Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
día colgar <strong>un</strong>a hamaca. Del barrio de los nativos <strong>en</strong> la hondonada sólo columbraba las torres y<br />
minaretes. El resto era <strong>un</strong>a mezcolanza completam<strong>en</strong>te indigesta; eso le habían dicho a<br />
escondidas los veteranos (qué bi<strong>en</strong> les iba esa palabra) <strong>en</strong> el club de oficiales del regimi<strong>en</strong>to esa<br />
mañana. Nuestra calle principal, le informaron, desemboca directam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> ese revoltijo. Por<br />
suerte, tuerce antes a la derecha, hacia la plaza de revista de tropas, no es preciso cabalgar colina<br />
abajo. T<strong>en</strong>emos que def<strong>en</strong>der esa loma, <strong>en</strong> s<strong>en</strong>tido metafórico, ya me <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>des. Burton no<br />
participó <strong>en</strong> las risas cómplices. Sal a caballo lo más temprano posible, anticípate al calor, que no<br />
se te olvide, y toma la dirección opuesta, la selva es mucho m<strong>en</strong>os peligrosa que la ciudad.<br />
Mucho m<strong>en</strong>os peligrosa. Aquí nuestra vida transcurre d<strong>en</strong>tro del cuartel. Nos levantamos<br />
temprano, terminamos el trabajo temprano. El señor del palacio se porta bi<strong>en</strong>. No ambiciona el<br />
m<strong>en</strong>or deseo de oponer resist<strong>en</strong>cia. Muy al contrario. Muy al contrario. Por la mañana, revista,<br />
después <strong>un</strong>a cabalgada de control y ya nos hemos ganado el desay<strong>un</strong>o. Tú juegas al billar, ¿no?<br />
¿O como mínimo al bridge? ¡Haremos de ti <strong>un</strong> excel<strong>en</strong>te jugador! A lo que todos –le habían<br />
rodeado, seguram<strong>en</strong>te para pot<strong>en</strong>ciar el espíritu de cuerpo– rieron, y <strong>en</strong> sus rostros suspicaces<br />
notó que esperaban que se sumase a sus risas. Les había decepcionado. Consolaos, compañeros,<br />
le habría gustado decirles, no será la última vez.<br />
Burton oyó cómo abrían bruscam<strong>en</strong>te las v<strong>en</strong>tanas. Se levantó y contempló su nuevo hogar a<br />
través de la reja. Era espacioso. El suelo no estaba revestido de tablas, ni el techo artesonado, las<br />
paredes estaban desnudas como el cráneo de <strong>un</strong> peregrino. El <strong>en</strong>tramado del tejado descubierto<br />
era <strong>un</strong>a visión poco frecu<strong>en</strong>te, a<strong>un</strong>que no resultaba desagradable. En las vigas se abombaban<br />
gruesas cuerdas de las que seguram<strong>en</strong>te pronto colgarían pesados abanicos.<br />
–Naukaram, esa casita de la esquina parece deshabitada, y m<strong>en</strong>os acogedora aún que esta cuadra,<br />
¿es <strong>un</strong> cobertizo para herrami<strong>en</strong>tas?<br />
–Bubukhaana, sahib.<br />
–A lo mejor me explicas qué significa eso.<br />
–Casa <strong>en</strong> la que vive mujer.<br />
–¿Tu mujer?<br />
–No. No mi mujer.<br />
–Pues la mía tampoco, te lo aseguro.<br />
–Quién sabe, sahib, quién sabe.<br />
42