REVISTA CINECLUB UNED:Maquetación 1
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Esta película plasma la peor pesadilla de un<br />
marido cuarentón... o tal vez supone la vacuna<br />
más fulminante para las crisis y tentaciones de<br />
la mediana edad. Richard Wanley (Edward G.<br />
Robinson) es un pacífico y asentado profesor<br />
de criminología. En la primera escena, le<br />
vemos dar una conferencia sobre los impulsos<br />
criminales. Su mujer y su hijo se van de vacaciones<br />
y él se queda de rodríguez en la ciudad,<br />
en unos calurosos días de verano (aunque<br />
siempre le veamos vestido con traje de tres<br />
piezas). Por la noche, va a cenar con dos amigos<br />
en un club elegante. Antes, se queda embobado<br />
ante el retrato de una hermosa mujer,<br />
en un escaparate... para hilaridad de sus amigos.<br />
Durante la cena, Wanley afirma pesaroso<br />
que la vida termina a los 40, que ése es el final<br />
del espíritu de aventura; se lamenta de la solidez<br />
que empieza a sentir. Pero uno de sus amigos,<br />
Frank Lalor (Raymond Massey), que es<br />
fiscal, le advierte de que ya no puede soportar<br />
la aventura, de que la tragedia puede surgir de<br />
un descuido, de una tontería, de una copa de<br />
más, de bajar la guardia una sola vez (“Once<br />
off-guard” es el título original de la novela de<br />
J.H. Wallis en que se inspira el film).<br />
A la salida del club, Wanley se encuentra<br />
con la modelo del cuadro, Alice Reed (Joan<br />
Bennet). Por si eso no fuera en sí bastante extraordinario,<br />
la mujer afirma estar sola, soltera,<br />
sin compromiso... le propone tomar una<br />
copa... luego van a casa de ella. Wanley, encantado,<br />
entra en el juego de aventura y coqueteo...<br />
En esto irrumpe un amante celoso<br />
(de ella), al que la mujer llama “Frank”. Hay<br />
una pelea, y Wanley lo mata en defensa propia,<br />
con unas tijeras. A partir de aquí, el inofensivo<br />
profesor se incorpora a la galería de<br />
personajes languianos atrapados por el destino...<br />
Por un lado, ya saben, no hay crimen perfecto<br />
(la muerte ha sido en defensa propia,<br />
pero, una vez que deciden ocultar el cadáver,<br />
se convierten en criminales). Wanley, experto<br />
criminalista teórico, comete un montón de<br />
errores de principiante al esconder el cadáver<br />
(deja huellas de ruedas, se desgarra el abrigo,<br />
se hiere una mano con alambre de espino).<br />
Para más inri, la investigación la dirige su<br />
amigo fiscal, por lo que Wanley puede seguirla<br />
de primera mano y tiene abundantes ocasiones<br />
de traicionarse... Mucho antes de CSI, la<br />
película nos instruye sobre métodos policiales<br />
(recogida de huellas, moldes, etcétera), y<br />
sobre la rutina policial hecha de un ingrediente<br />
principal: paciencia.<br />
El muerto resulta ser un magnate financiero<br />
llamado Claude Mazard, y su guardaespaldas<br />
(Dan Duryea) se presenta ante Alice para hacerle<br />
chantaje. Wanley le explica que sólo hay<br />
tres formas de tratar con un chantajista: pagarle<br />
(y seguir pagando para siempre), ir a la<br />
policía... o matarlo. Pero todas las salidas se<br />
cierran... Entonces llega un final que ya es clásico,<br />
pero que ha sido (y puede ser) largamente<br />
debatido (también se ha repetido<br />
muchas veces, pero nunca con la elegancia de<br />
Lang), y que en su momento contó con la oposición<br />
del guionista y productor Nunnally<br />
Johnson. Este final fue defendido siempre por<br />
el director: “El final lógico de la película nos hubiera<br />
dejado un vacío estéril”, dijo. Debemos reconocer<br />
que el relato resulta plenamente<br />
coherente con ese desenlace. Tras la sorpresa<br />
del primer visionado, posteriores revisiones<br />
permiten descubrir algunas sutiles pistas visuales.<br />
Y, sobre todo, esa solución es coherente<br />
con la radical inverosimilitud de la<br />
premisa (como señaló Gavin Lambert, “todo<br />
parece real, y a la vez es imposible que lo sea”).<br />
El gran Edward G. Robinson pudo alejarse<br />
de su encasillamiento en papeles de gángster,<br />
interpretando de manera cercana y conmovedora<br />
a un hombre ingenuo, sin experiencia de<br />
la vida, torpe a pesar de su gran inteligencia,<br />
atrapado en una pesadilla que le supera (más<br />
tarde volverá a sentar cátedra con Lang, como<br />
pardillo víctima de la mujer fatal de Perversidad).<br />
Joan Bennett, una de las actrices favoritas<br />
de Lang aporta la necesaria cualidad<br />
misteriosa a un personaje que, como decíamos,<br />
no es ni pretende ser verosímil. Y el extraordinario<br />
Dan Duryea, con su sonrisa<br />
canalla y su canotier, sobresale como ese chantajista<br />
de amable apariencia que parece que<br />
sólo pretende chantajear un poco, casi como<br />
un favor... La mujer del cuadro, que tuvo un<br />
gran éxito comercial en su día, y ha seguido<br />
siendo uno de los filmes más populares de<br />
Lang, tiene un indudable fondo moralista,<br />
como aviso para navegantes... o para maridos<br />
cuarentones con tentaciones de infidelidad (al<br />
menos, eso es lo que me dice mi chica, mirándome<br />
significativamente).<br />
La mujer del cuadro<br />
The woman in the window, 1944<br />
RKO<br />
Director: FRITZ LANG<br />
Guión: NUNNALLY JOHNSON<br />
Sobre la Novela de J.H. WALLIS<br />
Fotografía: MILTON KRASNER<br />
Música: ARTHUR LANGE<br />
Montaje: MARJORIE JOHNSON<br />
Productor: NUNNALLY JOHNSON<br />
Intérpretes: EDWARD G. ROBINSON, JOAN BENNETT, RAY-<br />
MOND MASSEY, DAN DURYEA, EDMOND BREON, THO-<br />
MAS E. JACKSON, ARTHUR LOFT<br />
Duración: 95 minutos<br />
proyección<br />
09 /febrero /2009<br />
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