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Danilo Pérez - Lobby

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MI ABUElO ME CONTABA...<br />

2<br />

LOBBY<br />

Cuando llega el verano<br />

...actividad física al aire libre, soldaditos de plástico, cometas, pelotas, carros<br />

tonka y claro, no podían faltar los clásicos revolver Colt SAA, actores obligados<br />

en las añoradas batallas entre indios y vaqueros escenificadas en el patio trasero<br />

de la casa... Por: Ancel Díaz<br />

Como pedacitos de atardecer naranja caen<br />

las hojas de los árboles que, planeando<br />

al ritmo de la brisa, anuncian el ocaso del<br />

año. El verano se abre paso, eso sería lo ideal,<br />

aunque cada vez es más frecuente que las lluvias<br />

se extiendan hasta bien entrados los primeros<br />

meses del año.<br />

Antes todo era simple, en verano, o sea entre<br />

enero y marzo, se podía tender la ropa al sol<br />

con la certeza de que en pocas horas estaría<br />

seca. Esta certidumbre de días soleados ya no<br />

es posible hoy, por lo que se nos hace común<br />

disfrutar de lluvias en temporada seca.<br />

Recién pasada la navidad yo, como la mayoría de<br />

los niños disfrutaba del ambiente propicio para<br />

estrenar los regalos que el niño Dios, junto con el<br />

sacrificio de nuestros padres, nos había enviado.<br />

Eran juguetes que exigían actividad física al<br />

aire libre, soldaditos de plástico, cometas,<br />

pelotas, carros tonka y claro, no podían faltar<br />

los clásicos revolver Colt SAA, actores obligados<br />

en las añoradas batallas entre indios y vaqueros<br />

escenificadas en el patio trasero de la casa.<br />

Mientras, aparte, las niñas jugaban a ser madres<br />

abnegadas con muñecas y juegos de té.<br />

Cuando íbamos al interior, los juegos cambiaban.<br />

El sentido de aventura se apoderaba de nuestras<br />

fértiles y recién estrenadas mentes, salíamos<br />

de casería con biombos hechos de horquetas de<br />

árbol de guayabo, eran las mejores, ya que es una<br />

madera liviana y al mismo tiempo resistente a la<br />

tensión aplicada por las ligas. A mí, aunque no<br />

me gustaba la idea de cazar perdices y conejos,<br />

me movía la emoción de pasear por los potreros,<br />

ver animales que no se ven en la capital, y comer<br />

de cuanto mango, caimito, o árbol de ciruela<br />

traqueadora encontrásemos en el camino.<br />

Como es de suponerse, mis abuelas y tías nunca<br />

se enteraban de nuestras aventuras. Aquel verano<br />

las cosas se nos salieron de control y por milagro<br />

vivimos para contarlo:<br />

Salimos con la idea de ir a la quebrada El Duende,<br />

lleva este nombre por una formación de roca que<br />

contiene numerosas pequeñas cuevas en donde<br />

se dice que habitan Duendes.<br />

Hay muchas historias sobre apariciones y niños<br />

perdidos alrededor de este lugar. Se dice que son<br />

atraídos por pequeños seres de zapatos de punta<br />

que los llaman con juguetes y caramelos para<br />

nunca volverlos a ver.<br />

Debíamos atravesar dos potreros para llegar al<br />

lugar, el sol era inclemente pero valía la pena el<br />

esfuerzo si la recompensa era disfrutar de las<br />

frescas aguas de la quebrada, mi abuelo ese día<br />

comento que llevaría peones al campo para hacer<br />

unos trabajos, así que tomamos un camino largo<br />

bordeando la propiedad de mi abuela para no ser<br />

vistos.<br />

Poco después del medio día, salimos de regreso<br />

a casa, en nuestro camino se interpuso una pared<br />

de humo blanco y espeso, entonces entendí que<br />

era temporada de quema, y el trabajo del que mi<br />

abuelo hablaba era prender el potrero para darle<br />

paso al pasto nuevo. Pronto el humo nos envolvió<br />

y apenas lográbamos vernos entre nosotros, mi<br />

primo Roger, el mayor de todos, nos hizo volver al<br />

río, y así, bordeando su orilla, caminamos cuatro<br />

horas hasta llegar a un camino que conducía al<br />

pueblo vecino.<br />

Llegamos negros de ceniza y muertos del<br />

cansancio, mi abuela en castigo nos pegó con<br />

la tajona (Látigo con que azotaban los caballos),<br />

estoy seguro su reacción fue más de alivio por<br />

vernos que de enfado. Yo a pesar del castigo me<br />

alegré de estar de vuelta en casa.<br />

Reflexiono y me alegra haber nacido en una<br />

generación en donde, aun en los juegos, se<br />

distinguía quiénes eran los buenos y quienes los<br />

villanos. Y que en un simple paseo al campo,<br />

se experimentaba la más emocionante de las<br />

aventuras. ✤

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