La Mina, gitanos y escuela

Según un informe de la consultoría Idom del 2003, la renta bruta en el barrio es de
3606€ anuales, un 40% inferior al resto de Sant Adrià y 60% inferior al resto de la
media de Cataluña (Ibid, 2004). Sin entrar a valorar las variaciones que se haya
producido durante estos años o si ciertamente son los únicos ingresos o bien que haya
un abanico de varios niveles de ingresos, en mi opinión se puede afirmar que la media
de renta per cápita en el barrio es probablemente inferior a la media de Sant Adrià y
Cataluña. Estos datos pueden sustentar la afirmación que La Mina representaba un
espacio de encierro de minorías empobrecidas y que reproducía con el tiempo su
propia marginalidad, delincuencia, narcotráfico y actividades ilícitas (Lagunas: 2010).
Es decir, es indudable que hay droga, que hay violencia y que hay delincuencia, y la
pobreza retroalimenta esta marginalidad, pero tal vez sea demasiado aventurado
generalizar.
En cambio, en el imaginario popular se construye una representación de miedo, de
barrio de gitanos (a pesar de ser minoría dentro de él) identificados con la
delincuencia, la drogadicción y la pobreza, a través de los medios de comunicación,
discursos políticos y sus actuaciones. Hubo una idealización de la delincuencia tipo “El
Vaquilla” por la industria cinematográfica y musical, y también la utilización en
beneficio propio cuando convenía de los propios habitantes (Méndez 2005, Lagunas
2010).
En los años 70 se crea el mito de “el Vaquilla” un delincuente de la vida real que a los
doce años robaba coches, incluso se le capturó en una persecución filmada. José
Antonio de la Loma, filmó la saga de “Perros Callejeros” basada en su vida. Hubo
muchas protestas, sobre todo desde el ámbito escolar, donde se lamentaba del
modelo que se presentaba, percibido como contraproducente en el barrio. El
personaje se presentaba como un Robin Hood moderno, maltratado y marginado por
la sociedad pero que no daba su brazo a torcer y se tomaba la justicia por su cuenta,
robando y repartiendo el botín, y enfrentándose con valor y coraje a la injusticia. La
realidad es que fomentaba el estereotipo de habitante de la Mina, gitano y delincuente.
La prensa también contribuye a reforzar ese estereotipo con el tratamiento que hacen
del barrio y que Méndez recoge en parte (2005:181-182) 36 .
También ha habido dificultades en las relaciones con los vecinos del Besós, en
Octubre de 1990. Por ejemplo, el ayuntamiento pretendía la construcción de viviendas
en un solar del Besós, “el solar de la palmera” y realojar habitantes de La Mina. Los
vecinos se movilizaron para impedir la construcción y reclamar equipamientos, el
conflicto se volvió muy intenso, la policía antidisturbios tuvo que intervenir con pelotas
de goma 37 . Según Lagunas (2010) no se entiende la intensidad de las protestas si no
se tiene en cuenta que los realojados eran gitanos de La Mina. El proyecto de
viviendas no se llevó a cabo.
En los años 90 se aprobó la Ley Corcuera o “de patada en la puerta”, más efectista
que real, que permitía entrar en un domicilio sin orden judicial si se tenía la sospecha
que había actividades delictivas. Por aquel tiempo, El secretario de Estado Rafael
Vera, declaró en el Senado que el 70% del tráfico de heroína estaba en mano de los
gitanos, afirmación que creó polémica. Después declaró que las patrullas ciudadanas
que se habían formado en España no habían agredido a personas gitanas por motivos
36
En el Arxiu històric de La Mina también se puede encontrar una recopilación de artículos en la misma
dirección, un barrio de delincuencia y sin solución.
37
Yo por aquel entonces iba a la escuela en el Besós, en la parte del municipio de Barcelona, y tenía
compañeros que vivían en la parte de Sant Adrià, no se dejó de hablar de ello, incluso alguno consiguió
pelotas de goma.
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