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RESPONSABILIDAD SOCIAL:
UNA ASIGNATURA PENDIENTE
Algunos economistas y políticos señalan
permanentemente que, a pesar de las
enormes retenciones que el gobierno
aplica a las exportaciones agropecuarias
e industriales, los montos recaudados no
son orientados a generar más crecimiento,
y junto con éste, mejor calidad de
vida de los ciudadanos argentinos.
Dice un antiguo proverbio chino que no
hay que darle pescado al que tiene hambre
sino enseñarle a pescar.
Vamos a citar un ejemplo de responsabilidad
social empresaria que muy bien puede
extenderse como política de Estado
para todo el país.
La empresa Tenaris – Siderca, cuando
puso sobre la mesa de discusión acerca
de que forma podrían ser más útiles a la
sociedad, alguien presentó una idea en
discusión que en la práctica demostró el
éxito y buen juicio del proponente.
“No vamos a repartir bolsas de comida
en los barrios marginales de la región
Campana sino comprarles utensilios de
labranza, semillas y contratar un ingeniero
agrónomo para enseñarles las artes del
cultivo de huertas familiares”.
Hoy quienes aceptaron el desafío, no sólo
no padecen hambre sino que el excedente
lo convierten en moneda para seguir
creciendo.
Si el gobierno adoptara esta política, con
la ayuda de los intendentes y gobernadores,
ante la enorme cantidad de tierras
fiscales improductivas y aplicara un criterio
similar al comentado, no sólo permitiría
mitigar y por qué no, erradicar el
hambre, sino iniciar una corriente de retorno
al trabajo en lugar de la prebenda
miserable de una bolsa de comida.
Recuperar la dignidad de la gente, generando
micro emprendimientos coadyuvaría
al bienestar general.
Una experiencia parecida se llevó a cabo
en la provincia de Río Negro a través de
un proyecto que llamaron UNIDEVI, al
que las familias más numerosas contaban
con mayor preferencia.
Dicho proyecto consistía en el otorgamiento
en comodato de una cantidad de
hectáreas, de las que sólo una o dos se
encontraban listas para ser sembradas,
el resto debían ser preparadas por los
beneficiarios. Se establecían los diversos
cultivos y se alentaba a la conformación
de cooperativas para bajar costos y defender
los precios.
A la familia se les entregaba una casa de
material bien hecha, con la cantidad de
ambientes de acuerdo al grupo familiar;
agua para consumo y riego, gas y electricidad.
La casa contaba con la instalación básica
para que el colono la terminara a su
gusto.
Con el tiempo si se demostraba que la
tierra era trabajada en su totalidad, pasaba
a propiedad de esa familia.
Como pueden apreciar los lectores, con
todo el dinero que mal se utiliza; con superávit
fiscal; con reservas nunca antes
conocidas que son utilizadas para llevar
a cabo un asistencialismo mal interpretado,
llevar a cabo un proyecto de país
de esta naturaleza no puede ser descabellado.
Como un elemento aleatorio,
que es una preocupación en sí misma, se
descomprimirían las villas de emergencia
ya que muchos habitantes volverían
al interior si se les dieran las condiciones
razonables.
Se podrían radicar nuevos asentamientos
dignos en el interior de las provincias, especialmente
la de Buenos Aires. ¿Qué se
necesitaría para llevarlo a cabo? Imaginación,
decisión política, inteligencia, credibilidad
y seguridad jurídica, que la gente
esté segura que al final del período de
prueba esas tierras pasarán en propiedad
a los colonos, con la prohibición de revenderlos
(campos o parcelas) por el término
de diez años. En caso de no cumplir con
los fines propuestos o de fuerza mayor,
se debiera traspasar ese dominio a una
nueva familia de similares condiciones.
Podría decirse que nos encaminaríamos
hacia una Argentina diferente.
ESTAMOS CONDENADOS PERO NO PRE-
CISAMENTE AL EXITO
Hoy los argentinos se encuentran nuevamente
enfrentados y divididos, gracias a
las políticas llevadas a cabo desde el primer
día de gobierno de Néstor Kirchner y
profundizadas a través de su esposa Cristina
Kirchner, presidente de la Nación.
Pobres contra ricos; empleados contra
empleadores; negros contra blancos;
intentando sin éxito campo contra la
industria, y lo que es peor, la ciudadanía
contra los productores agropecuarios.
No hace falta mencionar el odio alimentado
contra los militares, como si hubieran
sido los únicos malos de esta película.
Hasta que el Gobierno decidió meter la
mano en las faltriqueras de los productores
del campo, ningún ciudadano estaba
preocupado por la falta de alimentos; las
góndolas en los supermercados estaban
pobladas de productos de diversa calidad