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Bajá un capítulo en pdf - Rolling Stone

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pacio, como <strong>en</strong> <strong>un</strong> columpio, hasta que batió palmas y empezó a cantar.<br />

Qui<strong>en</strong> hace el bi<strong>en</strong> toda la vida,<br />

r<strong>en</strong>ace como gota,<br />

como rocío <strong>en</strong> mis labios.<br />

Qui<strong>en</strong> ha sido virtuoso toda la vida,<br />

descansará <strong>en</strong> <strong>un</strong>a boca de ostra,<br />

suavem<strong>en</strong>te acostado <strong>en</strong> mi boca.<br />

Pero la máxima felicidad es<br />

yacer cual perla blanca,<br />

cual perla <strong>en</strong>tre mis pechos.<br />

La mujer permaneció cerca de él durante toda la canción, con los labios contraídos, los ojos<br />

verdes <strong>en</strong>trecerrados, como si fueran peligrosos y hubiese que protegerse de ellos. La pirueta de<br />

la mujer terminó tan cerca de Burton, que éste habría podido besarle el ombligo. Ella se reclinó,<br />

dejó caer la cabeza <strong>en</strong> la nuca y se quedó inmóvil. Su falda seguía temblando <strong>en</strong> cada pliegue,<br />

igual que su pecho bajo la tela de hilos de oro. En las manos de la mujer aparecieron dos<br />

pequeños címbalos que golpeó mi<strong>en</strong>tras seguía bailando. Cuando la canción se extinguió, Burton<br />

creyó que estaba más agotado que la mujer. Ésta se quedó quieta, el rostro ll<strong>en</strong>o de esperanza.<br />

–Ti<strong>en</strong>e que darle dinero.<br />

–No deseo of<strong>en</strong>derla.<br />

–Oh, no, sahib, la of<strong>en</strong>sa es no darle nada.<br />

Burton alargó la mano, el billete <strong>en</strong>tre los dedos. El regocijo <strong>en</strong> los ojos de la mujer fue evid<strong>en</strong>te.<br />

Le arrebató el billete como si no quisiera que los dedos de él se animaran. A continuación se dio<br />

la vuelta y desapareció tras <strong>un</strong>a cortina.<br />

–Me ha parecido que se reía de mí.<br />

–No, sahib. Sólo que usted da mal el dinero.<br />

–¿Demasiado poco?<br />

–No. Dinero sufici<strong>en</strong>te, pero ti<strong>en</strong>e usted que jugar con él, fíjese, así...<br />

–Eso es ridículo. No voy a convertirme <strong>en</strong> <strong>un</strong> pelele.<br />

El olor dulzón que flotaba <strong>en</strong> el ambi<strong>en</strong>te se debía a los narguiles <strong>en</strong> los que, según le explicó<br />

<strong>un</strong>a de las mujeres, a través del agua pura se filtraba tabaco persa mezclado con hierbas, azúcar<br />

sin refinar y difer<strong>en</strong>tes especias. Pruébelo, le gustará. Ella sacó de <strong>un</strong> bolsillo invisi-<br />

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