You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
de látigo y la multitud se <strong>en</strong>fadaba con él poco a poco. ¿Qué pasa aquí? No <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>do qué ocurre.<br />
El sanitario se escondía detrás de Burton. El hombre desnudo dio vueltas <strong>en</strong> círculo con la espada<br />
estirada hasta que tropezó, la espada se le escurrió, y <strong>un</strong>os hombres de <strong>en</strong>tre la multitud se<br />
abalanzaron sobre él y com<strong>en</strong>zaron a golpearlo y a propinarle patadas. No te metas, le suplicaba<br />
el sanitario, eres alto, quizá seas fuerte, pero no puedes competir con estos salvajes. ¿Y si lo<br />
matan? ¡Eso ni nos va ni nos vi<strong>en</strong>e!<br />
Dos monzones, Dick, dijo el sanitario de vuelta a casa, ésa es la esperanza media de vida de <strong>un</strong><br />
recién llegado. No te preocupes, lo consoló Burton, eso seguro que sólo rige para qui<strong>en</strong>es viv<strong>en</strong><br />
con excesiva precaución y muer<strong>en</strong> de estiptiquez. ¿De estiptiquez?, musitó el sanitario. No estoy<br />
preparado para eso.<br />
1. El sirvi<strong>en</strong>te<br />
Nadie visitaría al lahiya a esas horas. No <strong>en</strong> ese mes de sequía. En el templo volverían a implorar<br />
lluvia a los dioses, pero él, ¿qué más iba a prometer a Ganesh? En realidad podría marcharse,<br />
cerrar su oficina, huir del polvo, pero su cobijo queda lejos. Ti<strong>en</strong>e preparados papel y pluma, a<br />
pesar de que nadie lo visitará. No a esa hora, ni <strong>en</strong> ese mes de sequía. Le falta sosiego para<br />
echarse la siesta. Se ha acostumbrado a no perder de vista a los demás escribanos, esos chacales.<br />
Cómo pelean por cada cli<strong>en</strong>te ap<strong>en</strong>as dobla la esquina ad<strong>en</strong>trándose <strong>en</strong> la calle, cómo tantean su<br />
inseguridad hasta que el cli<strong>en</strong>te se si<strong>en</strong>ta y expone su <strong>en</strong>cargo como si fuese <strong>un</strong> ruego. N<strong>un</strong>ca se<br />
dará cu<strong>en</strong>ta de cómo lo han <strong>en</strong>gañado esos infames canallas. Ellos todavía lo respetan y lo tem<strong>en</strong>.<br />
Él ignora el motivo de sus temores, pero su voz, más vigorosa que su cuerpo, los manti<strong>en</strong>e a<br />
raya. Puede confiar <strong>en</strong> sus fuerzas, <strong>en</strong> su aspecto digno, <strong>en</strong> su nombre respetado, <strong>en</strong> su edad, que<br />
impone respeto. Esa hora del día, esa estación del año son desesperantes. La tierra se cali<strong>en</strong>ta y<br />
nada se mueve. Estira las piernas. El calor derrite la calle. Se pega a los cascos de <strong>un</strong> buey, que<br />
se niega a seguir caminando. El arriero lo golpea con ademán cansino, tras cada golpe <strong>un</strong> paso<br />
más hacia el final del camino.<br />
Ese hombre de allí, situado <strong>en</strong> medio de la calle, ¿no es <strong>un</strong> cli<strong>en</strong>te? Al instante lo acechan por<br />
doquier, es <strong>un</strong> hombre alto, que se ha<br />
30