Versión completa en pdf - IES La Arboleda
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28<br />
EPE EN EL TIEMPO<br />
1 de noviembre de 1755,<br />
cuando la tierra se movió <strong>en</strong> Lepe<br />
En la fecha del título se sintieron <strong>en</strong><br />
Lepe, como <strong>en</strong> toda la comarca y gran parte de<br />
Andalucía y Portugal, las sacudidas de uno de<br />
los seísmos más célebres de la historia, el<br />
llamado Terremoto de Lisboa. Fue un int<strong>en</strong>so<br />
movimi<strong>en</strong>to sísmico con epic<strong>en</strong>tro <strong>en</strong> el Océano<br />
Atlántico, cerca de la capital portuguesa; y<br />
si terribles fueron las destrucciones que produjo<br />
<strong>en</strong> tierra, tal vez peores fueron los efectos<br />
del maremoto asociado que, por tres veces<br />
sucesivas, sembró el pánico <strong>en</strong> la costa.<br />
Como ocurre también ahora, a<br />
r<strong>en</strong>glón seguido de la catástrofe se realizaron<br />
Mi muy amado Señor:<br />
Habéis de saber ante todo como<br />
desde la pasada jornada del primero<br />
de noviembre se ha instalado <strong>en</strong><br />
vuestra villa de Lepe la más terrible de<br />
las desv<strong>en</strong>turas y la más espantosa de<br />
las confusiones. Hace ya más de un<br />
mes que Cabildo y regidores nos afanamos<br />
<strong>en</strong> procurar remedio y confortación<br />
para un pueblo que vive asfixiado<br />
por los escombros y hundido <strong>en</strong> la más<br />
triste de las miserias. <strong>La</strong>s antes bi<strong>en</strong><br />
compuestas y arregladas calles por<br />
donde transitaban alegres niños y mujeres<br />
no son ahora más que lodazal sin<br />
nombre donde sólo se v<strong>en</strong> pobres harapi<strong>en</strong>tos<br />
y viudas luchando por recomponer<br />
lo poco que ha quedado <strong>en</strong> pie<br />
de sus hogares.<br />
Pero, aunque me cuesta la vida<br />
misma rememorar las tristes horas<br />
de nuestra desgracia, complaceré vuestro<br />
mandato y os formaré el relato preciso<br />
de lo sucedido <strong>en</strong> Lepe aquel aciago<br />
día.<br />
Serían como las nueve de la<br />
mañana del día de los Santos, cuando<br />
todos los cristianos habían acudido ya<br />
a la misa mayor <strong>en</strong> la Iglesia de Nuestro<br />
Señor Santo Domingo. Yo me<br />
hallaba, junto con los otros regidores y<br />
los justicias, <strong>en</strong> el banco del Cabildo,<br />
junto a la capilla de Baltasar de los Ríos,<br />
dando espaldas a la multitud que<br />
abarrotaba el templo. Sintióse <strong>en</strong>tonces<br />
un estrépito incierto, un ruido como de<br />
relaciones y valoraciones de daños <strong>en</strong> las distintas<br />
villas y lugares. Conocemos una de estas<br />
relaciones: un informe que realizó la Academia<br />
Real de la Historia por el que podemos<br />
saber lo ocurrido <strong>en</strong> Lepe y el estado aproximado<br />
<strong>en</strong> que quedó el pueblo.<br />
En lugar de exponer o transcribir<br />
simplem<strong>en</strong>te el docum<strong>en</strong>to, he preferido recrearlo<br />
(con absoluto respeto de los datos que<br />
conti<strong>en</strong>e), imaginándolo <strong>en</strong> forma de una<br />
hipotética carta dirigida por uno de los regidores<br />
del cabildo de Lepe al Marqués de Ayamonte,<br />
señor de la villa.<br />
tru<strong>en</strong>os lejanos que parecía emanar de<br />
las <strong>en</strong>trañas mismas de los infiernos.<br />
Nadie de los pres<strong>en</strong>tes tuvo<br />
tiempo para deliberar sobre su causa u<br />
orig<strong>en</strong>, pues <strong>en</strong> m<strong>en</strong>os de un abrir de<br />
ojos el suelo principió a subir y a bajar<br />
como <strong>en</strong>loquecido, persisti<strong>en</strong>do su fr<strong>en</strong>ético<br />
estremecimi<strong>en</strong>to unos cinco minutos.<br />
A fe que fueron los mas largos<br />
de mi pobre exist<strong>en</strong>cia. Continuó el<br />
zarandeo ahora de forma horizontal,<br />
bandeándose la tierra del Suroeste al<br />
Mediodía, cuarteando las paredes y<br />
maltratando la techumbre de la iglesia.<br />
Supondréis, mi señor, el pavor dibujado<br />
<strong>en</strong> los rostros de los hombres, de los<br />
niños, de las mujeres, que <strong>en</strong> atropellado<br />
int<strong>en</strong>to se precipitaron hacia las estrechas<br />
puertas, donde se malhirieron<br />
muchos sin lograr salir. El hermoso<br />
campanario de la parroquia, de vuestro<br />
g<strong>en</strong>eroso patronazgo, quedó quebrantado<br />
<strong>en</strong> términos de ser necesaria su reedificación,<br />
y las naves tan maltrechas<br />
que hace ya muchos días que los curas<br />
sólo celebran <strong>en</strong> la capilla mayor.<br />
Cuando logré salir del templo,<br />
mi sorpresa se trocó bi<strong>en</strong> pronto <strong>en</strong><br />
llanto, contemplando el estado <strong>en</strong> que<br />
el temblor había dejado las calles y casas<br />
del pueblo. Tejados hundidos, pavim<strong>en</strong>tos<br />
desgajados, paredones agrietados<br />
y descarnados <strong>en</strong> difícil equilibrio;<br />
y gritos, aullidos humanos atrapados<br />
<strong>en</strong>tre los cascotes. No pudimos siquiera<br />
volver a las Casas del Cabildo, donde<br />
se habían v<strong>en</strong>ido abajo los tejados, blo-<br />
Juan Villegas Martín<br />
queando la <strong>en</strong>trada. El Pósito había<br />
sufrido los mismos daños, temiéndose<br />
por gran parte del grano almac<strong>en</strong>ado.<br />
Cuando creíamos ser ya imposible<br />
mayor desdicha, se oyó decir que<br />
llegaba g<strong>en</strong>te corri<strong>en</strong>do desde El Terrón,<br />
cubiertos de harapos los unos,<br />
desnudos los más. Contaban, con los<br />
ojos fuera de las órbitas, que el Mar<br />
Océano había salido de sí, sumergi<strong>en</strong>do<br />
todo lo que hallaba a su paso y con<br />
tal viol<strong>en</strong>cia que había arrastrado artes<br />
y barcos <strong>en</strong> número incontable, ahogando<br />
a multitud de personas que andaban<br />
fa<strong>en</strong>ando <strong>en</strong> la sardina. Aunque<br />
esto no pude verlo con mis ojos, todos<br />
relataban que primeram<strong>en</strong>te se retiró el<br />
agua muchos metros de la orilla, saliéndose<br />
luego de sus límites con inm<strong>en</strong>sa<br />
furia hasta tres veces, y con tanta<br />
viol<strong>en</strong>cia que, después de reconocer<br />
la costa, hallamos algunas barcas descuartizadas<br />
<strong>en</strong> las barrancas del Catalán,<br />
elevadas más de ci<strong>en</strong> cuerdas sobre<br />
el nivel del océano, si<strong>en</strong>do que cada<br />
cuerda corresponde a ses<strong>en</strong>ta varas del<br />
marco de Ávila.<br />
No sería yo osado de m<strong>en</strong>tiros,<br />
mi señor, sobre la cantidad de marineros<br />
ahogados por las aguas, pero<br />
aunque su número es desconocido muchos<br />
los cu<strong>en</strong>tan por ci<strong>en</strong>tos. Además<br />
de estos infortunados, cuyos cuerpos<br />
no podrán ya ser dados a la tierra, y de<br />
otros muchos que, por su mal olor<br />
hubieron de ser <strong>en</strong>terrados donde se<br />
hallaban sin contarlos, hasta el día 26<br />
de noviembre se han <strong>en</strong>terrado <strong>en</strong> la<br />
villa 203 cuerpos de vecinos y forasteros,<br />
contando <strong>en</strong>tre ellos tres sacerdotes<br />
y tres religiosas del Conv<strong>en</strong>to de la<br />
Piedad.<br />
Aún conserva mi memoria las<br />
caras de aquellos desgraciados huidos<br />
de las playas, temerosos de que regresara<br />
el impetuoso flujo de las aguas.<br />
Un pánico incontrolable se había adueñado<br />
de la villa, temi<strong>en</strong>do todos que<br />
pudiera repetirse el temblor o que, como<br />
clamaban a grandes voces los marineros,<br />
las aguas salidas de madre se