “un pedazo de unicornio”, una colección de 32<br />

medallas, cuatro con una fi gura esculpida y otra “del<br />

rostro de Su Señoría”. El Fajardo tenía un reloj de plata,<br />

dos de hueso, uno de palo y un despertador de plata. Se<br />

encontraban una cruz de oro con “el hábito de Santiago,<br />

una mesa guarnecida de oro, una imagen de Santiago<br />

de Rosales, una imagen de oro de Nuestra Señora de<br />

Monteserrate y otras cuatro imágenes de plata con una<br />

cajica”. Entre las joyas se sumaban cuatro anillos de oro<br />

y dos de plata, dos diamantes que “en los alumbres dicen<br />

que son amatistes”. Entre las piezas relacionadas con el<br />

ocio encontramos un tablero de ajedrez y varios instrumentos<br />

musicales, tales como una caja de fl autas, cuatro<br />

chirimías, un sacabuche, cuatro dulzainas y un laúd.<br />

DOCUMENTACIÓN<br />

La administración del señorío -realizada desde el castillo-<br />

generó una abrumadora cantidad de documentos,<br />

de los cuales sólo han llegado hasta nuestros días<br />

unos pocos de ellos. Entre los más signifi cativos se halla-


Armas de asedio al castillo, según<br />

detalle de los relieves del coro de la<br />

Catedral de Toledo.<br />

ba el pleito con el marqués de Villena sobre los alumbres<br />

de Almazarrón, un legajo de cuadernos “tocantes a cosas<br />

de las iglesias sobre los diezmos de este marquesado en<br />

el pleito de los novenos”, con otras 32 escrituras sobre la<br />

percepción de los siete novenos en el reino de Granada,<br />

“un libro que esta hablando de la visita de Almería y obispado<br />

de Almería”, un “inventario y cuenta de las cosas<br />

de la cámara del marqués mi señor y de la tapazería y<br />

de la capilla de Murcia”, un inventario del menaje que<br />

recibió el cocinero maestre Pablo el Real, y centenares<br />

de cartas. Un libro, hoy perdido, trataba “de labores de<br />

las fortalezas en que hay cuatrocientas y cuarenta y cinco<br />

hojas”; seguramente, las cuentas de materiales y jornales<br />

de la construcción de los castillos. Otro legajo de<br />

cuentas hacía referencia a la intervención en la guerra<br />

de las Germanías en el reino de Valencia.<br />

La documentación contable se custodiaba en una<br />

veintena de arcas en la casa de la contaduría y, en su<br />

mayoría, se referían a los años que transcurren entre<br />

1530 y 1545. En estos legajos se recogían, entre otros<br />

temas, los asientos, gastos de despensa y cámara, las<br />

penas (multas) de cámara, las rentas y alcabalas de las<br />

diferentes villas del señorío y de la encomienda santiaguista<br />

de Caravaca. También se encontraban “conocimientos”<br />

y cartas de pagos de diferentes villas del señorío;<br />

por ejemplo, sobre la manutención de las dotaciones<br />

de los castillos de Cuevas y Mula. Había memorias sobre<br />

la construcción de molinos y del tinte de Vélez Blanco.<br />

Muchos de estos libros habían estado a cargo de Cristóbal<br />

de Medina, Ginés de la Bastida y Antonio de Pierres,<br />

veedores del marqués y vecinos de Vélez Blanco. También<br />

había centenares de cuentas y recibos y decenas de<br />

libros de visitas de las fábricas de alumbres de Almazarrón,<br />

la mayor fuente de ingresos del marqués. Se guardaban<br />

más de cien cartas de mercaderes con los cuales<br />

negociaba diversos asuntos fi nancieros de su casa.<br />

Igualmente se inventariaron muchos legajos de libranzas<br />

de pagos. Para la historia de la construcción de la parro-<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

LAS PROPIEDADES DEL MARQUÉS<br />

Y VÉLEZ BLANCO A MEDIADOS DEL SIGLO <strong>XV</strong>I<br />

Dietmar Roth<br />

77


quia de Santiago es interesante constatar la existencia<br />

de una memoria de Alonso Faura del dinero que se les<br />

debía a los canteros vascos entre 1542 y 1546.<br />

Una de las más importantes competencias delegadas<br />

en el señor territorial era la administración de justicia.<br />

En tres arcas de los secretarios del marqués se acumulaban<br />

numerosos legajos, relativos a pleitos, procesos y<br />

ordenanzas, tales como “ciertos mandamientos para que<br />

entren ganados en la dehesa de Alfaguara”; juicios en<br />

grado de apelación como el de las villas de Cantoria y<br />

Oria contra el alguacil Juan de Yepes, autos sobre las subastas<br />

del abastecimiento del jabón o sobre la ganadería<br />

en los Vélez. También se conservaban testimonios sobre<br />

del amojonamiento del linde de los términos de Caravaca<br />

y Vélez Blanco y un testimonio sobre los poderes del<br />

concejo de Vélez Blanco. Debido a que casi la totalidad<br />

de estos documentos están perdidos, algunos títulos de<br />

pleitos despiertan la curiosidad, como “lo de Vélez el Ruvio<br />

sobre el rescate de los moros de Tunes”. Por último,<br />

entre la documentación se hallaban también los pleitos<br />

del marqués con otras instituciones, tales como el que<br />

mantuvo con el obispado de Cartagena. En un legajo se<br />

encontraba “un librillo de letra morisca y una escritura<br />

de concierto entre los vecinos del Box y el señor don<br />

Juan Chacón, adelantado”.<br />

BIBLIOTECA<br />

Como hombre de formación humanista y buen conocimiento<br />

del latín, destaca la importante biblioteca<br />

que el primer marqués había reunido en el castillo. Por<br />

supuesto no podía faltar un libro de su amigo el humanista<br />

Pedro Mártir de Anglería y las epístolas de Erasmo de<br />

Rotterdam. La mayor parte de los libros versaban sobre<br />

temas religiosos, comenzando por Alberto Magno, Boecio,<br />

San Agustín (entre ellos, el de civitate Dei), los comentarios<br />

de Tomás de Aquino sobre la Ética de Aristóteles,<br />

las epístolas de San Jerónimo, el psalterio de Jacobo<br />

78<br />

Iniciada por D. Pedro Fajardo e incrementada por sus sucesores, en<br />

el castillo de Vélez Blanco existió una nutrida e interesante biblioteca<br />

de manuscritos y originales impresos en los <strong>siglos</strong> <strong>XV</strong> y <strong>XV</strong>I, que,<br />

fi nalmente, fue subastada a la muerte de D. Pedro Fajardo Córdoba<br />

(1579). La mayor parte de la colección se incorporó al Escorial,<br />

otra, al Colegio Imperial de los Jesuitas y, el resto, fue adquirido<br />

por miembros de la Corte y vecinos de Madrid. Reproducimos aquí<br />

algunas de las portadas de libros que debieron enriquecer el fondo<br />

bibliográfi co de los Fajardo en el s. <strong>XV</strong>I.


I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

LAS PROPIEDADES DEL MARQUÉS<br />

Y VÉLEZ BLANCO A MEDIADOS DEL SIGLO <strong>XV</strong>I<br />

Dietmar Roth<br />

79


de Valencia, las epístolas del papa Pío II, “las epístolas y<br />

el evangelio en romance” y “el salterio en latín sacado de<br />

la bera hebraica”.<br />

Don Pedro poseía varias obras de Aristóteles (cuatro<br />

ejemplares de la Ética). Había un nutrido número de<br />

obras de autores romanos, como Casiodoro, Catulo, Cicerón<br />

(epístolas, orationes), Horacio, Juvenal, Tito Livio,<br />

Marcial, Ovidio, Séneca, Tácito, Tibulo, Virgilio, Varrón<br />

y Vegetio. De materia jurídica se encontraba el Fuero<br />

Juzgo, las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio en sus<br />

versiones completa y abreviada. De geografía, poseía un<br />

tratado sobre la esfera, la Summa Geographiae en romance<br />

y un libro de Ptolemeo “sin pintura”, es decir, sin<br />

mapas. Poseía varios libros pequeños sobre cosmografía<br />

y otro “libro pequeño de mano que trata de la arte de<br />

navegar”. Sobre España disponía de algunos libros en<br />

latín, tales como las Chronicae Hispaniae del rey Alfonso<br />

X (varios ejemplares), “la Coronica de Hispania en romance,<br />

que son las cuatro partes que mando componer<br />

el rey don Pedro”, y las Preconia Hispaniae. En lengua<br />

castellana había una historia de España en cuatro tomos,<br />

una historia manuscrita del reino de Valencia, el<br />

famoso “Viaje a Tierra Santa”, “un libro de fi guras del rey<br />

don Alfonso”, otro de fray Antonio de Guevara, otro sobre<br />

albeitaría, y un manuscrito encuadernado en terciopelo<br />

carmesí “que trata de la guerra entre romanos”, tal vez<br />

las guerras civiles de César. Había obras de autores italianos<br />

como Dante o la segunda parte de la historia de<br />

Florencia. Luego estaban las obras de autores humanistas,<br />

tales como Montano. Como caballero de Santiago no<br />

era extraño que se encontraran varios ejemplares de la<br />

regla de esta orden en su biblioteca. En materia histórica<br />

contaba con una historia de Francia en latín y una crónica<br />

del reino de Granada. Para la recepción de la música<br />

es interesante destacar la existencia de un cancionero<br />

portugués.<br />

80<br />

El interés del marqués por el arte y la arquitectura<br />

se hace palpable en los Libri decem de Vitruvio, de L.B.<br />

Alberti, de re pictoris, otro de parecido título de rerum<br />

pictoris y, tal vez como modelo para los famosos frisos,<br />

“un libro de unas pinturas romanas” y “un libro en latín<br />

que dice que el maestro Syculo tiene unas pinturas en<br />

colores”. En este contexto, especialmente respecto a los<br />

frisos de los “Triunfos de César”, resulta esclarecedor la<br />

existencia en la biblioteca de una serie de siete “pinturas<br />

sobre las hazañas de su señoría”. Otra curiosidad era<br />

“un libro de fi guras desde el nacimiento de Adán hasta el<br />

rey don Alonso”. En un armario se guardaban “tres libros<br />

grandes encuadernados que dice Sebastiano de Bergara<br />

que son Tolomeos, cuatro libros grandes vocabularios<br />

nuevos”.<br />

En la biblioteca se disponía de un mapamundi, un<br />

mapa de Europa, tres mapas de navegación y “una pintura<br />

de Polonia”. También se guardaban tres planos del<br />

castillo de Mula y uno de la casa que el Marqués tenía<br />

en Murcia. En otros sitios se encontraban la batalla de<br />

Pavía (1526), pintada en tabla, “una imagen de Nuestra<br />

Señora de los Reyes, la pintura de Pannonia y ocho pinturas<br />

de la Cosmografía”.<br />

Al fallecer el tercer marqués (II-1579) se vendió toda<br />

la biblioteca, la mayor parte de la cual se incorporó a<br />

la biblioteca de El Escorial y, otra parte importante, al<br />

Colegio Imperial de los Jesuitas de Madrid. El resto fue<br />

adquirido por miembros de la Corte y algunos vecinos<br />

de Madrid.<br />

INCREMENTOS POSTERIORES A 1546<br />

Durante los siguientes decenios, los sucesores del<br />

primer marqués aumentaron considerablemente el<br />

mobiliario y la biblioteca del castillo de Vélez Blanco y de<br />

las residencias de los Fajardo en Mula y Murcia. El exquisito<br />

mobiliario contaba con varias camas con adornos


I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

LAS PROPIEDADES DEL MARQUÉS<br />

Y VÉLEZ BLANCO A MEDIADOS DEL SIGLO <strong>XV</strong>I<br />

Dietmar Roth<br />

en terciopelo carmesí, color de la casa Fajardo, con escudos familiares. Una gran cantidad de sillas, bancos, armarios,<br />

baúles, arcas y escritorios en pino, nogal e incluso “madera de Yndias”, algunos forrados de cuero y con herrajes dorados,<br />

pertenecían a estas tres residencias. Varias de estas piezas las había adquirido el tercer marqués durante su estancia en<br />

Viena como embajador en la corte del Sacro Imperio Romano.<br />

Para la biblioteca se habían adquirido publicaciones tan importantes como la Biblia Complutense, publicada entre<br />

1569 y 1572 en latín, griego y hebreo por un grupo de fi lólogos bajo la dirección del humanista Arias Montano; aunque la<br />

obra más cara era una Biblia Real con un valor de 500 reales. Algunas obras conservaban anotaciones de la mano de los<br />

propios marqueses, tales como la Perspectiva de Vitelloni, las Vidas paralelas de Plutarco, las Tragedias de Séneca, las<br />

obras de Terencio y las Epístolas familiares de Cicerón.<br />

Entre las obras de arte destacaron una serie de seis tapices fl amencos con dos sobrepuertas enseñando la destrucción<br />

de Troya, “ocho paños de fi guras antiguas y seis de la historia que llaman de Cupido”, y otros seis “muy viejos” con<br />

los Triunfos de César, tal vez relacionados con la confección de los frisos vendidos en 1903 y hallados hace unos 14 años<br />

en el Museo de Artes Decorativas de París. Entre los cuadros al óleo se encontraban retratos del emperador alemán<br />

Maximiliano II, de don Luis de Requesens, suegro del tercer marqués, y de los propios don Luis y don Pedro Fajardo.<br />

Entre los instrumentos musicales adquiridos se encontraban un clavicordio y un monocordio.<br />

EPÍLOGO<br />

Al fallecer el tercer marqués, don Pedro Fajardo de Córdoba, el 13 de febrero de 1579, una gran parte de sus bienes<br />

muebles se subastarían en almoneda pública. El 23 de abril de ese año comenzó en Madrid la tasación en presencia<br />

de clérigo toledano Gaspar de Mendoza y del camarero mayor del desaparecido Fajardo, Alonso del Mercado, prolongándose<br />

las operaciones durante varios meses. A partir de entonces el castillo se queda casi vacío, a excepción de las piezas<br />

de artillería, otras armas ligeras y algunos muebles de escaso valor, tal como se observa en las relaciones de fi nales del<br />

siglo <strong>XV</strong>I y durante el siglo <strong>XV</strong>II.<br />

En conclusión, los inventarios de bienes del primer y del tercer marqués de los Vélez permiten conocer la cultura<br />

material de esta familia de la alta nobleza y, al tiempo, sumergirnos en el interior de un edifi cio tan importante como fue<br />

el castillo-palacio de Vélez Blanco en el tiempo que tuvo morador. Estamos ante documentos excepcionales de altos dignatarios<br />

del Renacimiento, hombres de pluma y espada, con una amplia formación en muy diversas materias, tal y como<br />

se refl eja en la obra Il Cortegiano de Baldassare Castiglione, de la cual existieron varias ediciones en francés, italiano y<br />

español en la biblioteca de los marqueses de los Vélez 4 .<br />

4 Véase el trabajo de Alfredo Álvarez Ezquerra y Fernando J. Bouza Álvarez, “Tasación y almoneda de una gran biblioteca nobiliaria castellana<br />

del siglo <strong>XV</strong>I: la del tercer marqués de los Vélez”, en Cuadernos de Bibliografía, 47 (1987), pp.77-1326; y el artículo de Dietmar<br />

Roth, “La subasta de los bienes personales del III marqués de los Vélez, con especial atención a su biblioteca”, Revista Velezana, 18<br />

(1999), pp. 39-48.<br />

81


82<br />

LA VISITA DE DON FERNANDO<br />

JOAQUÍN FAJARDO, VI MARQUÉS DE<br />

LOS VÉLEZ, AL CASTILLO EN 1657<br />

Transcripción en introducción de Dietmar Roth<br />

Licenciado en Historia<br />

Como producto de la línea de investigación que estamos desarrollando desde hace<br />

años sobre Vélez Blanco en los <strong>siglos</strong> <strong>XV</strong>I y <strong>XV</strong>II, tuvimos acceso a documentos<br />

que, en conjunto, nos aproximan un poco más al conocimiento de este importante<br />

y emblemático monumento. En el caso que nos ocupa se trata de una interesante<br />

descripción de las dependencias interiores del castillo en 1657. Este documento del Archivo<br />

Ducal de Medina Sidonia (Legajo 513, sin foliar) pertenece a la visita general a sus estados<br />

que el sexto marqués, don Fernando Joaquín Fajardo Requenses y Zúñiga, realizó a partir<br />

de finales de septiembre de dicho año. Don Fernando conocía Vélez Blanco porque, una vez<br />

fallecido su padre, el quinto marqués, don Pedro Fajardo, su madre, doña Mariana Engracia<br />

de Toledo y Portugal, se trasladó de Nápoles a esta villa. En 1654 se preparó aquí su enlace<br />

con doña María de Aragón y Sandoval, hija de los duques de Segorbe, Cardona y Lerma.<br />

Sabemos que la primera visita general la efectuó el<br />

cuarto marqués en 1619, don Luis Fajardo Requesens<br />

y Zúñiga (1571-1642), mientras que su hijo, don Pedro<br />

Fajardo Pimentel (1602-1686), marqués de Molina,<br />

y en nombre de su padre, empezó a cursar otra en 1629,<br />

interrumpida directamente al principio. De manera que<br />

la primera visita exhaustiva sería la de 1657, apareciendo<br />

claramente expuestos los objetivos de la misma:<br />

“Deseando su Excma. imitar las loables costumbres y<br />

estilo tan útil y conveniente de sus gloriosos progenito-<br />

res, con que siempre procedieron en el gobierno de estos<br />

estados, y eligiendo por único y más efi caz remedio para<br />

su acierto el de la visita general, de que siempre suelen<br />

resultar noticias fundamentales y motivos justos, como<br />

muestra la experiencia, para alterar y mudar los medios<br />

antiguos que fueren nocivos y perniciosos a el gobierno<br />

político y administración de la hacienda, y añadir los que<br />

de nuevo parecieren convenientes por la mudanza y varias<br />

contingencias de los tiempos y castigar cualesquier<br />

delitos y excesos que se hayan cometido” 1 .<br />

1 En benefi cio de una lectura cómoda y mayor comprensión por parte del lector, se ha procedido a la revisión del texto y su adaptación<br />

al moderno castellano en lo referente a puntuación y ortografía, si bien se mantienen los giros y expresiones propias de época, así<br />

como la grafía de los nombres. Cuando no se conoce el signifi cado actual de la palabra se mantiene la original y se añade “sic”.


Se inspeccionaron las obras públicas de la villa<br />

(ayuntamiento, cárcel, pósito, mesón, fuentes), indicando<br />

las reparaciones necesarias, se revisaron las escrituras<br />

otorgadas ante los tres escribanos, se atendían<br />

las denuncias hechas por los vecinos contra errores y<br />

abusos de la administración de justicia y de las rentas,<br />

etc. El recorrido por el castillo permite constatar el uso<br />

y la denominación de varias estancias del mismo, su ubicación,<br />

estado de conservación e inventario.<br />

El 4 de noviembre de 1657, el marqués de los Vélez,<br />

“en continuación de la visita de las obras públicas, subió<br />

al castillo y fortaleza y casas propias de su palacio y habitación”,<br />

acompañado por el Ldo. D. Francisco de Moya<br />

Robres, juez de apelaciones del marquesado, el alcalde<br />

ordinario de Vélez Blanco, Diego Fernández Santos, el<br />

alcalde mayor, Ldo. D. Francisco del Águila, el Ldo. D.<br />

Ignacio Cruzate Valcárcel, administrador general del<br />

marquesado, un escribano y muchas otras personas.<br />

“Llegose al puente del dicho castillo, que es de madera,<br />

y juntamente el puente, el badizo [sic] que está inmediato,<br />

y hallose estar de buena calidad y disposición; y<br />

no necesita por ahora de reparos ni tampoco las puertas<br />

principales, que son de planchas de hierro y embebido<br />

en la pared un torno fuerte para levantar el dicho puente<br />

levadizo.<br />

Entrose en el primer zaguán, que sirve de cocina, y<br />

en él se hallaron cinco tiros de bronce, el uno mayor y<br />

cuatro menores que llaman culebrinas; y juntamente dos<br />

esmeneles [sic] de hierro; y dos carretones, el uno de<br />

hierro y el más pequeño mal parado; y en el dicho zaguán<br />

hay una sala grande baja que está bien parada, a mano<br />

derecha como se entra; y otro aposento como se entra a<br />

mano izquierda, que también está en buena disposición.<br />

Entrose en el patio principal, donde hay un aljibe, y<br />

se reconocieron sus paredes y empedrados y los mármoles,<br />

y parece estar todo de buena calidad; y luego se<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

LA VISITA DE DON FERNANDO JOAQUÍN FAJARDO,<br />

VI MARQUÉS DE LOS VÉLEZ, AL CASTILLO EN 1657<br />

Dietmar Roth<br />

Retrato de Fernando Joaquín Fajardo Requesens<br />

Toledo (1635-1693), VII marqués<br />

de los Vélez, siendo virrey de Nápoles.<br />

Retrato a caballo de Fernando Joaquín Fajardo Requesens Toledo (1635-<br />

1693), VII marqués de los Vélez.<br />

83


Alzado del castillo a fi nales del s. <strong>XV</strong>III.<br />

Aunque su dibujo es tosco e impreciso,<br />

se trata del plano o vista más antigua del<br />

edifi cio que se conoce en la actualidad<br />

(ADMS).<br />

Pie de alzado superior:<br />

La letra A es la casa fuerte con su cobertura<br />

de tejado, cuya frontera tiene de lado<br />

12 varas, que son las que han en la letra<br />

X, y de altura, veinte, que son las de la<br />

letra Z. La letra B es una muralla gruesa<br />

de cantería donde le sigue un lienzo de<br />

pared sobre un arco que es torna la vista<br />

de la puerta, que es la letra C. Luego hay<br />

un torreón con unos miradores que dan<br />

vista a la puerta y puente, que han los dos<br />

las letras D y E. La letra F es un tercio de<br />

diferentes ventanas que corresponden a<br />

muchos aposentos. G y H son los miradores<br />

que hay en los corredores y dan vista al<br />

lugar. La I es la cárcel, que está sobre un<br />

arco. La M es la torre del homenaje. N, O<br />

y P es un fuerte almenado y tiene un arco<br />

que es el de la letra Q, donde corresponde<br />

una puerta mediana de bronce llamada<br />

puerta falsa, donde concluye la frontera<br />

que da vista al lugar. En la letra X va el número<br />

de varas de asiento que tienen; y el<br />

Z, las varas de altura.<br />

Pie de alzado inferior:<br />

Aquí se sigue el cuerpo del castillo.<br />

84


entró en un cuarto que servía de despensa; y en otro<br />

inmediato que servía de botillería; y otro que esta bajo<br />

el mirador de los corredores, y se hallaron estar bien<br />

parados y buena disposición.<br />

Subiose luego por la principal escalera, que está edifi<br />

cada de mármoles, y se reconoció le faltan cuatro balaustres,<br />

que dijo el portero están quebrados; y subiendo<br />

por dicha escalera se entró en el primer cuarto que está<br />

al segundo descanso de ella, donde hay tres salas, y todas<br />

están buenas. Prosiguiose por dicha escalera y, en lo<br />

último de ella, se entró en un cuarto grande donde hay<br />

una sala con un retrete y, juntamente, una alcoba con<br />

ventanas al dicho patio y al campo.<br />

Pasose a la sala del Triunfo, donde hay unos canceles<br />

de madera; y de ahí se pasó a otra sala inmediata;<br />

y luego se entró en el primer cubo, el cual necesita de<br />

reparo y todo lo demás está bueno. Entrose luego en otro<br />

que suele servir de oratorio y necesita de una ventana,<br />

que mira al poniente. Entrose luego a la sala siguiente,<br />

donde hay un armario grande, y se reconoció estar de<br />

buena calidad.<br />

Luego se pasó a la sala que nombran de Hércules,<br />

que tiene un arco de piedra labrada y está de buena disposición.<br />

Luego se entró a otro cuarto que se dice el Tocador,<br />

el cual esta bueno, y de ahí se bajó a un aposento<br />

bajo cuya ventana con rejas cae al patio, que está bueno;<br />

y de ahí se bajo a otro aposento, que está debajo, el que<br />

llaman el Tocador, y se halló estar de buena calidad. Luego<br />

se entró en otro aposento donde hay una alcoba de<br />

madera, y se halló estar todo bueno menos una ventana<br />

que está quitada y necesita de repararse. Luego se entró<br />

por un callejón, cuya puerta esta mal parada, por donde<br />

se entró a otro aposento que llaman de las Damas, y tiene<br />

la cubierta de mala disposición y necesita de reparo; y<br />

del mismo necesita el siguiente y de que se heche [haga]<br />

una ventana.<br />

I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

LA VISITA DE DON FERNANDO JOAQUÍN FAJARDO,<br />

VI MARQUÉS DE LOS VÉLEZ, AL CASTILLO EN 1657<br />

Dietmar Roth<br />

Marcas de cantero en el interior del castillo.<br />

85


Subiose al puente levadizo, donde se entra a la mazmorra<br />

y donde hay una puerta de hierro con sus verjas<br />

y otra de madera, que está quitada, y otra así mismo<br />

forrada con planchas de hierro que sale a los corredores,<br />

la cual está quitada y necesita de ponerse; y se entró en<br />

el cuarto de la mazmorra, donde hay una reja de hierro<br />

que está buena, y otra de madera forrada con planchas<br />

de hierro y necesita de repararse; y de ahí se entró en<br />

la mazmorra y se reconoció estar de buena disposición,<br />

menos el cerrojo de la puerta de hierro que necesita de<br />

alargarse el cerrojo, que no alcanza a cerrar.<br />

Pasose a los corredores y miradores, donde se encontraron<br />

seis tiros de bronce pedreros y se reconoció<br />

estar el suelo de dichos corredores descarnado y muy<br />

sentado con el movimiento de los dichos tiros cuando se<br />

disparan, y para su conservación será conveniente que<br />

se pongan unos rollizos para que, sobre ellos, se carguen<br />

y disparen los dichos tiros. Bajose a la puerta falsa que<br />

la cierra, una puerta de bronce con su cerrojo fuerte, el<br />

cual necesita de aderezarle por no poder correr, ni cerrar<br />

ni abrir; y también la escalera de madera que baja a<br />

dicha puerta necesita de aderezarse.<br />

Llegose al tránsito que va a la torre del Homenaje,<br />

donde hay quitada una ventana que cae sobre la dicha<br />

puerta falsa y necesita de ponerse. Entrose en una cocina<br />

que está en el dicho tránsito y se halló quitada una<br />

media ventana que necesita de volverse a poner, y más<br />

arriba se halló una puerta de hierro quitada que convendrá<br />

ponerse.<br />

Entrose luego en la torre que llaman de la Yedra,<br />

donde hay una puerta de hierro sin cerrojo, y en la dicha<br />

torre hay dos tiros que llaman trabucos.<br />

Entrose luego en la primera sala de la torre del<br />

Homenaje, cuya puerta es de planchas de hierro con<br />

su cerradura y llave y tiene una ventana de hierro con<br />

su cerrojo, y la de madera esta podrida y necesita de<br />

86<br />

Escena de acoso a una fortaleza de fi nales del s. <strong>XV</strong>I, donde se emplearon<br />

armas similares a las citadas en el inventario que se formó a consecuencia de<br />

la visita del VII Marqués.


I. <strong>ANTECEDENTES</strong>, ORIGEN Y <strong>VIDA</strong> <strong>PALACIEGA</strong><br />

LA VISITA DE DON FERNANDO JOAQUÍN FAJARDO,<br />

VI MARQUÉS DE LOS VÉLEZ, AL CASTILLO EN 1657<br />

Dietmar Roth<br />

otra. Halláronse dentro de dicha sala seis balas de hierro<br />

grandes, y el portero dijo que había otra en el dicho<br />

castillo, con que son siete. Subiose a la sala que llaman<br />

de la Armería y se hallaron en ella muchas señales de<br />

goteras que parece proceden de calarse el agua que cae<br />

en la dicha torre por las junturas del suelo empedrado; y<br />

subiéndose por la escalera última de dicha torre se halló<br />

estar despegada toda de la pared y amenaza ruina y necesita<br />

de breve reparo. Llegose a lo alto de dicha torre<br />

donde se halló una culebrina grande de bronce y otra<br />

media culebrina, y se reconoció el suelo de dicha torre<br />

que está empedrado de losas, y parece que por las junturas<br />

cae el agua del cielo, que cae y ocasiona las goteras<br />

que se reconozieron en la sala baja, y para escusar los<br />

daños de ella parece necesario fortifi car las hilas de las<br />

losas con plomo o mistura fuerte y durable.<br />

Viéronse los tejados de dichas casas y castillo, que<br />

están cubiertos con planchas de plomo para su mayor<br />

conservación y defensa de los vientos fuertes que corren<br />

por estar el dicho castillo en parte muy eminente, y, según<br />

parece, están los dichos tejados de buena disposición.<br />

Saliose de dicho castillo y se bajó al cuarto que llaman<br />

de los Pajes, cuyos aposentos están buenos, menos<br />

el último, que necesita de repararse y de retejarse los<br />

tejados del dicho cuarto, y juntamente el paso o corredor<br />

por donde se gobiernan. Bajose al cuarto de las cocinas,<br />

el cual está bueno; y de allí se bajó a las caballerizas,<br />

y parece están de buena disposición; y de ahí se fue<br />

bajando para la villa, y de camino se reconocieron las<br />

casas que servían de contaduría y otras casas de criados<br />

y caballerizas de las acémilas, y todas están caídas<br />

e inhabitables; y la caballeriza de dichas acémilas está<br />

toda destejada y convendrá se le quite la madera y recoja<br />

porque no se la lleven y se pudra; y en esta conformidad<br />

se acabó la dicha visita del dicho castillo, de todo lo cual<br />

doy fe y lo fi rmó su Excma”.<br />

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