Escrito por: Gonzalo Cáceres. Historiador y planificador urbano ...
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edificios patrimoniales y financiados, generalmente, <strong>por</strong> el erario fiscal, los Museos de<br />
Ciudad transitan a un ritmo predecible.<br />
Antes que preguntarnos cómo están organizados, resolvamos una duda anterior: ¿Qué se<br />
proponen? Salvo excepciones, su concepción es tan clara como unívoca: narrar los atributos<br />
de las ciudades donde se emplazan. Dicho de otro modo, su existencia está dedicada a<br />
reproducir una interpretación encomiástica sobre un pretérito que busca ser contado de un<br />
modo deshilvanado, pero efectista.<br />
Dependientes de sus colecciones originales, los Museos de la Ciudad descansan en una<br />
muestra permanente antes que en la variabilidad que brindan las exposiciones ocasionales<br />
¿Qué podemos encontrar en sus muestras permanentes? En el arranque de cualquier<br />
emprendimiento, la im<strong>por</strong>tancia del pasado rural se funde con el cometido de los padres<br />
fundacionales. Aunque su presente sea completamente <strong>urbano</strong> y muchas veces hasta<br />
cosmopolita, la arcadia rural es un hito identitario para casi cualquier Museo de Ciudad. En<br />
todo caso, se trata de una narración reluctante a las coloridades aborígenes o a las<br />
hibridaciones materiales propias de un mestizaje trepidante.<br />
Con seguridad, si la Municipalidad o el gobierno metropolitano dispone de recursos y<br />
espacio, el Museo dispondrá de una reproducción a escala de la ciudad urbanizada. ¿Cuál es<br />
la prosperidad que se busca representar tridimensionalmente en esa miniatura deshabitada?<br />
En no pocas o<strong>por</strong>tunidades, la maqueta nos remite a un momento exultante, pero sin data<br />
rigurosa. Inadvertidamente, la representación liliputiense prefiere ilustrar la inauguración<br />
de un obra pública antes que el estropicio causado <strong>por</strong> una catástrofe flamígera. ¿Qué más<br />
albergan los Museos de Ciudad? Casi con seguridad, una galería de personalidades<br />
públicas, en su enorme mayoría hombres. ¿Por qué están ahí? Para el saber oficial, su<br />
presencia es obvia y muchas veces nos remite a un cargo ostentado, generalmente público<br />
aunque no necesariamente dirimido <strong>por</strong> la voluntad popular.<br />
Omitamos lo que son y preguntémonos <strong>por</strong> lo que no son o <strong>por</strong> lo que no tienen los Museos<br />
de Ciudad. La lista de ausencias es más larga que la de presencias. Los Museos de Ciudad<br />
no suelen analizar desafíos <strong>urbano</strong>s cardinales ni tampoco problemáticas de ninguna<br />
especie. Substitutivamente, las muestras prefieren narrar, a la manera de una historia<br />
localista, cronológica y descriptiva, un elogio edificante.<br />
Como era presumible esperar, las voces insumisas no están contenidas en el Museo como<br />
tampoco la condición efímera que la vida urbana casi siempre supone. No debiera llamar a<br />
sorpresa que si agregamos el Archivo de la Ciudad al análisis (generalmente contiguo al<br />
Museo), el resultado es igualmente conservador. En una frase, la criba de documentos sigue<br />
un patrón obsecuente al consagrado <strong>por</strong> el Museo ya que lo que se suele coleccionar son las<br />
expresiones locales de los poderes predominantes. Por lo tanto, los archivos de ciudad<br />
suelen desinteresarse <strong>por</strong> los habitantes ordinarios y sobrerepresentan a los conspicuos, lo<br />
mismo que a las instituciones más lustrosas. El municipio, en el caso que la ciudad esté<br />
contenida en una sola unidad administrativa, suele ser el pilar de un Museo y de un Archivo<br />
devenidos en amanuenses de un pasado desproblematizado. Por lo tanto, las actas del<br />
Consejo Municipal o los oficios de las autoridades urbanas, son piezas cauteladas con<br />
llamativa devoción.