14.05.2013 Views

La representación del 'extranjero' en algunas novelas ...

La representación del 'extranjero' en algunas novelas ...

La representación del 'extranjero' en algunas novelas ...

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

CONGRESO ABIERTO 2010<br />

XLVI Congreso de la Asociación Canadi<strong>en</strong>se de Hispanistas, 2010<br />

Concordia U. (Montreal, Canadá)<br />

<strong>La</strong> <strong>repres<strong>en</strong>tación</strong> <strong>del</strong> “extranjero” <strong>en</strong> <strong>algunas</strong> <strong>novelas</strong> hispanoamericanas<br />

contemporáneas: <strong>del</strong> inmigrante al apátrida<br />

Caroline Houde<br />

U. <strong>La</strong>val<br />

En el mom<strong>en</strong>to de hablar de literatura “m<strong>en</strong>or”, g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te insertamos <strong>en</strong> esta categoría a<br />

la mujer, al inmigrante, al homosexual, al niño, es decir, a individuos considerados como<br />

marginados de la sociedad. Sin embargo, otra figura, la <strong>del</strong> extranjero, ha sido analizada muy<br />

poco fuera de sus vínculos con la inmigración y el exilio. Por esta razón, <strong>en</strong> el sigui<strong>en</strong>te<br />

trabajo examinaré la figura <strong>del</strong> forastero <strong>en</strong> tres <strong>novelas</strong> hispanoamericanas: Horacio <strong>en</strong><br />

Rayuela (1963) de Julio Cortázar, Vera <strong>en</strong> <strong>La</strong> Consagración de la Primavera (1978) de Alejo<br />

Carp<strong>en</strong>tier y Equis <strong>en</strong> <strong>La</strong> nave de los locos (1984) de Cristina Peri Rossi. Estos tres escritores<br />

parec<strong>en</strong> comunicar <strong>en</strong> sus obras el mismo s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de desarraigo <strong>del</strong> homo viator<br />

moderno. Buscaré <strong>en</strong>tonces <strong>en</strong>contrar los intersticios <strong>en</strong>tre estos tres personajes que se<br />

vinculan a su caracterización de extranjero. Mostraré cómo este estado va mucho más allá <strong>del</strong><br />

desplazami<strong>en</strong>to geográfico y se explica <strong>en</strong> términos de la sociología de la literatura. Dos<br />

conceptos prestados a esta ci<strong>en</strong>cia, la anomia y el desarraigo, me servirán de base<br />

justificadora para demostrar que su situación deriva <strong>del</strong> vivir <strong>en</strong> las sociedades<br />

industrializadas <strong>del</strong> siglo XX. De igual forma, int<strong>en</strong>taré vincular su condición a una<br />

proyección <strong>del</strong> s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de los propios autores, integrantes <strong>del</strong> grupo social de los<br />

intelectuales. Consideremos primero cómo la anomia se manifiesta <strong>en</strong> Equis, Vera y Horacio.


<strong>La</strong> anomia o el vacío nómico<br />

Al considerar el f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o de la anomia, la socióloga de la literatura Ir<strong>en</strong>e Martínez<br />

Sahuquillo la traza como una “aus<strong>en</strong>cia de ord<strong>en</strong> significativo o de «nomos» <strong>en</strong> la conci<strong>en</strong>cia<br />

<strong>del</strong> individuo” (229). Esa erosión de los universos simbólicos comunes se revela como una<br />

pérdida de significado diagnosticada desde los autores <strong>del</strong> nihilismo 1 e inher<strong>en</strong>te a la<br />

condición <strong>del</strong> hombre moderno, <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido como individuo que existe <strong>en</strong> la era de las<br />

sociedades industrializadas occid<strong>en</strong>tales de finales <strong>del</strong> XIX-siglo XX. Los tres personajes<br />

considerados <strong>en</strong> el sigui<strong>en</strong>te análisis se insertan <strong>en</strong> esta categoría espacio-temporal. En <strong>La</strong><br />

nave de los locos, el viaje de Equis es fácilm<strong>en</strong>te ubicable <strong>en</strong> los años 70. A manera de<br />

ejemplo, se m<strong>en</strong>ciona <strong>en</strong> el relato la pres<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> primer hombre que pisó la luna, se habla de<br />

las afirmaciones de Robert Mac Namara, presid<strong>en</strong>te <strong>del</strong> Banco Mundial de 1968 a 1981 (80),<br />

se sobr<strong>en</strong>ti<strong>en</strong>de el secuestro de Julio Castro, un periodista uruguayo desaparecido <strong>en</strong> 1977<br />

(62) y, finalm<strong>en</strong>te, se indica una fecha <strong>en</strong> el diario de a bordo, lunes 12 de junio, que sólo<br />

puede coincidir con los años 1972 o 1978 <strong>en</strong> ese lapso de tiempo(19). 2 Por su lado, la<br />

pres<strong>en</strong>tación de Vera es acompañada por una multitud de datos históricos, desde la<br />

Revolución Rusa (1917), pasando por la Guerra Civil Española (1936-39), hasta la<br />

culminación de la Revolución Cubana (1959-60). En fin, <strong>en</strong> Rayuela se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran dos<br />

refer<strong>en</strong>cias que indican que la estadía de Horacio <strong>en</strong> París se desarrolla <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta<br />

(135, 615). Ahora que se ha establecido el marco histórico de la creación de nuestros tres<br />

personajes, convi<strong>en</strong>e examinar cómo el síndrome de la anomia se pres<strong>en</strong>ta para ellos a través<br />

de una erosión <strong>del</strong> significado de la palabra “Occid<strong>en</strong>te”, un refugio <strong>en</strong> el consumo de alcohol<br />

y su común extrañami<strong>en</strong>to ante lo conv<strong>en</strong>cional y lo rutinario.<br />

En un primer mom<strong>en</strong>to, el concepto de lo “occid<strong>en</strong>tal” parece haberse vaciado de<br />

s<strong>en</strong>tido para los tres personajes. En el caso de Horacio, esa degradación se traduce <strong>en</strong><br />

1<br />

Por ejemplo, Nietzsche <strong>en</strong> su Crépuscule des idoles (1888) hace tabula rasa de las supuestas verdades<br />

establecidas por Sócrates y Kant.<br />

2<br />

Nosotros privilegiamos la hipótesis de 1972, año que corresponde al inicio <strong>del</strong> exilio de Peri Rossi.<br />

2


términos de un rechazo de la búsqueda de la razón de ser a través de la vocación: “No hay<br />

pasaje para el doctor <strong>en</strong> letras, no hay apertura para el alergólogo emin<strong>en</strong>te. Incrustados <strong>en</strong> la<br />

especie, serán lo que deb<strong>en</strong> ser y si no no serán nada […] El hombre de que se habla no acepta<br />

seudo realizaciones, la gran máscara podrida de Occid<strong>en</strong>te” (673). Para Equis, la pérdida de<br />

puntos de refer<strong>en</strong>cia occid<strong>en</strong>tales es perceptible a través de la metáfora <strong>del</strong> tapiz, <strong>en</strong> el cual se<br />

podría vivir “si se tuviera la sufici<strong>en</strong>te perseverancia” (20), lo que el personaje de la novela<br />

decididam<strong>en</strong>te no acierta a conseguir. 3 Precisam<strong>en</strong>te, esto lo descubrimos desde las primeras<br />

páginas <strong>del</strong> relato, <strong>en</strong> las que es rechazado por el tapiz/realidad: “Extranjero. Ex.<br />

Extrañami<strong>en</strong>to. Fuera de las <strong>en</strong>trañas de la tierra. Des<strong>en</strong>trañado: vuelto a parir […] Cómo se<br />

halla. Cómo. El alma <strong>del</strong> extranjero. Del extraño. Del introducido. Del intruso. Del huido. Del<br />

vagabundo. Del errante” (10). Si para Equis ese Occid<strong>en</strong>te emerge como un espacio de<br />

apar<strong>en</strong>te armonía <strong>del</strong> cual ha sido eyectado, para Vera constituye un tejido ya difuminado que<br />

ha cesado de aportarle cierta coher<strong>en</strong>cia al hombre: “Irritada empezaba a s<strong>en</strong>tirme ante un<br />

Oksid<strong>en</strong>te que no acababa de situarse al occid<strong>en</strong>te de algo preciso, ni parecía estar deslindado<br />

hacia el poni<strong>en</strong>te […] ¿Dónde empezaba, dónde terminaba, ese Occid<strong>en</strong>te? ¿Quién<br />

determinaba el alcance de sus valores?”(367). Esa pérdida refer<strong>en</strong>cial de marco espacio-<br />

cultural conlleva para los tres un derretimi<strong>en</strong>to de la simbólica aseguradora de lo cotidiano.<br />

En efecto, el individuo moderno que los tres <strong>en</strong>carnan ha dejado paulatinam<strong>en</strong>te de<br />

valerse de la protección de la rutina para sustituir el vacío nómico <strong>en</strong> su conci<strong>en</strong>cia. Horacio<br />

d<strong>en</strong>uncia la inaut<strong>en</strong>ticidad y lo absurdo <strong>del</strong> aferrami<strong>en</strong>to <strong>del</strong> hombre a lo repetitivo: “El<br />

absurdo es que salgas por la mañana a la puerta y <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tres la botella de leche <strong>en</strong> el umbral y<br />

te quedes tan tranquilo porque ayer te pasó lo mismo y mañana te volverá a pasar” (314). Por<br />

su lado, Vera califica el apego a lo cotidiano de oblovomismo, recordando de esta forma al<br />

personaje de Ivan Gontcharov, eterno perezoso, que es el personaje típico <strong>del</strong> “laisser-aller,<br />

3 Aunque el tapiz de la Catedral de Gerona es de orig<strong>en</strong> bizantino, se halla <strong>en</strong> él la base la concepción judeocristiana<br />

de la creación <strong>del</strong> universo. Esa apar<strong>en</strong>te armonía, <strong>en</strong> cuyo c<strong>en</strong>tro se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra el pantocrátor, no le<br />

ofrece a Ecquis una explicación <strong>del</strong> mundo <strong>en</strong> el cual está vivi<strong>en</strong>do.<br />

3


<strong>del</strong> laisser-faire” (Consagración 171; <strong>en</strong> francés <strong>en</strong> el texto). En <strong>La</strong> nave de los locos la<br />

retirada ante lo cotidiano cobra un matiz humorístico, cuando Equis formula su deseo de t<strong>en</strong>er<br />

un perro: “no está muy seguro de que una vida tan incierta fuera <strong>del</strong> agrado de un perro,<br />

animal dócil que ama el lugar y la rutina. Por la misma razón, Equis no puede t<strong>en</strong>er plantas, ni<br />

esposa (animal dócil que ama el hogar y la rutina)” (54). Confrontados los tres ante la<br />

aus<strong>en</strong>cia de base refer<strong>en</strong>cial, que <strong>en</strong> otros tiempos era facilitada a través <strong>del</strong> nomos cultural,<br />

nuestros viajeros modernos, al no aceptar la seguridad de la rutina, solicitan el resguardo <strong>del</strong><br />

alcohol.<br />

Justam<strong>en</strong>te, los tres personajes a veces se refugian <strong>en</strong> la ebriedad, puesto que ese<br />

estado los transmuta mom<strong>en</strong>táneam<strong>en</strong>te a un mundo más fácil de sosegar. <strong>La</strong> borrachez<br />

proyecta a Equis y Horacio a un mundo casi edénico. Así, se afirma que cuando “Ecquis está<br />

borracho […] le ocurr<strong>en</strong> cosas maravillosas. A Equis la bebida lo pone tierno, s<strong>en</strong>tim<strong>en</strong>tal y<br />

como la paloma que vuela sobre las aguas” (74). Lo mismo sucede con Horacio <strong>en</strong> el episodio<br />

con la clocharde. En el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que la náusea hubiera puesto término al <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro <strong>en</strong>tre<br />

los dos, la embriaguez lo matiza todo: “Y aunque Holiveira desconfiara de la hebriedad,<br />

hastuta cómplice <strong>del</strong> Gran H<strong>en</strong>gaño, algo le decía que también allí había kibbutz” (361). A la<br />

luz de la relación de Vera con el alcohol, es posible notar que se opera un desdoblami<strong>en</strong>to<br />

<strong>en</strong>tre el ser ebrio y el consci<strong>en</strong>te de sus actos: “Pero yo, la auténtica yo <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra difícilm<strong>en</strong>te<br />

la cifra 5 <strong>en</strong> la pizarra <strong>del</strong> asc<strong>en</strong>sor […] y es Vera, la Vera veraz, la Vera victoriosa, la Vera<br />

burguesa, la Vera fiel, qui<strong>en</strong>, después de vomitar largam<strong>en</strong>te, cae inerte” (422). De esta<br />

forma, al desembriagarse, los tres individuos reintegran su ser ali<strong>en</strong>ado y su anomia que,<br />

como lo examinaremos ahora, corre pareja con el segundo síntoma <strong>del</strong> extrañami<strong>en</strong>to: el<br />

desarraigo.<br />

El desarraigo o la pérdida <strong>del</strong> orig<strong>en</strong><br />

4


Aparte de la anomia, el segundo síndrome padecido por el hombre moderno se d<strong>en</strong>omina el<br />

desarraigo, también conocido como homelessness o falta de hogar, cuyos s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos se<br />

empar<strong>en</strong>tan con la soledad, la angustia, el espanto, la náusea y el desasosiego (Sahuquillo<br />

229). Este f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o se desdobla <strong>en</strong> tres síntomas: pérdida de realidad, s<strong>en</strong>tido y hogar.<br />

Consideraremos cómo estos anuncios de extrañami<strong>en</strong>to se exteriorizan <strong>en</strong> los tres personajes.<br />

En primer lugar, el desarraigo se hace visible para nuestro trío <strong>en</strong> una incompr<strong>en</strong>sión<br />

<strong>del</strong> mundo que los rodea. Para Equis, la pérdida de realidad se traduce <strong>en</strong> términos de un<br />

quebranto de su id<strong>en</strong>tidad. Efectivam<strong>en</strong>te, su nombre, Equis, equivale a la letra “X”: que<br />

puede ser todos y no es nadie <strong>en</strong> particular. Además, como lo ha notado Blanco Arnejo, este<br />

individuo no carga equipaje <strong>en</strong> sus múltiples viajes (443) y los pocos libros que compra, <strong>en</strong>tre<br />

los cuales se hallan obras de Kafka, revelan la profunda ali<strong>en</strong>ación de su persona. 4 <strong>La</strong> realidad<br />

para el personaje de Cortázar cobra s<strong>en</strong>tido únicam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los sueños, mi<strong>en</strong>tras que el<br />

despertar lo conduce al <strong>en</strong>aj<strong>en</strong>ami<strong>en</strong>to exist<strong>en</strong>cialista: 5 “Cuando te despertás, con los restos de<br />

un paraíso <strong>en</strong>trevisto <strong>en</strong> sueños, y que ahora te cuelgan como el pelo de un ahogado: una<br />

náusea terrible, ansiedad, s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de lo precario, lo falso, sobre todo lo inútil” (514). A<br />

pesar de esta constatación, Horacio tampoco puede id<strong>en</strong>tificarse con su doble europeo<br />

Gregorovius, que posee todas las características <strong>del</strong> exist<strong>en</strong>cialista. Como lo m<strong>en</strong>ciona<br />

Martínez-Góngora, el paso europeo de la modernidad a la posmodernidad no se desarrolla <strong>en</strong><br />

el mismo contexto histórico que <strong>La</strong>tinoamérica, la cual es excluida <strong>del</strong> canon cultural<br />

occid<strong>en</strong>tal, y esto hace que Horacio sea rechazado de ese espacio (341). Finalm<strong>en</strong>te, para<br />

Vera, la pérdida de realidad se convierte <strong>en</strong> un cegami<strong>en</strong>to voluntario y el refugio <strong>en</strong> un<br />

4 Martínez Sahuquillo subraya el hecho de que Kafka <strong>en</strong> sus <strong>novelas</strong> desarrolla el avance más supremo <strong>del</strong><br />

extrañami<strong>en</strong>to, la autoali<strong>en</strong>ación. Afirma también que una de las principales características de ese tipo de<br />

ali<strong>en</strong>ación es la aus<strong>en</strong>cia de nombre <strong>en</strong> los personajes.<br />

5 Sobre el exist<strong>en</strong>cialismo, acudir a Platas Trasc<strong>en</strong>de: “el p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to exist<strong>en</strong>cial resulta de un profundo<br />

pesimismo debido a la convicción de que el hombre es una criatura débil y desprotegida ante su propia libertad<br />

de elección, fu<strong>en</strong>te de angustia continua. El absurdo y el vacío conduc<strong>en</strong> a la náusea” (300).<br />

5


mundo cerrado “sin periódicos, de oídos indifer<strong>en</strong>tes” (28) ante los acontecimi<strong>en</strong>tos<br />

históricos.<br />

En cuanto al segundo síntoma <strong>del</strong> desarraigo, la pérdida de s<strong>en</strong>tido, advertiremos<br />

cómo conlleva para los tres personajes una eterna búsqueda. Al adoptar una actitud activa<br />

fr<strong>en</strong>te a la aus<strong>en</strong>cia de significado, los tres se alejan <strong>del</strong> tópico <strong>del</strong> extranjero, Meursault, <strong>en</strong><br />

L’étranger de Camus, el cual es un espectador indifer<strong>en</strong>te ante las circunstancias, mi<strong>en</strong>tras<br />

que Equis, Vera y Horacio son forasteros por sus respectivos afanes de búsqueda eterna. En<br />

primera instancia, Vera se asimila a Meursault por su constante victimización. Por ejemplo, es<br />

lo que ocurre cuando se destruye su escuela de ballet: “En cuanto a mí, cargo con el peso de<br />

mi propio cuerpo […] No t<strong>en</strong>go siquiera la salida de un suicidio […] ni veo salida hacia un<br />

cielo que, para mí, se ha despoblado de iconos hace muchos años” (429). Pero seguirá<br />

buscando hasta reconciliarse con su tiempo y <strong>en</strong>contrarle un s<strong>en</strong>tido a su exist<strong>en</strong>cia. Por su<br />

lado, Horacio tampoco percibe la razón de ser de lo que lo rodea, como el Club de las<br />

Serpi<strong>en</strong>tes:<br />

A Olivera le costaba creer que todo eso estuviera sucedi<strong>en</strong>do. ¿Por qué ahí, por qué el<br />

Club […] cómo podemos estar reunidos esta noche si no es por un mero juego de<br />

ilusiones, de reglas aceptadas y cons<strong>en</strong>tidas, de pura baraja <strong>en</strong> las manos de un tallador<br />

inconcebible? ”. (179)<br />

Aunque se constata esa aus<strong>en</strong>cia de significado, Horacio indaga la posibilidad de hallar su<br />

c<strong>en</strong>tro, su kibbutz. G<strong>en</strong>over acierta de esta forma al decir que Rayuela ti<strong>en</strong>e por blanco<br />

romper la soledad y la incomunicación <strong>del</strong> hombre; de ahí la importancia fundam<strong>en</strong>tal de los<br />

símbolos <strong>del</strong> pu<strong>en</strong>te y <strong>del</strong> c<strong>en</strong>tro (192). En último lugar, Equis es, con su aislami<strong>en</strong>to, como<br />

un Adán solitario que no ha solucionado su soledad con una Eva y parece vivir al <strong>en</strong>vés <strong>del</strong><br />

tapiz, esto es, contrariando la simbólica judeo-cristiana de la pareja. De esta forma, se observa<br />

al final de la novela que la pérdida de explicación de Ecquis se traduce <strong>en</strong> una erosión <strong>del</strong><br />

establecimi<strong>en</strong>to de la virilidad, cuando decide proporcionársela a Lucía.<br />

6


En definitiva, el punto culminante <strong>del</strong> desarraigo radica <strong>en</strong> la pérdida de hogar o<br />

homelessness. Desde los dos epígrafes <strong>en</strong> Rayuela —«Ri<strong>en</strong> ne vous tue un homme comme<br />

d’être obligé de représ<strong>en</strong>ter un pays» y «Il faut voyager <strong>en</strong> aimant sa maison»— Cortázar<br />

nos remite a la contradicción s<strong>en</strong>tida por el homo viator moderno que poco a poco es<br />

despojado de orig<strong>en</strong> id<strong>en</strong>tificador. Horacio <strong>en</strong> la novela se convierte así <strong>en</strong> flâneur 6 . Esto se<br />

advierte claram<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el episodio con Berthe Trépat, <strong>en</strong> el cual adopta una actitud distanciada<br />

fr<strong>en</strong>te al dolor de los demás. Este hombre, que deambula <strong>en</strong> las grandes ciudades de la<br />

modernidad, <strong>en</strong>contrará su casa <strong>en</strong> los cafés, “territorio neutral para los apátridas <strong>del</strong> alma”<br />

(691). Por su lado, Equis, que también yerra por las grandes ciudades u ombligos, espacios<br />

laberínticos caracterizados por el egoc<strong>en</strong>trismo (o el mirarse al ombligo), da cu<strong>en</strong>ta de que las<br />

grandes urbes no sólo <strong>en</strong>g<strong>en</strong>draron el desarraigo g<strong>en</strong>eral <strong>del</strong> ciudadano, sino también la<br />

pérdida <strong>del</strong> conocimi<strong>en</strong>to de su naturaleza: “En las grandes ciudades donde solemos vivir ya<br />

nadie conoce los nombres de las plantas y de los pájaros. Por otra parte la mayoría de los<br />

árboles son de plástico, como los manteles” (38). Para Vera, que ha conocido una sucesión de<br />

exilios, la falta de hogar es total: “Pocos habían caminado como yo, a través <strong>del</strong> espacio y de<br />

la época, <strong>en</strong> un desesperado afán de huir de lo que atrás dejaba y llegar a alguna parte. Bakú,<br />

Petersburgo, Suecia, Londres, París, y después de tanto andar […] a ninguna parte había<br />

llegado” (180). Sin embargo, al final de <strong>La</strong> consagración de la primavera, percibimos que la<br />

mujer termina id<strong>en</strong>tificándose de alguna manera con una nueva patria adoptiva: Cuba. En la<br />

sigui<strong>en</strong>te parte consideraremos cómo este equilibrio final <strong>en</strong> novela de Carp<strong>en</strong>tier se debe a<br />

que Vera resulta ser una proyección <strong>del</strong> escritor.<br />

El intelectual, ¿outsider o apátrida?<br />

6 Según Sahuquillo, “<strong>La</strong> figura <strong>del</strong> flâneur, el urbanita que recorre las calles de la ciudad <strong>en</strong> actitud observadora<br />

y distanciada —un producto típico de la civilización moderna— ha sido, así, objeto de interés tanto para la<br />

sociología como para la literatura desde que Bau<strong>del</strong>aire lo convirtiera <strong>en</strong> materia poética” (225).<br />

7


En su artículo basado <strong>en</strong> <strong>algunas</strong> obras <strong>del</strong> canon occid<strong>en</strong>tal <strong>del</strong> siglo XX, Sahuquillo ha<br />

constatado que, junto con una omnipres<strong>en</strong>cia de la anomia y el desarraigo <strong>en</strong> esa literatura,<br />

“los escritores no se han limitado a ofrecer un cuadro <strong>del</strong> síndrome considerado: además, y<br />

fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te, han expresado su propia interpretación <strong>del</strong> f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o y, a veces, han<br />

ofrecido una cosmovisión <strong>en</strong> la que esa experi<strong>en</strong>cia cobra s<strong>en</strong>tido y se ve legitimada” (233).<br />

Pero ¿cómo se percibe el s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de Cortázar, Peri Rossi y Carp<strong>en</strong>tier a través de sus<br />

protagonistas? Dos opciones posibles se ofrec<strong>en</strong> para responder a esta interrogante: o su<br />

marginalización es voluntaria debido a una inadecuación con los valores de la sociedad<br />

industrial y, de esta forma, se conviert<strong>en</strong> <strong>en</strong> outsiders, o bi<strong>en</strong> su soledad se revela como una<br />

consecu<strong>en</strong>cia negativa <strong>del</strong> extrañami<strong>en</strong>to y se conviert<strong>en</strong> <strong>en</strong> apátridas de la sociedad.<br />

Efectivam<strong>en</strong>te, el desarraigo puede pres<strong>en</strong>tarse como una señal de pert<strong>en</strong><strong>en</strong>cia a una<br />

clase superior. Así, los intelectuales que se alejan de la sociedad correspond<strong>en</strong> al mo<strong>del</strong>o de<br />

Harry Haller de El lobo estepario de Hermán Hesse:<br />

<strong>La</strong> figura <strong>del</strong> «aus<strong>en</strong>seiter» de Hesse es, de esta manera, glorificada, pues se considera<br />

que el hombre de s<strong>en</strong>sibilidad elevada no puede m<strong>en</strong>os que vivir al marg<strong>en</strong> de una<br />

sociedad que se ha apartado de la vida y se ha alejado de las auténticas necesidades<br />

humanas (Martínez Sahuquillo 234).<br />

En los tres personajes estudiados también se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra ese comportami<strong>en</strong>to <strong>del</strong> outsider. Por<br />

ejemplo, la condición de artista de Vera coincide con su <strong>en</strong>aj<strong>en</strong>ami<strong>en</strong>to ante las grandes<br />

revoluciones políticas de la época: “Además —p<strong>en</strong>saba yo— qui<strong>en</strong>es t<strong>en</strong>ían la contemplación<br />

de la Belleza […] por supremo ideal, consideraban su tiempo humano como algo demasiado<br />

precioso y fugaz como para dilapidarlo <strong>en</strong> la lectura de prosas efímeras” (323). Esa<br />

consideración de Carp<strong>en</strong>tier, es decir, este choque <strong>en</strong>tre el ideal intelectual y la<br />

responsabilidad ciudadana, ha ocupado gran parte de su literatura. Con respecto a lo dicho,<br />

Roberto González Echevarría ha escrito que Vera <strong>en</strong>carna el músico (artista) que el autor<br />

8


llevaba d<strong>en</strong>tro y nunca logró expresar por su estrecho vínculo con el compromiso político<br />

(124). 7<br />

El mismo s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de Vera se manifiesta <strong>en</strong> Horacio, cuando éste se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>ta con<br />

la posibilidad de implicarse <strong>en</strong> el conflicto de Argel: “Allí donde cierto tipo humano podía<br />

realizarse como héroe, Oliveira se sabía cond<strong>en</strong>ado a la peor de las comedias […] Ser actor<br />

significaba r<strong>en</strong>unciar a la platea y él había nacido para ser espectador <strong>en</strong> fila uno” (583). Con<br />

la observación de Vera y Horacio llegamos con una estructura <strong>en</strong> forma de embudo a Equis,<br />

también contemplador de los demás. Pero, <strong>en</strong> su caso, la soledad puede ser vinculada a una<br />

proyección de la exiliada Peri Rossi, la cual describe esa condición a través de la voz de<br />

Morris: “<strong>La</strong> operación de mirarse el ombligo requiere estar ad<strong>en</strong>tro, y no afuera, por lo tanto,<br />

sólo qui<strong>en</strong> no se mira el ombligo puede ver a qui<strong>en</strong> lo hace, principio de toda soledad” (120). 8<br />

Esa incomunicación que convierte a los intelectuales <strong>en</strong> lectores, espectadores de la sociedad,<br />

también arrastra a los personajes, como lo veremos ahora, hacia su eyección de ese espacio y<br />

a su conversión <strong>en</strong> una especie de apátridas de la humanidad.<br />

Consigui<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, si el carácter de observador de Equis se revela a primera vista<br />

como una simple lectura <strong>del</strong> mundo —y eso lo percibimos a través de la metáfora <strong>del</strong> tapiz y<br />

de la impresión <strong>del</strong> viaje leído que está efectuando el personaje—, pronto se traduce <strong>en</strong> una<br />

soledad desamparadora que lo lleva a empr<strong>en</strong>der la búsqueda de Lucía. También se divisa ese<br />

desasosiego <strong>del</strong> personaje con su reacción fr<strong>en</strong>te a la lectura <strong>del</strong> suicidio de Kate, la mujer que<br />

circulaba por la ciudad buscando a algui<strong>en</strong> que hablara con ella: “Equis ser<strong>en</strong>a su inquieto<br />

animal <strong>en</strong> el estómago aplicándose un whisky doble, no sin antes decirle: «Emborráchate,<br />

cond<strong>en</strong>ado»” (71). Otra vez se acude al alcohol para remediar a esta falta de nomos, de<br />

7 Justam<strong>en</strong>te, Anke Birk<strong>en</strong>mayer ha analizado un fragm<strong>en</strong>to póstumo de <strong>La</strong> consagración titulado “<strong>La</strong> ley<strong>en</strong>da<br />

<strong>del</strong> jardinero”, <strong>en</strong> el cual se expone ese dilema <strong>en</strong>tre el ideal estético y las aspiraciones políticas de Carp<strong>en</strong>tier.<br />

8 Ernesto Sábato <strong>en</strong> su libro Fantasmas ha expresado algo semejante: “Mi<strong>en</strong>tras más impon<strong>en</strong>te es la torre <strong>del</strong><br />

conocimi<strong>en</strong>to y más temible el poder allí guardado, más insignificante va si<strong>en</strong>do ese hombrecito de la calle, más<br />

incierta su soledad, más oscuro su destino <strong>en</strong> la gran civilización tecnolátrica” (67).<br />

9


explicación de la exist<strong>en</strong>cia. De manera difer<strong>en</strong>te percibimos el s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de<br />

incomunicación de Horacio a través de su breve relación con el escritor Morelli. Así, Horacio<br />

transpone su s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de soledad al imaginarse al escritor <strong>en</strong> el hospital, aj<strong>en</strong>o ante la<br />

época:<br />

Si hombres como ellos guardan sil<strong>en</strong>cio como es lo más probable, los otros triunfan<br />

ciegam<strong>en</strong>te, sin mala int<strong>en</strong>ción supuestam<strong>en</strong>te, sin saber que ese operado, ese<br />

tuberculoso, que ese herido desnudo <strong>en</strong> una cama está doblem<strong>en</strong>te solo rodeado de<br />

seres que se muev<strong>en</strong> detrás de un vidrio, desde otro tiempo. (239)<br />

Finalm<strong>en</strong>te, como lo expusimos más arriba, Vera se distancia constantem<strong>en</strong>te de la época <strong>en</strong><br />

la que vive, consagrándose <strong>en</strong> cuerpo y alma a su arte. No obstante esta <strong>en</strong>aj<strong>en</strong>ación<br />

voluntaria, ella termina adhiri<strong>en</strong>do a la revolución.<br />

Pero ¿por qué no permanece aislada y se integra <strong>en</strong> la época? <strong>La</strong> respuesta se halla <strong>en</strong><br />

los caminos <strong>del</strong> relato autobiográfico y de la compr<strong>en</strong>sión <strong>del</strong> significado de la Consagración<br />

de la Primavera de Stravinsky. Efectivam<strong>en</strong>te, Carp<strong>en</strong>tier parece justificar a través de Vera la<br />

decisión que él mismo tomó al integrarse <strong>en</strong> la revolución, no sin atraer la at<strong>en</strong>ción de la<br />

crítica, que ha percibido <strong>en</strong> esta novela un int<strong>en</strong>to a veces desesperado de justificación de<br />

parte <strong>del</strong> creador. Por otro lado, la explicación también puede prov<strong>en</strong>ir de la consagración de<br />

Stravinsky <strong>en</strong> la que se sacrifica a la jov<strong>en</strong> electa al iniciarse la primavera. En la novela, la<br />

nueva versión de la consagración creada por la bailarina de orig<strong>en</strong> ruso rompe con la original<br />

de Stravinsky por su decisión de salvar a la jov<strong>en</strong>. Lo mismo sucede con Vera. Al iniciarse la<br />

primavera de la revolución cubana, la mujer consagrada al arte hubiera t<strong>en</strong>ido que ser<br />

sacrificada por rechazar la revolución. Sin embargo, no lo es: “Y percibo ahora, como <strong>en</strong><br />

breve fulgor de iluminación, que no se puede vivir contra la época, ni volver siempre una<br />

añorante mirada hacia el pasado que se arde y se derrumba, so p<strong>en</strong>a de ser transformado <strong>en</strong><br />

estatua de sal”(509). 9 Así, tanto para Horacio, Equis y Vera, el hecho de pert<strong>en</strong>ecer a la clase<br />

9 Esta cita repres<strong>en</strong>ta la pres<strong>en</strong>tación <strong>en</strong> écfrasis de la obra pictórica Explosión <strong>en</strong> una catedral de Monsu<br />

Desiderio expuesta a lo largo de otra novela de Carp<strong>en</strong>tier, El siglo de las luces, <strong>en</strong> la que también se apela a la<br />

necesidad de participar de los cambios <strong>en</strong> América <strong>La</strong>tina y dejar de mirar hacia el Viejo Contin<strong>en</strong>te.<br />

10


de los intelectuales ha desembocado <strong>en</strong> el desarrollo de las dos caras <strong>del</strong> extrañami<strong>en</strong>to: la<br />

adulación de su condición como seres especiales, difer<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> molde común, y la soledad<br />

desgarradora que este <strong>en</strong>aj<strong>en</strong>ami<strong>en</strong>to de la sociedad implica.<br />

Conclusiones<br />

En síntesis, si la anomia y el extrañami<strong>en</strong>to están pres<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> la construcción id<strong>en</strong>titaria de<br />

Vera, Horacio y Equis es, como lo vimos <strong>en</strong> las dos primeras partes, como consecu<strong>en</strong>cia <strong>del</strong><br />

desarrollo de las sociedades industrializadas <strong>del</strong> siglo XX, que han dejado un profundo vacío<br />

<strong>en</strong> las conci<strong>en</strong>cias de los hombres que <strong>en</strong> ellas habitan. <strong>La</strong> pérdida de ley explicadora de la<br />

condición <strong>del</strong> hombre se hace ost<strong>en</strong>sible <strong>en</strong> los tres casos <strong>en</strong> una erosión <strong>del</strong> significado de lo<br />

occid<strong>en</strong>tal, <strong>en</strong> la incapacidad de aferrarse a lo rutinario y <strong>en</strong> el deseo irremediable de ll<strong>en</strong>ar el<br />

vacío nómico con la seguridad que ofrece el alcohol. El desarraigo los eyecta fuera de sus<br />

hogares, dejándolos extrañados de diversas maneras, puesto que también pierd<strong>en</strong> la capacidad<br />

de explicar su realidad y el s<strong>en</strong>tido de su exist<strong>en</strong>cia. Los intelectuales padec<strong>en</strong> particularm<strong>en</strong>te<br />

esa soledad y se conviert<strong>en</strong> o <strong>en</strong> individuos victoriosos, outsiders, o <strong>en</strong> apátridas de la<br />

sociedad. En fin, la anomia y el extrañami<strong>en</strong>to no desembocan sino <strong>en</strong> el aislami<strong>en</strong>to <strong>del</strong><br />

individuo fr<strong>en</strong>te al universo.<br />

11


Bibliografía<br />

Corpus principal:<br />

• CARPENTIER, Alejo. <strong>La</strong> consagración de la primavera. Madrid: Siglo XXI editores,<br />

1981.<br />

• CORTÁZAR, Julio. Rayuela. Bu<strong>en</strong>os Aires: Cátedra, 1996.<br />

• PERI Rossi, Cristina. <strong>La</strong> nave de los locos. Barcelona: Seix Barral, 1989.<br />

Obras citadas:<br />

• BIRKENMAIER, Anke. “El canto de Orfeo: Un fragm<strong>en</strong>to elidido de <strong>La</strong> consagración<br />

de la primavera de Alejo Carp<strong>en</strong>tier”. Revista Hispánica Moderna 56.1 (2003): 117-32.<br />

• BLANCO-Arnejo, María D. “Un desafío para el lector: Metamorfosis e id<strong>en</strong>tidad <strong>en</strong> <strong>La</strong><br />

nave de los locos de Cristina Peri Rossi”. Hispania 80.3 (1997): 441-50.<br />

• CAMUS, Albert. L’étranger. Paris: Gallimard, 1942.<br />

• CARPENTIER, Alejo. El siglo de las luces. Barcelona: Seix Barral, 2005.<br />

• FERRERO Hernández, Cándida. “Reminisc<strong>en</strong>cias clásicas <strong>en</strong> <strong>La</strong> consagración de la<br />

primavera de Alejo Carp<strong>en</strong>tier”. Literatura Iberoamericana y Tradición Clásica.<br />

Val<strong>en</strong>cia: Universidad de Val<strong>en</strong>cia, 1999: 173-77.<br />

• GENOVER, Kathle<strong>en</strong>. Claves de una novelística exist<strong>en</strong>cial (<strong>en</strong> Rayuela de Cortázar).<br />

Madrid: Playor, 1973.<br />

• GONZÁLEZ Echevarría, Roberto. “Últimos viajes <strong>del</strong> peregrino”. Revista<br />

Iberoamericana 57.154 (1991): 119-34.<br />

• MARTÍNEZ-Góngora, Mar. “Gregorovius y la decad<strong>en</strong>cia: Por qué Horacio Olivera<br />

rechaza su doble europeo <strong>en</strong> Rayuela”. Revista Hispánica Moderna 51.2 (1998): 341-<br />

53.<br />

• MARTÍNEZ Sauquillo, Ir<strong>en</strong>e. “Anomia, extrañami<strong>en</strong>to y desarraigo <strong>en</strong> la literatura <strong>del</strong><br />

siglo XX: Un análisis sociológico”. Reis 84 (1998): 223-42.<br />

• NIETZSCHE, Friedrich. Le crépuscule des idoles. Trad. de Jeadn-Claude Hemery.<br />

Paris: Gallimard, 1974.<br />

• OLIVERA-Williams, María Rosa. “<strong>La</strong> nave de los locos de Cristina Peri Rossi”.<br />

Revista de Crítica Literaria <strong>La</strong>tinoamericana 12.23 (1986): 81-9.<br />

• PLATAS Trasc<strong>en</strong>de, Ana María. Diccionario de términos literarios. Madrid: Espasa<br />

Calpe, 2004.<br />

• SÁBATO, Ernesto. Fantasmas. Bu<strong>en</strong>os Aires: Aguilar, 1963.<br />

• SORIANO Nieto, Nieves. “Rayuela: desde París a Bu<strong>en</strong>os Aires o la búsqueda <strong>del</strong><br />

antihéroe”. Espéculo 28 (2004): n. pág. Internet. 8 de marzo de 2010.<br />

12

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!