Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
cir no, a mant<strong>en</strong>erse firme, antes de la tarde. Quería exponerse a todas las seducciones para<br />
demostrar que era capaz de resistirlas. Y ceder a ellas más tarde.<br />
–Sólo me satisface lo mejor.<br />
–Ay, sahib, ¿y qué significa lo mejor? Hay hombres, y mujeres, y los hombres que no toman a<br />
<strong>un</strong>a mujer porque a la vuelta de la esquina les espera quizás otra mejor, más hermosa, más rica,<br />
al final se quedan sin mujer. Más vale pájaro <strong>en</strong> mano que ci<strong>en</strong>to volando.<br />
Lo de hoy es seguro, nadie sabe lo que sucederá mañana.<br />
Dos días después se le ocurrió <strong>un</strong>a idea.<br />
–Quiero ver la ciudad de noche.<br />
–¿Acudir al club, sahib?<br />
–La ciudad verdadera.<br />
–Verdadera, ¿a qué se refiere?<br />
–Muéstrame los lugares donde se diviert<strong>en</strong> los nativos.<br />
–¿Qué desea hacer allí, sahib?<br />
–Lo mismo que los parroquianos. Lo que les <strong>en</strong>treti<strong>en</strong>e a ellos debe <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>erme a mí.<br />
Esta vez, Burton no se llevó consigo al sanitario, a qui<strong>en</strong> habría dejado ext<strong>en</strong>uado el recorrido.<br />
Ni <strong>un</strong>a sola luz, cada ser que se topaba con ellos iba embutido <strong>en</strong> su propia <strong>en</strong>voltura polvori<strong>en</strong>ta.<br />
Las calles se estrechaban, las bifurcaciones eran tan numerosas que Burton, de haber ido solo, se<br />
habría perdido. Tuvieron que continuar a pie. S<strong>en</strong>tía <strong>un</strong>a t<strong>en</strong>sión inesperada, se preg<strong>un</strong>taba si<br />
oiría los pasos antes de que <strong>un</strong> puñal le atravesara la piel. La idea le excitaba, el comi<strong>en</strong>zo de la<br />
noche le complacía. Delante de ellos brillaba <strong>un</strong>a hilera de casas. Se aproximaron y acertaron a<br />
distinguir edificios aislados, todos de tres pisos, cada <strong>un</strong>o de ellos provisto de <strong>un</strong> balcón. En los<br />
balcones había mujeres que se asomaban por <strong>en</strong>cima de la barandilla y le gritaban, Hamara ghar<br />
ana, atscha din hee. Con voz demasiado alta y ávida para lograr seducirlo e impulsarlo a<br />
ad<strong>en</strong>trarse <strong>en</strong> la planta baja, abierta como <strong>un</strong>a ti<strong>en</strong>da, donde seguro que <strong>un</strong>a mujer anciana dirigía<br />
el decurso posterior. Llevaban el rostro int<strong>en</strong>sam<strong>en</strong>te maquillado, sobrepasaban sus propias<br />
voces, el resto <strong>en</strong> el primer piso eran saris ondeantes. No bonito, sahib, ¿verdad? ¿Vi<strong>en</strong><strong>en</strong><br />
muchos aquí? Los que ti<strong>en</strong><strong>en</strong> poco sí vi<strong>en</strong><strong>en</strong>, pero eso no bu<strong>en</strong>o. Ahora veremos algo mejor,<br />
sahib. Pasaron ante <strong>un</strong>a casa <strong>en</strong> la que Naukaram sabía que se fumaba opio. El oro<br />
34