Tomo 1 - Renta Básica de las Iguales

Mi valoración
Estos hechos me dejan bastante escéptico sobre el valor y la aplicación real que tiene la Carta de los
derechos humanos; en realidad son papel mojado, declaraciones de principio que dejan a todos tranquilos,
especialmente a los poderosos, porque saben que no limitan para nada sus prerrogativas e intereses.
Porque la ineficacia de los mismos para las gentes de a pie queda bien evidente cuando los cotejamos con
la realidad de los hechos que estamos comentando:
Si nacemos libres e iguales en dignidad, derechos y libertades, sin distinción alguna de raza, color,
sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole;
Si tenemos derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad personal: a la libertad de pensamiento, de
conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como
la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en
privado;
Si tenemos el derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser
molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de
difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión;
Entonces, si tenemos todos estos derechos, ¿por qué nos ridiculizamos, por qué no nos respetamos?, ¿por
qué quemamos, incendiamos, nos matamos los unos a los otros? ¿Por qué la Administración norteamericana
tortura en Guantánamo, Abu Ghraib, y otras cárceles que desconocemos? ¿por qué ignora la condena y el
mandato de las Naciones Unidas de cerrarlas?
En la práctica cotidiana, en la realidad del mundo capitalista, la opinión que me merecen los derechos
humanos es muy poca, como dejé bien claro más arriba. El que le demos algún peso a su interpretación
más abstracta, no nos resuelve los problemas que tenemos una parte de la humanidad, la gran mayoría,
contra los poderosos, esa ínfima pero egoísta minoría. Las injusticias de toda clase, expresadas en la
ignorancia, el hambre, las pandemias y la muerte, la explotación, las torturas y los asesinatos, las
emigraciones, los enfrentamientos racistas, xenófobos, religiosos, culturales, de clase y género, todo estas
consecuencias se siguen dando día a día sin que la teórica Carta de los Derechos Humanos pueda hacer
algo para evitarlos. Realmente fracasa porque no contiene los mecanismos reales que garanticen su
aplicación. 121
Esta reflexión me lleva a otra, que podría llamar de verdades como puños: en las sociedades laicas, se
defiende y practica el respeto por la libertad de expresión, creencia, ideología, etc. Pensamos que cada
confesión tiene el derecho a practicar el culto libremente; los judíos en sinagogas, los cristianos en sus
iglesias, los islamistas en sus mezquitas, y las demás creencias en sus respectivos templos. Sin embargo,
ojo, en las sociedades teocráticas, los laicos, los ateos y pertenecientes a las otras religiones que no son la
del Estado somos perseguidos, encarcelados, y frecuentemente condenados a muerte. Curioso contraste en
el mutuo respeto de los derechos humanos, ¿no?
Finalmente, también puedo pensar (y pienso) que la religión es el opio del pueblo, que la libertad de
121 La ONU está precisamente proponiendo en este momento crear un nuevo órgano, el Consejo de Derechos Humanos, que tenga una mayor
fuerza ejecutiva para defenderlos, y que sustituya a la hasta ahora Comisión con sede en Ginebra.
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