relatos premiados - Ayuntamiento de Albalate de Zorita
relatos premiados - Ayuntamiento de Albalate de Zorita
relatos premiados - Ayuntamiento de Albalate de Zorita
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Ella repartía la mirada sonrojada entre los azulejos <strong>de</strong>l techo, el<br />
suelo y la ventana, tratando <strong>de</strong> hacer lo posible por encontrar los ojos<br />
claros <strong>de</strong> Thomas en medio <strong>de</strong> ese corto trayecto. Por un momento lo<br />
vio, apoyado contra una <strong>de</strong> las columnas que dividían los cubículos<br />
más cercanos a la salida <strong>de</strong>l piso. Sostenía una taza <strong>de</strong> café en las<br />
manos mientras conversaba animadamente con Joe, y por<br />
momentos, alternaba su mirada con la <strong>de</strong> Camile, que ya se le<br />
notaba al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sesperación. La observó mientras le<br />
gesticulaba <strong>de</strong>spacio con esos labios finitos <strong>de</strong> rosa pastel: “Volemos”.<br />
Era una suerte <strong>de</strong> código <strong>de</strong> rescate que tenían, un <strong>de</strong>seo<br />
compartido para huir <strong>de</strong> las situaciones incómodas, y cómo no, esta<br />
vez no iba a ser la excepción. Thomas se le acercó muy lentamente,<br />
antojado, y no se percató <strong>de</strong> los gritos <strong>de</strong> las mujeres que corrían para<br />
<strong>de</strong>jarle libre el campo junto a Camile, ni <strong>de</strong> los aviones que treinta<br />
segundos más tar<strong>de</strong> impactaban contra el edificio.<br />
Calló sobre ella, en el suelo, y sintieron cómo el edificio temblaba<br />
bajo sus pies. Los escritorios estaban astillados, algunos habían caído<br />
sobre compañeros y corrían ríos <strong>de</strong> sangre <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> ellos.<br />
Escuchaban gritos estremecedores mientras que el vértigo por la<br />
caída aumentaba y los gritos eran cada vez mayores. Las ventanas<br />
estaban todas con los vidrios rotos, y el humo comenzaba a ascen<strong>de</strong>r<br />
y se hacía más <strong>de</strong>nso. Camile comenzó a toser. No respiraba.<br />
Thomas arrancó un trozo <strong>de</strong> su camisa, y lo mojó en el agua que<br />
caía <strong>de</strong> un florero ya roto en el escritorio contiguo. Se lo ofreció a<br />
Camille que respiraba contra él, y le miraba suplicante. Fue ella quien<br />
tomó la última resolución. Agarró a Thomas <strong>de</strong>l brazo, quien la ayudó<br />
a incorporarse, y lo arrastró hacia el marco <strong>de</strong> la ventana. Debajo <strong>de</strong><br />
ellos no era posible ver absolutamente nada. No quisieron mirar atrás,<br />
estando ya tan cerca <strong>de</strong>l final, sabiendo que los cadáveres <strong>de</strong> sus<br />
compañeros los ro<strong>de</strong>aban. Camile le regaló a Thomas un último beso,<br />
y se escapó en una lágrima el recuerdo <strong>de</strong> todos los sueños que<br />
habían querido construir apenas la noche anterior.<br />
Se tomaron <strong>de</strong> la mano, se miraron a los ojos y luego al ahora<br />
vacío y oscurecido Nueva York. Susurraron a la vez “Volemos” y se<br />
<strong>de</strong>jaron caer entre las llamas.<br />
A la mañana siguiente, apareció en primera plana la fotografía<br />
<strong>de</strong> la catástrofe <strong>de</strong>l 11 <strong>de</strong> Septiembre, en el que murieron 2.500<br />
víctimas. Entre los escombros no encontraron a ninguno <strong>de</strong> los dos<br />
cuerpos. Uno <strong>de</strong> los rescatistas, sin saberlo, tropezó con la argollita <strong>de</strong><br />
plata y la joya azul, para siempre partida en mil pedacillos.