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REVISTA CINECLUB UNED:Maquetación 1

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Sólo se vive una vez<br />

You only live once, 1937<br />

United Artists<br />

Director. FRITZ LANG<br />

Guión: GENE TOWNE y GRAHAM BAKER<br />

Fotografía: LEON SHAMROY<br />

Música: ALFRED NEWMAN<br />

Montaje: DANIEL MANDELL<br />

Productor: WALTER WANGER<br />

Intérpretes: SYLVIA SIDNEY, HENRY FONDA, BARTON MAC<br />

LANE, JEAN DIXON, WILLIAM CARGAN, “CHIC” SALE,<br />

WARREN HYMER, JEROME COWAN, MARGARET HAMIL-<br />

TON, GUINN WILLIAMS, JOHN WRAY<br />

Duración: 86 minutos<br />

proyección<br />

19 /enero /2009<br />

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“El tema principal que atraviesa todas mis películas,<br />

es la lucha contra el destino, contra la fatalidad…<br />

La lucha es lo importante; no su<br />

resultado”. Una de las películas de Lang que<br />

mejor ilustran esta afirmación del director es<br />

Sólo se vive una vez: un soberbio drama oscuro<br />

y fatalista, una tragedia contemporánea sobre<br />

la lucha (inútil) contra el destino. Pero, en las<br />

películas americanas de Lang, el destino ya no<br />

concierne a dioses, nibelungos o héroes mitológicos,<br />

sino que tiene una encarnación más<br />

cercana y realista, y por eso mismo más inexorable.<br />

El protagonista es un tipo corriente<br />

(otra vez Juan Nadie) y, en palabras del director,<br />

“mis personajes perseguidos luchan contra<br />

sus circunstancias vitales, contra cosas tan concretas<br />

como la opinión de sus vecinos, contra la<br />

estupidez de las leyes y otras cosas de este tipo”.<br />

Joan (Silvia Sydney) trabaja en la oficina del<br />

Defensor Público. Va a casarse con Eddie<br />

(Henry Fonda), un delincuente que ha cumplido<br />

tres condenas por delitos menores, y a<br />

quien ha conseguido sacar a la calle con ayuda<br />

de su jefe, Stephen (Barton MacLane), enamorado<br />

a su vez de ella. La historia se mueve<br />

por dos fuerzas contrapuestas. Por un lado, la<br />

fuerza del amor, la ingenuidad y el idealismo<br />

de Joan, el sueño de una nueva vida honrada y<br />

feliz (Joan está convencida de la bondad de<br />

Eddie, pero su hermana cree que está loca;<br />

sólo Stephen, otro héroe del film, la ayuda incondicionalmente).<br />

Cuando Eddie es acusado<br />

del atraco a un furgón blindado, en el que han<br />

muerto varios guardias, Joan no pierde su fe<br />

en la inocencia de Eddie, y tampoco en el sistema:<br />

le convence para que se entregue... lo<br />

que tendrá trágicas consecuencias.<br />

Y es que la otra fuerza que atrapa a Eddie es<br />

la fatalidad o el destino, que impide ese sueño<br />

de amor y de una nueva vida. Pero, como decíamos,<br />

no es un destino decidido por los dioses<br />

ni escrito en las estrellas: deriva de la<br />

propia sociedad. Se encarna en los dueños del<br />

hotel que expulsan a Joan y Eddie, en su luna<br />

de miel, cuando descubren el pasado de él. En<br />

el jefe que le despide por un mínimo retraso<br />

(el día que había ido a ver la casa que la pareja<br />

pensaba comprar), y se niega a hacerle una<br />

carta de recomendación (así, sólo su antigua<br />

banda de criminales se ofrece a contratarlo).<br />

En el insulto constante (“jailbird”, “ex con”). En<br />

el compañero presidiario que le recuerda, al<br />

salir de la cárcel, que sigue siendo uno de los<br />

suyos. En el alcaide, que le desea suerte por<br />

compromiso, pero no confía en que no vuelva<br />

a las andadas...<br />

Eddie es acusado del atraco con pruebas circunstanciales<br />

(un sombrero con sus iniciales),<br />

pero lo que de verdad le condena son todos<br />

esos prejuicios. Lang juega con la ambigüedad<br />

y con las expectativas del espectador al rodar<br />

la escena del robo: el atracador va enmascarado<br />

y no sabemos si es Eddie o no, aunque esperamos<br />

que no lo sea. Sin embargo, en un<br />

dramático giro, el falso culpable se convierte<br />

más tarde en verdadero culpable de un homicidio<br />

absurdo, al complicarse la fuga de la cárcel<br />

y matar al Padre Dolan (precisamente el<br />

único que creía en él, además de Joan), en un<br />

momento de ofuscada desesperación, cuando<br />

éste le traía la noticia de su libertad...<br />

Quizás porque acababa de rodar un juicio<br />

para Furia, Lang relata el de Eddie con una ingeniosa<br />

elipsis. Vemos a un director de periódico<br />

frente a tres posibles portadas del día<br />

siguiente: culpable, inocente o bloqueo del jurado;<br />

tras recibir una llamada, señala la portada<br />

condenatoria. Antes, también nos ha<br />

contado la boda de Joan y Eddie con otra elipsis:<br />

imágenes del rótulo del motel, del registro<br />

donde firman “señor y señora Taylor” y de la licencia<br />

matrimonial. En un tono muy distinto,<br />

en la celda del corredor de la muerte, Lang recurre<br />

a la imaginería expresionista: la sombra<br />

alargada de los barrotes. La huída desesperada<br />

de los fugitivos entre la noche y la niebla adquiere<br />

cualidades fantasmagóricas. Al final, las<br />

palabras en off del sacerdote (“eres libre, Eddie,<br />

las puertas están abiertas”) resultan desconcertantes.<br />

Lang aseguró que no eran irónicas,<br />

pero si apuntan a una redención en el más allá<br />

se contradicen con el propio título del film:<br />

sólo se vive una vez.

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