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REVISTA CINECLUB UNED:Maquetación 1

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1920), pero para la productora era más importante<br />

que terminase la segunda parte de Die<br />

Spinnen. Sin embargo, Lang aportó a Caligari (título<br />

fundamental del expresionismo alemán, dirigido<br />

finalmente por Robert Wiene) la idea del<br />

prólogo y el epílogo normales, situados en un<br />

manicomio, que convierten la parte central expresionista<br />

en el sueño de un loco, idea que recuperó<br />

años después para La mujer del cuadro.<br />

Entonces, Lang conoció a la novelista y guionista<br />

Thea von Harbou (1888-1954). Ambos empezaron<br />

su larga colaboración con el guión de La<br />

tumba india (rodado por Joe May, quien se lo<br />

quitó de las manos a Lang, en 1920). Su relación<br />

fue profesional: ella colaboró en todos los sucesivos<br />

guiones y películas de Lang, hasta El testamento<br />

del Dr. Mabuse (1933). Y también personal:<br />

tras la muerte de la primera esposa del director,<br />

Lisa Rosenthal (un suicidio o muerte accidental<br />

en circunstancias dudosas, que llegó a ser objeto<br />

de pesquisas policiales en las que se interrogó a<br />

Lang), se casaron (el primer marido de von Harbou<br />

había sido el actor Rudolf Klein-Rogge, que<br />

intervendría en seis películas futuras de Lang).<br />

Además de numerosas novelas populares (incluyendo<br />

una novelización del guión de Metrópolis),<br />

von Harbou escribió guiones para otros directores<br />

(incluyendo a May, Murnau y Dreyer) y llegó<br />

a dirigir dos películas, tras su separación de Lang<br />

y ya bajo el nazismo: Elisabeth und der Narr<br />

(1934) y Hanneles Himmelfahrt (1934).<br />

Durante muchos años, el (injusto) lugar<br />

común ha sido echar a Thea von Harbou la culpa<br />

de todos los defectos de las películas alemanas<br />

de Lang (desde el sentimentalismo hasta las debilidades<br />

ideológicas). Pero, puesto que ninguno<br />

estuvimos a su lado mientras escribían, sólo el<br />

prejuicio puede atreverse a repartir méritos y culpas<br />

entre ambos (por más que la posterior afiliación<br />

nazi de von Harbou no ayude a hacerla<br />

simpática). Das wandernde Bild (“La imagen viajera”,<br />

1920) fue el primer film que dirigió Lang<br />

sobre un guión de von Harbou: una mezcla de<br />

melodrama y fantasía místico-religiosa. Die Vier<br />

um die Frau (“Cuatro en torno a la mujer”, 1921),<br />

fue un rocambolesco melodrama basado en una<br />

obra teatral, con joyas robadas, moneda falsa,<br />

hermanos gemelos, equívocos amorosos y celos.<br />

Las tres luces (Der müde Tod, 1921, literalmente<br />

“La Muerte cansada”) ya son palabras mayores, la<br />

primera obra realmente importante del director<br />

(Lang: “fue la primera película con la que la gente<br />

dijo aquí hay alguien”). La historia es romántica y<br />

sobrenatural: la Muerte (Bernhard Goetzke) se<br />

lleva al amado de una mujer (Lil Dagover) pero,<br />

conmovida por sus ruegos y cansada de su triste<br />

tarea, acepta un trato. Muestra a la mujer tres<br />

velas, a punto de apagarse, que representan otras<br />

tantas vidas humanas: si consigue salvar tan solo<br />

una de ellas, le devolverá a su amado. Las tres historias<br />

se desarrollan en la Bagdad de las mil y una<br />

noches, en la Venecia del Renacimiento y en la<br />

China antigua. Las tres veces, la mujer fracasa<br />

frente al destino, y tampoco consigue luego que<br />

otra persona (ni siquiera ancianos o enfermos)<br />

acepte dar su vida a cambio de la del amado… El<br />

film es exacerbadamente romántico (amor más<br />

poderoso que la muerte) y también fantástico<br />

(ejércitos en miniatura, alfombras voladoras…<br />

Douglas Fairbanks compró la película para copiar<br />

sus trucajes en El ladrón de Bagdad).<br />

El Doctor Mabuse (Dr. Mabuse, der Spieler,<br />

1922), basada en un serial de Norbert Jacques, es<br />

una extensa película dividida en dos partes (El<br />

gran jugador: retrato de una época e Infierno:<br />

hombres de una época), que se convirtió en uno<br />

de los grandes éxitos del cine alemán de entreguerras.<br />

En un tiempo atormentado y confuso, de<br />

paro e inflación galopante, de crisis y delirios,<br />

mientras se está incubando el huevo de la serpiente<br />

del totalitarismo, mientras los ricos buscan emociones<br />

fuertes y las clases bajas malviven en callejones<br />

siniestros, surge la figura de Mabuse<br />

(Rudolf Klein-Rogge). Psicoanalista, mago del disfraz,<br />

hipnotizador, dirige una siniestra red criminal<br />

y considera que la única emoción verdadera es la<br />

de jugar con las personas y sus destinos... Mabuse<br />

se proclama como un Estado dentro del Estado,<br />

que busca la destrucción total del orden social, y<br />

se mueve entre dos submundos: el del hampa y el<br />

de los casinos clandestinos para ricos aburridos.<br />

Tras plasmar de manera tan clarividente el espíritu<br />

atormentado de Weimar, Fritz Lang se remontó<br />

al pasado mítico del pueblo alemán con<br />

Los Nibelungos (Die Nibelungen, 1924), una monumental<br />

epopeya dividida en dos partes, La<br />

muerte de Sigfrido y La venganza de Krimilda. Su<br />

aspecto plástico es de una riqueza impresionante,<br />

representando cuatro mundos, visualmente<br />

muy distintos: el de las cuevas y los<br />

bosques sombríos, donde vivía Sigfrido con el<br />

herrero Mime, y donde el héroe encuentra a Alberich,<br />

el rey de los enanos, un territorio de árboles<br />

gigantes, cuevas, tesoros y espectros; el de<br />

la corte burgundia de Worms, refinado y decadente;<br />

el de Brunilda, la remota y helada Islandia;<br />

y el mundo tosco y salvaje de los hunos de<br />

Atila... El objetivo declarado de Lang fue presentar<br />

un documento nacional para difundir en todo<br />

el mundo la cultura alemana. Esta vez le falló la<br />

intuición, al no prever a dónde terminaría llevando<br />

la exaltación nacionalista: entre los entusiastas<br />

espectadores de Los Nibelungos<br />

estuvieron Adolf Hitler y Albert Speer.<br />

En 1924, Fritz Lang hizo su primer viaje a Estados<br />

Unidos. La visión de las luces y los rascacielos<br />

de Nueva York le inspiró la imaginería de<br />

su siguiente película: Metropolis (1926). Plasmar<br />

esa visión necesitó el mayor presupuesto de la<br />

historia del cine alemán hasta entonces. En Metrópolis,<br />

la ciudad del futuro, los ricos viven en<br />

lujosos rascacielos y sus hijos disfrutan de una<br />

vida ociosa y regalada, todo ello gracias a la<br />

energía que proporcionan grandes máquinas<br />

subterráneas, servidas, en agotadoras jornadas<br />

de diez horas, por millones de obreros deshumanizados<br />

que malviven bajo tierra en miserables<br />

casuchas… Metrópolis sigue siendo una<br />

película visualmente vanguardista y visionaria,<br />

con imágenes que no se olvidan (las líneas geométricas<br />

de los títulos de crédito, los diseños arquitectónicos<br />

y decorativos, las vistas generales<br />

de la ciudad, el robot femenino, el laboratorio del<br />

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