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VERSOS Y PROSAS<br />

L<strong>UIS</strong> ENRIQUE ANTOLÍNEZ


© <strong>Universidad</strong> <strong>Industrial</strong> <strong>de</strong> Santan<strong>de</strong>r<br />

Colección<br />

Biblioteca Mínima Santan<strong>de</strong>reana No. 7<br />

Versos y Prosas. Luis Enrique Antolínez<br />

<strong>Dirección</strong> <strong>Cultural</strong><br />

Rector: Jaime Alberto Camacho Pico<br />

Vicerrector Académico: Álvaro Gómez Torrado<br />

Vicerrector Administrativo: Sergio Isnardo Muñoz<br />

Editor<br />

<strong>Dirección</strong> <strong>Cultural</strong><br />

Luis Álvaro Mejía A.<br />

Impresión<br />

División <strong>de</strong> Publicaciones<br />

Primera Edición: septiembre <strong>de</strong> 2010<br />

ISBN: 978-958-8504-42-1<br />

<strong>Dirección</strong> <strong>Cultural</strong> <strong>UIS</strong><br />

Ciudad Universitaria Cra. 27 calle 9.<br />

Tel. 6846730 - 6321349 Fax. 6321364<br />

Página Web http://cultural.uis.edu.co<br />

Correo electrónico: divcult@uis.edu.co<br />

Bucaramanga, Colombia<br />

Impreso en Colombia


L<strong>UIS</strong> ENRIQUE ANTOLÍNEZ<br />

Nació En Bucaramanga el 19 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong><br />

1891. Murió en Bogotá el 21 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong><br />

1920, seis días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su matrimonio<br />

con la señorita Elvira Vélez. Estudió en el Liceo<br />

Comercial que regentaba en Bucaramanga<br />

el señor Guillermo Otero Wilches. Allí tuvo<br />

como profesor <strong>de</strong> retórica al poeta Francisco<br />

Paillié. Viajó por Venezuela y posteriormente<br />

se radicó en Bogotá, don<strong>de</strong> trabajó en las<br />

redacciones <strong>de</strong> los periódicos El Tiempo y El<br />

Espectador. Su obra es corta, como corto fue<br />

su paso por la vida y se halla saturada <strong>de</strong> una<br />

inmensa melancolía.


INDICE<br />

EVOCACIÓN 13<br />

ELEGÍA DE LAS HORAS 15<br />

CAVATINA IDEAL 19<br />

INEFABLE EMOCIÓN 21<br />

RIMAS 23<br />

AÑORANZA 27<br />

AÑORANZA 31<br />

DE PASO 35<br />

DESVELO 37<br />

DIVAGACIÓN 39<br />

ELEGÍA DEL AÑO VIEJO 45<br />

LA ORACIÓN DEL RECUERDO 49<br />

RIMAS DE LA ILUSIÓN Y EL DESCONSUELO 53<br />

TROFEO CREPUSCULAR 55<br />

RIMAS DE OTOÑO 57<br />

RONDEL 61<br />

MI GÓNDOLA TE ESPERA 65<br />

PENUMBRA 67<br />

SU PRIMERA TRISTEZA 69<br />

VENTANA ROMÁNTICA 73<br />

PROSAS FRÁGILES 77


Luis Enrique Antolínez<br />

Antolínez fue un buen muchacho <strong>de</strong><br />

Provincias, que se vino a Bogotá,<br />

como tantos otros, lleno <strong>de</strong> fe y <strong>de</strong><br />

ilusiones y que en vez <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> gajo <strong>de</strong> laurel,<br />

encontró los “fúnebres ramos” <strong>de</strong> la muerte.<br />

A Antolínez le hicieron los dioses el mal<br />

regalo <strong>de</strong> darle un alma <strong>de</strong> poeta. Y con ese<br />

regalo a cuestas, Antolínez se olvidó <strong>de</strong> que,<br />

entre los hombres, hay que ser poeta por<br />

<strong>de</strong>ntro y cualquiera otra cosa por fuera.<br />

Nació Antolínez en Bucaramanga. Allí escribió<br />

sus primeros versos. Se educó en un<br />

colegio privado. Un plantel revolucionario e<br />

in<strong>de</strong>pendiente, que el medio estranguló, a<br />

pesar <strong>de</strong> los muchos esfuerzos <strong>de</strong>sintere-<br />

7


sados y generosos que se hicieron por darle<br />

vida. Francisco A. Paillié dictaba allí, gratuitamente,<br />

una clase <strong>de</strong> retórica, en forma amena,<br />

original y jugosa, con la elegante <strong>de</strong>spreocupación<br />

con que pudiera hacer una hora <strong>de</strong><br />

charla entre amigos. Así aprendió una veintena<br />

<strong>de</strong> muchachos a dislocar símiles, metáforas<br />

y sinécdoques a la manera <strong>de</strong> los escritores<br />

franceses. Se estudiaba allí, en sus textos<br />

originales, a Mallarmé, Verlaine, Regneir,<br />

todos los mo<strong>de</strong>rnos y también, <strong>de</strong> cuando en<br />

cuando, uno que otro clásico español, sólo<br />

“como para enjuagarse la boca”.<br />

Antolínez fue un discípulo afortunado <strong>de</strong><br />

Paillié. Influenciado quizás en <strong>de</strong>masía por la<br />

personalidad vibrante y fina <strong>de</strong> su maestro, el<br />

autor <strong>de</strong> “Estados <strong>de</strong>l Alma”, trató al principio<br />

<strong>de</strong> imitarlo un poco. No tardó, empero, en<br />

resolverse a beber en su propio vaso. Y<br />

<strong>de</strong>finida ya su personalidad literaria, en su<br />

jardín brotaron ramas y rosas, muchas más<br />

rosas que ramas.<br />

Yo le conocí entonces. Era un muchacho<br />

<strong>de</strong>lgado y nervioso.<br />

8


Luis Enrique Antolínez<br />

Desgraciadamente, cuando empezaba<br />

apenas a dar cosecha, la vida lo apremió, lo<br />

empujó, lo echó fuera <strong>de</strong>l país. Antolínez fue<br />

a dar con sus inquietu<strong>de</strong>s a Venezuela. Peregrinó<br />

por los dominios <strong>de</strong> don Juan Vicente,<br />

y a través <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s y <strong>de</strong> los caminos,<br />

pescó la enfermedad que más tar<strong>de</strong> lo llevó<br />

“al otro lado”.<br />

Cuando vino a Bogotá, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

muchas adversida<strong>de</strong>s, aún traía el poeta a<br />

flor <strong>de</strong> piel. Era iluso, ingenuo, bueno como<br />

un niño. Ninguno con más razón que él pudo<br />

cantar la canción <strong>de</strong> Verlaine:<br />

“Era solo, vine pequeño.<br />

Y los hombres <strong>de</strong> la ciudad,<br />

En mis ojos ricos <strong>de</strong> ensueño,<br />

No encontraron malignidad.”<br />

La nota predominante en la vida <strong>de</strong><br />

Antolínez fue la adversidad. Y al lado <strong>de</strong> la<br />

adversidad iba siempre la poesía, como una<br />

gran señora, junto a una muchacha <strong>de</strong>scalza.<br />

No es completamente extraño que estas dos<br />

hembras an<strong>de</strong>n juntas.<br />

9


Antolínez trasegó aquí por las Redacciones.<br />

Trabajó en El Tiempo y en El Espectador. Allí,<br />

entre una y otra crónica, entre uno y otro<br />

apunte –todo dura labor- dio a la estampa<br />

varios <strong>de</strong> sus poemas. Hay entre ellos<br />

algunos que, como “La Elegía <strong>de</strong> las Horas”,<br />

“La Oración <strong>de</strong>l Recuerdo”, “Rimas <strong>de</strong> Otoño”<br />

y “Sol <strong>de</strong> invierno”, bastarían para formar<br />

sólidamente su prestigio literario.<br />

En “Sol <strong>de</strong> invierno” está cristalizada<br />

la enorme tristeza <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong>l poeta. Es<br />

un poema familiar, lleno <strong>de</strong> emoción. En<br />

él aparece la melancolía cruel y punzante<br />

con que evocara, a través <strong>de</strong>l tiempo y la<br />

distancia, el caro hogar perdido, la vieja casa<br />

provinciana, “blanqueada <strong>de</strong> cal viva”, los<br />

anchos corredores, “la hermana <strong>de</strong> espíritu<br />

sencillo y tierno”, los “buenos libros <strong>de</strong><br />

juventud”, todas esas cosas, en fin, bellas y<br />

humil<strong>de</strong>s con que tan a menudo sueñan los<br />

poetas.<br />

En sus prosas era fácil y vivaz. Escribió<br />

poco. La vida apenas si le dio treguas para<br />

escribir, a salto <strong>de</strong> mata, sus pensares y sus<br />

sentires.<br />

10


Luis Enrique Antolínez<br />

A última hora, el Destino, que tan ceñudo<br />

se mostrara con él, quiso darle sus favores.<br />

Antolínez entonces ya no pu<strong>de</strong> abrir los ojos<br />

ni respon<strong>de</strong>r a su reclamo.<br />

Su tragedia final no pue<strong>de</strong> ser más<br />

dolorosa. Ama a una dulce niña con el mejor<br />

<strong>de</strong> sus amores. Se casa con ella, y a los ocho<br />

días muere, casi <strong>de</strong> súbito, hundiéndose para<br />

siempre con las rosas <strong>de</strong> Himeneo, frescas<br />

aún, entre las manos.<br />

Se podría <strong>de</strong>cir que el éxito, el amor y la<br />

muerte visitaron a Antolínez el mismo día.<br />

Yo, al rendir este homenaje al buen amigo<br />

muerto en plena juventud, evoco la figura <strong>de</strong><br />

su padre, <strong>de</strong>l bueno Don Sebastián, a quien<br />

solía encontrar una que otra vez en las calles<br />

<strong>de</strong> Bucaramanga.<br />

Al preguntarle por Luis Enrique, siempre<br />

me contestaba:<br />

–Por allá, luchando…<br />

11


Ya hoy puedo <strong>de</strong>cirte, ¡oh pobre <strong>de</strong> un<br />

poeta! que tu hijo duerme en paz, que sus<br />

luchas han cesado, que ya reposa bajo la<br />

tierra, a sus anchas, libre ya <strong>de</strong> sus sueños y<br />

<strong>de</strong> sus pesares, muy lejos <strong>de</strong> la vida y <strong>de</strong> los<br />

hombres.<br />

12<br />

Carlos Torres Durán<br />

Bogotá, 1922.


Luis Enrique Antolínez<br />

EVOCACIÓN<br />

La adoré por la gloria <strong>de</strong> sus rizos <strong>de</strong> oro,<br />

por las líneas arcaicas <strong>de</strong> su raro perfil,<br />

por los suaves scherzos <strong>de</strong> su acento<br />

sonoro,<br />

por la pálida grapa <strong>de</strong> su boca sutil.<br />

La adoré porque el beso <strong>de</strong> sus ojos, en coro<br />

le cantaron hosanna mis amores <strong>de</strong> abril,<br />

porque puso en el arca <strong>de</strong> mi ensueño el<br />

tesoro<br />

<strong>de</strong> las vívidas gemas <strong>de</strong> su risa infantil.<br />

13


Yo no supe <strong>de</strong>cirle mi amargura suprema.<br />

Sin conclusión quedaron los cantos <strong>de</strong>l<br />

poema,<br />

y en el lienzo inviolado <strong>de</strong> su triste pasión<br />

mi pincel incoloro, <strong>de</strong> dolor contagiado,.<br />

Borrajeó los esbozos <strong>de</strong> un poniente<br />

encantado<br />

Y trazó la silueta <strong>de</strong> la <strong>de</strong>silusión.<br />

(1908)<br />

14


Luis Enrique Antolínez<br />

ELEGÍA DE LAS HORAS<br />

Horas hay lisonjeras, blancas y soñadoras,<br />

leves como suspiros, áureas como un albor.<br />

Horas diafanizadas, horas multicolores<br />

llenas <strong>de</strong> la sonrisa fácil <strong>de</strong> la ilusión.<br />

Horas en que la vida corre hacia la<br />

esperanza<br />

tras el miraje ignoto <strong>de</strong> una visión azul:<br />

celestes y radiosas horas <strong>de</strong> bienandanza,<br />

quiméricas y aladas horas <strong>de</strong> juventud.<br />

15


Horas hay tremulantes, pálidas como rosas<br />

que inicia en las caricias el beso <strong>de</strong>l terral:<br />

horas turbias y opacas, horas caliginosas<br />

que azota <strong>de</strong>spiadadas la racha pasional.<br />

Cuando la sangre fluye por las arterias loca,<br />

con precipitaciones furiosas <strong>de</strong> raudal<br />

y el galopar insano <strong>de</strong>l corazón evoca<br />

la imagen <strong>de</strong>l Ensueño sobre el corcel <strong>de</strong>l<br />

Mal.<br />

Horas hay incoloras, tristes y <strong>de</strong>soladas<br />

que manchan la acuarela rosada <strong>de</strong>l vivir;<br />

adoloridas horas que pasan embozadas<br />

en los flotantes pliegues <strong>de</strong> su hopalanda<br />

gris.<br />

Horas como vampiros luctuosos <strong>de</strong> la vida<br />

que extinguen en las almas la luz <strong>de</strong>l i<strong>de</strong>al;<br />

horas negras y mudas que al abrirnos la<br />

herida<br />

<strong>de</strong>l dolor, nos sugieren la impresión <strong>de</strong> un<br />

puñal.<br />

Silencio. Cruzan sombras. Una teoría<br />

doliente<br />

pasa bajo la tar<strong>de</strong>. Florece la emoción.<br />

16


Luis Enrique Antolínez<br />

Y <strong>de</strong> lejos, muy <strong>de</strong> lejos llega <strong>de</strong>sfalleciente<br />

un eco fugitivo <strong>de</strong>l toque <strong>de</strong> oración.<br />

(1916)<br />

17


Luis Enrique Antolínez<br />

Para Elvira<br />

CAVATINA IDEAL<br />

Con el eco velado <strong>de</strong> un Nocturno distante<br />

que <strong>de</strong>sgrana el lirismo <strong>de</strong> una trova galante<br />

va hasta ti el homenaje <strong>de</strong> mi leve canción:<br />

consonancia in<strong>de</strong>cisa <strong>de</strong> in<strong>de</strong>cisa gavota<br />

que en el hondo silencio se <strong>de</strong>slíe gota a<br />

gota<br />

como una fontana o como un corazón.<br />

Bajo el claro <strong>de</strong> luna que soñó mi esperanza<br />

se inspiró la ca<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la dulce romanza<br />

19


que te narra mis sueños <strong>de</strong> ternura y <strong>de</strong><br />

amor.<br />

En la fronda tupida <strong>de</strong> armonioso ramaje,<br />

cual poeta que pule madrigales <strong>de</strong> encaje,<br />

escuché el flébil canto <strong>de</strong>l azul ruiseñor.<br />

En la noche enlunada mi romanza se<br />

esfuma.<br />

Sobre el blanco silencio finge copo <strong>de</strong><br />

espuma<br />

que resbala ondulando a capricho <strong>de</strong>l mar.<br />

Pero el eco apagado <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>al cavatina,<br />

si penetra en la estancia sentirá la divina<br />

eclosión luminosa <strong>de</strong> un celeste avatar.<br />

Inefable Princesa: la ilusoria romanza<br />

que soñó con ternura mi in<strong>de</strong>cible<br />

esperanza<br />

va a narrarte mis sueños <strong>de</strong> ventura y amor;<br />

te dirá mis anhelos la ensoñada gavota<br />

que en el hondo silencio se <strong>de</strong>slíe gota a<br />

gota<br />

como una fontana o como un corazón.<br />

2. III. 1917.<br />

20


Luis Enrique Antolínez<br />

INEFABLE EMOCIÓN<br />

Para avivar la llama <strong>de</strong> místicos fervores,<br />

la Hermana Ana Cristina, caritativa y leve,<br />

<strong>de</strong>jó en mi pieza una Virgen <strong>de</strong> los Dolores,<br />

un haz <strong>de</strong> margaritas y una bola <strong>de</strong> nieve.<br />

Se me llenó la vida <strong>de</strong> una sutil fragancia<br />

–aroma <strong>de</strong> inocencia disperso en el olvido–<br />

cuando la Sor benigna purificó mis estancia<br />

con la preclara Virgen <strong>de</strong> rostro adolorido.<br />

21


Y no sé qué inefable consolación <strong>de</strong><br />

ensueño,<br />

como un furtivo lampo mirífico y risueño,<br />

doró mis <strong>de</strong>steñidos rosales interiores<br />

cuando el postrer celaje <strong>de</strong>l moribundo día<br />

pasó el celeste nimbo <strong>de</strong> su policromía<br />

sobre la excelsa Madre guardián <strong>de</strong> mis<br />

dolores.<br />

Marly. 1918.<br />

22


Luis Enrique Antolínez<br />

Para Elvira<br />

RIMAS<br />

Lo recuerda, Alma?<br />

Cuando se anunciaba ya la Primavera<br />

y ardía el sol fúlgido <strong>de</strong> tu aniversario,<br />

mi fronda lucía un florecimiento<br />

<strong>de</strong> áureas esperanzas.<br />

La hojazón vibrante las suaves ca<strong>de</strong>ncias<br />

<strong>de</strong>l amor cantaba;<br />

jilgueros flautistas<br />

23


tus fascinaciones madrigalizaban;<br />

<strong>de</strong> blanco vestían todos mis rosales<br />

–lírico homenaje rendido a tus gracias–<br />

y en un i<strong>de</strong>alista rincón <strong>de</strong> verdura<br />

pleno <strong>de</strong> canciones, rico <strong>de</strong> fragancias,<br />

rumorosamente<br />

la dócil fontana<br />

sus blondas <strong>de</strong> encaje rizaba impasible<br />

al ritmo <strong>de</strong>l aura.<br />

*<br />

* *<br />

Era tan joyante, tan ilusionado,<br />

el jardín <strong>de</strong> ensueño, reflejo <strong>de</strong> mi alma,<br />

que por tus hechizos me sentía poeta,<br />

y cándida y pura,<br />

como una plegaria,<br />

brotaba inefable <strong>de</strong> mi sentimiento<br />

la estrofa romántica.<br />

Quizá tu memoria como un relicario,<br />

guar<strong>de</strong> aquellas rimas <strong>de</strong> ilusión doradas,<br />

en don<strong>de</strong> cintilan<br />

todos mis anhelos y mis esperanzas;<br />

aquellas estrofas<br />

tan emocionadas<br />

don<strong>de</strong> ardió el celaje <strong>de</strong> nuestra ternura,<br />

24


Luis Enrique Antolínez<br />

<strong>de</strong> nuestras promesas y <strong>de</strong> nuestras<br />

lágrimas.<br />

Aquellas estrofas…<br />

Lo recuerdas, Alma?<br />

*<br />

* *<br />

Ya asoma el cortejo <strong>de</strong> la Primavera:<br />

–rosas, golondrinas, –<br />

y en tu aniversario, dulce Bienamada!<br />

las rimas que antaño fueron mariposas<br />

<strong>de</strong> nítidas alas,<br />

hoy como aturdidas e insomnes falenas<br />

vuelan presurosas hacia tu ventana.<br />

Surgen <strong>de</strong>l silencio <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>samparo;<br />

son como las lágrimas<br />

<strong>de</strong> mi oculta pena,<br />

furtivas y amargas;<br />

son como la sangre <strong>de</strong> mi cruel herida,<br />

dolientes y trágicas;<br />

están impregnadas <strong>de</strong> mis <strong>de</strong>sconsuelos<br />

y mis ansieda<strong>de</strong>s,<br />

mis <strong>de</strong>solaciones y mis <strong>de</strong>sencantos.<br />

Tienen la tristeza<br />

<strong>de</strong> nuestros amores<br />

y <strong>de</strong> nuestras almas<br />

25


–almas que el ensueño sin cesar acerca,<br />

pero que la vida sin cesar rechaza–<br />

No me culpes, Alma!<br />

Las horas que pasan<br />

<strong>de</strong>sconsoladoras<br />

sobre mi abandono vierten su nostalgia.<br />

Siento que una pena<br />

recóndita y vaga,<br />

como una flor negra va abriendo su broche<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi alma.<br />

Tan distantes oigo<br />

tus leves pisadas,<br />

que una aciaga duda sin tregua tortura<br />

mi pobre esperanza.<br />

Por eso estas rimas son como falenas<br />

<strong>de</strong> alas incoloras<br />

o como marchitas rosas sin fragancia…<br />

2. III. 1919.<br />

26


Luis Enrique Antolínez<br />

AÑORANZA<br />

Para “La Época Literaria”<br />

(Inédita)<br />

Si tornara otra vez; si <strong>de</strong> sus labios<br />

brotaran como rosas los consuelos,<br />

cómo se disiparan mis agravios!<br />

cómo resucitaran mis anhelos!<br />

Supiera… Todavía la recuerdo!<br />

En la sombra <strong>de</strong> mis horas nocturnas,<br />

27


en esta lobreguez en que me pierdo,<br />

albean sus pali<strong>de</strong>ces taciturnas,<br />

y perdura, como la lumbre escasa<br />

<strong>de</strong> un poniente lejano en una gruta,<br />

el brillo <strong>de</strong> sus ojos que traspasa<br />

la cerrazón tediosa <strong>de</strong> mi ruta.<br />

En la <strong>de</strong>solación <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>stino<br />

y por doquier que mi dolor se vaya,<br />

pone en suave fulgor en mi camino<br />

su imagen, como un sol que se <strong>de</strong>smaya.<br />

Y soñando voy tras su silueta,<br />

tras el jubón azul que la i<strong>de</strong>aliza,<br />

percibo, entre penumbras esa inquieta<br />

travesura fugaz <strong>de</strong> su sonrisa.<br />

Su sonrisa fugaz, su gracia fina<br />

para <strong>de</strong>cirme adiós, su paso tardo<br />

para acentuar su mueca más divina<br />

que llegaba a mis ojos como un dardo.<br />

¡Dulces cosas lejanas, infantiles<br />

sugestiones, más caras que un tesoro,<br />

con que se ornamentaron mis abriles<br />

supliciados, <strong>de</strong> cármenes <strong>de</strong> oro!<br />

28


Luis Enrique Antolínez<br />

Ingenuida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l ayer, perdidas<br />

en la sombra <strong>de</strong> un antro; dulces cosas<br />

con que se redimieran muchas vidas<br />

pero que se mustiaron muchas rosas…<br />

Cuán bello hubiera sido haberse muerto<br />

en esa edad feliz: como un geranio<br />

<strong>de</strong> humil<strong>de</strong> y sin espinas, cuando el huerto<br />

estaba perfumado <strong>de</strong> geranio!<br />

29


Luis Enrique Antolínez<br />

AÑORANZA<br />

Lejana está la mañana,<br />

lejana, ya muy lejana,<br />

la mañana <strong>de</strong> ilusión<br />

en que me sonrió la vida,<br />

con la boca sonreída<br />

<strong>de</strong> una cándida visión.<br />

Sonrisa inefable y pura,<br />

celeste albor <strong>de</strong> dulzura<br />

<strong>de</strong> un cariño <strong>de</strong> mujer,<br />

que esmaltó mis ari<strong>de</strong>ces<br />

31


y doró mis lobregueces<br />

con la magia <strong>de</strong>l querer.<br />

Cariño más i<strong>de</strong>alista<br />

que el miraje <strong>de</strong> amatista<br />

<strong>de</strong> aquel cielo matinal:<br />

idilio grave y sincero<br />

con azul cielo <strong>de</strong> enero<br />

–primoroso madrigal.–<br />

Por qué te fuiste ¡Mañana!<br />

Por qué estás hoy tan lejana,<br />

¡Mañanita <strong>de</strong> ilusión!<br />

Mira cómo está <strong>de</strong> triste,<br />

porque nunca más volviste,<br />

mi afligido corazón.<br />

Hoy que apunta el calendario<br />

tu gentil aniversario<br />

con un cáliz <strong>de</strong> jazmín,<br />

recordándote, he llorado<br />

al mirar, ya resignado,<br />

la hojarasca <strong>de</strong>l jardín.<br />

Ya tú ves… De la sonrisa<br />

que fue un eco <strong>de</strong> tu risa<br />

en un alma <strong>de</strong> mujer,<br />

32


Luis Enrique Antolínez<br />

sólo queda esta plegaria<br />

dolorosa y funeraria<br />

<strong>de</strong> las hojas al caer.<br />

Lejana estás, tan lejana!<br />

Quizá me olvidaste, Hermana,<br />

que el amor dizque es traidor…<br />

Quizá ni razón te diste,<br />

pero yo seguiré triste<br />

por mi senda <strong>de</strong> dolor.<br />

Senda en que tus piel alados<br />

se quedaron estampados<br />

cual las huellas <strong>de</strong>l I<strong>de</strong>al;<br />

diminutas y áureas huellas<br />

que son mis claras estrellas<br />

en el cielo terrenal.<br />

Te llamabas Esperanza<br />

¡Gitana! Y en lontananza<br />

te avizoro sin cesar!<br />

Volverás, mi Golondrina?<br />

Si supieras… esta espina…<br />

Pero ya… no volverás?<br />

33


Luis Enrique Antolínez<br />

“Todo tiene sus aves”<br />

G. Valencia<br />

DE PASO<br />

¡Ave triste! Viajera que <strong>de</strong>scansas el vuelo<br />

en el árbol más viejo <strong>de</strong> mi patio-jardín:<br />

has venido tú, acaso, a buscar un consuelo<br />

en la frente sin alma que ha invadido el<br />

verdín?<br />

Traes la veste manchada con el polvo <strong>de</strong>l<br />

viaje;<br />

35


quizá tornas, exhausta, <strong>de</strong> un ignoto país:<br />

está lacio el contorno <strong>de</strong> tu níveo plumaje<br />

y se mustia el encanto <strong>de</strong> tu ingenuo cariz.<br />

¡Ave triste! Reposa. Inicia una aventura<br />

en la agostada copa <strong>de</strong> eglógica frescura<br />

<strong>de</strong>l árbol más anciano <strong>de</strong> mi patio-jardín.<br />

Y, si pue<strong>de</strong>s, arranca su secreto a la fuente<br />

Sin alma, que solloza ensoñadoramente<br />

bajo el abrazo idílico <strong>de</strong>l invasor verdín.<br />

36


Luis Enrique Antolínez<br />

DESVELO<br />

Me persigue tu imagen. Tu mirada<br />

<strong>de</strong> niña visionaria y hechicera<br />

perdura en mi dolor divinizada<br />

con la férvida unción <strong>de</strong> mi quimera.<br />

Entre el áureo esplendor <strong>de</strong> una alborada,<br />

<strong>de</strong> venturosos sueños mensajera,<br />

surges en mi recuerdo como una hada<br />

que presagia un fulgor <strong>de</strong> primavera.<br />

37


Imposible y lejana, fugitiva,<br />

yo te miro cruzar en mis ensueños<br />

un celeste paisaje ilusionado.<br />

Y al ver cómo te acercas, mis risueños<br />

cantares se impacientan y se aviva<br />

mi temblorosa fe <strong>de</strong> enamorado.<br />

38


Luis Enrique Antolínez<br />

DIVAGACIÓN<br />

En la paz <strong>de</strong>l crepúsculo. Hay un vago<br />

rumor <strong>de</strong> evocadoras pastorales<br />

y sopa un viento <strong>de</strong> in<strong>de</strong>ciso halago<br />

con efluvios <strong>de</strong> aromas i<strong>de</strong>ales.<br />

En el ambiente cálido parece<br />

vagar un ruego que pesares narra:<br />

una queja tediosa que fenece<br />

como un trémolo triste <strong>de</strong> guitarra.<br />

39


Todo semeja envidar al sueño:<br />

un idilio parece que murmura<br />

el hilo claro y soñador <strong>de</strong>l agua.<br />

La garganta sonora <strong>de</strong> la fuente<br />

estudia un tono condolido y grave;<br />

una nota modula, tan doliente,<br />

que un suspiro me finge por lo suave.<br />

Es la hora en que torna,<br />

al paso tardo <strong>de</strong> la yunta, hilando<br />

en el hondo letargo <strong>de</strong>l camino<br />

no sé qué historia pastoril y buena,<br />

a su escondido hogar, el campesino.<br />

La romántica hora<br />

<strong>de</strong> pensar en los sueños que murieron,<br />

en el alma enfermiza y torturada<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong>samparados que añoran por las<br />

dichas que se fueron,<br />

<strong>de</strong>sanda los caminos olvidados<br />

y se marcha por todos los sen<strong>de</strong>ros.<br />

En la paz soñadora y emotiva<br />

vibra el eco lejano<br />

<strong>de</strong> la triste sonata que <strong>de</strong>sgrana<br />

un incógnito piano,<br />

y fluye en el ambiente cual si fuera<br />

40


Luis Enrique Antolínez<br />

una mano amorosa y compasiva<br />

que rizara una blonda cabellera.<br />

Yo no sé qué añoranza en mí <strong>de</strong>spierta<br />

esa triste sonata fugitiva<br />

que doliente y amarga<br />

revive mis recuerdos y motiva<br />

una meditación suprema y larga.<br />

Yo no sé qué lamenta ese piano,<br />

ni por qué su ca<strong>de</strong>ncia temblorosa<br />

como un presagio en mi dolor persiste;<br />

acaso la sonata dolorosa<br />

que percibo en la tar<strong>de</strong><br />

es una consonancia <strong>de</strong> mi triste<br />

corazón que no tiene una esperanza…<br />

¡Oh alma hermana que lloras<br />

en la paz vespertina:<br />

como tú, voy rimando<br />

la pesarosa fuga <strong>de</strong> mis horas!<br />

Yo sé que en tus <strong>de</strong>svelos<br />

la rubia estrella <strong>de</strong>l amor no ar<strong>de</strong>;<br />

que sufres el martirio<br />

torturador <strong>de</strong> todos tus anhelos.<br />

Pero esperas que acaso en tu camino<br />

cruzará un peregrino<br />

41


soñador, que en sus rimas<br />

te dirá los azares <strong>de</strong> su sino,<br />

y al narrarte sus peregrinaciones<br />

te dará el lenitivo que mitigue<br />

el duelo <strong>de</strong>spiadado<br />

<strong>de</strong> tus <strong>de</strong>silusiones…<br />

…………………………………………..<br />

Se pier<strong>de</strong> en el crepúsculo la ignota<br />

sonata <strong>de</strong> Beethoven.<br />

Se pier<strong>de</strong> con insólito <strong>de</strong>sgaire,<br />

y la última nota,<br />

que salpica <strong>de</strong> lágrimas el aire,<br />

se diluye confusamente triste<br />

en el alma doliente <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>…<br />

Ya no queda un rumor. En el poniente<br />

se marchitan las rosas vesperales.<br />

Nada turba en esta hora la inconsciente<br />

<strong>de</strong>solación que inva<strong>de</strong> los rosales.<br />

Oh tar<strong>de</strong> ensoñadora! Bajo el ala<br />

garrida <strong>de</strong> tu cielo,<br />

que <strong>de</strong> vivos matices hace gala,<br />

he sentido un anhelo<br />

<strong>de</strong> nostalgia infinita:<br />

42


Luis Enrique Antolínez<br />

Yo quisiera soñar en mi pasado,<br />

revivir mis recuerdos ya dispersos<br />

y <strong>de</strong>shojar las rosas <strong>de</strong> mis versos<br />

a la tenue caricia<br />

<strong>de</strong> tu blando plumón tornasolado.<br />

Yo busco la inaudita<br />

y evocadora gama <strong>de</strong> tu traje<br />

que sugiere quietu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> cansancio<br />

en el alma vibrante <strong>de</strong>l paisaje.<br />

La canción <strong>de</strong> los claros surtidores<br />

que te cantan un yambo entre las flores<br />

y <strong>de</strong>rrochan cual gemas sus colores<br />

en el espejo azul <strong>de</strong> la fontana…<br />

Adoro, ¡oh tar<strong>de</strong>!<br />

tus sonatas <strong>de</strong> luz; tus ritmos graves<br />

do el morado se pier<strong>de</strong>, don<strong>de</strong> ar<strong>de</strong><br />

la fugitiva llama <strong>de</strong>l topacio:<br />

los allegros marciales<br />

<strong>de</strong> los rojos triunfales<br />

y las vibrantes fugas <strong>de</strong> los oros.<br />

Mas <strong>de</strong>l regio tesoro<br />

<strong>de</strong> tus matices vivos y se<strong>de</strong>ños,<br />

<strong>de</strong> tus maravillosas melodías,<br />

yo prefiero el azul<br />

que cubre mis ensueños<br />

con la red <strong>de</strong> sus tenues armonías.<br />

43


Deja ¡oh tar<strong>de</strong>! que mi soñar se pierda<br />

en la magia sutil <strong>de</strong> tus encantos.<br />

Déjame aprisionar tus vibraciones<br />

en las ágiles re<strong>de</strong>s <strong>de</strong> mis cantos.<br />

Úngeme con el óleo<br />

<strong>de</strong> tu beso mirífico.<br />

Escancia entre mi copa<br />

el vino <strong>de</strong> tus ánforas;<br />

revive mis ensueños enfermizos,<br />

y provoca en mi mente<br />

la suprema embriaguez <strong>de</strong> tu belleza;<br />

una i<strong>de</strong>al embriaguez que ponga un rictus<br />

<strong>de</strong> amargura y tristeza<br />

en los labios sonrientes <strong>de</strong> Dyonisos.<br />

44


Luis Enrique Antolínez<br />

ELEGÍA DEL AÑO VIEJO<br />

Para Jaime Barrera, inolvidablemente.<br />

Se fue con la pompa <strong>de</strong> sus arreboles,<br />

su encaje <strong>de</strong> nieblas, su brumoso tul,<br />

su cofre <strong>de</strong> estrellas, su collar <strong>de</strong> soles,<br />

su bouquet <strong>de</strong> rosas y su manto azul.<br />

A. Gómez Jaime.<br />

Para ti, viajero que cifras lo ido,<br />

para ti, Año viejo, canto mi canción.<br />

45


¡Año ilusionado, año florecido<br />

alborada rubia <strong>de</strong> mi corazón!<br />

Evoco tu arribo grave y silencioso.<br />

(No tenía una rosa mi interior rosal<br />

y entre su ramaje ralo y quejumbroso<br />

vagaba una triste ráfaga otoñal).<br />

Te salí al encuentro tan <strong>de</strong>sfallecido,<br />

tan sin esperanza, sin valor ni fe,<br />

que en tu esplendoroso manto guarnecido<br />

<strong>de</strong> estrellas, tan sólo brumas divisé.<br />

A través <strong>de</strong>l velo <strong>de</strong> mi pesimismo<br />

presentí la sombra <strong>de</strong> un negro ataúd<br />

y entreví a lo lejos –fúnebre espejismo–<br />

el cadáver mustio <strong>de</strong> mi juventud.<br />

Y eras, Año viejo, feliz mensajero<br />

<strong>de</strong> la milagrosa y áurea aparición<br />

que envuelta en la clámi<strong>de</strong> radiosa <strong>de</strong> Enero<br />

esmaltó <strong>de</strong> ensueños mi <strong>de</strong>solación.<br />

Estaba en tu alforja, raro peregrino,<br />

el trébol que augura la felicidad,<br />

Príncipe bizarro <strong>de</strong> ignoto <strong>de</strong>stino,<br />

fugaz peregrino <strong>de</strong> la inmensidad…<br />

46


Luis Enrique Antolínez<br />

Dejas en mi vida la argentada estela<br />

<strong>de</strong> una estrella errante sobre el mar azul:<br />

Año que te alejas en la carabela<br />

<strong>de</strong>l Tiempo al amparo <strong>de</strong>l diáfano Azur.<br />

Te miro alejarte como si mirara<br />

per<strong>de</strong>rse en las sombras un amigo fiel,<br />

Tú, que fuiste bueno con bondad preclara,<br />

por qué, cual los otros, te marchas? Por<br />

qué?<br />

Tu viaje no tiene retorno, Año Viejo!<br />

Tus mares sin playas no tienen confín…<br />

Lucen tus fanales inmortal reflejo<br />

en la clara noche <strong>de</strong>l ayer sin fin.<br />

Déjame ofrendarte la orquí<strong>de</strong>a que arranco<br />

<strong>de</strong> la azul pra<strong>de</strong>ra lleno <strong>de</strong> emoción,<br />

que mientras te alejas mi pañuelo blanco<br />

flotará en el aire como una oración.<br />

Adiós Año Viejo! Vuela hacia lo ignoto!<br />

Tu ocaso es el alba <strong>de</strong> lo porvenir…<br />

Sigue, buen hermano, tu éxodo remoto,<br />

que mis ojos lloren viéndote partir!<br />

47


Luis Enrique Antolínez<br />

LA ORACIÓN DEL RECUERDO<br />

¡Oh, divino Señor <strong>de</strong> las filenas<br />

manos como los lirios<br />

que ostenta en sus jardines Galilea!<br />

Ensoñador. Rabino que trenzaste<br />

en el fino tisú <strong>de</strong> las parábolas<br />

el más lírico y cándido poema!<br />

Nazareno<br />

<strong>de</strong> las pupilas dulces e insondables<br />

y <strong>de</strong> la cabellera <strong>de</strong> poeta!<br />

49


Tú, que supiste las tristezas hondas<br />

<strong>de</strong> los que amaron mucho<br />

porque fuiste un eterno enamorado<br />

<strong>de</strong> todo lo que sufre,<br />

<strong>de</strong> lo que está dolido en el jolgorio<br />

<strong>de</strong>l humano vivir porque lo mustia<br />

la tristeza <strong>de</strong> un ensueño sin fin,<br />

escúchame, ¡Señor!<br />

He amado mucho<br />

un alma <strong>de</strong> ilusión, cándida y pura,<br />

que tropecé en mi viaje por el mundo.<br />

(Yo iba con el afán <strong>de</strong>l peregrino<br />

que anhela terminar su romería:<br />

agitado y febril como la ola<br />

que busca reclinarse blandamente,<br />

tras las ondulaciones <strong>de</strong> sus tumbos,<br />

en el tálamo níveo <strong>de</strong> las playas.<br />

Como fuiste ¡oh Señor! por la escarpada<br />

senda <strong>de</strong> la amargura y <strong>de</strong>l oprobio<br />

tras la i<strong>de</strong>al corona que tus sienes<br />

con un nimbo fantástico aureola,<br />

así se encaminaban hacia “Ella”<br />

mis pasos en las sombras…<br />

50


Luis Enrique Antolínez<br />

Y la encontré al azar. Me esperaría<br />

en sus divagaciones solitarias<br />

aquella alma <strong>de</strong> ensueño ¡milagrosa!<br />

<strong>de</strong> la misma manera que mi alma<br />

a tientas, en la noche, la buscaba?<br />

Tú lo sabes ¡Señor!<br />

Tú que sorpren<strong>de</strong>s<br />

la ignota realidad <strong>de</strong> los <strong>de</strong>stinos<br />

en la página azul <strong>de</strong>l universo<br />

lo mismo que en las blancas <strong>de</strong> las frentes!)<br />

Es por “Ella” ¡Señor! por quien imploro<br />

por la Adorada<br />

que en mi ruta <strong>de</strong> espinas<br />

me <strong>de</strong>paró el azar como un tesoro<br />

<strong>de</strong> i<strong>de</strong>alidad y <strong>de</strong> belleza casta,<br />

la ingenuidad <strong>de</strong> mi plegaria sube<br />

hasta la azul techumbre <strong>de</strong> los cielos.<br />

Mi plegaria te pi<strong>de</strong> la graciosa<br />

bondad <strong>de</strong> tu sonrisa<br />

para su frente pálida,<br />

el augurio propicio <strong>de</strong> tu blanca<br />

ensoñación <strong>de</strong> amante taciturno<br />

y la celeste luz <strong>de</strong> la Esperanza<br />

para sus ojos <strong>de</strong> inefable brillo<br />

51


don<strong>de</strong> se diviniza la mirada.<br />

Yo te pido ¡Señor! que no permitas<br />

caer sobre la albura <strong>de</strong> sus sueños<br />

la noche aciaga <strong>de</strong>l eterno olvido,<br />

que no la alejes más <strong>de</strong> mi sen<strong>de</strong>ro,<br />

que presidas el ritmo <strong>de</strong> sus pasos<br />

y pongas en la rosa <strong>de</strong> sus labios<br />

el madrigal romántico<br />

<strong>de</strong> una jaculatoria enternecida<br />

por el recuerdo triste <strong>de</strong>l ausente…<br />

52


Luis Enrique Antolínez<br />

RIMAS<br />

DE LA ILUSIÓN Y EL<br />

DESCONSUELO<br />

ALMA VIAJERA<br />

Iba a partir el tren. Clarín sonoro<br />

inició con estrépito el viaje<br />

y al conjuro <strong>de</strong>l eco un raudo coro<br />

difundió su ¡evohé! por el boscaje.<br />

53


Divagaba mi mente, transportada<br />

por el <strong>de</strong>lirio <strong>de</strong> veloz carrera<br />

y ante el recuerdo <strong>de</strong> la novia amada<br />

sollozó <strong>de</strong> placer mi alma viajera.<br />

Era mi anhelo ver en sus ojos<br />

<strong>de</strong> celeste ilusión –puesto <strong>de</strong> hinojos–<br />

el esplendor divino que radia<br />

sobre mis sueños, cual antorcha rubia<br />

que difun<strong>de</strong> en el ámbito la lluvia<br />

<strong>de</strong>l matinal fulgor, cuando es <strong>de</strong> día.<br />

54


Luis Enrique Antolínez<br />

TROFEO CREPUSCULAR<br />

Plácido atar<strong>de</strong>cer. Dorado el cielo<br />

el resplandor iluso <strong>de</strong>l ocaso<br />

y el lago <strong>de</strong> irisado terciopelo<br />

vestía franjas trémulas <strong>de</strong>l raso.<br />

Eran mis ilusiones peregrinas,<br />

bajo el celo <strong>de</strong> fúlgidos colores,<br />

un errante tropel <strong>de</strong> golondrinas<br />

con rumbo hacia el nidal <strong>de</strong> sus amores.<br />

55


Y ¡oh ensoñadora y pálida Adorada!<br />

En aquella ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>splegada<br />

que el poniente erigió con vivo alar<strong>de</strong>,<br />

tu ondulante y artística silueta<br />

estampé con <strong>de</strong>licia <strong>de</strong> poeta<br />

sobre el escudo grácil <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>.<br />

56


Luis Enrique Antolínez<br />

RIMAS DE OTOÑO<br />

Para la Bienamada<br />

No sé por qué, in<strong>de</strong>cisos, tus pasos se<br />

<strong>de</strong>tienen<br />

frente al silencio grave que sueña en el<br />

jardín…<br />

Tal vez te dan tristeza las ráfagas que vienen<br />

Sumisas, a ofrecerte la esencia <strong>de</strong>l jazmín.<br />

No temas el mutismo que pasa por las<br />

frondas<br />

57


como un furtivo soplo <strong>de</strong> dolorida paz.<br />

Tu aparición divina, tus gasas y tus blondas,<br />

suscitarán el eco <strong>de</strong> la canción fugaz.<br />

Cuando tu acento vibre bajo el ramaje<br />

espeso,<br />

al ritmo milagroso que fluye <strong>de</strong> tu voz<br />

<strong>de</strong>spertará el lirismo <strong>de</strong>l surtidor, opreso<br />

por la quietud <strong>de</strong> olvido que vaga alre<strong>de</strong>dor.<br />

Sé misericordiosa! Avanza por las sendas<br />

do enseñoradamente cantaba el ruiseñor;<br />

do, bajo la penumbra <strong>de</strong> arcádicas leyendas,<br />

están agonizantes las flores sin color.<br />

Verás cómo se tornan risueñas y fragantes<br />

las pobrecitas flores <strong>de</strong> pali<strong>de</strong>z mortal<br />

cuando por los sen<strong>de</strong>ros tus blondas<br />

ondulantes<br />

evoquen el ensueño <strong>de</strong> la visión nupcial.<br />

–Lo ves? El claro-obscuro <strong>de</strong> las<br />

enreda<strong>de</strong>ras<br />

ya enjoya sus arcadas como si fuera abril.<br />

…Olvida que es otoño y sueña primaveras<br />

doradas e ilusorias el alma <strong>de</strong>l jardín…<br />

58


Luis Enrique Antolínez<br />

–Lo ves? Un raudo vuelo <strong>de</strong> pájaros canoros<br />

inusitadamente vibró entre la hojazón…<br />

Ya entonan <strong>de</strong>lirantes los argentinos coros<br />

la Epifanía gloriosa <strong>de</strong> tu salutación.<br />

Mira cómo al influjo <strong>de</strong> tu visión lejana,<br />

sobre el banco <strong>de</strong> mármol un tupido rosal<br />

inclinó suavemente la melena galana,<br />

generosa promesa <strong>de</strong> tu amparo cordial.<br />

Sé compasiva y buena. ¡Hada maravillosa!<br />

Encamina tus pasos a través <strong>de</strong>l vergel…<br />

y cuando en la floresta vibrante y armoniosa<br />

los huéspe<strong>de</strong>s alados se humillen a tus pies;<br />

cuando sobre el espejo dormido <strong>de</strong> la fuente<br />

<strong>de</strong>sgrane su perlada canción el surtidor,<br />

y mi esperanza trémula se arrastre<br />

sutilmente<br />

<strong>de</strong> la i<strong>de</strong>al caricia <strong>de</strong> tu mirada en pos;<br />

cuando bajo tus plantas el césped ver<strong>de</strong>cido<br />

te ofrezca en luz y sombra la pompa <strong>de</strong> un<br />

tapiz<br />

y todas sus fragancias, su manto florecido<br />

y sus mejores galas ostente mi jardín,<br />

59


tú serás ¡Bienamada! la dulce jardinera,<br />

el Hada bienhechora que reine en mi vergel;<br />

serás el áureo genio <strong>de</strong> mi i<strong>de</strong>al quimera<br />

y tendrás la seráfica vestidura <strong>de</strong> Ariel.<br />

60


Luis Enrique Antolínez<br />

Para Elvira<br />

RONDEL<br />

Quiere mi ternura<br />

con leve dulzura<br />

bajo la galana<br />

pompa soberana<br />

<strong>de</strong> este atar<strong>de</strong>cer,<br />

brindarte el lirismo <strong>de</strong><br />

un romanticismo<br />

en la consonancia<br />

–luz, alma y fragancia–<br />

<strong>de</strong> un fácil ron<strong>de</strong>l.<br />

61


Ven, ¡idolatrada!<br />

Bajo la enramada<br />

<strong>de</strong> sutil encaje<br />

que trenzó el follaje<br />

ver<strong>de</strong> <strong>de</strong>l jardín,<br />

te dirán las rosas<br />

cosas milagrosas<br />

y un sueño divino<br />

modulará el trino<br />

<strong>de</strong> mi bandolín.<br />

Ya verás… La tar<strong>de</strong><br />

pondrá en el alar<strong>de</strong><br />

que te harán las flores<br />

<strong>de</strong> sus mil colores<br />

una hebra <strong>de</strong> sol:<br />

hebra ensoñadora<br />

que será una aurora<br />

si entre tus cabellos<br />

pren<strong>de</strong> sus <strong>de</strong>stellos<br />

como un arrebol.<br />

Des<strong>de</strong> la floresta<br />

mirarás la puesta<br />

que doradamente<br />

luce en el poniente<br />

su coloración:<br />

62


Luis Enrique Antolínez<br />

rosa vespertina<br />

que como una espina<br />

clava la belleza<br />

<strong>de</strong> su i<strong>de</strong>al tristeza<br />

sobre el corazón.<br />

Ven, que ya más nunca<br />

sentiremos trunca<br />

la dulce añoranza<br />

que es nuestra esperanza<br />

y es nuestra ambición;<br />

florecido ensueño,<br />

lirio marfileño<br />

que emerge impalpable<br />

como el inefable<br />

lis <strong>de</strong> una oración.<br />

Ven ¡idolatrada!<br />

Ya entre la enramada<br />

como crisantemas<br />

fulguran las gemas<br />

<strong>de</strong>l atar<strong>de</strong>cer,<br />

y están angustiadas<br />

las rosas, rosadas<br />

que esperan ansiosas<br />

–así son las rosas–<br />

Verte aparecer.<br />

63


Ven, que mi ternura<br />

con leve dulzura<br />

bajo la galana<br />

pompa soberana<br />

<strong>de</strong> este atar<strong>de</strong>cer,<br />

te brinda el lirismo<br />

<strong>de</strong> un romanticismo<br />

<strong>de</strong> la consonancia<br />

–luz, alma y fragancia–<br />

<strong>de</strong> un fácil ron<strong>de</strong>l.<br />

64


Luis Enrique Antolínez<br />

MI GÓNDOLA TE ESPERA<br />

A mi Elvira, en el día <strong>de</strong> nuestras bodas<br />

Hoy viene a mi vida como un lampo<br />

ensueño.<br />

Difun<strong>de</strong>s en mi alma clarida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> aurora.<br />

lo que antaño fue triste tú lo tornas risueño,<br />

y <strong>de</strong> la realidad eres anunciadora.<br />

¿Divina? Mientras pasas bajo la augusta<br />

arcada<br />

65


que hoy te erigen mis sueños como un nimbo<br />

<strong>de</strong> gloria,<br />

<strong>de</strong>ja que mi esperanza celebre tu llegada<br />

con el lirismo cálido <strong>de</strong> un himno <strong>de</strong> victoria.<br />

¡Avanza, bienamada! Mi góndola te espera<br />

para llevarte, dócil, hacia la lisonjera<br />

playa don<strong>de</strong> fulguran la luz <strong>de</strong>l i<strong>de</strong>al.<br />

Mira cómo cintilan entre la lejanía<br />

los plácidos celajes que anuncian la alegría<br />

y cómo nuestra dicha ya encien<strong>de</strong> su fanal.<br />

66


Luis Enrique Antolínez<br />

PENUMBRA<br />

En la penumbra <strong>de</strong> la noche aciaga<br />

tu silueta fugaz <strong>de</strong> golondrina<br />

pasó sobre mis sueños con la vaga<br />

indiferencia <strong>de</strong>l dolor ¡Divina!<br />

Esquivaste mis ojos, no me diste<br />

la flor <strong>de</strong> tu sonrisa. Quedó inerte<br />

mi corazón… Y mi alma quedó triste<br />

“¡inmensamente triste, hasta la muerte!”<br />

67


¡Alma mía! ¿Qué brisa <strong>de</strong>solante<br />

cruzó por tu jardín? La musa errante<br />

<strong>de</strong>l peregrino ilusionado llora.<br />

Y la visión fatal <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sconsuelo<br />

<strong>de</strong>sfila sin cesar por el <strong>de</strong>svelo<br />

<strong>de</strong>l fanático tuyo que te implora.<br />

68


Luis Enrique Antolínez<br />

SU PRIMERA TRISTEZA<br />

A Manuel J. Carrizosa Blanco<br />

El sol se marchaba hollando los regueros <strong>de</strong><br />

granates y amatistas <strong>de</strong>l ocaso.<br />

Blanca, aquella muchacha que tenía unos<br />

ojos extáticos y tristes, como estanques<br />

dormidos, pensaba, acodada lánguidamente<br />

en la barandilla <strong>de</strong>l balcón, en el extraño<br />

peregrino que había pasado pensativo por la<br />

solitaria carretera.<br />

69


Ella había visto, a lo lejos, <strong>de</strong>svanecerse la<br />

silueta <strong>de</strong>l romero en la <strong>de</strong>solación <strong>de</strong> aquel<br />

atar<strong>de</strong>cer <strong>de</strong> verano, lleno <strong>de</strong> los ardores <strong>de</strong>l<br />

sol.<br />

A su recuerdo insólitas reflexiones afluían a su<br />

cerebro. Sentía tristeza <strong>de</strong> no haberse mirado<br />

en sus pupilas; <strong>de</strong> no haber estrechado su<br />

mano enflaquecida y casi diáfana.<br />

Así la tristeza <strong>de</strong> la golondrina cautiva que<br />

ve cruzar por el azul bandadas <strong>de</strong> hermanas<br />

emigrantes en las mañanas precursoras <strong>de</strong>l<br />

invierno.<br />

Ante ella habían <strong>de</strong>sfilado millares <strong>de</strong> viajeros<br />

son conmoverla. Todos habían pasado como<br />

las horas monótonas <strong>de</strong> su vida apacible;<br />

como pasan las ondas sobre el lago tranquilo:<br />

ondulándolo apenas…<br />

Y ahora la perseguía la visión <strong>de</strong>l pasajero<br />

a quien había seguido con los ojos hasta<br />

que <strong>de</strong>sapareció tras el último recodo <strong>de</strong>l<br />

camino.<br />

70


Luis Enrique Antolínez<br />

Pensó que iría muy lejos, abstraído en sus<br />

recuerdos… Una tristeza <strong>de</strong> <strong>de</strong>silusión invadió<br />

su espíritu, porque ella hubiera querido ser el<br />

motivo único <strong>de</strong> las reflexiones <strong>de</strong>l incógnito<br />

viajero.<br />

De nuevo repasó con la mirada el moaré<br />

ondulado <strong>de</strong> la carretera. Su ojos<br />

mariposearon anhelantes hasta per<strong>de</strong>rse<br />

tras el recodo que se había tragado la silueta<br />

<strong>de</strong>l romero, que acaso era un poeta.<br />

La visión tenaz <strong>de</strong>l peregrino se alzó doliente<br />

y enfermiza sobre el plafond <strong>de</strong> ensueño<br />

<strong>de</strong>l crepúsculo. Una sonrisa amarga pasó<br />

por los labios <strong>de</strong> la muchacha entristecida<br />

y sus facciones <strong>de</strong>nunciaron una intensa<br />

perplejidad al percibir el concierto mágico <strong>de</strong><br />

los colores moribundos <strong>de</strong>l Poniente.<br />

Vio cómo en las testas <strong>de</strong> los árboles<br />

voltigeaban los celajes vesperales: cómo<br />

eran tornasoladas las plumas <strong>de</strong> las aves;<br />

cómo pa<strong>de</strong>cía la llanura un dolor in<strong>de</strong>cible…<br />

Comprendió la tristeza <strong>de</strong>l crepúsculo…<br />

71


Y como si viera aún el peregrino, sus manos<br />

agitaron la muselina azul <strong>de</strong> su pañuelo<br />

que aleteó <strong>de</strong>sesperadamente en la mortal<br />

melancolía <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> que finaba.<br />

Y fue en aquel atar<strong>de</strong>cer estival, en que se<br />

perdió en la violeta agonizante <strong>de</strong>l ocaso<br />

la silueta <strong>de</strong>l romero pensativo, cuando<br />

Blanca, aquella muchacha que tenía los ojos<br />

extáticos y tristes como estanques dormidos,<br />

comprendió por primera vez la tristeza <strong>de</strong> la<br />

tar<strong>de</strong>.<br />

(1908)<br />

72


Luis Enrique Antolínez<br />

VENTANA ROMÁNTICA<br />

En aquella calleja colonial <strong>de</strong>l barrio <strong>de</strong>l<br />

mercado, entre el ajetreo <strong>de</strong> las carreteras<br />

que atestan las legumbres y el ir y venir <strong>de</strong> los<br />

que pasan, ¿no habéis visto aquel ventanuco<br />

cuasi-ojival, que finge estar prendido <strong>de</strong>l<br />

alero y que, festivo, muestra el vibrante<br />

hacinamiento <strong>de</strong> un rinconcito <strong>de</strong> jardín<br />

andaluz, <strong>de</strong> un retazo <strong>de</strong> acuarela sugeridora<br />

<strong>de</strong> algún ensoñador dibujo <strong>de</strong>l gran Rusiñol?<br />

73


Acaso habéis pasado por allí muchas veces,<br />

<strong>de</strong>masiado abstraídos, y no habéis podido<br />

saborear el encanto romántico <strong>de</strong> aquel<br />

ventanuco que más parece un tragaluz y que<br />

estaría muy bien en el milagro emocionante<br />

<strong>de</strong> un lienzo, prendido <strong>de</strong>l muro en un<br />

taller <strong>de</strong> pintor; pero que allí, en la calleja<br />

<strong>de</strong>sgarbada <strong>de</strong>l barrio burgués, ha sufrido un<br />

menoscabo en su belleza, porque muchas<br />

veces –la vida es así– el marco justiprecia<br />

el valor <strong>de</strong>l cuadro maravilloso que sin él<br />

pudiera pasar <strong>de</strong>sapercibido hasta para un<br />

rebuscador zahorí.<br />

Pero yo he tenido la fortuna <strong>de</strong> pasar frente<br />

a aquel altarcito <strong>de</strong> ensueño en una <strong>de</strong> estas<br />

mañana <strong>de</strong> septiembre, en que el cielo triste<br />

y lacrimoso pone en los corazones dulces<br />

anhelos <strong>de</strong> llorar no sé por qué cosas tal<br />

vez muy lejanas, porque son <strong>de</strong>l recuerdo o<br />

tal vez imposibles, porque son sombras <strong>de</strong><br />

ilusiones entrevistas en el espasmo febril y a<br />

más doloroso <strong>de</strong> una pesadilla trashumante.<br />

Y fue así, conmovido por la tristeza opresora<br />

<strong>de</strong> un cielo grisáceo y menudamente<br />

lacrimoso, como mis ojos se posaron al<br />

74


Luis Enrique Antolínez<br />

azar en la belleza conmovedora <strong>de</strong> aquel<br />

rinconcito <strong>de</strong> jardín andaluz, encuadrado en<br />

la hornacina <strong>de</strong>l ventanuco cuasi-ojival.<br />

Mirando los tazones <strong>de</strong>slustrados en<br />

que brillan los geranios abigarrados y las<br />

crisantemas purpuradas y don<strong>de</strong> la rojez <strong>de</strong> los<br />

claveles y la locura atrabiliaria <strong>de</strong> las guindas<br />

parece tendieran con su ebriedad lujuriante<br />

una red disfrazada en la ingenuidad <strong>de</strong> su<br />

atractivo al infantil y trapacero dios Amor, no<br />

sé por qué he pensado tan obstinadamente<br />

que en el cuarto a que dará claridad la tronera<br />

<strong>de</strong>l precioso tragaluz, que será gran<strong>de</strong> y<br />

<strong>de</strong>startalado y que mostrará inocentemente<br />

la <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>be <strong>de</strong> haber un<br />

alma <strong>de</strong> mujer tan espiritual, tan perfumada,<br />

tan <strong>de</strong>licada y transparente como el alma<br />

<strong>de</strong> una flor. Y he pensado que si esta mujer<br />

adivinada llegara a tener un novio muy amado<br />

y quisiera inmortalizarse <strong>de</strong> su recuerdo,<br />

todas las noches –o quizá solamente en<br />

la placi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> los dorados plenilunios– le<br />

invitaría a escalar la ventanita prendida <strong>de</strong>l<br />

alero, y en el hueco florecido, que se alucinará<br />

bajo la luna, le daría el se<strong>de</strong>ño tesoro <strong>de</strong> sus<br />

75


labios hasta que sangraran sobre los pétalos<br />

estremecidos y sangrientos también.<br />

¡Almas que soñáis! Id a buscar por todas<br />

partes una ventana florecida, y guardad<br />

en el recuerdo su visión, para evocarla<br />

bajo los cielos opresores y menudamente<br />

lacrimosos…<br />

(1911)<br />

76


Luis Enrique Antolínez<br />

PROSAS FRÁGILES<br />

Otra vez en mi alma se ha infiltrado la<br />

ráfaga <strong>de</strong> ensueño que sopla en la odorante<br />

emanación <strong>de</strong> los jardines <strong>de</strong> mi ciudad nativa.<br />

Volví a embriagarme <strong>de</strong>l azul <strong>de</strong> este cielo,<br />

bajo cuya dulzura esplendorosa se abrió mi<br />

corazón al i<strong>de</strong>al. Volví a enhebrar evocaciones<br />

muy lejanas frente a los crepúsculos dorados,<br />

bizarros espejismos <strong>de</strong> fascinación por don<strong>de</strong><br />

mi alma adolescente mariposeó en horas<br />

remotas, ávida <strong>de</strong> in<strong>de</strong>cibles aventuras.<br />

77


Torné a pasar bajo las alamedas <strong>de</strong> los<br />

parques, por cuyas callejuelas perfumadas<br />

fui rimando versos cándidos en la alborada<br />

<strong>de</strong> mi juventud, cuando era el espíritu como<br />

gozoso ruiseñor que estaba loco por difundir<br />

entre las frondas el perlado madrigal <strong>de</strong> la<br />

Ilusión. Y volví a escuchar las voces cristalinas<br />

<strong>de</strong> las muchachas gráciles y el lirismo <strong>de</strong> los<br />

pianos me trajo remembranzas <strong>de</strong> las tar<strong>de</strong>s<br />

remotas <strong>de</strong>l colegio, <strong>de</strong> la primera rima<br />

emocionada, <strong>de</strong> la visión azul <strong>de</strong>l porvenir<br />

y <strong>de</strong> la novia adorada e imposible que tenía<br />

los rizos <strong>de</strong> oro y los ojos in<strong>de</strong>finibles y<br />

fascinadores como el mar.<br />

El encanto <strong>de</strong> mi tierra provinciana, <strong>de</strong> la<br />

vida plácida y como evaporada <strong>de</strong> mi ciudad<br />

nativa, se reflejó en mi corazón como el eco<br />

<strong>de</strong> un celaje en el adormecimiento taciturno<br />

<strong>de</strong> un jardín abandonado.<br />

Mi soledad se ha poblado <strong>de</strong> sonorida<strong>de</strong>s<br />

fugitivas y los visos ilusorios <strong>de</strong>l ensueño<br />

voltejean doradamente en el ramaje <strong>de</strong> mis<br />

rosales interiores.<br />

78


Luis Enrique Antolínez<br />

¡Cómo emociona y cómo embriaga la<br />

contemplación <strong>de</strong> los paisajes que sirvieron<br />

<strong>de</strong> escenario al florecimiento <strong>de</strong> la vida!<br />

Y cómo tiene acritu<strong>de</strong>s el sentimiento<br />

<strong>de</strong>solador que embarga el corazón al sentir<br />

la carcajada <strong>de</strong> la realidad, que hace mofa<br />

<strong>de</strong>l fracaso <strong>de</strong> nuestras ilusiones.<br />

Di, corazón: ¿qué hiciste <strong>de</strong> tu fe<br />

incontrastable y <strong>de</strong> tu ambición <strong>de</strong>smesurada;<br />

qué hiciste <strong>de</strong> tu alegría cascabelera; <strong>de</strong> tu<br />

ilusión florida y fragantísima; <strong>de</strong> tus sueños <strong>de</strong><br />

lirismo fantástico y <strong>de</strong> tu i<strong>de</strong>al sobrehumano<br />

y vaporoso?<br />

Me respon<strong>de</strong>s con acento dolorido que tus<br />

gemas están intactas todavía, que nada se<br />

ha perdido <strong>de</strong> tu antiguo tesoro; que ocultas<br />

en tu estuche están las perlas <strong>de</strong> orientes<br />

lisonjeros que exornaron la dia<strong>de</strong>ma <strong>de</strong> tu<br />

eterna idolatrada.<br />

Pero tu acento es débil como el <strong>de</strong><br />

un convaleciente; tus latidos parecen<br />

angustiados; tienen ritmo <strong>de</strong> sollozos.<br />

79


¡Pobre corazón! Penetro en el silencio <strong>de</strong><br />

tu soledad y todo me habla <strong>de</strong> abandono,<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>solación y <strong>de</strong> ruinosos <strong>de</strong>scalabros.<br />

Entreabro el estuche <strong>de</strong> tus gemas y en el<br />

fondo veo pali<strong>de</strong>cer las joyas raras. El brillante<br />

<strong>de</strong> tu fe está opaco y turbio; el granate jovial<br />

<strong>de</strong> tu alegría tiene apenas un matiz <strong>de</strong> rosa<br />

exangüe; el ópalo cambiante <strong>de</strong> tus ilusiones<br />

se <strong>de</strong>smaya como un lampo moribundo<br />

<strong>de</strong>l crepúsculo; la inefable turquesa <strong>de</strong> tu<br />

ensueño semeja una lágrima doliente que<br />

temblara en las pupilas azules <strong>de</strong> una muerta,<br />

y el zafiro <strong>de</strong> tus i<strong>de</strong>ales langui<strong>de</strong>ce…<br />

Las lindas gemas perdieron sus<br />

prístinos fulgores. Sobre ellas pasó la vida,<br />

obscureciéndolas. Ya sus luces vacilantes no<br />

iluminan la penumbra <strong>de</strong> tanta soledad.<br />

Corazón: me das no sé qué angustia <strong>de</strong><br />

algo inexpresable. No quiero volver a oír<br />

tu acento fugitivo y <strong>de</strong>smayado como un<br />

eco. Guarda tu tesoro. ¡Desgraciado! Acaso<br />

esas gemas que idolatras, esas gemas que<br />

sueñas todavía ver relucientes sobre una<br />

80


Luis Enrique Antolínez<br />

frente alabastrina, esas gemas <strong>de</strong> ilusión…<br />

¡sean joyas falsas!<br />

(1916)<br />

81


Luis Enrique Antolínez<br />

Colección<br />

Biblioteca Mínima Santan<strong>de</strong>reana<br />

1. Cuento. Tomás Vargas Osorio<br />

2. Poesía. Tomás Vargas Osorio<br />

3. Poesía. Ismael Enrique Arciniegas<br />

4. Prosas. Jaime Barrera Parra<br />

5. Cuentos. Elisa Mújica<br />

6. Cuentos. Enrique Otero D’Costa<br />

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