dostaní, contestaban cortésm<strong>en</strong>te y con pesar que por desgracia no <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dían el inglés, que el sahib esperase <strong>un</strong> mom<strong>en</strong>to y traerían a <strong>un</strong> traductor. Tras las obligaciones del regimi<strong>en</strong>to, Burton se s<strong>en</strong>taba ante su escritorio y se sumergía hasta altas horas de la noche <strong>en</strong> las gramáticas que había adquirido <strong>en</strong> Bombay. Rara vez le molestaban. Había corrido la voz de que el griffin era <strong>un</strong> tipo raro. No le resultaba fácil quedarse s<strong>en</strong>tado tan tranquilo. No hacía ni medio año que había partido de Gre<strong>en</strong>wich con la esperanza de pasar de la cotidianidad mezquina al reino de los admirables actos heroicos y asc<strong>en</strong>sos rápidos, de <strong>en</strong>contrar la gloria y el honor. Hombres de su edad t<strong>en</strong>ían al mando a tres mil sikhs, que conquistaban para Su Majestad territorios mayores que Irlanda. Las gotas de sudor le corrían por los brazos y la espalda, y las moscas zumbaban a su alrededor. Afganistán estaba <strong>en</strong> otra parte y ya pacificado, y a él no le quedaba más remedio que pron<strong>un</strong>ciar palabras <strong>en</strong> voz alta, repetirlas ci<strong>en</strong>tos de veces. Ap<strong>en</strong>as callaba, oía el zumbido de los mosquitos de los que no se libraba, daba igual con cuánta frecu<strong>en</strong>cia golpease el aire gritando al mismo tiempo la palabra que hacía suya <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>to. Sólo había <strong>un</strong>a estrategia para v<strong>en</strong>cer a esa plaga. T<strong>en</strong>ía que permanecer inmóvil <strong>en</strong> la silla, los ojos fijos <strong>en</strong> el libro abierto ante sí, <strong>en</strong> la sigui<strong>en</strong>te palabra inglesa a la que como tantas veces se le habían asignado dos concordancias –la doblez de los nativos se manifestaba <strong>en</strong> su l<strong>en</strong>guaje, había referido el oficial que conjugaba <strong>en</strong> fem<strong>en</strong>ino–. Él era <strong>un</strong>a víctima solapada, el oído experim<strong>en</strong>tado para el mosquito que se acercaba zumbando, pratikshaa karna, <strong>un</strong>a de las concordancias, a repetir despacio, cada sílaba <strong>un</strong> trago de agua, ahora el mosquito estaba cerca, intezaar karna, la otra concordancia, que repitió varias veces, sintió cómo el mosquito se posaba <strong>en</strong> su brazo y picaba. Entonces golpeó. –¡Naukaram! –Sí, sahib. –Únicam<strong>en</strong>te a base de gramática no avanzaré. Necesito <strong>un</strong> profesor, ¿puedes conseguirme <strong>un</strong>o idóneo? –Puedo int<strong>en</strong>tarlo. –¿En la ciudad? –Sí, <strong>en</strong> la ciudad. –Otra cosa más, Naukaram. –Sí, sahib. 49
–A partir de ahora te prohíbo pron<strong>un</strong>ciar <strong>un</strong>a sola palabra <strong>en</strong> inglés <strong>en</strong> mi pres<strong>en</strong>cia. ¡Habla indostaní! O gujarati o lo que demonios sea, pero ni <strong>un</strong>a palabra más de inglés. –¿Y si se pres<strong>en</strong>ta alg<strong>un</strong>a visita? –Lo imprescindible. Solam<strong>en</strong>te lo imprescindible.